Judas
“Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros
acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos
que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 3).
Judas («alabanza»), aunque profundamente deseoso
de escribir, no había tenido en absoluto la intención de hacerlo de esta forma.
Sin duda que habría sido una tarea mucho más agradable y preciosa escribir
“acerca de nuestra común salvación”, pero Dios, quien le había dado el deseo de
escribir, había decidido que el mensaje de Judas debía consistir en una muy
seria exhortación a que los creyentes “contiendan ardientemente por la fe”.
Se ha dicho que su libro contempla «la decadencia y la
muerte del cristianismo en el mundo». En efecto, su tema es la apostasía, que
consiste en la transformación deliberada de la gracia de Dios en “libertinaje”
(o “lascivia”, V.M.) llevada a cabo por hombres impíos que entran sutilmente en
el círculo de la cristiandad profesante.
Su lenguaje es fuerte y profético. Utiliza la historia de
pasadas ocasiones de rebelión contra la autoridad llena de gracia de Dios para
ilustrar la condición que se desarrollaría en los últimos días de la
cristiandad. Aunque la nación de Israel había sido bendecida por el hecho de
ser salvada de Egipto, muchos perecieron en el desierto a causa de la incredulidad.
Incluso ángeles, grandemente bendecidos por Dios, fueron “guardados bajo
oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día” (v. 6). Sodoma y
Gomorra, Caín, Balaam, Coré, todos sirven de terrible advertencia del justo
juicio de Dios.
Todo esto puede parecer de un pesimismo negativo, pero
las palabras finales de Judas, que comienzan con “pero vosotros, amados”,
constituyen un maravilloso estímulo positivo para una fe que confía en el Dios
viviente. El último versículo consiste en una alabanza a Dios, que es la
actitud apropiada de los hijos de Dios cuando el gran nombre de Dios ha sido
deshonrado.
Apocalipsis
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de
estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella
resplandeciente de la mañana” (Apocalipsis
22:16).
Pero nuestro gran Dios, en deliberación tranquila y
majestuosa, desenreda la madeja; juzga en orden y tiempo perfectos, conforme a
su divina sabiduría.
Tres divisiones principales (1:19) en el libro serán de
gran ayuda al que lo estudia:
1. “Las cosas que has visto” (cap. 1);
2. “Las que son” (cap. 2 y 3);
3. “Las que han de ser después de estas” (cap. 4
al 22).
La primera es el pasado; la segunda el presente, que
tiene aplicación a la época de la Iglesia; y la tercera es futura. En los
capítulos 2 y 3, se ve al Señor Jesús que juzga soberanamente y con
discernimiento el estado de las siete iglesias, las que representan un cuadro
profético de la historia completa de la Iglesia desde su inicio hasta la venida
del Señor. En efecto, el juicio debe comenzar por la casa de Dios.
La victoria del Señor Jesús sobre todas las cosas, su
reino de mil años, su juicio en el gran trono blanco, la eterna gloria de Dios
en el cielo nuevo y tierra nueva, son algunos de los grandes temas del libro.
¡Gloriosa culminación de los magníficos consejos de Dios!
Cuán
apropiada y oportuna es también esta palabra de parte de Dios, que declara
bienaventurados a los que leen, oyen y guardan estas sagradas verdades (1:3).
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