lunes, 20 de junio de 2022

LA EPÍSTOLA A LOS FILIPENSES (4)

 


2.1 al 11 El patrón perfecto


            El gozo que el apóstol deseaba, era aquél de la armonía en la asamblea en Filipos que sólo podía resultar de una demostración práctica de las cuatro cualidades mencio­nadas en el primer versículo.

            Si hacemos caso de la consolación (o estímulo) en Cristo, sentiremos una misma cosa; encontrando el consuelo del amor, tendremos el mismo amor; en la comunión del Espíritu habrá unanimidad; y, por el afecto entrañable y la misericordia, todos sentiremos una misma cosa.

Se puede mantener la unidad en la asamblea solamente poniendo por obra el principio de no ser egocéntricos sino interesados en los demás. La contienda y vanagloria se oponen a este principio y pueden tan sólo dividir; la humildad y el hecho de estimar a otros produce y mantiene la unidad.

            El patrón perfecto de este principio es el Señor mismo en su condescendencia, 2.6 al 8; la conformidad moral a Cristo en todo creyente garantizará la armonía perfecta. Esta condescendencia de Cristo desde el pináculo de la gloria hasta la ignominia y vergüenza de la cruz fue voluntaria y deliberada con el fin de asegurar la bendición de otros.

            Tomando forma de siervo, no renunció la de Dios, sino añadió a la misma, ya que jamás dejó a un lado su deidad y gloria. “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación … en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”, Colosenses 1.15, 2.9.

            Él fue manifestado en la semejanza de hombres, dejando ver que de veras era más que hombre; a saber, que era Dios. Sin embargo, aun poseyendo todos los atributos de la Deidad mientras andaba entre la humanidad, nunca se exaltó sino se humilló y se hizo obediente hasta el extremo de la muerte. Aquella muerte, la vergonzosa muerte de la cruz, fue en sí un gesto de obediencia.

            Semejante descripción de abnegación propia en pro del bienestar eterno de otros es un ejemplo perdurable para el creyente. Obsérvese que “este sentir” en el 2.5 es el sentir de fijarse en los intereses de otros. Sea usted, en su modo de sentir, como Cristo, reflejando en su mente la mente de Cristo. Sólo así habrá armonía en la congregación.

            De buena voluntad Cristo se despojó a sí mismo y se humilló a sí mismo, pero Dios le exaltó a la suprema majestad, gloria y dignidad. En reconocimiento de todo lo que es Jesús —el Varón despreciado y desechado— en su exaltación, el vasto universo le será subyugado a Él, y reconocerá su soberanía absoluta.

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