domingo, 25 de septiembre de 2011

LA PARABOLA DE LOS TRES AMIGOS

Lucas 11:5-8


Dios de diferentes maneras responde a nuestros ruegos. A veces él nos deja orar por largo tiempo, por una misma cosa. El lo hace para así probar nuestra fe y nuestra per­severancia. De vez en cuando, él acoge nuestra oración in­mediatamente. Cuando Daniel se humilla delante de Dios, en el capitulo nueve de su libro, la respuesta viene mien­tras esta orando (vers. 21). Mas en otra circunstancia, ve­remos a Daniel en aflicción (con dolor) "tres semanas en­teras" antes de recibir una respuesta (Cap. 10:2). En las diferentes respuestas, Dios ve nuestro conducir al realizar una plena comunión de pensamientos con El. En la perse­verancia, en la oración, ha de resultar en una más pro­funda comunión con Dios y una mayor conciencia de nuestra dependencia de El.
Se dan casos donde nosotros debemos pedir con perseve­rancia e igualmente con tenacidad, más en otras situacio­nes, Él nos hará cesar de orar. Esto es exactamente lo que el apóstol Pablo ha tenido que realizar. Él había suplicado tres veces al Señor para que quitara su "aguijón en mi carne”. Mas el Señor tiene que hacerle entender que esto no depende su deseo, él le ha dicho: "Bástate mi gracia porqué mi poder se perfecciona en la debilidad" (2 Cor.12: 9). Del mismo modo, las suplicas insistentes de Moisés, para que se le permitiera pasar a la tierra prometida, reci­be la respuesta de Jehová: "Basta, no me hables mas del asunto" (Deut. 3:26).
Estos contrastes en la manera en que Dios responde nuestras oraciones pueden ser algo dificultosas para no­sotros. Sin embargo tendremos siempre la necesidad de la fe, para que Dios nos acoja inmediatamente o Él nos hará esperar largo tiempo. Sin la fe operando en las oraciones, rápidamente nuestro pensamiento se verá perturbado (co­rrompido) y esto nos conducirá a la independencia. Si Dios nos respondiera siempre de la misma manera esto no sería para nuestro bien. Por otra parte la fe es necesa­ria para perseverar en la oración, evitando que esta cese portal o cual causa y por el contrario dejará a Dios obrar, según sus caminos. La apacible sumisión a la voluntad de Dios, es importante cuando las cosas van ocurriendo se­gún su pensamiento y no de acuerdo a lo que nosotros habíamos pedido, nada se podrá realizar si no hay una plena confianza en su bondad y en su sabiduría. Así, la verdad tiene muy a menudo varios aspectos. Que la sabiduría de la oración o de algún otro motivo, nos debe guardar de dar a un aspecto de la verdad una importancia que nos escon­da de otros. ¡Que Dios nos de un santo equilibrio!
Dos parábolas nos enseñan el valor de la oración in­sistente y perseverante: Aquella de los tres amigos, en Lu­cas 11 y aquella de la viuda, y del juez injusto, en Lucas 18. Nos dispondremos mas especialmente sobre la oración Allí veremos a un hombre dirigir una petición a un amigo en favor de otros de sus amigos, que llegó, inoportuna­mente de su viaje.
En el principio del capitulo 11, Lucas nos presenta al Señor en oración, en la actitud del hombre perfectamen­te dependiente de su Dios. Estimulados por el ejemplo del Maestro, los discípulos parecen discernir la importancia de la oración, y uno de ellos le pide: "Señor enséñanos a orar" El Señor responde a esta petición que le han formulado, enseñando la oración del Padre nuestro. Una maravillosa oración perfectamente adaptada a su situación. Los discí­pulos no se encontraban aún en la posición cristiana, el Señor no a pasado aún por la muerte, ni por la resurrec­ción. En tanto los judíos de aquella época, eran incapaces de comprender las demandas específicamente cristianas. Esta oración que enseña el Señor, será de aplicación literal Al remanente judío de entonces y ella será nueva al rema­nente judío en los días futuros. Más aún ella contiene los principios morales que son valederos en todos los tiempos.
Para concluir sus enseñanzas, el Señor añade la pará­bola de los tres amigos, en la que los tratos son particular­mente vivos. Nosotros allí descubriremos a la vez los para­lelos y los contrastes entre la manera de obrar de Dios y del hombre.

El amigo que pide
La parábola nos presenta la llegada del amigo que Hace una petición. El no pide para sí mismo, mas sí para otro. Donde explica las circunstancias, de aquel por quién esta intercediendo. Nosotros po-dríamos ciertamente animadnos a realizar esta doble manera de orar - para noso­tros mismos y para otros. Estas dos maneras son justas y necesarias. Al considerar nuestras propias circunstancias debemos cuidarnos de no ser negligentes en la oración, también por los otros. Las epístolas nos exhortan en esto: "orando... por todos los santos, y por mí..." (Efesios6:18,19 V.M.); "exhorto... y por todos los que están en autoridad." (1 Timoteo 2:1-2 V.M.).
En esto que nos es señalado particularmente en la Parábola, está lo conciso de la oración. El que viene a pe­dir no tiene un largo discurso para su amigo, más bien expone su solicitud de una manera clara y precisa: "amigo préstame tres panes". Él pide exactamente aquello que ne­cesita. ¡Que enseñanza para nosotros! Es de particular importancia que cuando oremos en público, hemos de esforzadnos por expresarnos de un modo preciso y concreto. Evitando así que nos perdamos en declaraciones abundan­tes y vagas. Tener un gran discurso a Dios cuando esta­mos de rodillas es contrario a lo que el Señor nos enseña aquí. Del mismo modo debemos evitar los ruego de carác­ter general; Más bien debemos considerar el hecho que una oración por una motivo preciso, manifiesta un interés profundo por la persona o por el motivo mencionado.
El carácter urgente de la solicitud, esta subrayada en la parábola por el hecho que aquel, que eleva la petición está a la puerta de su amigo a una hora indebida. El mis­mo está demasiado pobre, o no está momentáneamente posibilitado a alimentar a aquel que ha llegado de viaje. En la confianza que tiene en su amigo, en que él le ha de ayu­dar, golpea su puerta a media noche. El no deja de estar impresionado por su negativa, más que por sus explicaciones. A pesar de que la puerta esta ahora cerrada, conti­nua golpeando hasta que obtiene lo que esta pidiendo.
Le es placentero a Dios, cuando sus hijos se pre­sentan en sus oraciones, con una cierta insistencia o igual tenacidad. Encontramos este pensamiento en los profetas: "¡Los que recordáis a Jehová sus promesas, no toméis vo­sotros descanso, ni le concedáis descanso a él!" (Isaías 62: 6,7). ¿Abraham, no deja manifiesta la tenacidad cuan­do él intercede delante de Jehová, a favor de la ciudad de Sodoma y el disminuía progresivamente el numero posible de justos que allí se encontraban? (Génesis 18:22-23). Apegados a una manera insistente en la oración hemos de honrar al Dios Todopoderoso.
La humilde confesión de nuestra propia debilidad es una condición importante de una oración agradable a Dios. El que ha venido a pedir tres panes esta consciente de su desnudez, de su incapacidad de ayudar a su amigo cuando ha llegado con hambre y esto le ha hecho dirigirse a su amigo que es más rico que el. Nosotros tampoco po­demos apoyarnos sobre nuestros propios recursos para nutrir a aquellos que nos rodean con tal necesidad. Que sea El quién obre en las necesidades de los pecadores perdidos o de los hijos de Dios. No obstante nosotros sabe­mos que él es rico - rico además en misericordia - nuestro Dios y Padre. Recurramos siempre a El cuándo tengamos necesidad de pan, tanto para nosotros, como para otros.
El amigo que recibe la petición
            En la aplicación de la parábola, encontramos paralelos evi­dentes, entre el amigo que pide y la actitud que nosotros estamos recomendando. Si al allegarnos al amigo rico al cual dirigimos nuestra petición veremos una actitud con­traria a aquel rico de la parábola. ¡Cuantos contrastes en­tre la actitud de este rico y la manera de obrar de Dios!, ¿Sería concebible que al allegarnos a Él, en algún momen­to le molestásemos? ¿Sería posible que Él nos dijese: "no me importunes más, la puerta ya está cerrada"? o ¿Qué Él alegue alguna otra excusa para despedirnos? ¡Mil veces no! "He aquí el que guarda a Israel no dormita ni duerme" (Salmos 121:4). Él quiere dar y dar más de lo que nosotros le hemos pedido. El está siempre accesible y nosotros ja­más hemos de turbarnos temiendo en su descanso. Él es­cribió en los Proverbios: "el amigo ama en todo tiempo, y el hermano es nacido para la adversidad" (Proverbios 17: 17). Estas palabras son aplicadas particularmente a nues­tro Señor.
El motivo por el que la petición es contestada en la parábola, presenta también el más grande contraste con la manera del obrar de Dios. El amigo rico a quién está di­rigida la petición, lo vemos no solamente molesto en su re­poso, sino también lleno de sentimientos egoístas y de po­ca amabilidad para sus cercanos. Es por eso que se le opo­ne y le recibe con una negativa. Aunque después para evi­tar seguir siendo incomodado por mas largo tiempo, y por la insistencia, el se levanta y da lo que le ha sido pedido. Él da, no porque sea su amigo quién se lo solicita, sino por causa de la importunidad. Pero Dios, no da por estos moti­vos, ni de esta manera. Nuestro Padre está lleno de amor y de bondad. Él nos ama y nos bendice, y su bendición es sobreabundante, especialmente a los que, en toda confian­za, recurren a El con sus necesidades.
Si la perseverancia conduce al objetivo, cuando es dirigida a un hombre, que solo ve en ella la importunidad ¡Cuánto mas Dios responderá a las llamadas perseverantes de sus hijos, que confían en El!
Tras la parábola el Señor añade: "Y yo os digo a vosotros: Pedid, y se os dará; buscad, y ha­llareis; llamad y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá". (Lucas 11:9-10 V.M.). Esto nos anima a dar a nuestros pedidos un carácter de oración ur­gente, a la cual Dios le gusta responder.
Las dos parábolas de Lucas 11 y 18 nos muestran el inmenso contraste que existe entre el hombre y Dios.
El juez inicuo se ve obligado a responder el pedido de la viuda oprimida; pero lo hace para que ella no le mo­leste más con sus súplicas insistentes.
El hombre egoísta se ve obligado a levantarse de su cama en plena noche, para responder a las necesidades de su vecino; pero tan solo lo hace por causa de su importu­nidad (para que su vecino no le vuelva a molestar, le deje tranquilo y pueda volver a acostarse). Al contrario, a Dios le gusta derramar Su bendición sobre aquellos que le oran con seriedad, con perseverancia y con fe.
La viuda se dirigió al juez para exponerle su propia causa. El amigo, al contrario, intervino a favor de su her­mano hambriento. Así el Señor nos enseña que podemos orar, sea por nosotros mismos, sea por los demás, hasta que nuestras oraciones reciban respuesta (hasta que sea­mos atendidos... por Dios).
Una de las parábolas ilustra la exhortación: "Pedid y se os dará". La otra parábola ilustra la exhortación: "A quién llama, se le abrirá".
Traducción: Denis Valencia P.

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