jueves, 2 de agosto de 2012

CANDELERO ENCENDIDO - AGOSTO 2012


CANDELERO ENCENDIDO - AGOSTO 2012


Ya se encuentra publicado la edición de Agosto de la revista. 
Se puede descargar desde el siguiente Link o leer en este mismo blog.

Espero que sea de bendiciones para todo aquel que la lea.

Editor.

miércoles, 1 de agosto de 2012

LA INSPIRACION DE LAS ESCRITURAS


Por la misma escritura podemos comprobar que no solamente los pensa­mientos, sino las mismas palabras fue­ron inspiradas por Dios, de lo contrario las mismas ideas resultaran altamente perjudicadas.
Por ejemplo, cuando Moisés dijo que no tenía elocuencia, que su dicción era pobre, Dios le respondió con: "¿Quién dio la boca al hombre? ahora pues ve y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar". (Éxodo 4:11-12). Posteriormente leemos que "Jehová di­jo a Moisés: Escribe tú estas palabras; porque conforme a estas palabras he hecho pacto contigo y con Israel" (Éxodo 34:27). Con seguridad, el valor de ca­da expresión jugaba fuertemente en el pacto, de lo contrario Dios no hubiera insistido en la escritura de 'estas pala­bras', ni tampoco reiterado la forma particular en que se comunicaba con Moisés: "Cara a cara hablaré con él, y claramente..." (Números 12:8). Llegando ya al borde de la tierra de promisión, las últimas recomendaciones del siervo de Dios fueron: "No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella..." (Deuteronomio 4:2), de modo que él conjunto de mandamientos y promesas que formaban la ley divina, fuera pre­servado en integridad.
Posteriormente, notamos la opera­ción que sobre las palabras tenía el Es­píritu Santo de Dios Quizás será bueno notar que el Señor Jesús dijo en Mar­cos 12:36: "El mismo David dijo por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Se­ñor...” Lo notable de la cita es que  nos encontramos que David mismo reconoce que el "Espíritu Santo había hablado por él, y agrega: "su palabra ha estado en mi lengua". (2 Samuel 23:2).
            Esto explica lo que le sucedió a Balaam según leemos en Números 23:5; "que Jehová puso palabra en la boca de Balaán", y como inexplicablemente aquella visita de maldición del pueblo se transformó en una bendición verbal sin precedente en La historia del Pueblo (véase Números 23:16). El secreto lo aprendemos en cap. 24:2: "el Espíritu del Señor vino sobre él... y dijo Balaam hijo de Peor..."
Volviéndonos a los libros proféticos, notamos el mismo tren de pensa­mientos. Dios toma instrumentos a ve­ces muy incompletos, y como el caso de Jeremías les dice: "he aquí yo he puesto mis palabras en tu boca" (Jeremías 1:9). Con esa confirmación hablaron an­te el pueblo y les dijeron, como en el caso de Isaías más de veinte veces que eran expresiones divinas (Isaías 1:10;2:3; 16: 13; 24:3; 28:13; 37:22; etc.) Un verdadero record lo constituye Ezequiel, porque  asegura más de sesenta veces que sus escritos son la "Palabra de Dios" (3: 10; 6:3; 12:8; 12:17, 21,26; 12:25, 26; 20: 2; etc.) Es evidente, por todas estas ci­tas que los profesores estaban seguros que no solamente los pensamientos o los conceptos divinos les eran transmitidos, sino también la expresión, entonación y tiempo de los verbos formaban parte de la comunicación. A Daniel se le dijo: "Está atento a las palabras que te ha­blaré. (Daniel 10:11)" El mensaje que recibió era profundo y altamente profético, algunos de cuyos párrafos aguar­dan aún cumplimiento. Posiblemente, él no entendía mucho de lo que oía, pero leemos que "mientras me decía estas pa­labras, yo estaba con los ojos puestos en tierra y enmudecido" (Ver. 15)
            No creemos que hayan adoptado una actitud diferente los demás profe­tas, pues a juzgar por sus declaraciones (Oseas. 1:1; Joel 1:1; Amos 3:1; Abdías 1:1; Miqueas 1:1; Nahúm. 1:12; Habacuc 2:2; Sofonías 1:1; Hageo 1:1; Zacarías 1:1; Malaquías 1:1) estaban todos contestos de que Dios les había dado un mensaje verbal al cual debían atenerse cuidadosamente. Otra prueba de ello lo constituye Malaquías y la veintena de veces en que dice: "así dice Jehová de los ejércitos". Gracias a Dios, creemos que es así y nos gozamos.

“Esto lo he hecho yo"


Así ha dicho Jehová: No vayáis,  ni peleéis contra vuestros hermanos los hijos de Israel;  volveos cada uno a su casa,  porque esto lo he hecho yo.  Y ellos oyeron la palabra de Dios,  y volvieron y se fueron,  conforme a la palabra de Jehová.  (1 Reyes 12:24)


Las decepciones de la vida no son, en realidad, otra cosa más que los decretos del amor. «Hoy tengo algo que enseñarte» dice el Señor a cada uno de sus redimidos afligidos. «Te lo diré suavemente al oído para que las tempestades que te puedan sobrevenir no te atemoricen, y para que las espinas sobre las cuales tienes que andar te hagan menos daño. Es una frase corta: déjala que se introduzca hasta lo más profundo de tu corazón, para que te sirva de almohada para tu cabeza cansada: "Esto, lo he hecho yo".»
«¿Has pensado alguna vez que todo lo que te importa a ti me importa a mí también? "El que os toca, toca a la niña de su ojo" (Zacarías 2:8). "A mis ojos fuiste de gran estima... y yo te amé" (Isaías 43:4). Por eso me da tanto gusto formarte. Cuando la tentación te ataca y el Enemigo se te acerca, "como río" (Isaías 59:19), quiero manifes­tarte que "esto, lo he hecho yo". Dirijo todas tus circuns­tancias. No es por casualidad que estás en el lugar donde te encuentras, sino porque lo he escogido para ti».
«¿No has podido llegar a ser humilde? Pues yo te he puesto en la escuela misma donde se aprende esta lec­ción. Por medio de lo que te rodea y de las personas que te acompañan mi voluntad ha de realizarse en ti. ¿Tienes problemas materiales? ¿Encuentras difícil vivir con lo que tienes? "Esto, lo he hecho yo", porque soy quien lo posee todo. Quisiera que lo recibieras todo de mí y que dependieras enteramente de mí. "Dios, pues, suplirá
«¿Pasas por noches de aflicción? "Esto, lo he hecho yo". Yo, que fui "varón de dolores, experimentado en quebranto" (Isaías 53:3), te he dejado sin sostén humano para que, viniendo a mí, conozcas "consolación eterna" (2 Tesalonicenses 2:16, 17). ¿Te ha decepcionado un amigo a quien solías revelar tu corazón? "Esto, lo he hecho yo". He permitido esta decepción para que apren­das que Jesús es tu mejor Amigo. Es El quien te guarda para que no caigas, quien sostiene tu alma en sus luchas. El es tu escudo, tu victoria. Quiere ser tu Confidente, tu Pastor, tu Guía.»
« ¿Alguien te ha calumniado? Deja que me ocupe de esto y ven a refugiarte bajo la sombra de mis alas, "a cubierto de la contención de lenguas" (Salmo 31:20). Haré manifestar "tu justicia como la luz, y tu derecho como el mediodía" (Salmo 37:6). ¿Se han trastornado tus proyectos? ¿Estas decaído y cansado? "Esto, lo he hecho yo". ¿Has hecho planes, y has venido a pedirme que los bendiga, mientras quería prepararlos para ti y tomar la responsabilidad yo mismo, "porque el trabajo es dema­siado pesado para ti; no podrás hacerlo tú solo"? (Éxodo 18:18). No eres más que un instrumento; no eres el que lo utiliza.»
«¿Con ardor deseabas hacer alguna obra importante para mí, y en vez de poder cumplir tu deseo, has sido apartado sobe un lecho de dolor y de impotencia? "Esto, lo he hecho yo". Mientras estabas tan activo no podía llamar tu atención. Ahora quiero enseñarte algunas de mis lecciones más profundas. Solamente los que han aprendido a esperar con paciencia pueden servirme. Mis obreros más eficaces son, a veces, los que son obligados a dejar un servicio activo para que aprendan a manejar el arma de la oración. ¿Te encuentras llamado, de repente, a ocupar un puesto difícil y lleno de responsabilidad? Sigue adelante, contando conmigo. Si te confío este pues­to importante, es para hacerte experimentar la verdad de mi Palabra: "Te bendecirá Jehová tu Dios en todos tus hechos, y en todo lo que emprendas" (Deuteronomio 15:10).»
«Hoy pongo en tus manos "un poco de aceite en una vasija" y "un puñado de harina" (1 Reyes 17:12), para que los utilices sin temor. Que todas las circunstancias que se presenten en tu camino, que toda palabra ingrata que hiera tu oído, que cada interrupción que debilita tu paciencia y que toda manifestación de tu propia flaqueza te encuentren bien provisto de estos recursos divinos. Acuérdate que todas estas pruebas son parte de la edu­cación del Padre. Las heridas que causan se sanarán más rápidamente a medida que aprendas a verme a mí en todas las cosas. Porque "por todas estas cosas los hom­bres vivirán, y en todas ellas está la vida de mi espíritu" (Isaías 38:16). "Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas; y haced sendas derechas para vuestros pies... Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor" (Hebreos 12:12-14). "Apli­cad vuestro corazón a todas las palabras que yo os testi­fico hoy" (Deuteronomio 32:46).»
Cuando echamos un vistazo a nuestra vida pasada, no podemos hacer otra cosa que bendecir al Señor por todas las pruebas que nos han acontecido.
El orgullo y la resistencia estoica al sufrimiento, no nos conviene. No es así cómo nuestras almas son llevadas a Dios, sino todo lo contrario, de esta manera se mantienen distanciadas de Él. Cuando el dolor es completo, nos da una intimidad completa con Él, quien tiene el poder para socorrernos; entonces encontramos verdaderamente nuestra bendición en Dios.
Vendrá un tiempo en el cual todos nuestros sufrimien­tos llegarán a su fin, pero nuestro Amigo permanecerá. Su amor ha sido puesto a prueba. Ha entrado en las angustias más profundas de nuestros corazones y quiere hacernos compartir su gozo para siempre.

José Exaltado - Representa a Cristo


Gen. 37-50: FARAON LE DIO A JOSE TODA AUTORIDAD, GLORIA, RECONO­CIMIENTO UNIVERSAL, UN NOMBRE NUEVO Y UNA ESPOSA.

La historia de José prefigura en manera muy notable e interesante, a la de nuestro Señor Jesucristo. La vida y las experiencias de José son cuadros muy semejantes a las de la vida de nuestro bendito Señor. Por ejemplo, él fue el objeto del amor de su Padre; fue enviado por El a sus hermanos, quienes le rechazaron y le vendieron. El también, sufrió por causa de la justicia como José cuando fue puesto en la cárcel por haber resistido la tentación. Es verdad que José perdió su túnica de muchos colores, pero retuvo la integridad de carácter.
Pero, ¡qué cambio! Su túnica de diversos co­lores había sido teñida con sangre (Gen. 37: 31-32), y él, echado en una cisterna vacía en el desierto. Más, sus vestidos con que se vistió en la casa de Potifar fueron cambiados por los vestidos de la prisión (Gen. 39: 13 y 20). ¡Qué cambio! ¿Verdad?
Sin embargo Dios estaba detrás de todas es­tas pruebas y sombras. Dios había descubierto a José en sus sueños, lo que le esperaba. Sus propios hermanos y todo el mundo, tenían que postrarse delante de él, pero los acontecimientos inmediatos de su vida parecían una contradicción en la posibilidad de tales cosas. No obstante, todo se cumplió, y los sueños dados a Faraón e interpreta dos por José, estaban incluidos en el plan de Dios que eventualmente le llevó a su exaltación.
Encontramos en estos capítulos de Génesis que hay cinco cosas entregadas a José por Faraón que tienen su plena contraparte en Cristo. Son como siguen:

A. Toda Autoridad.
Vamos a comparar Génesis 41:40 41 con 1 Corintios 15:28. José fue exaltado para ocu­par un puesto supremo sobre todos, con excepción de Faraón. Fue el segundo sobre toda la tierra de Egipto. Así dice el apóstol Pablo, que cuando nuestro bendito Señor Jesucristo haya vencido todo enemigo en esta tierra, y cuando El haya conquis­tado al postrer enemigo que es la muerte (1 Cor. 15: 24 – 25), él entregará el reino al Dios y Padre comple­tamente emancipado de la servidumbre del pecado.
Durante el milenio o reino de Cristo de mil años (Apoc. 20:4), habrán enemigos suprimidos que de vez en cuando van a rebelarse en contra de El, pero serán resumidamente juzgados (1 Cor.15: 25). Al fin del milenio Satanás va a organizar una re­belión vasta en contra del Rey único y verdadero de este mundo, pero luego será vencido (Apo. 20: 7-9). Luego todos los muertos serán resucitados y todos aquellos, cuyos nombres no se hallen ins­critos en el libro de la vida, serán lanzados al lago de fuego (Apoc. 20: 15). Entonces, el universo entero será librado de todo enemigo, y el Señor Je­sús lo presentará a su Padre, no en el sentido de abandonar el gobierno de él, sino para recibirlo co­mo la esfera en que él reinará para siempre jamás "Su reino no tendrá fin" (Lc. 3: 33).
Leemos en 1 Cor. 15:28, "entonces también, el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él to­das las cosas (el Padre). Cuando el Señor Jesús entró en este mundo tomó el lugar de sujeción y nunca lo rendirá jamás, ni aún en la eternidad. En la tierra dijo "el Padre mayor es que yo" (Jn. 14: 28); no esencialmente, sino en cuanto a la adminis­tración de todas las cosas, Ahora, como el Sumo Sacerdote en el cielo, Él ocupa todavía el lugar de sujeción al Padre. En el milenio lo hará también, y cuando todo enemigo sea vencido, "entonces tam­bién", él se sujetará a su Padre. Esto no quie­re decir que el Hijo es inferior al Padre  nunca - si­no que El toma ese lugar de sujeción para que los propósitos divinos se ejecuten, y que, "Dios sea to­do en todos" (1 Cor. 15:28).

B.    Su Gloria Manifestada.
Faraón puso su anillo en la mano de José, y le hizo vestir ropas de lino finísimo (Gen 41:42). ¡Qué gran cambio en su apariencia de cuando esta­ba en la cárcel! ¡Qué diferencia todo esto, de su es­tado cuando fue echado en la cisterna por sus her­manos!
Así era con nuestro bendito Señor Jesús. Cuando Israel le vio, dijeron "no hay parecer en él ni hermosura y sin atractivo para que le deseemos". Su parecer fue desfigurado y su hermosura más que la de los hijos de los hombres (vea. Is 52 y 53). Tenemos que reflexionar en sus padecimien­tos, en los clavos, en la corona de espinas y en el empuje de la lanza, para estimar algo de los do­lores de Él. "Algo" de ellos, porque esos no eran to­dos ni las más profundas de sus agonías. En todo, haya contraste entre esos sufrimientos y su gloria ahora. Dios le ha ungido con óleo de alegría más que a sus compañeros. Vemos a Jesús, ahora co­ronado como el vencedor, de gloria y de honor. Ha sido glorificado, "con aquella gloria que tuvo con su Padre antes que el mundo fuese" (Jn. 14:5). Además tiene glorias agregadas las cuales va a par­ticipar con su pueblo redimido. El es verdadera­mente "el todo codiciable", tal es nuestro Amado, tal es nuestro Amigo.

C.    Reconocimiento Universal.
"Pregonaron delante de él: ¡Doblad la rodilla!" (Gen. 41:42). Esto nos hace recordar del pasaje es­crito por el apóstol Pablo a los Filipenses, "para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra". La inmensidad de esta extensión, está más allá del alcance de la comprensión humana. Calcular el número de todos estos seres que van a doblar sus rodillas, es totalmente imposible. Pero ni uno faltará en postrarse delante de Él en aquel día. Los sueños de José ya se cumplieron; to­do Egipto se inclinó delante él. Luego, sus propios hermanos también tuvieron que rendirle a él home­naje, y sujeción.
Hoy día hay los que con devoción y gratitud de corazón doblan las rodillas al bendito Señor Jesús. Públicamente y en privado es regocijo reconocerle a Él. Pero hay millones que todavía le rechazan a Él y son vehementes opositores al reconocimien­to de su bendito nombre. Mas el decreto de Dios es "toda rodilla se doblará". Dios mismo cumpli­rá este propósito para la gloria de su bendito Hijo.

D.    Un Nuevo Nombre.
A José le fue dado un nombre nuevo, Zafnat- panea. Hay alguna duda en cuanto a su signi­ficado. Posiblemente quiere decir "el salvador del mundo", o "el revelador de lo secreto."
Estos concuerdan con la Persona y la obra del Señor Jesús como se presentan en el evan­gelio de San Juan Cp. 4. El Señor Jesús reveló los secretos de la vida de la mujer samaritana, y también se presentó a si mismo como el Sal­vador del mundo. Pablo dice, "Dios le ha exal­tado hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre" (Fil. 2:9). Parece que ese nombre no es el nombre "Jesús" porque eso le fue dado antes de su nacimiento. El nombre a que se refiere nuestro texto  de Fil. 2:9, le es dado en virtud de su muerte expiatoria. Tal vez el nombre es "Señor" o "Rey de Reyes y Señor de Señores". Cualquiera que sea, Él es supremo y el Soberano Señor.

E.    Una Esposa.
Faraón no solo dio a José un nombre nue­vo, sino le dio también una esposa. Mientras que los hermanos de José padecieron hambre y vivieron tristes y afligidos a causa del maltra­to que le dieron, José vivió feliz con su espo­sa a su lado, participando ella de su honor, ex­perimentando su amor y viviendo en su hogar. Todo esto nos habla de la Iglesia, la esposa de Cristo. Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella. Pronto le veremos y rei­naremos con Él, regocijándonos en su amor y viviendo en su celestial hogar. Estamos esperan­do su venida a cualquier momento. No nos ha dicho cuando, pero creemos que está cerca aun a las puertas.
Para sus hermanos (los judíos) les espera el tiempo de angustia sin igual, y de aflicción de corazón, a causa de su culpa de haber condenado a la muerte a su Mesías. Entonces las profecías de Zac. 12 y Is.53 se cumplirán. Pero antes que todo esto se lleve a cabo, la Iglesia estará con el Señor. Antes que el reine sobre su pueblo terrenal (el Judío) El se gozará de tener a los redimidos en su presencia, y luego el gozo inefa­ble de "las bodas del Cordero".
Hermanos vivimos en los días más impor­tantes de esta dispensación de la gracia cuan­do la Palabra profética está cumpliéndose a la letra, y todo avisándonos que la venida del Señor es eminente -- Vivamos como aquellos que esperan a su Señor.
Contendor por la fe, Nº 39-40, 1966

Comunión unos con otros


“… pero si andamos en luz,  como él está en luz,  tenemos comunión unos con otros,  y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. (1 Juan 1:7)

Es motivo de acción de gracias el hecho de que, a pesar del fracaso general, el bendito Dios ha preservado a aquellos con quienes Su pueblo se puede asociar. Indudablemente hay aún santos de Dios quienes, como Juan en Patmos, se encuentran solos; para los tales, como para Juan, el Señor se acercaría particularmente, hablándoles de Su incesante amor, y asegurándoles la compasión de Uno que había sentido la soledad como ningún otro. "i...Y esperaba quien se compadeciera de mí, mas no lo hubo; y consoladores, mas no los hallé!" (Salmo 69:20 - Versión Moderna).
En general, y especialmente en nuestra tierra favorecida (Inglaterra), podemos aceptar con alegría la Palabra "Es el Dios que hace habitar en familia a los solitarios." (Salmo 68:8). Este siempre fue Su pensamiento; de Su pueblo terrenal, leemos "Anduvieron perdidos por el desierto"; pero cuando ellos "clamaron a Jehová", " Los dirigió... a ciudad habitable." (Salmo 107: 4, 7).
En los días muy tempranos del Cristianismo los apóstoles, después de haber sido enjuiciados por los gobernantes, "fueron a los suyos" (Hechos 4:23 - RVR1909 Actualizada); y en Hechos 13:13 y Hechos 21:8 leemos acerca de "Pablo y sus compañeros" y de "Pablo y los que con él estábamos"; otra vez en el Foro de Apio (Hechos 28) Pablo "dio gracias a Dios y cobró aliento" cuando sus hermanos salieron a recibirle. Es algo bendito que el privilegio de comunión de unos con otros ha continuado, sobreviviendo a todo el fracaso y la oposición de aquel "que habla mentiras, y el que siembra discordia entre hermanos." (Proverbios 6:19). Así Pablo escribiendo a Timoteo, considerando sus últimos días, le exhorta a seguir[1] "... con los que invocan al Señor con un corazón puro." (2 Timoteo 2:22). ¿No podremos nosotros ser animados a creer y a demostrar que un sendero tal continuará estando disponible para todos los que lo buscan?
Amós, el áspero pastor de Tecoa, hace surgir la pregunta, "¿Andarán dos juntos, a menos que se pongan de acuerdo?" (Amos 3:3 - RVR1909 Actualizada). Podemos, quizás, ser propensos a cuestionar la acción de los dos que iban "a una aldea llamada Emaús" (Lucas 24), pero ellos a lo menos 'estaban de acuerdo' mientras caminaban - "iban hablando entre sí" (versículo 14); "y discutían entre sí" (versículo 15), y toda la conversación de ellos muestra cuán completamente ellos eran 'uno' en sus pensamientos. Ciertamente el Señor, al acercarse a ellos, apreció esto. Y Él les dijo, "¿Qué palabras son estas que os decís el uno al otro...?" (v. 17 VM). Nuevamente Él les dice, "¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno." (v. 19). "Tardos de corazón" e incrédulos - sí, efectivamente; la gloria de ese Hombre humilde como el Cristo de Dios, el tema de todas las Escrituras, no había iluminado sus seres - sino que ellos estaban hablando entre sí de Él. Amados hermanos, ¿no es éste un desafío para cada uno de nosotros? ¿Y no contiene esto el secreto de 'ponerse de acuerdo'? ¿Cómo debemos responder nosotros la pregunta - "¿Qué discusiones (palabras) son estas?"? (v. 27 - NBLH). Si nuestras mentes y nuestros afectos estuviesen fijos en el Señor, y en la glorias de Su persona que nos han sido reveladas, nosotros deberíamos hablas menos (excepto en lo secreto de la oración y confesión privada) de los fracasos y divisiones entre Su pueblo, y más de Él y de Sus intereses.
El Salmo 40 describe la bienaventuranza de la posición en la cual la misericordia soberana, en respuesta al clamor de angustia, ha puesto los pies de los santos. Nuevamente la experiencia es una experiencia individual - "Me sacó del hoyo de la destrucción, del lodo cenagoso; asentó mis pies sobre una roca y afirmó mis pasos." (Salmo 40:2 - LBLA). Pero el feliz resultado es la mixtura de alabanzas de aquellos que han tenido una experiencia similar. "Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios.2 (Salmo 40:3). Benditas son, verdaderamente, las notas de gozo que emergen de corazones que aprecian los movimientos soberanos de Dios en misericordia y en amor. ¡Gozo contagioso, también! pues, "Verán esto muchos, y temerán, Y confiarán en Jehová." (Salmo 40:3). Cuando Pablo y Silas (Silvano), en terribles circunstancias, causaron que las alabanzas a Dios fueran escuchadas en toda la prisión de Filipos, ¡qué resultados hubo para bendición de los hombres y para la gloria de Dios! "Se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron" y una familia entera "se regocijó grandemente por haber creído en Dios." (Hechos 16: 25-34 - LBLA). ¿Nos sorprendemos de que la carta subsiguiente de Pablo a los creyentes en Filipos esté tan repleta del rasgo del 'regocijo'? Él quería que todos conocieran el gozo que Silas y él compartieron juntos mientras pensaban en el Único a quien ellos pronto iban a rendir un testimonio tan poderoso.
Finalmente - "Atráeme; en pos de ti correremos." (Cantar de los Cantares 1:4). ¿No hemos probado que no hay amor como el de nuestro precioso Señor - ningún nombre tan fragante como el Suyo? (versículos 2, 3). ¡Cuán maravillosamente nos son presentados la belleza y el atractivo del Amado en este Cantar! Nosotros no tenemos dudas en cuanto a Quién "sobresale entre diez mil" (Cantar de los Cantares 5:10 - RVR1909 Actualizada) - Aquel que es " todo él, deseable." (Cantar de los Cantares 5:16 - LBLA). ¡Uno es! Separados de todos los otros, atraídos hacia Él; hablando entre nuestros hermanos sólo de Él y de Sus glorias - ¡cuán precioso es que influencie así a los demás para correr con afectos recíprocos en pos de nuestro precioso Señor! ¡Qué bendita característica de la comunión es esta - cada afecto individual apreciando Su infinita preciosidad y deleitándose en compartir aquellas impresiones con Sus amigos! Corazones satisfechos, afectos conducidos por el Espíritu en una atracción siempre creciente hacia un Cristo glorioso, gozando juntos de aquello que está más allá y fuera de todo lo que este mundo puede ofrecer, meditando sobre la incomparable preciosidad de Aquel que es el Amado de Dios y - a través de la gracia maravillosa - ¡nuestro Amado también!
¿No es una fuente adicional de gozo para nuestros corazones darnos cuenta que, mientras nosotros disfrutamos estos preciosos tiempos de comunión unos con otros, el mismo bendito Señor obtiene gozo también? Ciertamente la bienaventuranza de Malaquías 3: 16, 17 permanece verdadera hoy - Entonces los que temían (reverenciaban) al SEÑOR se hablaron unos a otros, y el SEÑOR prestó atención y escuchó. . "Y ellos serán Míos," dice el SEÑOR de los ejércitos." (Malaquías 3: 16, 17 - NBLH).
Implícito en todo esto está el disfrute presente de la vida eterna - "¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía![2]... Porque allí envía JEHOVÁ bendición, y vida eterna." (Salmo 133:1).
"Por tanto, si hay algún aliento en Cristo; si hay algún incentivo en el amor; si hay alguna comunión en el Espíritu; si hay algún afecto profundo y alguna compasión, completad mi gozo a fin de que penséis de la misma manera, teniendo el mismo amor, unánimes, pensando en una misma cosa." (Filipenses 2: 1, 2 - RVR1909 Actualizada). Aquí están los hermosos rasgos internos que son útiles para una feliz comunión - y aquí está el resultado externo práctico, "en humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a sí mismo." (Filipenses 2:3 - RVR1977).

Que podamos permanecer así en unión
Unos con otros y con el Señor estar,
Y poseer, en dulce comunión,
Gozos que la tierra no puede proporcionar.


[1] N. del T. Strong=G1377
διώκω
dióko
prolongado (y causativo) de un verbo primario δίω dío  (huír; Compare con la base de G1169 y G1249) perseguir (literalmente o figurativamente); por implicación perseguir:-padecer persecución, perseguidor, perseguir, practicar (hospitalidad), proseguir (a la meta), seguir, ir.

[2] N. del T. Strong=H3162
יָחַד   
Yakjád. de H3161; propiamente una unidad, i.e. (adverbio) unidamente:-armonía, igualmente, juntar, pasar, reunir, único, unir.

El Gobierno De Nuestros Pensamientos


"Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro» lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si alguna alabanza, en esto pensad. Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz será con vosotros." (FILIPENSES 4:8-9 RV1909)

El pensar y el hacer conforme a este pasaje son las condiciones según las cuales puede o no el Dios de paz morar en el corazón. Pensar bien y hacer bien — estos dos traerán la santa paloma celestial a anidarse en tu alma. Como toda la grandiosa selva está en germen en la be­llota, así todo en la vida tiene su origen en los pensamientos. Las mismas Escrituras recalcan es­to, pues el sabio Salomón dice: "Sobre toda cosa guardada, guarda, tu corazón, porque de él mana la vida", y ''Cual es su pensamiento en el alma, tal es él" (Prov. 4.23 y 23:7). En este con­texto notamos ya que la paz de Dios debe guar­dar nuestros pensamientos, y aquí otra vez dice el texto: "En esto pensad". Él control de tu pen­sar, el gobierno de tu mente es, pues, de suma im­portancia, y por tres razones.

(1) Porque al pensar en las cosas que hacer te estás preparando para hacerlas. Luego de revolver un asunto en la mente, dándolo vueltas y considerándolo bajo todos los aspectos, viene a ser fácil ejecutarlo. Es como si los pensamientos colocasen los rieles para que caminara el tren de la acción, o si tendiesen los alambres telegráficos sobre los cuales correrán luego los mensajes. Muchos de vosotros habréis experimentado alguna vez que al llegar a una crisis en la vida, la habéis podido sobrellevar con facilidad por haberla an­ticipado a menudo en la mente; cuando llegó el momento para obrar estabais ya tan preparados co­mo si hubieseis ya pasado anteriormente por esta experiencia. Es, por tanto, de suma importan­cia que cuidéis el pensar, porque el pensamiento es el precursor, el heraldo, de la acción.

(2) El pensamiento es importante tam­bién porque afecta todo el carácter. Cual piensas, tal eres, casi sin darte cuenta.
Si uno acaricia pensamientos malos no puede sino deteriorarse moralmente. El apóstol expreso una filosofía profunda en el capítulo uno de Ro­manos, donde dice que, como no quisieron tener a Dios en su noticia, sino se encendieron en sus concupiscencias, Dios los entregó a inmundicia, a afectos vergonzosos, "para contaminar sus cuerpos entre sí, etcétera." Si un hombre está continua­mente abrigando en su corazón pensamientos in­dignos, impuros y falsos, él mismo llegará a ser indigno, impuro y falso; pues el carácter asume la tez y el tono del pensar interior. Si, en cambio, un hombre cultiva siempre pensamientos nobles no puede menos que ser noble; si es generoso en el pensamiento lo será en el acto; si es bondadoso y cariñoso en su pensamiento lo será en su porte. Los pensamientos son los telares de la vida íntima, que funcionan día y noche, tejiendo las vestimentas del alma. Si pones cuidado en lo que piensas, los pensamientos moldearán in­conscientemente tu carácter.

(3) El pensamiento importante porque de las ideas vienen los ideales.
Cada uno sigue en pos de su ideal. Colón, tras mucho pensar, se convenció de que la tie­rra era redonda, y esa convicción le determinó a echar su barco al mar y tomar su rumbo al occidente. Washington pensó que el gobierno debiera basarse en el sufragio universal y el libre voto del pueblo, y esta idea resultó en la formación de los Estados Unidos. Wilberforce lu­chó por la abolición de la esclavitud, porque creyó que cada ser humano es libre delante de Dios, creado para ser responsable solo a su Creador, sin coerción de parte de sus semejantes.
Puede ser que estas palabras sean leídas por hombres y mujeres jóvenes en cuyos cerebros se están formulando grandes pensamientos. Si habéis de llegar a ser más que meros entusiastas soñadores inútiles, tendréis que llegar al momento, como dice Emerson, de uncir el carro de vuestro pensa­miento a la estrella de vuestro ideal. Únicamente así se erguirá delante de vuestros semejantes una vida noble que dejará huellas de bendición en el mundo. Joven amigo, si quieres ser algo más que soñador visionario, tu pensamiento debe expresarse en industria y energía hasta bañar tu frente de sudor o culminar en sufrir el martirio.
Es notable cómo Bunyan hace decir a Ignoran­cia, mientras caminaba al lado de los dos peregri­nos de más experiencia: "Mi corazón es tan bueno como el de cualquiera", y agrega, "en cuanto a mis pensamientos, no les hago caso." Probablemen­te existen muchas personas que no hacen caso de sus pensamientos; dejan la puerta de su alma abierta de par en par, para que entre cualquier intruso, sea del cielo o del infierno. De modo que los pensamientos del mundo, de vanidad, de impureza, pensamientos inspirados por demonios pero revestidos de traje de ciudadano respetable, irrumpen por esta puerta ancha y arrasan el patio adentro llenándolo con su bulliciosa turba. Ta­les personas, sin discernimiento, ni cuidado, ni atención de su parte, permiten que los invadan y se posesionen de ellos pensamientos de que debie­ran avergonzarse, que entran y salen y hacen a su gusto. Es por esta razón que tú encuentras a veces Heno de pasiones tu corazón, pues algún conspirador se ha metido disfrazado en la ciudadela con explosivos escondidos debajo de sus ro­pas. Es así que se llenan nuestros corazones al­gunas veces de odios, malicia, rencores, con sen­timientos malos contra Dios y nuestro prójimo, porque hemos dejado de poner guarda a la entra­da principal.
Pensad con cuidado, pensad con reverencia, dice el apóstol; poned mucha atención en cómo pensáis. Casi se pudiera decir, podéis vivir como queréis con tal que cuidéis vuestro pensar. En los grandes hospitales se revisa a los que llegan en días de visita para evitar que se introduzcan algunos comestibles perjudiciales a los enfermos, que malograrían el tratamiento médico. Ojalá tu­viésemos siempre un vigilante a la puerta del co­razón para escudriñar cada pensamiento antes que entre. Cuántas veces descubrimos que algún pensamiento, aparentemente respetable, era en re­alidad un traidor del mismo abismo que intenta­ba entrar para encender en nuestro corazón el fu­ego del pecado.
Posiblemente esto es lo que quiso decir Pablo cuando habló de ser crucificado con Cristo; el luchar contra las huestes de malos pensamientos que nos atacan. Para el recién convertido no hay nada que hace sufrir más que aquel choque entre los pensamientos intrusos y el nuevo prin­cipio divino que ya quiere imperar. Si tan sólo por unas horas te pones en guardia a la puerta de tu corazón, verás cómo con cuánta dificultad, casi con dolor, se lucha para excluir a los que ya tie­nes por sospechosos. En sostener esta lucha se aprende, quizás por primera vez, lo que significa la cruz de Cristo. Hasta te puede hacer sudar el esfuerzo tan intenso para resistir ciertos pensa­mientos tentadores — tan fascinadores, atractivos, tan halagadores, que se presentan con suma gracia. Anteriormente cuando uno no tenía normas tan elevadas, cuando se daba menos cuenta de lo in­sidioso de la tentación tras ciertos pensamientos muy atrayentes, se les había franqueado la entra­da, pero ahora ya se libra un conflicto tremendo a la puerta del alma para cerrar el paso no sólo contra los pensamientos atrevidos y malos, sino contra los más placenteros y seductores.
Pero si fuésemos librados a esta constante vigilancia y esta terrible lucha contra pensamien­tos malos, la vida se volvería casi insoportable Acordémonos entonces, que no solo lo negativo pero también lo positivo, no solo la destrucción sino también la construcción, constituyen la regla de la vida cristiana. No la tumba de Cristo, sino el poder de su resurrección es la base de nuestra esperanza; por lo cual Pablo sigue y nos dice en que debemos ocupar la mente, dándonos seis clases de pensamiento de modelo:
1.      "Todo lo que es verdadero". Desechando de tu mente lo falso, admite lo verdadero sola­mente, puesto que toda vida individual, todo go­bierno, todo negocio y empresa comercial, que no estén fundados en la verdad se desmoronarán tarde o temprano. Si se pudiera visitar este mun­do siglos más tarde, se hallaría que las mentiras que ahora se blasonan en el escenario y parecen tan vigorosas como los cardos de primavera, se habrán desvanecido del todo. Medita pues en lo verdadero.
2.      "Todo lo honesto". La palabra honesto en griego significa — "serio, digno de reverencia, lo que merece respeto" — todo lo que es respetable, que se granjea respeto. Excluye de tu mente lo deshonesto y admite solo lo que es digno de Dios.
3.      "Todo lo justo". Sé siempre justo en tu es­timación de otros, acordándoles lo que merecen. Si son tus superiores, sé justo al criticarlos; sin son iguales, trátalos como quisieras que ellos te traten a ti; si son tus inferiores, sé justo y compa­sivo con ellos. Elimina todo lo injusto en tu ha­blar u obrar, cultiva todo lo justo.
4.      "Todo lo puro." Aquí entra la lucha del joven para contrarrestarlo impuro, por más di­simulado y acicalado que aparezca y admitir en el corazón solamente lo que es bien puro, como el lirio, como la luz.
5.      "Todo lo amable". Aquello que es de acuer­do con el amor descrito en 1 Cor. 13, aquello que emana del corazón amoroso y que sirve para derretir el hielo del egoísmo que se ha formado en otros corazones.
6.      "Todo lo que es de buen nombre". Como aquellos siete hombres de buen testimonio (He­chos 6:3); como María de quien testificó el Se­ñor. "Ella ha hecho lo que podía"; como el sier­vo con los diez talentos a quien el Señor dijo, "Bien hecho, buen siervo y fiel" — todo lo que hay en el prójimo de virtuoso y que merece la aprobación de Dios, en esto, dice el apóstol, en esto pensad.
Que se pongan estas seis centinelas ante la entrada de tu corazón, para recusar cada pensa­miento que se presenta, y admitir solo los que se pueden aprobar de verdadero, justo, puro, ama­ble, y de buen nombre. Oh Dios, manda a estos seis centinelas en nuestras almas para que de hoy en adelante, todo el gobierno de nuestro ser es­té bajo su fuerte, saludable y sereno dominio; que todo lo que no sea de su agrado sea sojuzga­do, y todo lo aprobado de ellos sea aceptado pa­ra llenar el corazón y hacer allí morada perma­nentemente.
Quizás me dirás que el ideal es demasiado alto. Sí, es alto, pero escúchame: tenemos que creer que cada uno de estos atributos fue ganado por Cristo para cada uno de nosotros — ganado por él. En él eran innatos, pero él los adquirió, porque los ganó por medio de la tentación. Los retuvo como suyos mientras encaró las tentaciones más terribles que se hayan presentado a ser humano. Habiendo soportado todo, murió, resu­citó, y llevó a la diestra de Dios una perfecta hu­manidad en que estos atributos eran eternamente inherentes, y entonces envió a su Santo Espíritu para reproducir esta humanidad resucitada en ca­da uno que cree en él. La fe es el medio por el cual recibimos mediante el Espíritu Santo la naturaleza de Jesucristo en nuestros corazones: de modo que en vez de hablar justicia, pureza y templanza, como de tantas cualidades abstractas, hablemos de aquel en quien estos atributos son encarnados. Por la fe le recibimos a él, y habiéndole recibido a él, recibimos aquellas cualidades. Deja que el Espíritu Santo reproduz­ca a Cristo en ti.
Acabamos de decir "Pónganse estas seis centinelas a la puerta para probar todos nuestros pensamientos." Pero es mucho mejor decir: "Que se ponga el Señor Jesús a la puerta para probarlos", pues él puede, no sólo hablar sino hacer retroceder las huestes de malos pensamientos. "Deja que Cristo guarde tus pensamientos, probándolos, desbaratando todos los malos, y llenando el alma con su gloriosa presencia."
Este es el secreto de la presencia inmanente del Dios de paz. El puede morar solo donde el corazón está guardado libre de pensamientos feos y llenado del Espíritu de su Hijo. "El Dios de paz será de vosotros.".

Contendor Por la Fe, N. 43-44, 1966

SEAMOS ADORADORES


Esa es la razón de nuestra existencia; fuimos hechos para adorar a Dios. El Padre busca adoradores que le adoren en espíritu y en verdad. Esto significa que la adoración no consiste en cumplir ciertos rituales y recitar oraciones ya preparadas de antemano. Es algo que más bien se hace en el espíritu, es decir, inspirados por el Espíritu y fortalecidos por el Espíritu. Debe hacerse también en verdad, es decir, debe ser algo sincero y del corazón.
            La adoración es dirigirse al Señor, y presentarle la alabanza por Su persona y Su obra. Es atribuirle dignidad ("digno eres") por quien es y por lo que ha hecho. Puede incluir oraciones de acción de gracias. Es una expresión de amor al Dios Trino. En la verdadera adoración, el yo está ausente, excepto cuando expresamos la maravilla de que Él nos cuida.
            El supremo acto de adoración en el Nuevo Testamento es la presentación de nuestros cuerpos al Señor como un sacrificio vivo, santo y agradable a Él (Ro. 12:1-2). El cuerpo aquí representa el espíritu, el alma y el cuerpo (todo lo que somos como personas).
            Predicar no es adorar. Puede inspirar adoración en los corazones de quienes escuchan, pero predicar o dar una exhortación es dirigirse a una audiencia humana, la congregación, no es adorar al Señor.
            Dar un testimonio tampoco es adorar, aunque puede estimularnos a hacerlo. Es contar cosas a los hombres. La adoración consiste en dirigirse a Dios directamente.
            En la Biblia, la adoración se dirige al Padre y al Hijo, pero por alguna razón que no se nos da, nunca se dirige al Espíritu Santo.
            Los críticos de la Biblia pueden pensar que es egoísta por parte de Dios el querer que se le adore. Ellos no entienden. Es para nuestro bien, no es el de Dios. Nosotros nos hacemos semejantes a aquello que adoramos. 
             "Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor" (2 Co. 3:18).

¿Cómo Podemos Estimular La Adoración?

            Los Salmos proveen mucho material para la adoración. Los atributos de Dios son un tema favorito, así como el cuidado del Señor a lo largo de la historia y la profecía. El contemplar el regalo de Dios en su Hijo, como lo ilustra el sacrificio de Isaac por parte de Abraham, eleva nuestros corazones en alabanzas. La vida del Salvador y su obra son una fuente inagotable para la adoración: su encarnación, su vida perfecta aquí, su sacrificio expiatorio, su resurrección, su ascensión y su ministerio actual a la diestra de Dios, su venida y las bendiciones que nos han sido derramadas a través de Él.
            David y los otros escritores de los Salmos eran adoradores. Ellos tenían grandes pensamientos sobre Dios. Las maravillas de su creación les llevaban a componer preciosas canciones. Cuando consideraban Su grandeza, bondad y gracia, sus mentes luchaban para poder abarcarlo todo. Ellos pensaban en Él como el Sustentador y el Controlador, y quedaban confundidos.
            El escritor de los últimos Salmos estaba tan abrumado que invitó a toda la creación, animada e inanimada, a elevar alabanzas al Señor. Toda la gente, grande y pequeña, ancianos y jóvenes, reyes y príncipes, sí, todos los ángeles, juntamente con las bestias, las aves y las criaturas que se arrastran, debían formar un coro universal. En enlista el acompañamiento de todo tipo de instrumentos (arpas, trompetas, cornetas, timbales, címbalos y órganos). Su tema es tan asombroso que llama al sol, la luna y las estrellas para que se unan al himno. Los cielos, la tierra, el mar, las colinas, las montañas y todas las aguas no deben permanecer en silencio. El fuego, el granizo, la nieve y los vientos tempestuosos tienen su parte. El tema queta el aliento de tal forma que el Señor es digno de la adoración más sublime.
            Sin embargo, estos salmistas no tenían una Biblia. Ellos no sabían cómo el Hijo de Dios descendería al planeta Tierra y nacería en un establo, siendo su cuna un pesebre del cual comían los animales. Ellos no sabían que los sabios verían a su Dios "restringido al tiempo e incomprensiblemente hecho Hombre". Tampoco sabían que en aquel establo estaría Aquel que "creó las estrellas del cielo". Estaba escondida de sus ojos la verdad que el bebé en aquel establo sería "la Palabra Eterna, que por el poder de su hablar hizo emerger los mundos de la nada, que los pequeños bracitos de este bebé indefenso eran las manos de Aquel que estableció los cimientos del universo".
            Ellos no sabían que el Arquitecto y Hacedor del universo un día usaría la túnica de un Carpintero en un lugar llamado Nazaret.
            O que Él "andaría como un extraño en el mundo que sus manos habían formado". Se habrían atragantado al pensar que Dios no tenía dónde recostar su cabeza, o que a veces dormiría bajo las estrellas mientras sus seguidores se iban a sus hogares.
            ¿Acaso se daban cuenta que Dios en realidad vendría a la tierra y sanaría a los enfermos, les daría vista a los ciegos, restauraría a los paralíticos, echaría fuera a demonios y resucitaría a los muertos? ¿O que a pesar de toda su bondad, sería insultado, ridiculizado y expulsado de la ciudad?
            Hubiera sido increíble para ellos que Él, el juez de todos, fuera traicionado por uno de los suyos, arrestado y llevado a juicio. Las autoridades civiles lo encontrarían inocente, pero aún así sería azotado hasta que su espalda pareciera un campo arado y yo no se le pudiera reconocer como hombre.
            Los salmistas no conocían con gran detalle lo que nosotros sabemos hoy en día. En un lugar llamado Calvario, los hombres clavaron a su Dios en una cruz de madera.
            Era algo inimaginable para estos poetas del Antiguo Testamento. Habrían sacudido sus cagezas al pensar que el brillo de la gloria de Dios, la imagen de su persona, el Creador y Sustentador del universo, estaría en una cruz purgando los pecados de los hombres (He. 1:1-3). Débiles criaturas tomarían a Aquel que es sublime y exaltado en gloria y lo colocarían sobre un poste vergonzoso. Los cielos de los cielos no lo pueden contener, y sin embargo fue retenido por los clavos. El Inmortal estaba muriendo.
            Imagínese la armonía celestial que el coro del salmista, compuesto de una muchedumbre de redimidos, habría elevado si tuvieran las palabras de Charles Wesley: "¡Asombroso amor! ¿Cómo puede ser que Tú, mi Dios, murieras por mí?"
O el himno de Isaac Watts que dice:
"Prohíbe Señor que me gloríe,
Excepto en la muerte de Cristo mi Dios".
            Ellos veían a través de un cristal oscuro. En algunos momentos tenían algún pantallazo de lo que sucedería, pero no se les permitió tener una completa revelación. La conclusión es ésta: si ellos, con el conocimiento limitado que tenían, pudieron elevar dichos torrentes de alabanza, adoración y gratitud al Señor, ¿cuánto más deberíamos hacerlo nosotros que sabemos del Calvario y de Aquel que murió allí para que lo exaltemos?
            Una vez que asimilamos la verdad de lo que nuestro Dios ha hecho por nosotros, del sacrificio que hizo para salvarnos, seremos adoradores espontáneos. Nadie tendrá que persuadirnos o adularnos para que alabemos al Señor. Nuestras lenguas serán la pluma de un escritor ligero. Nuestras vidas serán un salmo interminable de alabanzas a Él. En las palabras de Charles Wesley nuevamente: "disolveremos nuestros corazones en gratitud y derretiremos nuestros ojos en lágrimas". Estaremos "perdidos en las maravillas, el amor y la alabanza", y "sumergidos en la misteriosa profundidad del amor". Así como el salmista, invocaremos a que toda la creación se nos una para cantar las excelencias de Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable.
            Para mí, no hay nada que me convierta más en un adorador que el hecho de que el que murió por mí en la cruz del Calvario es mi Creador y el Sustentador del universo. Como preparación para la Cena del Señor, me gusta pasar un tiempo con la Biblia y el himnario el sábado por la noche. Muchos de los antiguos himnos expresan las maravillas del Calvario mejor que lo que yo podría hacer, y proveen mucho material para la adoración.
            La evangelización y el servicio, por lo tanto, se convierten en una consecuencia de la adoración.
Traducción corregida y adaptada de su libro Manual del Discípulo, págs. 221-224

La Oración y los cultos de oración


Capítulo 1
¿Ha estado alguna vez en una reunión de oración donde un hombre de rodillas se pone a explicar principios, desarrollar doctrinas, que sonaba más como un predicador que un penitente? Y seguramente se habrá preguntado si le estaba hablando a Dios o a la gente.
¿Ha estado alguna vez en un lugar donde la vida espiritual parece tan estéril, donde nunca se oye de una conversión y donde un formalismo dañino se ha establecido?
¿Ha escuchado oraciones largas, indefinidas y tan apagadas que lo cansan y hacen que la reunión no tenga sentido ni poder?
¿Ha deseado alguna vez que la gente haga oraciones cortas, fervientes y específicas pidiendo lo que quieren, y esperando lo que piden? Tal vez se pregunte cómo se podría lograr esto.
Hay porciones bíblicas que nos dicen cómo orar, expresar nuestra necesidad, y luego esperar la bendición. Hay una base Escritural donde están las condiciones para la oración. Podemos alcanzar los mismos tesoros de los cielos, para nuestro propio beneficio, el de nuestra familia, para toda la iglesia del Señor, y para la viña de Cristo.
La Palabra de Dios nos dice: "Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho" (Juan 15:7). "Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios; y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él" (1 Juan 3:21,22). Cuando el apóstol deseaba que los creyentes oraran por él, les presentó la condición moral de su ruego al decir: "Orad por nosotros; pues confiamos en que tenemos buena conciencia, deseando conducirnos bien en todo" (Hebreos 13:18).
Estos versículos enseñan que la oración efectiva se basa en un corazón obediente, una mente limpia y una buena conciencia. Si no estamos en comunión con Dios, si no permanecemos en Cristo, si Sus santos mandamientos no nos gobiernan, si no somos honestos de corazón, ¿cómo podemos esperar las mejores respuestas a nuestras oraciones? Estaríamos haciendo lo que Santiago dice: "Pedís mal, para gastar en vuestros deleites" (4:3). ¿Cómo puede Dios, siendo un Padre Santo, concedernos tales peticiones? ¡Imposible!
Necesitamos reconocer la base moral en que presentamos nuestras oraciones. ¿Cómo podía el apóstol Pablo pedirles a los hermanos que oraran por él si él no hubiera tenido una buena conciencia, un corazón honesto, y una mente limpia? Esto nos demuestra claramente el deseo de Pablo de vivir honestamente en todo. ¿Qué de nosotros?

Corazón y mente
Podemos caer en el hábito de pedirles a otros, a la ligera y regularmente, que oren por nosotros, sin darle la debida importancia. No hay nada más precioso que saber que el amado pueblo de Dios está orando por uno. Pero, ¿le damos la debida importancia a la base moral? Cuando decimos "Oren por nosotros, hermanos", ¿podemos decir como en la presencia del que examina los corazones, "pues confiamos en que tenemos buena conciencia, deseando conducirnos bien en todo"? De la misma manera, cuando nos inclinamos ante el trono de gracia ¿tenemos un corazón honesto que no nos condena, y manos limpias? ¿Permanecemos de veras en Cristo y cumplimos Sus mandamientos?
Estas preguntas nos examinan. Van a lo más profundo del corazón, a las verdaderas raíces de las fuentes morales de nuestro ser. Pero es bueno que nuestras oraciones nos examinen espiritualmente. Hay mucha falta de realidad en nuestras oraciones. Hay una falta triste de base moral, una gran cantidad de "malas peticiones" o "peticiones al aire" que hacen que nuestras oraciones no tengan poder ni efectividad. David dijo: "Si en mi corazón hubiese yo mirado la iniquidad, el Señor no me habría escuchado" (Salmo 66:18). ¡Qué grandioso! Nuestro Dios quiere la realidad de las cosas. El desea la verdad. El es verdadero con nosotros. El quiere que vayamos a El como somos en realidad, con lo que verdaderamente buscamos.
¡A menudo, nuestras oraciones privadas y públicas no son así! Nuestras oraciones son más como discursos que peticiones; más como exposiciones doctrinales que expresiones de necesidad. Es como si quisiéramos explicarle los principios a Dios y darle grandes cantidades de información.
Estas cosas les dan una influencia deprimente a nuestras reuniones de oración y les roban la frescura, interés y valor. Los que saben lo que es la oración y que se dan cuenta y experimentan su valor van al servicio de oración a orar, no a escuchar discursos, conferencias y exposiciones de personas que están de rodillas. ¡Para ellos el culto de oración es el lugar para expresar las necesidades y esperar la bendición!
Es el lugar donde se expresa la debilidad y se espera el poder. Esta es su idea del lugar donde se acostumbra orar. Cuando estos cristianos van allí, no están dispuestos ni preparados para escuchar largas predicaciones en las oraciones.
Esto está escrito claramente porque se siente una profunda falta de realidad, sinceridad y verdad en nuestras oraciones y reuniones de oración. ¿Qué puede ser más doloroso que escuchar a una persona de rodillas explicar principios y desarrollar doctrinas? ¿Está la persona habiéndole a Dios o a nosotros? Si le está hablando a Dios, nada puede ser más irreverente o profano que tratar de explicarle estas cosas a El. Si la persona nos está hablando, entonces, no es oración y lo más pronto que se levante de la "oración" tanto mejor porque sería más provechoso que diera una conferencia de pie y nosotros en nuestros asientos.

Arrodillarse para orar
¿Debemos permanecer sentados durante ratos santos y solemnes de oración? Reconocemos que la gran necesidad en la oración es tener la actitud correcta en el corazón. Sabemos que muchos de los que van a las reuniones de oración son de edad, están enfermos, delicados, y que no se pueden arrodillar por ratos largos, si es que lo pueden hacer. En otros casos hay falta de campo para arrodillarse.
Estos son asuntos que requieren soluciones prácticas. Sin embargo, hay una lamentable falta de reverencia en muchos cultos de oración. Tratemos de arrodillarnos siempre que nos sea posible. Esto expresa reverencia. El bendito Maestro, "puesto de rodillas oró" (Lucas 22:41). El apóstol Pablo hizo lo mismo. "Cuando hubo dicho estas cosas, se puso de rodillas, y oró con todos ellos" (Hechos 20:36).

Las Dos Naturalezas del Creyente


Introducción
Los que se ocupan mucho de las dificultades y luchas de los recién convertidos, con frecuencia oyen expresiones como éstas: En el principio me creía salvo, pero ahora empiezo a temer que, después de todo, esto no haya sido más que una ilusión, porque, lejos de sentirme mejor, me siento peor que antes de mi conversión.
En casos como éstos se darán cuenta que estas personas no están preocupadas propiamente por sus pecados, sino que se hallan profundamente desalentados por el descubrimiento lento de que su nuevo nacimiento no ha, en modo alguno, mejorado su mala naturaleza, que ahora les parece mucho peor que antes de su conversión. De ahí, los muchos esfuerzos inútiles para mejorarla, los cuales no hacen sino agravar este estado miserable.
Cuando la persona está en tal estado, Satanás ve una ocasión propicia para lanzar sus dardos de fuego. El nos sugiere que somos unos miserables hipócritas, profesando ser lo que sabemos que no somos; y que lo mejor que podríamos hacer sería abandonar la tarea, mostrándonos bajo nuestro verdadero estado, ¡y confesar que jamás hemos sido convertidos!
Oh, ¡qué angustia, qué agonía moral causan tales ataques, en tanto que la verdadera libertad no se conoce! Sólo los que ya han pasado por ella pueden comprender la terrible amargura que esto causa al que duda. El deseo de ayudarles ha motivado estas páginas.

Desde el momento en que Dios establece un hecho en Su palabra, debemos aceptarlo y creerlo, aun cuando nuestra razón no pueda comprenderlo, ni esté de acuerdo con nuestra experiencia. Dios es su propio intérprete y a su tiempo, "hará la cosa clara" a la persona que pacientemente espera en El. Pero aunque no lo hiciera, nuestro deber es siempre creer, puesto que Dios no puede errar.
Antes de empezar el asunto que debe ocuparnos, permítame expresar mi pensamiento por medio de un ejemplo que
Dios bendiga en cada lector, todavía inseguro de si posee o no la vida eterna.
Abran su Biblia en el Evangelio de Juan, capítulo 3, y encontrarán en los dos últimos versículos, cuatro hechos positivos y establecidos por Dios. Son los siguientes:
1.   El Padre ama al Hijo
2.   Todas las cosas las ha entregado en Su mano.
3.   El que cree en el Hijo, tiene vida eterna.
4.   El que es incrédulo al Hijo, no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.
Pues bien, lo repito, he aquí cuatro hechos que no son simples opiniones humanas, basadas en nuestra experiencia, sino hechos inalterables. La manera en que esta verdad obre sobre Ud. al creerlo, es una cuestión del todo diferente, y viene a ser entonces un hecho de sentimiento o de experiencia.
La noticia de la entrada victoriosa de las fuerzas alemanas a París, hace algunos años, produjo sin duda, diferentes impresiones al llegar a oídos de diversas personas en los distintos países; pero el hecho era el mismo aunque afectara de diferente forma. La experiencia se producía al saber la noticia, pero el hecho en sí no dependía de la experiencia.

Un joven que depende de sus sentimientos
Veamos otro ejemplo. Un joven debe entrar, al ser mayor de edad, en posesión de una gran fortuna. Una mañana el padre le dice: — ¡Te felicito, hijo mío! desde hoy eres mayor de edad. —Perdón — le contesta —Creo que estás engañado. — ¿Cómo es esto? — dice el padre sorprendido.
— ¡Ah! por tres motivos o razones. Primero, porque no siento que tenga los veinte y un años. Luego, porque esta mañana me vi en el espejo, y estoy convencido de que no tengo aspecto de tener esa edad. Y, por fin, muchos de mis amigos íntimos están convencidos de que no puedo tener más de diez y ocho a diez y nueve años. ¿Cómo, pues, habré llegado a la mayoría? Mis amigos no lo piensan, yo mismo no lo siento, y no parece que los tuviera.
En tal caso, ¿qué hará el padre? Tendrá que buscar la fe de bautismo y si el hijo todavía no se convence, no lo conseguirá de ningún otro modo.
Pero dirá Ud.: ¿Quién sería tan tonto para pensar algo así? Yo le diría que tenga cuidado de no cometer un disparate peor. No se puede negar que ahora hay multitudes de cristianos que profesan creer en Cristo, y siguen exactamente el mismo orden de argumentación, y esto en presencia de los hechos más evidentes de la palabra de Dios. Luego, si el testimonio escrito por el padre, en el registro de familia, basta para convencer al hijo de su verdadera edad, no importa los sentimientos que él tenga a ese respecto. Pues con mayor razón la palabra escrita por Dios, "salida de su boca", debe bastar para darnos la plena seguridad de nuestra bendición eterna. Note Ud. como en Mateo 4:4, Cristo une estas dos expresiones: "escrito está" y "la boca de Dios". La fe lo hace siempre así.

Lo que Dios ha hecho
Pasemos ahora al examen de los cuatro hechos mencionados más arriba:
1.   El Padre ama al Hijo.
— ¿Creé Ud. este hecho?
— ¡Ah, si!—dice Ud. —lo creo.
— Pero ¿siente Ud. que el Padre ama al Hijo?
—No se trata de lo que pienso o siento— dice Ud. —tengo plena seguridad de ello, porque la Palabra de Dios lo dice así. Este es un hecho y lo creo como tal.
2.   Todas las cosas las dio en su mano.
—Sí—repite Ud. —también creo este hecho firmemente.
—Pero, ¿cree Ud. en él porque lo siente, o porque ve que Dios ha puesto todas las cosas en las manos del Hijo?
—Ni lo uno, ni lo otro— responde Ud. —estoy plenamente convencido de ello, porque Dios lo declaró así.
3. El que cree en el Hijo tiene vida eterna.
En un versículo más adelante de este mismo capítulo, leemos: "El que recibe su testimonio, éste atestigua que Dios es veraz" (Juan 3:33). Note Ud. que según esto, Dios no solamente ha dado un testimonio claro con relación a su muy amado Hijo, sino que muchas veces, ha declarado los hechos más positivos en relación con los que realmente creen en El. —Si solamente pudiera creer que soy salvado, lo sería— decía una vez cierta persona de edad —pero todavía no tengo bastante fe.
Por muy posible que pueda parecer este lenguaje, no es del evangelio. Dios no dice: "Si tienen suficiente fe para creer que tienen vida eterna, la tendrán". Sena esto hacer de nuestra fe un salvador y excluir a Cristo. Pero si creo en su Hijo, Dios me da un simple hecho: que tengo vida eterna, y por mi parte, me deja simplemente afirmar que "Dios es veraz". Si la ira de Dios está sobre el incrédulo, lo sienta éste o no, de igual forma el creyente tiene la vida eterna, piense o no sentirla suficientemente.
4. El que es incrédulo al Hijo... la ira de Dios está sobre él.
Todavía le pregunto: — ¿Cree Ud. esto, que la ira de Dios está sobre el incrédulo?— Tal vez todavía conteste afirmativamente. Pero suponga que el incrédulo no lo siente. — ¡Ah! —Exclamará Ud. —No por eso la ira de Dios dejaría de estar sobre él. Ya sea que lo sienta o no, la verdad es la misma.
Este es un hecho que está en la palabra, y "la Palabra del Dios nuestro permanece para siempre" (Isaías, cap. 40, ver. 8). —Pero— Ud. dirá —yo no soy un incrédulo, verdaderamente creo en el Hijo de Dios.
Ahora repase Ud. el tercer hecho que explicamos arriba.

Dos dificultades
Pero tal vez alguna persona angustiada diga: "Esta no es mi dificultad; no dudo, ni por un solo instante, de que el creyente posea actualmente la vida eterna; pero comparando mi experiencia diaria con otras verdades muy claras de la Palabra de Dios, dudo mucho de que yo haya nacido de nuevo".
En la primera Epístola de Juan, por ejemplo, hay tres hechos absolutos que caracterizan al que es "nacido de Dios", y por más que me esfuerce en buscar, no veo cómo pueden corresponder éstos a mi estado.
1.        "no practica el pecado... y no puede pecar" (1 Juan 3:9).
2.    "Vence al mundo" (1 Juan 5:4).
3.    "El maligno no le toca" (1 Juan 5:18).
Ahora bien, según estas afirmaciones de las Escrituras, me veo obligado a confesar:
1.    que puedo pecar, y ¡ay! cómo peco.
2.        que en lugar de vencer al mundo, constantemente él me vence a mí.
3.        que el enemigo me derrota sin cesar y con mayor razón me toca.
—Es extraño— dirá Ud. — a menudo me molestan, y hasta me horrorizan tales pasajes, en vista de mis propias experiencias.
En efecto, esto que le sucede no me sorprende. Pero con el fin de animarle, permítame decirle que los que están "muertos en sus pecados" jamás sienten semejante angustia.
Sólo los convertidos pueden desear responder a los pensamientos y a los deseos de Dios. El que no se ha convertido no desea "conocer Sus caminos". Porque "no hay temor de Dios delante de sus ojos" (Romanos 3:18).
Volvamos a nuestro asunto.
Ud. acaba de mencionar una imposibilidad; que "el que es nacido de Dios... no puede pecar". Consideremos una segunda dificultad (Romanos 8:7, 8). "Por cuanto la mente carnal es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios". Fíjese Ud. bien en estos importantes contrastes:
"En la carne" y "no pueden agradar a Dios".
"Nacidos de Dios" y "no pueden pecar".
Es bueno notar aquí que en la Escritura la palabra carne tiene dos significados:
1. Se usa para hablar del cuerpo físico, por consiguiente: "Dios fue manifestado en carne" (1 Timoteo 3:16). Y Pablo escribiendo a los Colosenses, dice: "todos los que nunca han visto mi rostro" (2:1).
2. Es la naturaleza mala y caída de todo hijo de Adán, la naturaleza envenenada por el pecado, que en ella mora, la que es la fuente de todas las malas acciones que comete el hombre. "Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu..." (Gálatas 5:17).

Dos naturalezas distintas en una misma persona
Hemos visto que al nacer recibimos una naturaleza mala, tan mala que le es imposible someterse a la Santa Ley de Dios. Ella no puede "agradar a Dios". "He aquí", dice el salmista, "en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre" (Salmo 51:5).
Pero en el momento que nacemos espiritualmente (los que nacemos de nuevo) por la obra soberana del Espíritu Santo, recibimos por medio de la Palabra de Dios (Santiago 1:18; 1 Pedro 1:23), una naturaleza enteramente diferente, una "naturaleza divina" (2 Pedro 1:4), una vida nueva. El Señor lo declara en las palabras de Nicodemo: "Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es" (Juan 3:6).
Entonces el creyente posee dos naturalezas, la nacida de la carne y que, por su misma esencia, no puede agradar a Dios y la que es nacida del Espíritu y que, por su misma esencia, no puede pecar, porque es nacida de Dios. En la Epístola de Pablo a los romanos, capítulo 7, verá Ud. estas dos naturalezas mencionadas, como por ejemplo en el último versículo (25):
"Así que, yo mismo con la mente [es decir con el espíritu renovado, o, como lo hemos ya expresado, con la nueva naturaleza] sirvo a la ley de Dios, más con la carne [es decir en la vieja naturaleza] a la ley del pecado". Y en los vers. 22-23: "Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; mas veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi espíritu [mente] y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros".

Una ilustración doméstica
Un simple ejemplo nos podrá servir de ilustración:
Una campesina puso a empollar huevos de pata a una gallina; después de unas semanas se dio cuenta de que un enemigo de la clueca había destruido la mayor parte de los huevos. En seguida los reemplazó por huevos de gallina
Vino el día de salir los pequeñuelos del cascarón, y la gallina se vio madre de dos especies muy distintas de diminutos seres. De momento, ella no se inquietó gran cosa; pero un hermoso día vio muy espantada, que los patitos habían huido echándose en el estanque próximo. Estaban tan contentos en su primera excursión en el agua, que todos los cloqueos y apremiantes llamados de la madre resultaron inútiles para hacerles salir de allí. Los polluelos, por el contrario, no mostraron el menor deseo de aventurarse en el peligroso elemento. Habrían sido muy desgraciados si se les hubiera obligado.
Aquí tenemos dos naturalezas muy distintas, y sus gustos y costumbres enteramente diferentes. La que proviene del huevo de pata, con la naturaleza de esta última; y la que proviene del huevo de la gallina con la naturaleza de la misma; y sin embargo, las dos fueron empolladas en el mismo nido. Pero todas las labriegas del Universo, ayudadas por los hombres de ciencia, no lograrán jamás cambiar la naturaleza de un patito en la de un pollito. Cada cual conservará siempre su naturaleza y modo de ser.
Ahora bien, las dos naturalezas en el cristiano son mil veces distintas, en virtud de la diferencia de origen. Una viene del hombre (del hombre perdido, culpable, caído); la otra viene de Dios, en toda santidad de su naturaleza sin mancha. Una es humana y manchada, la otra divina y, por consiguiente, perfectamente pura. Todo pensamiento o acción mala en el creyente, tiene que salir de la naturaleza vieja. Todo buen deseo, todo hecho aprobado de Dios, se origina en la nueva naturaleza.

¿Se mejora la vieja naturaleza con la nueva?
Sólo existe una sola respuesta a esto: Nada puede mejorar la carne. De todas maneras se ha intentado la prueba de ello, desde la caída de Adán en el Edén, hasta la cruz de Cristo. Y ¿cuál ha sido el resultado? El hombre desobedeció voluntariamente la santa ley de Dios, cuando Dios le mandó obedecerle. Su Hijo fue cruelmente entregado a la muerte cuando vino a visitar en gracia este mundo.
Entonces en lugar de mejorar la vieja naturaleza con la presencia de la vida divina, lo que se hace es poner de manifiesto la completa perversidad de ella. Si Ud. le da a un pobre mendigo un vestido nuevo, ¿cree que éste embellecerá la apariencia de su viejo chaleco roto? —Bueno—dice Ud. —si mi vieja naturaleza no puede ser perdonada, ni mejorada, se presentan dos nuevas dificultades:
1.   ¿Cómo puedo ser librado de ella?
2.   ¿Cómo podré sujetarla a mí?