sábado, 6 de octubre de 2012

La venida del señor


Capítulo 4
Cristo volverá— y cómo estar preparado para encontrarle
            En la Biblia, hallamos dos maneras de estar listos para aquel momento:
1)  "Las que estaban preparadas, entraron con El a las bodas y se cerró la puerta" (Mateo 25:10).
2)  "Porque yo" —dice el apóstol Pablo— "ya estoy para ser sacrificado... he peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe; por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida" (2 Timoteo 4:6-8).
En el primer sentido, todos los que son de Cristo (1ª Corintios 15:23) están listos, por haber depositado su fe en El, haber sido lavados de sus pecados por Su preciosa sangre; son agradables delante de Dios y el Espíritu de Cristo mora en ellos (Romanos 8:9); sin que para ello tengan mérito alguno. Pueden dar gracias al Padre que los hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz (Colosenses 1:12-14).
En el segundo sentido vemos que el apóstol estaba listo, — no sólo porque era salvo — cosa que sabía por muchos años ya — sino porque su servicio y su testimonio habían sido tales que tenía la certidumbre de que recibiría la aprobación de su Maestro.
Aclaremos esto con un ejemplo. Supongamos, amado lector, que mandas a tu hijo a una ciudad lejana donde debe llevar a cabo un asunto importante. Al partir, le entregas un boleto de ida y vuelta para el viaje; le das las instrucciones necesarias acerca del sitio adonde debe ir, lo que debe hacer; exhortándole, en fin, para que se aplique con diligencia a satisfacer tus deseos.
Cuando llega a la ciudad aquella, tu hijo parece muy enérgico y lleno de buena voluntad. Pero, al cabo de algún tiempo, se une con unos viejos amigos; olvida tus recomendaciones y pierde el tiempo en callejear. De repente, sobresaltado, se da cuenta que no tiene ni un momento que perder si quiere alcanzar el último tren para volver a casa. Se precipita a la estación, llega precisamente cuando el convoy arranca del andén y, tras una breve carrera, el joven sube y viaja, sano y salvo, hacia su hogar... Pero cabe preguntarnos, ¿estaba listo para volver?
En cuanto a lo que podía exigir la compañía ferroviaria, sí; porque tenía un boleto y ningún empleado podría discutir la validez del mismo, ni de su derecho a viajar. Pero ¿de qué modo obtuvo el boleto? ¿Por algún esfuerzo suyo? ¿Por lo que negoció, o ganó en aquella ciudad? Únicamente por cuanto tú se lo compraste, y se lo entregaste. ¿Y en cuanto a tu encargo, tus negocios? ¡Perdió cualquier derecho a tu aprobación por éstos! No le podrás decir a tu hijo: "Está bien, me has servido fielmente". Sin embargo, en cuanto regrese tendrá — como hijo — su sitio con los demás miembros de la familia en el hogar.

Confiar en Cristo es estar preparado
Ahora bien, cada creyente tiene, por la fe en la obra cumplida del Salvador — muerto por nuestros delitos y pecados, resucitado para nuestra justificación, y glorificado en el cielo — lo que corresponde al "boleto" de nuestro ejemplo; es decir, la inobjetable prueba de que su viaje al cielo está enteramente pagado. Pues, es cierto que la Escritura nos asegura que "en El [Cristo] es justificado todo aquel que cree" (Hechos 13:39). "Y a los que justificó, a éstos también glorificó" (Romanos 8:30).
Sin embargo, todos los creyentes no recibirán igual premio: "Cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor" (1ª Corintios 3:8). Estas dos cosas tendrá el Señor en cuenta: la cantidad de trabajo que habremos realizado, como también su calidad, según estas medidas: "Aconteció que vuelto él... mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno" (Lucas 19:15). Lo que se averigua aquí es la cantidad de trabajo realizado.
Asimismo la calidad de nuestra obra será manifestada: "La obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cual sea, el fuego la probará; si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo" (1 Corintios 3:13- 15).
Quiera Dios, que — además del privilegio de entrar con el Señor Jesucristo a las bodas, ocupando el lugar que nos tiene reservado — tanto tu labor como la mía sea la de ser vigilantes, trabajando para El, enterándonos de Sus deseos, tomando a pecho Sus intereses, constreñidos por el poder de Su inmutable amor, hasta que El venga. Acordémonos que, si queremos llevar nuestra cruz, y seguirle con un corazón verdaderamente consagrado, debemos hacerlo ahora.

Depender de cualquier otra cosa es estar perdido
Y si estas páginas llegaren hasta ti, cuyo corazón no ha sido regenerado (aunque tal vez te hayas bautizado, y lleves incluso el nombre de "cristiano"), quisiera llamarte la atención sobre el hecho que la venida del Señor será repentina, y que serás dejado atrás, si El te halla "sin aceite en tu vaso". Detente, y considera — siquiera por un instante — lo que te reserva el futuro cada vez más cercano. ¡Medita cuán velozmente te arrastran las alas del tiempo hacia la eternidad! Y ¡qué eternidad! Ser dejado sobre esta tierra — futuro escenario de los juicios divinos — mientras que los salvados (tal vez tus amigos y parientes) han sido arrebatados al cielo. Y eso por haber cerrado el oído a la última advertencia que te había sido dirigida por el Espíritu Santo, escuchando con un corazón incrédulo la postrera oferta de la gracia de Dios. ¡Qué triste y solemne será esto! Pero no menos solemne será el hecho de que tu cuerpo quedará en la tumba fría y lóbrega y tu espíritu en el infierno durante el milenio de felicidad, cuando la tierra estará llena de la gloria de Dios, y el Príncipe de Paz extenderá su señorío de mar a mar, y desde el río hasta los fines de la tierra (véanse Salmo 72:19 y Zacarías 9:10).
No disfrutar de estas bendiciones será, ciertamente, una pérdida cuantiosa. Luego, tendrás que encararte con la eternidad; ¡no lo olvides! La poderosa voz del Hijo de Dios te » resucitará de los muertos (Juan 5:25-29), para ser juzgado delante del Gran Trono Blanco. Allí deberás responder por cada acto que hayas cometido a lo largo de tu vida, de cualquier palabra torpe que hayas pronunciado, y hasta de cualquier pensamiento malo o impuro en los que te habrás recreado durante cuarenta, setenta, u ochenta años: "La paga del pecado es muerte", y como es cierto que Dios no puede mentir, tu suerte será fijada en el lago ardiendo con azufre y fuego.
No trates, pues, este asunto a la ligera. Ahora, la puerta de la gracia está abierta. Jesús todavía te convida. Los suyos no han sido arrebatados aún, pero te advierto del peligro, y te ruego que acudas al Refugio mientras haya tiempo.
Jesucristo puede venir aún antes de que termines la lectura de estas páginas. Presta atención, deja de huir de Dios, y vuélvete hacia El, arrodíllate a las plantas puras del único Salvador — del único Mediador entre Dios y los hombres — y cree en El para el perdón de todos tus pecados. Luego, El te dará la bienvenida, te bendecirá y te salvará, y Su paz inundará tu corazón. ¡Bendito sea para siempre tan poderoso Salvador!
"Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores" (1 Timoteo 1:15). Gracias a Dios, "aún hay lugar" (Lucas 14:22).

No hay comentarios:

Publicar un comentario