domingo, 7 de julio de 2013

Discipulado: Yo Primero

SACA PRIMERO TU VIGA
El Señor Jesús llamó hipócrita e impostor a un hombre que quería aparentar ante la gente que era muy santo, Mateo 7:5. Solamente Dios conoce el corazón del hombre y puede decirle, hipócrita. Esta es una de las cosas más serias que Dios puede decir acerca de cualquiera y está muy rela­cionada con el tema que nos proponemos desarrollar ahora.
Es muy saludable examinar nuestros propios errores ante Dios; juzgándonos a nosotros mismos y aceptando que somos muy pequeños e inútiles. Debemos hacer esto de vez en cuando.
Dios dijo: "Eres hipócrita." Yo puedo ser un hipócrita si no hago lo que él me dice. "Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu her­mano."
Cristo siempre espera que el cristiano viva de una manera diferente a la gente inconversa que vive a su alrededor. El cristiano es completamente diferente de los inconversos por­que él tiene una naturaleza nueva; tiene diferentes objetivos para su vida; lleva una clase diferente de vida. Es ciudadano del país celestial, Filipenses 3:20 y de ahí, que no deba vivir como las demás personas que solamente viven para las cosas de este mundo. El cristiano vive entre gente inconversa, pero él no debe ser como ellos. Debe ser amable y bondadoso. Debe mostrar a Cristo en su forma de vivir, pero nunca ser como ellos. Dios cambia nuestro interior y nuestra mente completamente. Entonces, nosotros podemos conocer bien la voluntad de Dios - agradable y perfecta, Romanos 12:2.
La Biblia dice que el cristiano es diferente. Diferente en su naturaleza y su vida. Diferente en sus propósitos y en su carácter. Él puede hacer cualquier cosa agradable a Dios y mostrar que Dios controla su vida.
El cristiano da a la voluntad de Dios el primer lugar en su vida y así mismo sigue a su Maestro, el Señor Jesús, quien di­jo: "He aquí que vengo, Oh, Dios, para hacer tu voluntad," Hebreos 10:9. El no vino para que otros le sirvieran; El vino para servir y para dar su vida por ellos. Nosotros le seguimos y deseamos decir como él dijo: "He acabado la obra que me diste que hiciese:" Juan 17:4. La Biblia dice claramente: "No os pertenecéis a vosotros mismos, sino a Dios, porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo " 1 Corintios 6:19-20. ¡Ni siquiera te perteneces a ti mismo! El cristiano da el control y el gobierno de su vida a Cristo cuando se arrodilla a los pies de él y le recibe como Señor. Esto es importante y muchos versículos de la Biblia enseñan esta verdad.
La palabra Señor llega a ser común para nosotros. La usamos tan a menudo que olvidamos su verdadero significado. La palabra "Señor" en el Nuevo Testamento usualmente significa "Amo" o "Dueño". El Señor Jesús usó esta palabra cuando envió a sus discípulos a una villa por un asno. Él dijo: "Encontrarán un asno atado. Desatadlo y traedlo. Mientras ellos estaban desatando el asno, los dueños les dijeron, ¿Por qué lo desatáis?" La palabra dueño es la misma palabra Señor. Los dueños dijeron; "Este asno es nuestro, ¿por qué lo tomáis?" Ellos contestaron: "El Señor lo necesita." El Señor es mayor que los dueños. Ellos eran dueños del asno y podían decidir a dónde debía ir y qué debía hacer. Así también, Cristo es el Amo y el Dueño.
Recordemos que la palabra Señor significa antes que nada amo. Así mismo, pensamos en 1 Corintios 6; "No os pertenecéis a vosotros mismos." Tenemos un amo, Jesucristo y no tenemos el derecho de vivir por nuestra propia cuenta. Él nos redimió, nos compró con su sangre, la cual derramó sobre la cruz y él puede decir: "Eres mío." Yo inclino la cabeza y le digo: "Sí, soy tuyo. Estoy contento de ser tuyo." El murió hace muchos años para redimirnos. Nos en­tregamos a él, cuando creemos en él y abiertamente con­fesamos que él es nuestro Señor.
Vayamos un poco más lejos en nuestro estudio. Él es nuestro Señor, ¿Cómo funciona esto en nuestras vidas? Miremos nuevamente sus palabras: "Eres hipócrita. Debemos ser honestos. Esta palabra nos dice que nos juzguemos a nosotros mismos, que nos miremos como Dios nos mira. Pensemos cuál es la razón de las cosas que hacemos. No debemos buscar faltas en la conducta de los demás y juzgarlos. ¿Qué dice el Señor? Tú ves que tu her­mano tiene algo en su ojo. Tal vez sea una diminuta brizna de arena, u otra cosa insignificante, pero él está en dificultades. El Señor no dice: "Él se ocupará de resolver su propio problema; no intentes ayudarlo." Él nos dice lo que debemos hacer primero. "Está bien que desees ayudar a tu hermano, pero antes haz algo por ti, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano. Después podrás ayudarlo." Esto es muy impor­tante; significa que debemos examinarnos a la luz de la Palabra de Dios y ver nuestras propias faltas y juzgarnos a nosotros mismos delante de Dios, Santiago 1:23. No debemos mirar a otros y decir: "Ellos lo hacen, así que yo también." No debemos medirnos por otras personas. Nuestro Amo es Cristo, no la gente, ni los amigos, ni si­quiera los hermanos en la iglesia. Somos parte del cuerpo de Cristo y él es el único que puede mostrarnos cómo debemos vivir. Cristo nos -muestra en su Palabra lo que debemos hacer.
La vida que Cristo nos enseñó es para todos, no solamente para cierto grupo de personas. Es una vida de obediencia a la Biblia, la Palabra de Dios. Cuando leemos la Biblia, ella señala nuestras faltas antes que comencemos a notar las faltas de los demás. Si tratamos de encontrar faltas en los demás, es porque así es nuestra naturaleza; pero ahora, el Espíritu de Dios vive en nosotros y esa vieja naturaleza pecaminosa ya no nos domina. Tan cierto hoy como ayer, quien mira las faltas de los demás es la gente mundana. Pedro dijo refiriéndose a Juan: "Señor, ¿qué le va a pasar a Juan?" Juan 21:21 y Jesús le contestó: "Escúchame, Pedro, esto no es asunto tuyo. Si yo deseo que él viva hasta que yo regrese, tú no tienes nada que ver con esto. Deja que Juan viva delante de mí. Mi voluntad debe ser lo más importante para ti, y deseo que vivas gozoso conmigo. Yo guiaré la vida de Juan, tú debes ayudarlo." Más adelante vemos a Pedro y a Juan yendo juntos al templo, Hechos 3:1. Ellos se ayudaron y se cuidaron mutuamente. Ninguno trató de mandar al otro, ni de encontrar faltas en el otro.
Dios desea que vivamos de acuerdo con él. El permite que su Palabra escudriñe nuestros corazones y que digamos: "Examíname, Oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y con­oce mis pensamientos" Salmo 139:23-24. Esta experiencia nos obliga a compungirnos; nos sentimos sacudidos cuando leemos en la Palabra de Dios, cómo vivió Cristo y cómo debemos vivir los cristianos; cómo conducirnos y cómo tratar a los demás. Podemos orar así: "Yo tengo muchos defectos, Oh Dios, ayúdame," Entonces veremos la misericordia de Dios en nuestras vidas. No debemos pensar estar dispuestos a entregarnos a Cristo para hacer algo realmente espectacular por él. ¡Qué equivocación más grande! Debemos orar: "Examíname, Oh Dios, muéstrame en tu Palabra cuán débil soy. Ayúdame a ser honesto y a ver mis propias faltas y pecados. Ayúdame a no ser hipócrita y preguntar: ¿Por qué otros no hacen esto? o ¿Por qué los pastores no me ayudan?" Debemos comprender amorosamente a nuestros hermanos lentos o débiles, pero jamás encontrar sus faltas y juzgarlos. Antes por el con­trario, primero me examino yo delante de Dios. Quiero aclarar una cosa. Esto significa que si algún hermano está en aprietos o dificultades no debemos despreocupadamente decir: "Déjenlo solo, que viva aparte." No, sería un tremen­do error dejarlo solo cuando está con una gran pena y muy triste y tal vez, las lágrimas rueden por sus mejillas. Pedro y Juan fueron al templo juntos. Ellos se amaron, se ayudaron y oraron el uno por el otro.
A lo mejor yo necesitaré que alguien saque fuera lo que está en mi ojo, pero yo no deseo recibir ayuda si él mismo tiene algo más grande en el suyo. Este tipo de personas verdaderamente pueden ayudarse a encontrar respuestas a sus propios problemas. Estas personas pueden realmente ayudar a los demás. La Biblia dice: "Si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle a Dios" Gálatas 6:1. Esta persona ha caído en pecado. Necesita que alguien le ayude y le mantenga firme sobre sus pies. Tu podrías sostenerle, pero debes hacerlo de una forma amable y manteniendo un ojo sobre ti mismo, para no ser tentado. No debemos sentirnos mejores o más importantes que los demás por el hecho de ayudar a otros. Solo podemos ayudar efectivamente a los demás cuando hemos corregido esta misma falta en nosotros mismos. Entonces podemos decir: "¿Te puedo ayudar? Yo tuve el mismo problema que tú tienes hoy. Estuve sólo con Dios y él me ayudó a encontrar la respuesta. Tal vez yo pueda ayudarte. ¿Podemos orar jun­tos?" No podemos ayudar a nadie si estamos cometiendo la misma falta. Yo solamente puedo ayudar cuando me humillo y cuando Dios ha escuchado mi propio corazón.
La Palabra de Dios dice mucho acerca de la necesidad que tiene el creyente de examinarse a sí mismo delante de Dios. El Señor nos muestra también lo que no debemos hacer. El habló acerca de dos hombres que subieron al templo a orar, uno era fariseo y el otro un recaudador de impuestos (publicano), Lucas 18:10-13. Uno dijo: "Estoy muy contento que yo no soy como otras personas. Yo no hago esto, ni aquello, (No tengo nada en mi ojo) no cometo ninguna falta; siempre hago lo correcto. Doy a Dios la décima parte de todo lo que gano." El siguió hablando de la misma manera, hablaba consigo mismo; no hablaba con Dios. Dios quiso decirle algunas cosas que él no debía estar haciendo y de otras que él sí debería hacer. Pero el hombre permanecía en pie hablando consigo mismo. El Señor Jesús dijo que él volvió a su casa sin encontrar perdón, limpieza o ayuda. El estuvo tratando de hablar con Dios, pero él no conmovió a Dios. El no se estaba examinando y juzgando a sí mismo, se estaba aprobando a sí mismo. ¡Fue un hipócrita! Aún más, miró desdeñosamente hacia el publicano quien con el corazón arrepentido se golpeaba el pecho diciendo: "Oh Dios, ten misericordia de mí, un pecador," y dijo: "Gracias Dios, porque no soy como ese hombre." Cuando oramos de esta manera mostramos nuestro cinismo con Dios y con nosotros mismos.
En 1 Corintios 4:3 Pablo dijo: "Yo en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros o por tribunal humano, ni aún me juzgo a mí mismo." El quiso decir que los corintios estaban encontrando faltas en él y que no eran realmente honestos. Ellos decían que Pablo no era un verdadero apóstol. Ellos habían estado de acuerdo que sus cartas eran muy hermosas y que usaba palabras muy apropiadas, pero cuando lo co­nocieron personalmente, no les impresionó mayor cosa. Pablo dijo: "Me estáis juzgando a mí y mis motivos para ser­vir a Cristo. Pero esto no me preocupa, no estoy preocupado por lo que piensen de mí," y agrega: "Ni aún yo me juzgo a mí mismo." Pablo no tomó el lugar que corresponde a Cristo como juez. No juzgó su servicio para Cristo ni creía que había ganado un premio. No debemos pensar que hemos hecho mucho bien en nuestra vida cristiana y que tendremos una gran recompensa. Nosotros sabemos que Cristo nos dará recompensa, y esto nos regocija. Cristo dará a cada cual su propia recompensa. Debemos vivir la vida cristiana y de­jar al Señor la tarea de juzgarme.
De nuevo, en Romanos 14:4, Pablo dice: "¿Qué derecho tienes tú de juzgar al criado ajeno?" Para su propio Señor está en pie o cae. El siervo tiene un Señor, ese Señor es Cristo. Pedro lo llama el Príncipe de los Pastores, 1 Pedro 5:4. Dios nos dice que no juzguemos a sus siervos. También dice Pablo en 1 Corintios 4:5. No juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor. En esa ocasión todas las cosas se harán bien. Eso significa que no estamos haciendo las cosas muy bien ahora. Debemos dejar que el Señor juzgue a sus siervos. A nosotros nos corresponde examinar y co­nocer lo que hay en nuestros propios corazones. Pablo dijo en 1 Corintios 11:13: "Si nos examinásemos a nosotros mismos no seríamos juzgados. Por lo cual hay muchos enfer­mos y debilitados entre vosotros. Dios los estaba juzgando.
            No tendremos tiempo de encontrar faltas en las demás per­sonas si nos dedicamos cada mañana a leer la Palabra de Dios y nos juzgamos a nosotros mismos, examinando nuestro progreso y nuestra condición espiritual, o sea, la concordancia de nuestra vida con la Palabra de Dios. Así estaremos en la presencia de Dios, aprendiendo directa­mente de él acerca de nuestras propias faltas. Sin duda que esto nos herirá, pero por encima de todo, debemos ser honestos.
¿Pensamos diariamente en esto y le preguntamos a Dios cuando leemos su Palabra? Esto sí que es importante. Es la primera cosa que debemos hacer. El Señor dijo: "Primero echa fuera lo que está en tu propio ojo." Dios dice que podemos ayudar a otra persona solamente si nos hemos juzgado a nosotros mismos. Debemos escudriñar nuestros corazones primero. 1 Corintios 11:31 nos dice qué sucederá si no nos juzgamos a nosotros mismos. Pues que Dios lo hará. ¿Qué sucederá si tenemos ideas falsas y vivimos equivocadamente? ¿Qué sucederá si pensamos que somos perfectos y solo vemos faltas en los demás? Tendremos dolor y Dios nos juzgará. Dios puede juzgar muy severamente. Puede hacernos mucho daño. Estemos seguros de esto: Dios juzga a su pueblo, él castiga a su pueblo, él lo corrige. La Biblia enseña esta verdad tanto en el Nuevo como en el An­tiguo Testamento.
Recuerde 1 Corintios 11:30, "Hay muchos enfermos y debilitados y muchos duermen." ¿Cuál fue la razón para que muchos estén enfermos y debilitados y aún hayan muerto? Estaban haciendo cosas que no debían hacer y Dios no podía utilizarlos más. Es muy triste cuando Dios no nos puede utilizar más. Esto no significa que no iremos al cielo. Estamos tan seguros como Cristo, si somos Hijos de Dios. Pero Pablo dijo: "Yo golpeo mi cuerpo, y lo pongo en ser­vidumbre " 1 Corintios 9:27. Pablo se juzgó a sí mismo. Él también dijo: "Yo corro a la meta final " 1 Corintios 9:26. Pablo pensaba que él era como un atleta en una carrera que debe entrenarse a sí mismo. Un atleta come los alimentos correctos y nada más. El entrena muy duro para fortalecer su cuerpo. La vida espiritual de Pablo fue algo semejante a esto. El no hacía las cosas que su cuerpo deseaba. Porque no quiso hacer proezas en este mundo. Deseaba algo más. Tanto lo deseaba, que por eso, el golpeó su cuerpo y corrió derecho a la meta final. ¿Por qué pensaba Pablo que era tan impor­tante? El dijo en versículo 27: "golpeo mi cuerpo y lo pongo en servidumbre no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado." Pablo temió que Dios pudiera decirle: "Pablo, tú no has mirado tus faltas, no te has juzgado. Eres un hipócrita, no eres sincero. Así no te puedo usar. Te pondré aparte."
¿Qué harías tú si alguien viene a tu casa y te pide agua para beber? Seguramente buscarías un vaso bonito y lo llenarías de agua. Pero si ves que el vaso está sucio, lo pondrías aparte y tomarías una taza ordinaria, si está limpia. Nosotros podemos ser como vasos manchados, rotos o sucios. Porque no nos limpiamos ni nos juzgamos a nosotros mismos. Dios dice tristemente: "No puedo usar tal persona, su vida no es recta. Ella es mía, deseo que vaya y lleve mi mensaje, pero como no está limpia, no la puedo usar." Nosotros podemos ser como vasos viejos o rotos los cuales son puestos en un rincón. No sirven para servir a la mesa, no sirven para dar agua a una persona sedienta; pero tal vez sir­van para guardar algunas semillas para sembrar el próximo año. El vaso que pudo ser y que debió ser usado en cosas im­portantes, ahora se usa para guardar unas cuantas semillas.
Un cristiano puede ensuciarse y dañarse a sí mismo y Dios no lo puede usar, así que lo pone aparte. Esto es triste y sucede algunas veces. Es el juicio de Dios y es muy doloroso. Podemos evitar el juicio de Dios si nos juzgamos a nosotros mismos. ¿Qué hacemos con la Biblia? ¿La leemos, estudiamos y practicamos lo que enseña? ¿Vivimos cerca de Dios y no permitimos que nada se interponga entre él y nosotros? ¿Estamos viviendo tan cerca de Jesús como lo hicimos la última semana, el año pasado o hace cinco años? ¿O nos alejamos cada vez más de él? Podemos ayudar a otros solamente después de habernos examinado a nosotros mismos. Dios nos juzgará si nosotros no lo hacemos.

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