Relaciones
de la vida; los hijos de cristianos
Quedan todavía ciertas relaciones en la vida, con las cuales la doctrina
del Espíritu de Dios se relaciona: aquéllas de hijos y padres, de padres e
hijos, y de siervos y amos. Es interesante ver a los hijos de creyentes
introducidos como objetos del cuidado del Espíritu Santo, e incluso a esclavos
(porque esto es lo que los siervos eran), elevados por el Cristianismo a una
posición que las circunstancias de su degradación social no podrían afectar.
Todos los hijos de Cristianos son contemplados como sujetos a las
exhortaciones en el Señor, las cuales pertenecen a aquellos que están dentro,
que no son más de este mundo, del cual Satanás es el príncipe. ¡Dulce y precioso
consuelo para los padres, que él pueda considerarlos como teniendo derecho a
esta posición, y una parte en esos tiernos cuidados que el Espíritu Santo
proporciona generosamente sobre todos los que están en la casa de Dios! El
apóstol señala la importancia que Dios vinculó, bajo la ley, a este deber. Es
el primer mandamiento con el que Él unió una promesa. El versículo 3 es
solamente la cita de aquello que él alude en el versículo 2.
La exhortación a los padres también es notable - de que no provoquen a
sus hijos; de que sus corazones sean dirigidos hacia ellos, de que no les
rechacen, ni destruyan esa influencia que es la defensa más fuerte contra el
mal del mundo. Dios forma el corazón de los hijos alrededor de este feliz
centro: el padre debe cuidar esto. Pero hay más. El padre Cristiano (porque él
siempre habla a aquellos que están dentro del cuerpo) deben reconocer la posición
en la que, como hemos visto, los hijos son puestos y criarlos bajo el yugo de
Cristo, en la disciplina y amonestación del Señor. La posición cristiana debe
ser la medida y la forma de las influencias que el padre ejerce, y de la educación
que él les da a sus hijos. Él los trata como criándolos para el Señor, y como
los criaría el Señor.
Se observará que en las dos relaciones que estamos considerando, así
como en la de las esposas con sus maridos, las exhortaciones comienzan en el
aspecto donde la sumisión es debida. Esta es la genialidad del Cristianismo en
nuestro mundo malo, en el cual la voluntad del hombre es la fuente de todo mal,
expresando su separación de Dios a quien se debe toda sumisión. El principio de
sumisión y obediencia es el principio curativo de la humanidad: sólo que Dios
debe ser introducido en ello, para que la voluntad del hombre no sea la guía
después de todo. Pero el principio que gobierna el corazón del hombre en el bien,
siempre y en todas partes, es la obediencia. Tal vez tenga que decir que Dios
debe ser obedecido en vez del hombre, pero dejar la obediencia es entrar en
pecado. Un hombre, como padre, puede tener que ordenar y dirigir, pero lo hará
mal si no lo hace en obediencia a Dios y a Su palabra. Esto era la esencia de
la vida de Cristo: "He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad."
El apóstol, conforme a esto, empieza sus exhortaciones con respecto a las
relaciones dando el mandato general: "Someteos unos a otros."
(Efesios 5:21). Esto facilita el orden, incluso cuando el orden de
instituciones y de autoridad puede fallar. La sumisión, la obediencia moral,
nunca pueden estar ausente, en principio, en el verdadero cristiano. Es el
punto de partida de toda su vida. Él es santificado para la obediencia de
Cristo (1a. Pedro 1: 2).
El
esclavo en el feliz servicio de vida a ser recompensado por este Señor; al amo
se le recuerda que él tiene el
mismo Amo en el cielo
En el caso que ha llevado a estos comentarios, es notable ver de qué
manera este principio eleva al esclavo en su condición, él obedece por un
principio divino interior, como si fuese a Cristo mismo a quien él obedeciera.
Por malo que su amo pueda ser, le obedece como si obedeciera a Cristo mismo.
Tres veces el apóstol repite este principio de obediencia a Cristo o el
servicio de Cristo, agregando, "de corazón haciendo la voluntad de
Dios". ¡Qué diferencia hacía esto en la condición del pobre esclavo!
Además, ya sea siervo o libre, cada uno recibirá su recompensa del Señor. El
propio amo tenía el mismo Amo en el cielo, para quien no hay acepción de
personas. No obstante esto se les dice a los amos, no al esclavo, porque el Cristianismo
es delicado en su decoro y nunca falsifica sus principios. El amo también debía
tratar al esclavo con perfecta equidad - así como él esperaba esto del esclavo
- y no debía amenazar.
La
fragancia de la perfección de la doctrina divina en cada deber y en cada relación
Es hermoso ver la manera en que la doctrina
divina entra en los detalles de la vida, y lanza la fragancia de su perfección
en cada deber y en cada relación; de qué forma reconoce las cosas existentes,
en tanto que ellas pueden ser reconocidas y dirigidas por sus principios, pero
la doctrina exalta y refuerza el valor de todo según la perfección de esos
principios; al no tocar las relaciones, sino el corazón del hombre que camina
en ellas; tomando el aspecto moral, y el de la sumisión, en amor y en el ejercicio
de autoridad, que la doctrina divina puede regular, introduciendo la gracia que
gobierna el uso de la autoridad de Dios.
Efesios 6:10 y ss. Pero no solamente se trata de que hay una línea de
conducta a seguir, un modelo a imitar, un Espíritu con el que uno puede ser llenado,
no son sólo relaciones entre uno mismo y Dios, y aquellas en que estamos aquí
abajo, esto no es todo lo que debe ocupar al Cristiano. Él tiene enemigos con
quien luchar. El pueblo de Israel bajo Josué en la tierra de Canaán, estaba, de
hecho, en la tierra prometida, pero estaban en conflicto con los enemigos que
estaban allí antes que ellos, aunque no conforme a los derechos por los cuales
Israel poseía la tierra por medio del don de Dios. Dios la había puesto aparte
para Israel (vean Deuteronomio 32: 8), Cam había tomado posesión de ella.
Bendiciones
espirituales y huestes espirituales de maldad en las regiones celestes
Ahora bien, con respecto a nosotros, no tenemos lucha contra carne y
sangre, como fue en el caso de Israel. Nuestras bendiciones son espirituales en
los lugares celestiales. Estamos sentados en lugares celestiales en Cristo. Somos
un testimonio para los principados y potestades en regiones celestes, tenemos
que luchar contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Israel
había atravesado el desierto - había cruzado el Jordán, el maná había cesado,
ellos comieron del fruto de la tierra. Fueron establecidos en la tierra de
Canaán, como si todo fuese suyo sin dar ni un golpe. Ellos comieron el producto
de esta buena tierra en las llanuras de Jericó. Así es con respecto al cristiano.
Aunque estamos en el desierto, también estamos en los lugares celestiales en
Cristo. Hemos cruzado el Jordán, hemos muerto y resucitado con Él. Estamos
sentados en los lugares celestiales en Él, para que podamos disfrutar de las
cosas del cielo como el fruto de nuestro propio país. Pero el conflicto está
ante nosotros, si deseamos disfrutarlas prácticamente. La promesa es de toda
bendición, de toda la tierra prometida, pero en todo lugar que pisará la planta
de nuestro pie en ella (Josué 1). Para esto necesitamos la fuerza del Señor, y
de esto habla el apóstol ahora. "Fortaleceos" dice él, "en el
Señor". (Efesios 6:10). El enemigo es sutil. Tenemos que resistir sus
estratagemas aún más que su poder. Ni la fuerza, ni siquiera la sabiduría del
hombre, pueden hacer nada aquí. Debemos estar armados con la armadura, es
decir, toda la armadura de Dios.
Dios
mismo como fortaleza; toda la armadura de Dios es suministrada
Pero observen primero que el Espíritu dirige nuestros pensamientos a
Dios mismo antes de hablar de lo que debe ser vencido. "Fortaleceos en el
Señor". En primer lugar, esto no es un refugio del rostro del enemigo;
estamos en esto por nosotros mismos, antes de que usemos esto contra las asechanzas
del enemigo. Es en la intimidad de los consejos y la gracia de Dios donde el
hombre se fortalece para la guerra de la que no puede escapar, si él quiere disfrutar
sus privilegios Cristianos. Y él debe tener toda la armadura. Carecer de una
parte nos expone a Satanás en ese lado. La armadura debe ser la de Dios -
divina en su naturaleza. La armadura humana no podrá defenderse de los ataques
de Satanás; la confianza en esa armadura nos envolverá en la batalla solamente
para caer en combate con un espíritu que es más poderoso y más astuto que
nosotros.
Los
enemigos de los cristianos caracterizados; la voluntad y la energía de ellos independientes de Dios
Estos enemigos son caracterizados así, ellos son principados y
potestades - seres que poseen una energía del mal que tiene su fuente en una
voluntad que domina a aquellos que no saben resistirla; ellos también tienen la
fuerza para llevarla a cabo. La energía que ellos tienen la tienen de Dios, la
voluntad que la usa es de ellos mismos, ellos han abandonado a Dios, la fuente
de sus acciones está en su propia voluntad. En este aspecto es una fuente de
acción independiente de Dios, y la energía y las cualidades que ellos tienen de
Dios son los instrumentos de esa voluntad - una voluntad que no tiene freno,
excepto desde fuera de sí misma. Ellos son principados y potestades. Hay algunos
buenos, pero en ellos la voluntad es sólo hacer lo que Dios quiere y emplear en
Su servicio la fuerza que ellos han recibido de Él.
Estos principados y potestades rebeldes gobiernan las tinieblas de este
mundo. La luz es la atmósfera en que Dios mora, la que Él difunde alrededor de
Sí mismo. Los espíritus malos engañan y reinan en las tinieblas. Ahora bien,
este mundo, no teniendo la luz de Dios, está completamente en tinieblas y los
demonios reinan en ellas, porque Dios no está allí - salvo en el poder supremo
después de todo, volviendo todo para Su gloria, y al final, para el bien de Sus
hijos.
Pero si estos principados gobiernan en las tinieblas de este mundo,
ellos no poseen meramente una fuerza exterior; están en las regiones celestes y
están ocupados allí con la maldad espiritual. Ellos ejercen una influencia
espiritual, tomando el lugar de dioses. Entonces está, en primer lugar, su
carácter intrínseco, su modo de ser, y el estado en que ellos se encuentran. En
segundo lugar, su poder gobernando en el mundo y en tercer lugar, su ascendiente
religioso y engañoso, como hospedados en los cielos. Ellos también tienen, como
una esfera para el ejercicio de su poder, las concupiscencias del hombre, e
incluso los terrores de su conciencia.
Dónde,
cuándo y porqué es necesaria la armadura de Dios
Para resistir enemigos como estos necesitamos la armadura de Dios. Las
manifestaciones de este poder, cuando Dios lo permite, constituyen los días
malos. Todo este período presente de la ausencia de Cristo es, en un cierto
sentido, el día malo. Cristo ha sido rechazado por el mundo, del cual, mientras
estuvo en él, Él era la luz, y está escondido en Dios. Este poder, que el
enemigo exhibió cuando condujo al mundo a rechazar a Cristo, todavía lo ejerce
sobre ellos: nos oponemos a este poder por la acción y el poder del Espíritu
Santo, quién está aquí durante la ausencia del Señor. Pero hay momentos cuando
se le permite a este poder mostrarse de una manera más especial, cuando el
enemigo usa el mundo contra los santos, oscureciendo la luz de Dios que brilla
allí, atribulando y extraviando las mentes de los profesantes e incluso de
creyentes - días, en una palabra, en los que su poder se siente. Tenemos que
luchar con este poder, resistir todo, estando firmes contra todo en la
confesión de Cristo, de la luz; tenemos que hacer todo lo que la confesión de
Su nombre requiere a pesar de todo y cueste lo que cueste, y ser encontrados
firmes cuando la tormenta y el día malo hayan pasado.
Así es que nosotros no sólo tenemos que disfrutar a Dios y los consejos
de Dios y su efecto en paz; sino que, puesto que estos mismos consejos nos
introducen en los lugares celestiales y nos hacen que seamos la luz de Dios en
la tierra, tenemos que encontrarnos también con las huestes espirituales de
maldad que están en las regiones celestes, las que buscan hacernos falsear
nuestra elevada posición, engañarnos, y oscurecer la luz de Cristo en nosotros
en la tierra. Tenemos que escapar de las trampas de las huestes espirituales de
maldad por nosotros mismos y mantener el testimonio aquí abajo incorrupto y
puro[1].
El orden
de la armadura y su uso práctico
Ahora bien, por el poder del Espíritu Santo, el cual nos ha sido dado
para este propósito, encontraremos que la armadura de Dios se relaciona primero
con aquello que, poniendo la carne a un lado, y manteniendo la existencia de
una buena conciencia, quita toda influencia al enemigo; entonces, para la
preservación de la total confianza objetiva en Dios; y luego, para la energía
activa que se mantiene firme con confianza en la presencia del enemigo, y usando
las armas del Espíritu Santo contra él. En primer lugar viene la armadura
defensiva, nuestro propio estado. Todo termina con la expresión de la
dependencia total y continua de Dios, en la que el guerrero Cristiano permanece.
Examinaremos esta armadura de Dios para que podamos conocerla. Toda la
armadura es práctica - fundamentada en lo que ha sido cumplido, pero práctica
en sí misma. Porque no es cuestión aquí de aparecer ante el tribunal de Dios,
sino de resistir al enemigo, y de mantener nuestra posición contra él.
Los lomos
ceñidos con la verdad: el corazón teniendo a la verdad como su norma
Nuestra justicia es perfecta delante de Dios, es Cristo mismo, y
nosotros somos justicia de Dios en Él: pero no necesitamos armadura allí,
estamos sentados en los lugares celestiales: todo es paz, todo es perfecto.
Pero necesitamos armadura aquí, la verdadera armadura práctica, y tener ceñidos
previamente los lomos con la verdad. Los lomos son el lugar de fortaleza cuando
están adecuadamente ceñidos, pero representan los afectos íntimos y movimientos
del corazón. Si permitimos que nuestros corazones vaguen por donde quieran, en
lugar de quedarnos en la comunión con Dios, Satanás nos puede agarrar
fácilmente. Esta parte de la armadura es, entonces, la aplicación de la verdad
a los movimientos más íntimos, los movimientos primarios del corazón. Nos
ceñimos los lomos. Esto no se hace cuando Satanás está presente; es una obra
con Dios, que se hace aplicando la verdad a nuestras almas en Su presencia,
juzgando todo en nosotros por este medio, y poniendo un freno al corazón para
que sólo pueda moverse bajo Su ojo. Esto es verdadera libertad y verdadero
gozo, porque el nuevo hombre disfruta de Dios en comunión no interrumpida; pero
aquí el Espíritu habla de ella con respecto al resguardo que ella será para
nosotros contra los ataques del enemigo. Al mismo tiempo, no es meramente la
represión de malos pensamientos - esa es su consecuencia: es la acción de la
verdad, del poder de Dios, actuando por la revelación de todo tal cual es - de
todo lo que Él mismo enseña, trayendo a la conciencia a Su presencia, manteniéndola
así en Sus pensamientos; todo lo que Dios ha dicho en Su palabra, y las
realidades invisibles que tienen su verdadera fuerza y aplicación al corazón
que se mueve en nosotros, para que sus movimientos tengan su carácter de la
palabra de Dios mismo y no de sus propios deseos, todo esto teniendo lugar en
la presencia de Dios[2].
La
perfecta aplicación del Señor de la Palabra a Él mismo
Satanás no tiene ningún dominio sobre un corazón que se mantiene así en
la verdad, como ha sido revelada por Dios: no hay nada en sus deseos que
responda a las sugerencias de Satanás. Tomen a Jesús como ejemplo. Su resguardo
no era juzgar todo lo que Satanás decía. En el desierto, al principio de Su
ministerio público, excepto en la última tentación, estaba en la aplicación
perfecta de la palabra en cuanto a Él mismo, para lo que concernía a Su propia
conducta, a las circunstancias alrededor de Él. La verdad gobernaba Su corazón,
de manera que sólo se movió según esa verdad en la circunstancia que se
presentó; "No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale
de la boca de Dios." Si no sale ninguna palabra, Él no hace nada. No había
ningún motivo para actuar. Habría sido actuar conforme a Su propia fuerza, a Su
propia voluntad. Esa verdad mantuvo Su corazón en relación con Dios en la
circunstancia que se presentó. Cuando las circunstancias surgieron, Su corazón
ya estaba en comunicación con Dios, así que no tenía otro impulso que aquello
que la Palabra de verdad sugirió. Su conducta era puramente negativa, pero
fluía de la luz que la verdad ponía sobre la circunstancia, porque Su corazón
estaba bajo el gobierno absoluto de la verdad. La sugerencia de Satanás lo
habría sacado de esta posición. Eso era suficiente. Él no tendrá nada que ver
con ella. Él no ahuyenta todavía a Satanás: fue solamente una cuestión de
conducta, no de oposición flagrante a la gloria de Dios. En el último caso Él
lo ahuyenta; en el primero Él actúa según Dios sin ocuparse de nada más. El
ardid de Satanás falló totalmente de su efecto. Simplemente no produjo nada. Es
completamente impotente contra la verdad, porque ello no es la verdad; y el
corazón tiene la verdad por su regla. Las artimañas no son la verdad: esto es
absolutamente suficiente para prevenirnos de ser engañados por ellas, es decir,
si el corazón es gobernado así.
La coraza
de Justicia; una buena conciencia; los pies calzados con la paz en la senda de
paz
En segundo lugar está la coraza de justicia - una conciencia que no
tiene nada que pueda ser reprochado. El hombre natural sabe de qué forma una
mala conciencia le roba fuerza ante los hombres. Sólo hay que agregar aquí la manera
en que Satanás usa esto para atrapar al hombre en sus lazos. Al mantener la
verdad tenemos a Satanás como nuestro enemigo. Si nos sometemos al error, él
nos dejará en paz en ese aspecto, excepto para usar nuestras faltas y crímenes
para esclavizarnos más, para atarnos de pies y manos en lo que es falso. ¿Cómo
podría un hombre que tiene la verdad, que quizás incluso ha escapado del error,
si su conducta fuera mala, soportar tenerla expuesta a los ojos de todos? Él
guarda silencio ante el enemigo. Aun su propia conciencia le hace callar, si es
íntegro, sin pensar en consecuencias, a menos que sea necesaria una confesión.
Además de esto le faltará la fuerza de Dios y la comprensión espiritual: ¿dónde
las podría haber obtenido en un camino equivocado? Nosotros avanzamos
valientemente cuando tenemos una buena conciencia. Pero es cuando estamos
caminando con Dios, por el amor de Dios, por el amor de la justicia misma, que
estamos vestidos de esa coraza, y estamos así sin temor al ser llamados a
avanzar y enfrentar al enemigo. Obtenemos una buena conciencia ante Dios por
medio de la sangre del Cordero. Caminando con Dios la mantenemos ante los
hombres y para la comunión con Dios, para tener fuerza y entendimiento
espiritual, y para tenerlas cada vez más. Éste es el poder práctico de la buena
conducta, de una conciencia irreprochable. "Me ejercito" siempre para
esto, dijo el apóstol ("En esto también me ejercito, para tener siempre
una conciencia sin ofensa para con Dios y los hombres." Hechos 24:16 -
VM). ¡Qué integridad en tal camino, qué veracidad de corazón cuando ningún ojo
nos ve! Somos perentorios con nosotros mismos, con nuestros propios corazones,
y con respecto a nuestra conducta; por consiguiente, podemos ser pacíficos en
nuestros caminos. Dios también está allí. Así que caminen, dice el apóstol, y
el Dios de paz estará con vosotros. Si el fruto de justicia se siembra en paz,
la senda de paz es hallada en la justicia. Si tengo una mala conciencia, estoy
disgustado conmigo mismo y llego a estar enojado con otros. Cuando el corazón
está en paz con Dios y no tiene nada que reprocharse a sí mismo, cuando la
voluntad es mantenida bajo control, la paz reina en el alma. Nosotros caminamos
en la tierra, pero el corazón está por sobre ella tratando con mejores cosas;
caminamos en un espíritu apacible con otros y nada perturba nuestras relaciones
con Dios. Él es el Dios de paz. Paz, la paz de Jesús, llena el corazón. Los
pies están calzados con ella; caminamos en el espíritu de paz.
El escudo
de la fe; confianza plena y entera en el amor y la fidelidad de Dios, así como
en Su poder
Pero, junto con todo esto, se necesita una pieza de armadura defensiva
por sobre todo el resto, para que podamos estar firmes a pesar de todas las
asechanzas del enemigo - sin embargo, se trata de una armadura que se mantiene
prácticamente en su firmeza por el uso de las precedentes, para que, si la
última es esencial, las otras tengan el primer lugar en la práctica. Éste es el
escudo, la fe; es decir, plena y entera confianza en Dios, la conciencia de la
gracia y de Su favor mantenido en el corazón. Aquí la fe no es simplemente la
recepción del testimonio de Dios (aunque está basada en ese testimonio), sino
la confianza actual del corazón con respecto a lo que Dios es para nosotros,
basada, como acabamos de decir, en el testimonio que Él ha dado de Él mismo -
confianza en Su amor y en Su fidelidad, así como en Su poder. "Si nuestro
corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios." La obra del Espíritu
en nosotros es para inspirar esta confianza. Cuando ella existe, todos los
ataques del enemigo, que trata de hacernos creer que la bondad de Dios no es
tan segura - todos sus esfuerzos para destruir o debilitar en nuestros
corazones esta confianza en Dios y esconderlo a Él de nosotros, resultan
infructuosos. Sus flechas caen a tierra sin alcanzarnos. Estamos firmes en la
certeza de que Dios es por nosotros: nuestra comunión no es interrumpida. Los
dardos de fuego del enemigo no son los deseos de la carne, sino los ataques
espirituales.
Podemos así levantar nuestras cabezas: el valor moral, la energía que
avanza, se mantienen. No es que tengamos algo de lo cual podamos jactarnos en
nosotros mismos, sino que la salvación y la liberación de Dios están frescas en
nuestras mentes. Dios ha estado por nosotros; Él es por nosotros, ¿quién contra
nosotros? Él era por nosotros cuando no teníamos fuerza; esto era la salvación,
cuando no podíamos hacer nada. Esta es nuestra confianza - Dios mismo - no el
mirarnos a nosotros mismos. Tenemos el yelmo de la salvación sobre nuestras
cabezas. Las partes anteriores de la armadura nos dan libertad para disfrutar
las últimas dos.
La única
arma ofensiva: la espada del Espíritu, la Palabra de Dios
Provistos así con lo que nos protege en nuestro andar, y en la confianza
práctica en Dios, y el conocimiento de Dios que fluye de esto, estamos en
estado de usar las armas ofensivas. Tenemos una sola contra el enemigo, pero es
una que él no puede resistir si sabemos manejarla: consideren el conflicto del
Señor en el desierto contra Satanás. Es la palabra de Dios. Jesús siempre
respondió allí con la Palabra por medio del poder del Espíritu. Ella pone al
hombre en su verdadera posición según Dios, como un hombre obediente en las circunstancias
a su alrededor. Satanás no puede hacer nada allí: sólo tenemos que mantener esa
posición. Si Satanás nos tienta abiertamente a la desobediencia, no hay ninguna
asechanza en esto. No pudiendo hacer nada más, Satanás actuó así con el Señor,
y se manifestó a sí mismo tal como es. El Señor le ahuyentó por medio de la
Palabra. Satanás no tiene poder cuando se manifiesta como Satanás. Tenemos que
resistir las asechanzas del diablo. Nuestra tarea es actuar según la Palabra,
venga lo que venga; el resultado mostrará que la sabiduría de Dios estaba en
ello. Pero observen aquí, esta espada es la espada del Espíritu. No es la inteligencia
o la capacidad de hombre, aunque es el hombre quien usa la palabra. Su espada
está sumamente templada, pero el hombre no puede sacarla ni golpear con ella si
el Espíritu Santo no está actuando en él. Las armas son espirituales; estas se
usan por medio del poder del Espíritu. Dios debe hablar, por débil que sea el
instrumento.
Completa
dependencia en Dios expresada en oración
La espada es usada también activamente en la guerra espiritual, en la
cual ella juzga todo lo que se opone a nosotros. En este sentido es defensiva y
ofensiva. Pero, detrás de toda esta armadura, hay un estado, una disposición,
un medio de fuerza, que vivifica y da su poder a todo el resto: ésta es una
dependencia completa en Dios, todo unido para confiar en Él, que se expresa en
la oración. "Orando en todo tiempo" (Efesios 6:18); esta dependencia
debe ser constante. Cuando es real y siento que yo no puedo hacer nada sin
Dios, y que Él quiere mi bien en todas las cosas, esta se expresa a sí misma.
La dependencia busca la fuerza que no tiene: la busca de Aquel en quien confía.
Es el movimiento del Espíritu en nuestros corazones en su comunicación con
Dios, de modo que nuestras batallas sean combatidas en comunión con Su fuerza y
Su favor y en la conciencia de que no podemos hacer nada, y de que Él es todo.
"En todo tiempo"; "con. . .súplica." Esta oración es la
expresión de la necesidad del hombre, del deseo del corazón, en el poder que el
Espíritu le da, tanto como en la confianza en Dios. También, y puesto que es el
acto del Espíritu, ella abraza a todos los santos, ninguno de los cuales puede
ser olvidado por Jesús; y el Espíritu en nosotros responde a los afectos de
Cristo y los reproduce. Debemos velar y ser diligentes para usar esta arma,
evitando todo lo que nos desvíe de Dios, aprovechándonos de cada oportunidad y
encontrando, por la gracia del Espíritu, en toda circunstancia que se presente,
una ocasión (por medio de esta diligencia) para la oración y no para la
distracción[3].
La
sentida petición de Pablo; su confianza en el afecto de los Efesios por él
El apóstol pide desde su corazón esta intercesión de parte ellos, en el
sentido de su propia necesidad y de lo que él deseaba ser para Cristo.
La misión de Tíquico, expresó la certeza de Pablo en el interés que el
amor de los Efesios los hacía tener en recibir noticias de él, y de lo que él
mismo sintió al enterarse del bienestar y estado espiritual de ellos en Cristo.
Es una expresión conmovedora de su confianza en el cariño de ellos - un afecto
que su propio corazón devoto lo llevó a esperar de otros.
El punto
de vista de la epístola como escrita a los creyentes en los lugares celestiales en Cristo; la posición y los privilegios de los hijos y de la
asamblea como unidos a Cristo
Él presenta a los Efesios como disfrutando los privilegios más altos en
Cristo, y como teniendo la capacidad de apreciarlos. Él no los culpa en nada.
La armadura de Dios - con la cual podían rechazar los ataques del enemigo, y
crecer en paz hacia la Cabeza en todas las cosas, la armadura protectora de
Dios - fue naturalmente la última cosa que él tenía que presentar ante ellos.
Se debe observar que él no les habla en esta epístola de la venida del Señor.
Él ve a los creyentes en los lugares celestiales en Cristo, y no como en la
tierra, pasando por el mundo, esperando hasta que Él venga a tomarlos para Sí
mismo, y restaure la felicidad al mundo. Lo que se espera en esta epístola, es
el reunir todas las cosas bajo Cristo, su verdadera Cabeza, según los consejos
de Dios. Las bendiciones están en los cielos, el testimonio está en los cielos,
la iglesia está sentada en los cielos, la batalla es en los cielos.
El apóstol repite su deseo de paz, amor y fe para ellos y concluye su
epístola con la salutación usual de su propia mano.
Esta epístola presenta la posición y los privilegios
de los hijos, y de la asamblea en su unión con Cristo. Traducido por: W. M. Warr.
[1] Con todo, lo que tenemos que vencer son las artimañas del diablo. Su
poder sobre nosotros está roto. Él puede despertar al mundo en persecución y
ser un león rugiente, pero en cuanto a las tentaciones personales, si
resistimos al diablo él huye de nosotros; él sabe que se ha encontrado con
Cristo y Cristo ha vencido. Pero sus artimañas están siempre presentes.
[2] Ceñir los lomos es una figura común de la escritura para una mente y
corazón mantenidos en el orden piadoso en la presencia de Dios por medio de la
Palabra de Dios.
[3] La oración está fundamentada en el inmenso privilegio de tener intereses
comunes con Dios, tanto para nosotros mismos como en cuanto a todo lo que es de
Él, sí, hasta la gloria de Cristo. ¡Maravilloso pensamiento! ¡Gracia indecible!
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