1 Tesalonicenses
“Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que
cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis
no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la
cual actúa en vosotros los creyentes” (1
Tesalonicenses 2:13).
La
primera epístola a los Tesalonicenses («victoria sobre la falsedad»), cronológicamente,
es la primera de las epístolas de Pablo. Está llena de frescura, energía, y
calidez. Pastoral en su carácter, se dirige “a la iglesia de los
tesalonicenses”, ilustrando así que el verdadero cuidado pastoral no es sólo de
individuos, sino también de la iglesia de Dios. Esta última, formada durante
una breve visita a Tesalónica (Hechos 17:1-4), en medio de circunstancias de
amarga persecución, había llegado a ser un modelo para las otras, debido a su
piadosa energía de fe divulgando la Palabra del Señor (1 Tesalonicenses 1:7-8).
Fe, amor y esperanza se ven de forma hermosa a través de todo este libro y de
la segunda epístola también.
La venida del Señor es un asunto que
resalta en esta epístola. En el capítulo 1:10 se ve como la liberación de la
ira venidera de la tribulación. En el capítulo 2:19, está relacionada con el
gozo de Pablo al ver a sus hermanos en la gloria de arriba. En el capítulo
3:13, tiene a la vista el fortalecimiento de los creyentes irreprensibles en santidad.
En el capítulo 4:15-18, es una preciosa perspectiva para dar consuelo presente
a aquellos que están en tristeza. En el capítulo 5:23, es vista como una
santificación final y total del espíritu, alma y cuerpo.
El versículo arriba citado muestra la razón de la fiel
energía de los tesalonicenses. La Palabra de Dios actuaba realmente en sus
almas: era Dios quien había hablado; ellos aceptaban esa Palabra como tal. De
esta manera se producen buenos resultados. En consecuencia, este libro es muy
alentador y estimulante.
2
Tesalonicenses
“El mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos
amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia, conforte
vuestros corazones, y os confirme en toda buena palabra y obra” (2 Tesalonicenses 2:16-17).
La
segunda epístola a los Tesalonicenses, al igual que la primera, es de carácter
pastoral; pero trata de aquellas sutiles influencias que muy pronto amenazaron
con arrebatarle a esta joven iglesia su reciente y ardiente afecto para con el
Señor, su vigorosa fe y su paciencia ante la persecución. El apóstol Pablo
advierte fielmente del futuro advenimiento del Anticristo, mientras que ya
estaba “en acción el misterio de la iniquidad” (2:7) para socavar lo que era de
Dios. Por lo tanto, fieles amonestaciones se agregan al refrescante estímulo de
la primera epístola, sazonar con sal, para preservar el testimonio de Dios.
Cartas, que pretenden haber sido enviadas
por Pablo, habían comunicado a los tesalonicenses que el día del Señor ya había
venido. Esto era un astuto engaño del enemigo por medio del cual buscaba
socavar la confianza de ellos en la venida del Señor para buscar primeramente a
la Iglesia, antes del impresionante día de su juicio del mundo. Pablo corrige
esto y, en el capítulo 2, explica que el día del Señor, no puede ocurrir antes
de que la Iglesia sea arrebatada a los cielos.
En contraste con las malignas obras y
palabras del Anticristo, los creyentes son animados a permanecer firmes en toda
buena palabra y obra. Por lo tanto, éste es un libro que tiene por objeto
darnos discernimiento espiritual y firmeza en cuanto a aquellas cosas que
tiendan a rebajar el testimonio cristiano.
Igualmente, la venida del
Señor resalta en todos los capítulos.
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