"Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga" (1 Corintios 10:12)
Cuando miramos a nuestro alrededor y vemos que fracasan muchos jóvenes que habían confesado amar y seguir al Señor, ¿qué reacción íntima sentimos? Sin duda alguna se impone la tristeza, la pena, sobre todo cuando hace falta una humillación colectiva; pero, ¿jamás hemos tenido, aun inconscientemente, este pensamiento oculto: “esto no podría sucederme a mí?” Tal vez no hemos formulado nunca este pensamiento; pero, al sentir conmiseración por el culpable, o al juzgarle severamente, demostramos que en el fondo de nuestro corazón nos creemos incapaces de ser como el otro. "Te doy gracias porque no soy como los otros hombres" (Lucas 18:11).
Sin embargo la Palabra nos dice: "El que piensa estar firme, mire que no caiga". Y en otra parte añade: "Pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme" (Romanos 11:20). Una caída grave no sobreviene en un día, sino que casi siempre es la consecuencia de una serie de extravíos, de faltas no reconocidas, que debilitan en nosotros el sentido de la santidad divina, entristecen al Espíritu Santo, e interrumpen la comunión.
Y si Dios permite que seamos testigos de caídas dolorosas de parte de otros, ¿no es acaso para advertirnos del peligro que corremos? ¿Será para que nos examinemos bien, a su luz, si no estamos en el mismo camino, de duda, de incredulidad o de corrupción?
El poder del enemigo es terrible, más de lo que nosotros podamos imaginarnos, ya que "el diablo, como león rugiente anda alrededor buscando a quien devorar" (1 Pedro 5:8).
"Por la fe estáis firmes" (2 Corintios 1:24)
Pero contra este enemigo y contra sus artimañas hay un recurso, uno solo. No son las resoluciones de la carne, no es la sumisión a los mandamientos de la ley; es la fe. La fe que descansa en un poder que no es el nuestro, sino que está a la vez dentro y fuera de nosotros. El apóstol Pedro en su primera epístola dice: "Sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero" (cap. 1:5). El apóstol Pablo también habla en términos semejantes: "Ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios" (Gálatas 2:20). La fe cree, entonces, en el poder de Dios para guardarnos, pero también nos hace comprender que Cristo está en nosotros y que "él permanece en nosotros por el Espíritu que nos ha dado" (1 Juan 3:24).
Según Romanos 8, vemos que este Espíritu es el único poder mediante el cual podemos hacer morir las obras de la carne (v. 13). Gálatas 5:16 agrega: "Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne". Por lo cual debemos confesar y abandonar cuanto antes nuestros pecados (1 Juan 1:9), todo lo que le contrista (Efesios 4:30), a fin de que pueda obrar en nosotros el fruto que glorificará a Dios.
Habiendo recibido la promesa del Espíritu por la fe (Gálatas 3:14), es por esta fe que nos mantenemos firmes. "Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe" (1 Juan 5:4).
"Poderoso es el Señor para hacerles estar firme"(Romanos 14:4)
Si el enemigo es poderoso, lo es mucho más nuestro Señor. No solamente estamos firmes sino que El es poderoso para mantenernos firmes. Si tenemos que reconocer nuestras faltas a menudo; si con temor comprobamos nuestras caídas, no nos desanimemos. El peligro es para aquellos que "creen estar firmes". Pero, "yo decía: Mi pie resbala, tu misericordia, oh Jehová, me sustentaba" (Salmo 94:18). La mano que sin demora se extendió para socorrer a Pedro que se hundía en el agua (Mateo 14:31) es la misma que hoy está siempre dispuesta a socorrer a aquel que pida: "¡Señor, sálvame!" La misma gracia obra para restaurar a aquellos que han caído.
Sentir su debilidad, pedir a Dios con fe, es hacer la experiencia maravillosa de su bondad y de su poder que quieren mantenernos firmes hasta que llegue el día en que la marcha de la fe haya terminado y estemos "sentados" en el reposo eterno, alrededor del Cordero inmolado, en la casa del Padre.
Contendor por la Fe, Nº 243-244
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