lunes, 21 de noviembre de 2011

¿ESPERAMOS EL REGRESO DEL SEÑOR JESUS?

"Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis voso­tros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshe­chos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!" (2ª Pedro 3:11-12. Recomenda­mos la lectura bíblica de 2 P.3:1-14).
Son bastantes los predicadores que hablan por doquier sobre asuntos escatológicos, sobre acontecimientos futu­ros, añadiendo en sus prédicas, ideas y pensamientos novedosos, señalando he­chos y pareceres atrevidos e inventados por ellos mismos, de los cuales, en su mayor parte, las Sagradas Escrituras no corroboran nada de lo que ellos están enseñando. También muchas son las per­sonas que se embelesan escuchándolos, porque les gusta oír acerca de las co­sas futuras y de los misterios del más allá. En cambio, creo que debiéramos tratar sobre los asuntos proféticos con más seriedad, respeto y consideración, ciñéndonos fielmente a lo que la Biblia nos dice, sin añadir ni quitar nada a lo que la Palabra de Dios nos enseña y revela.
Somos amonestados por el apóstol Pedro, que sabiendo el hecho de que en un tiempo determinado por Dios, su hi­jo, el Señor Jesucristo, regresa por segunda vez al mundo, y entonces el mundo será deshecho por fuego, que conviene que vivamos vidas santas y piadosas, preparados para su llegada. Por lo tanto, teniendo en cuenta que Cristo volverá pronto, ¿cómo debemos vivir los que hemos confiado en Cristo Jesús? ¿Cuál ha de ser nuestro proceder prác­tico como cristianos?
Del hecho de que Cristo volverá, no hay discusión alguna. El mismo Señor Jesucristo ha dicho en Mt. 24:44: "Por tanto, también vosotros estad prepara­dos; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis". Y en los ver­sículos 30 y 31 de este mismo capítulo leemos: "Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y en­tonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus án­geles con gran voz de trompeta, y jun­tarán a sus escogidos, desde un extremo del cielo hasta el otro". El creyente en Cristo sabe estas cosas. Sabe que su Redentor Jesucristo viene. Sabe que su Rey y Señor regresa. Pero realmente existe una preocupación: ¿Están todos los creyentes en Cristo esperando su regreso? ¿Estamos preparados para este gran evento glorioso? Consideremos cin­co pensamientos que se desprenden tanto de Mt. 24:44 como de la porción en 2 P.3:11-14:

1)     Que estéis preparados.
2)     Que estéis esperando.
3)     Que estéis purificados.
4)     Que seáis pacíficos.
5)     Que estés predicando el evangelio.

QUE ESTEIS PREPARADOS
¡Oh hermanos en Cristo! ¡Oh hombres y mujeres que habéis profesado el nom­bre de Cristo! ¿Estáis preparados para el regreso del Señor de la gloria? Cristo dijo: "Por tanto, vosotros estad preparados", es decir, dispuestos y listos para cuando el Señor venga. De­bemos tener puesto nuestro mejor traje -espiritualmente hablando- con todo el equipaje limpio en la maleta y ésta en la mano. Nuestra mirada ha de estar ha­cia la dirección en que viene nuestro Señor. De esta manera, cuando El lle­gue, estaremos listos para ir enseguida con El. Para entonces, si no estamos preparados, que mala impresión causa­ríamos a nuestro Rey y Señor. ¿Estáis listos para ese momento cumbre? ¡Oh, yo espero que sí!
El mismo texto del profeta Amos pa­ra el pueblo israelita fue: "Prepárate para venir al encuentro de tu Dios" (Amós 4:12). El profeta contempló aquellos grandes festivales religiosos en Israel. Vio al pueblo dado a grandes diversiones. Vio, también, sus grandes pecados, la idolatría y la inmoralidad. Vio en Israel mucha frialdad religiosa, aunque aparentemente ha-bía una gran ac­tividad cultual. Y se lamenta y llora el profeta por todo lo que ve, y amo­nesta al pueblo de Israel a prepararse para venir al encuentro con su Dios. Este mismo texto del profeta sirve tam­bién hoy para nuestra amonestación. Hoy como antaño, también existe mucha de­mostración de religión; abunda la ido­latría y la inmoralidad en un sin fin de facetas, aún entre los que profesan al cristianismo; también hay mucha frialdad e indiferencia religiosa. Y la amonestación sigue, hermano: "Prepárate para venir al encuentro de tu Dios".

QUE ESTEIS ESPERANDO
"Esperando" dice la primera palabra del v.12 de nuestro texto básico, una cosa es saber que alguien va a venir a visitarnos, pero otra cosa muy distinta es saberlo y apresurarnos a preparar nuestra casa, para que todo esté en buen orden, cuando llegue tan distin­guida persona, Jesús. En Tito 2:13, so­mos exhortados: "Aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salva­dor Jesucristo". ¡Ah, el que viene es un huésped distinguido! Queremos estar esperando su venida. Queremos anticipar su venida. Cristo mismo dice que habrá señales precediendo su regreso. Las enumera en Mt. 24 y Lc. 21. El dijo: "Velad, pues, en todo tiempo orando, que seáis tenidos dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de es­tar en pie delante del Hijo del Hombre" (Lc.21:36). "Erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca" (Lc.21:28). Creemos que debiéra­mos estar observando todo cuanto sucede en el mundo. Debemos fijarnos en las señales y conocerlas cuando son dadas. Quizás es más tarde de lo que pensamos. ¡Cuánto conviene que todos estemos es­perando al Salvador y Redentor! Si es que hay hermanos que hasta ahora han estado viviendo sin esperar la vuelta del Redentor, ¡no vaciléis!, comenzad ahora mismo a vivir como quien espera su retorno.
Cuando una joven a punto de casarse espera la venida del novio, ésta se en­cuentra en un estado bastante nervioso. Y ella está así porque el que viene es uno que ella ama por encima de otros. Lo está esperando, y cuanto más cerca llega el momento de su llegada, tanto más se nota su excitación. Mis amados hermanos, Cristo -dice la Biblia- es el novio, el esposo de la Iglesia. Cuando el Señor Jesucristo venga, llevará la Iglesia, a su amada, a la gran boda del Cordero en la gloria celestial. Enton­ces, ¿cómo te sientes al pensar que estamos muy cerca de su regreso? ¿Le es­peras con ansiedad, con excitación? ¿Le esperas preparado? Si creemos en su regreso, vivamos como quienes están es­perándole.

QUE ESTEIS PURIFICADOS
La Palabra del Señor nos amonesta que el que está preparado y esperando el regreso del Salvador, nuestro Señor Jesucristo, debe "andar en santa y pia­dosa manera de vivir". Nuestro testimo­nio cristiano ha de demostrar ante todo el mundo que somos verdaderamente hijos de Dios. Nuestra conducta diaria ha de revelar que hay santidad y piedad en nuestras vidas. Dios ha llamado al creyente a separarse de toda clase de mundanalidad. Le ha llamado a ser san­to. El hecho de que uno pertenece a la Iglesia de Cristo, indica inmediatamen­te separación de la vida anterior. La Iglesia es el Cuerpo de Cristo, y cada uno de los que hemos creído en El somos miembros de ese cuerpo, como manos, pies, etc. Entonces, esas manos y pies, u otras partes del cuerpo, servirán so­lamente al cuerpo al cual pertenece. No servirán a otros cuerpos, sino al que pertenecen, porque son dirigidos por la cabeza. La Biblia nos dice que Cristo es la cabeza de la Iglesia, la cual es su cuerpo.
Cada creyente que sabe que es parte del cuerpo de Cristo, con gran regocijo espera la venida de su Cabeza, el Señor Jesucristo. En 1 Jn.3:3 leemos: "Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro". La esperanza es ver a Jesús cuando venga, y ser como El es. Ahora bien, si tenemos esta esperanza, hemos de procurar que nuestras vidas sean santas y pías, porque Cristo es santo y pío. ¿Cómo podremos cambiar en un mo­mento cuando precisamente Él viene? Su exhortación es que estemos preparados y esperándole. Entonces, parte de esta preparación es estar limpios de pecado y de toda clase de mundanalidad. Nues­tro amor será solamente para El. Nos apartaremos de cualquier forma de ido­latría; y atiendan bien a esto, el ído­lo más grande al que la humanidad hoy en día se está hincando es al dios di­nero. ¡Cuántas cosas malas y pecamino­sas hacen los hombres por conseguir un poco más de oro, un poco más de plata, un poco más de dinero!
"Pues los que, duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de no­che se embriagan. Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habién­donos vestidos con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo" (1 Tes.5:7-8). Si nos ves­timos con Jesucristo, no podemos hacer arreglos con el pecado, ni coquetear con el mundo. Hermanos, estemos purifi­cados de todo lo que pertenece al mun­do, y esperemos así preparados el re­greso de Cristo.

QUE SEAIS PACIFICOS
En 2 Pedro 3:14 se nos dice: "Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irre­prensibles, en paz". Verdades proféti­cas conducen a la vida pacífica. ¿Quién desea ser hallado en el campo de batalla luchando contra un enemigo cuando venga el Señor Jesús? ¿Quién desea hallarse encarcelado en una prisión cuando venga Jesús? ¿Quién desea hallarse enemistado con algún prójimo al regreso de Jesús?
La carnalidad en los días de la iglesia primitiva apostólica no con­sistía en ir al teatro, ni ir al baile, ni jugar a las cartas, ni ir a los toros, sino que la carnalidad se mostraba en aquellos días como en los días que nos toca vivir, también, en contiendas, en pleitos, en disensiones, en celos, etc. Si todo esto tiene su raíz en nuestros corazones, entonces hará que no seamos pacíficos. La vida pacífica es bienaventurada. Jesús en el sermón del monte enseñó: "Bienaven­turados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios" (Mt.5:9). Más adelante, después de enseñar acerca de la vida pacífica, la cual se manifiesta en amar al enemigo, bendecir al que nos maldice, hacer bien al que nos aborrece, orar por el que nos persigue, Cristo añade, que todo esto indicará que somos "hijos de nuestro Padre que está en los cielos". La vida pacífica es la deseable, porque es una señal de una vida basada sobre el amor. Dios es amor. Si vamos a estar preparados para la venida de Cristo, tenemos que estar viviendo también vidas pacíficas.

QUE ESTEIS PREDICANDO EL EVANGELIO
"Apresurándoos" dice el texto bí­blico. Y esto indica nuestra acción a su venida. Cristo dijo una vez: "El que conmigo no recoge, desparrama" (Mt. 12:30); significando que si no re­cogemos con Cristo, estamos desparra­mando. La idea principal es que si no estamos ayudando en la gran obra de la proclamación del evangelio, somos sier­vos inútiles. Si somos siervos inúti­les, entonces somos un estorbo a la gran causa del evangelio. Si somos un estorbo, entonces estamos desparramando la Obra de Cristo por los suelos. Her­manos, el tiempo es corto y las señales de la venida del Señor Jesús indican que no hay tiempo para perder. "Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo", nos dice E f.5:14. Los versículos que anteceden a éste son exhortaciones a la conducta de los cristianos, cosas que deben evitar para que puedan dar un buen testimonio, para que puedan ser buenos evangelizadores. Y entonces, in­mediatamente siguiendo a la llamada a despertarse de sueño, leemos: "Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprove­chando bien el tiempo, porque los días son malos".
            Hermanos, Levantémonos para servir al amado Salvador. Cristo viene y hay mu­chas almas que están todavía perdidas, y alguien ha de predicarles la salva­ción. ¿Entrarás tú en esta gran tarea de evangelizar al mundo antes que Cris­to vuelva? La Escritura nos dice que cuando el evangelio sea predicado por todas las naciones, hasta el último confín de la tierra, entonces será el fin.
            En conclusión, hermanos míos, les ex­horto a recordar que Cristo viene, y que al recordar esto, debemos estar preparados y esperando su venida. En­tretanto, purifiquemos nuestras vidas viviendo apartados de toda clase de mundanalidad, viviendo en paz uno con el otro, y llevando almas para Cristo. Recordemos la estrofa y coro del siguiente himno:

Cristo viene de los cielos,
Sed templados y velad,
Siempre aprovechad el tiempo,
Cuenta estrecha habéis de dar.

¡Despertémonos del sueño!
Somos hijos de la luz.
Nuestras vidas entreguemos
Al servicio de Jesús.

            Que esto sea una gran realidad en cada uno de nosotros. Amén.
Contendor por la Fe, Nº 241-242

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