“No lo digo porque tenga escasez...” (Filipenses 4:11).
Es muy revelador el hecho que
Pablo nunca dio a conocer sus necesidades financieras. Su vida era una vida de
fe. Creía que Dios le había llamado a Su servicio, y estaba totalmente
convencido de que el Señor cubre los gastos de aquello que manda hacer.
¿Deben los cristianos
de hoy hacer públicas sus necesidades o pedir dinero? He aquí algunas
consideraciones: no hay justificación bíblica para esta práctica. Los apóstoles
daban a conocer las necesidades de los demás, pero nunca pidieron dinero para
ellos mismos.
Parece más
consistente con la vida de fe el depender sólo de Dios. Él siempre proveerá los
fondos necesarios para cualquier cosa que desea que hagamos. Cuando vemos que
él provee la cantidad exacta en el momento preciso, sin que nosotros hayamos
dicho nada a nadie, nuestra fe es grandemente fortalecida. Y él es glorificado
en gran manera cuando la provisión es indudablemente milagrosa. De otro modo,
él no recibe la alabanza cuando somos nosotros los que manipulamos las finanzas
con técnicas sutiles para aumentar fondos. Recurriendo a solicitudes y anuncios
de las necesidades de la obra, como muchos hacen, podemos realizar obras “para
Dios” que no son de ningún modo Su voluntad. O podemos perpetuar una obra
después de que el Espíritu ya la ha abandonado. Pero cuando dependemos de Su
provisión sobrenatural, podemos continuar solamente cuando él provee.
Pedir dinero con la
presión con que hoy se practica introduce en la obra cristiana una nueva y
extraña manera de medir el éxito. Aquel que es más astuto en las relaciones
públicas es el que consigue más dinero. La sabiduría humana dice: “El que no
llora no mama”, pero esto no es de fe. Ha llegado a ocurrir que algunas obras
que en verdad son dignas salen perjudicadas porque las campañas publicitarias
de ciertas organizaciones para eclesiales los desvían. Las ofrendas hacia ellos
con mucha frecuencia todo esto produce celos y desunión.
C. H. Mackintosh nos
ofrece el panorama sombrío que resulta cuando hacemos
públicas las necesidades personales. “Dar a conocer nuestras necesidades a los
hombres, directa o indirectamente, representa un abandono de la vida de fe, y
una verdadera deshonra a Dios; realmente es traicionarle. Es como decir que
Dios me ha fallado y que no queda otro recurso que buscar ayuda en mi prójimo.
Significa abandonar la fuente viviente y volverse a una cisterna rota. Es
colocar a otro entre mi alma y Dios, perdiéndome así una rica bendición, y a
Dios la gloria que le es debida”.
De modo similar,
Corrie Ten Boom escribió en Vagabunda por el Señor: “Preferiría ser un niño que
se confía a su Padre rico, que un pordiosero en la puerta de un hombre
mundano”.
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