domingo, 7 de julio de 2013

Cuando tenga escasez.

“No lo digo porque tenga escasez...” (Filipenses 4:11).


Es muy revelador el hecho que Pablo nunca dio a conocer sus necesidades financieras. Su vida era una vida de fe. Creía que Dios le había llamado a Su servicio, y estaba totalmente convencido de que el Señor cubre los gastos de aquello que manda hacer.
¿Deben los cristianos de hoy hacer públicas sus necesidades o pedir dinero? He aquí algunas consideraciones: no hay justificación bíblica para esta práctica. Los apóstoles daban a conocer las necesidades de los demás, pero nunca pidieron dinero para ellos mismos.
Parece más consistente con la vida de fe el depender sólo de Dios. Él siempre proveerá los fondos necesarios para cualquier cosa que desea que hagamos. Cuando vemos que él provee la cantidad exacta en el momento preciso, sin que nosotros hayamos dicho nada a nadie, nuestra fe es grandemente fortalecida. Y él es glorificado en gran manera cuando la provisión es indudablemente milagrosa. De otro modo, él no recibe la alabanza cuando somos nosotros los que manipulamos las finanzas con técnicas sutiles para aumentar fondos. Recurriendo a solicitudes y anuncios de las necesidades de la obra, como muchos hacen, podemos realizar obras “para Dios” que no son de ningún modo Su voluntad. O podemos perpetuar una obra después de que el Espíritu ya la ha abandonado. Pero cuando dependemos de Su provisión sobrenatural, podemos continuar solamente cuando él provee.
Pedir dinero con la presión con que hoy se practica introduce en la obra cristiana una nueva y extraña manera de medir el éxito. Aquel que es más astuto en las relaciones públicas es el que consigue más dinero. La sabiduría humana dice: “El que no llora no mama”, pero esto no es de fe. Ha llegado a ocurrir que algunas obras que en verdad son dignas salen perjudicadas porque las campañas publicitarias de ciertas organizaciones para eclesiales los desvían. Las ofrendas hacia ellos con mucha frecuencia todo esto produce celos y desunión.
C. H. Mackintosh nos ofrece el panorama sombrío que resulta cuando hacemos públicas las necesidades personales. “Dar a conocer nuestras necesidades a los hombres, directa o indirectamente, representa un abandono de la vida de fe, y una verdadera deshonra a Dios; realmente es traicionarle. Es como decir que Dios me ha fallado y que no queda otro recurso que buscar ayuda en mi prójimo. Significa abandonar la fuente viviente y volverse a una cisterna rota. Es colocar a otro entre mi alma y Dios, perdiéndome así una rica bendición, y a Dios la gloria que le es debida”.

De modo similar, Corrie Ten Boom escribió en Vagabunda por el Señor: “Preferiría ser un niño que se confía a su Padre rico, que un pordiosero en la puerta de un hombre mundano”.

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