LA MORTAJA DE JESUS ESTABA EN ORDEN
Simón Pedro... entró en el sepulcro, y vio
los lienzos echados y el sudario que había estado sobre su cabeza, no puesto
con los lienzos, sino envuelto en un lugar aparte. Entonces entró el otro discípulo...
y vio y creyó. —Juan 20:6-8
EL QUINTO de los
milagros del Calvario fue maravilloso orden en que se encontraban las cosas en
el sepulcro del Jesús recién resucitado. El significado del versículo no es
solamente para afirmar el hecho de la resurrección sino para presentarlo a la
vista de todos. Y desde este punto de vista ocupa un lugar con los otros
milagros del Calvario que atestiguan abiertamente el valor y la eficacia de su
muerte redentora.
¿POR QUE
LOS OMITIO MATEO?
Es digno de atención que Mateo, cuyo relato
de las señales del Calvario es completo, no se refiere a las circunstancias que
ahora nos ocupan. Y la explicación de esta omisión es interesante. El rasgo que
caracteriza el relato de Mateo es su orden consecutivo. Después de mencionar
las tinieblas—la señal de los sufrimientos de la cruz—habla de las señales de
la victoria de la cruz, empleando como punto de partida el segundo de los
clamores desde la cruz y limitando sus observaciones a los efectos causados
por ese grito victorioso. Rasgó el velo del templo, y sacudió la tierra, y
abrió los sepulcros. Al dar una explicación a la apertura de los sepulcros,
Mateo declara que muchos cuerpos de los santos que dormían se levantaron, y
salieron de los sepulcros, después de la resurrección del Señor.
Evidentemente, en una declaración tan perfectamente
consecutiva, no queda lugar entre la apertura de los sepulcros y la
resurrección de los santos para presentar una descripción del estado de cosas
en la tumba abandonada.
Mateo menciona, es cierto, que la resurrección
del Señor es la precursora y la causa de la de los santos. Pero no armonizaba
con sus arreglos el insertar una descripción del estado de la tumba, porque
éste no se produjo debido a ese clamor de victoria que ya había sido pronunciado.
Después de mencionar los primeros cuatro
milagros del Calvario, Mateo describe la resurrección de los santos, el sexto
y último milagro, pero omite éste, el quinto.
UNA
DESCRIPCION DE LA RESURRECCION
Mientras tanto, lo que Mateo omite lo presenta
Juan. Mientras que Juan no se refiere a los otros milagros del Calvario, nos
presenta lo que es casi una descripción de la resurrección del Señor y nos
permite considerarla en sus distintos aspectos.
El domingo por la mañana, muy temprano,
María Magdalena les cuenta a Pedro y Juan que el cuerpo de Jesús, que había
sido colocado en el sepulcro el viernes por la tarde, ya no está allí. También
les da a entender que ella piensa que los enemigos se lo han llevado.
Inmediatamente los dos apóstoles se apresuran
al sepulcro. Juan corrió más presto que Pedro y llegó primero. "Y
bajándose a mirar, vio los lienzos echados; mas no entró." Empero Pedro,
"siguiéndole, entró en el sepulcro, y vio los lienzos echados, y el
sudario que había estado sobre su cabeza, no puesto con los lienzos, sino
envuelto en un lugar aparte." Entonces entró también Juan, "y vio y
creyó."
Cuando Pedro y Juan entraron en el sepulcro,
no vieron el cuerpo de Jesús; pero vieron los lienzos. Y vieron que éstos
estaban colocados en orden—"los lienzos echados," y el sudario para
la cabeza "envuelto en un lugar aparte."
II
Que esto es una descripción de un estado
de cosas maravilloso es evidente por el hecho de ser el centro y eje de toda
una narración bíblica. El darnos a conocer el exacto arreglo de las prendas
mencionadas lleva nueve versículos de este relato evangélico. Por este hecho
su importancia es evidente.
LA
IMPRESION DE JUAN
En efecto, podemos ver la impresión que
esto produjo en la mente de Juan. "Vio y creyó"
¿Qué es lo que creyó? ¿Creyó el relato de
María Magdalena cuando les dijo que el cuerpo no estaba allí? ¡Cuando vio que
el cuerpo no estaba allí, no es necesario agregar que creyó que no estaba allí!
Además, ¿qué tenía que ver el arreglo de los lienzos con el hecho de que vio
que el cuerpo no estaba allí? Sin embargo fue ese orden en los lienzos lo que
le llevó a creer.
¿Significa tal vez que él creyó lo manifestado
por María, que dado que el cuerpo no estaba allí, los enemigos de Jesús lo
habían robado? No; el orden y arreglo de los lienzos lo negaban. Es
inconcebible que si el cuerpo hubiera sido robado, el enemigo perdería tiempo
en quitarle los lienzos y acomodarlos. ¿Y por qué hay esta diferencia entre
Juan y Pedro en relación con su creencia? No solamente no se dice nada acerca
de la creencia de Pedro, sino que según lo relata Lucas, cuando "vio solos
los lienzos echados, se fue maravillándose de lo que había sucedido";
mientras que Juan "creyó" inmediatamente.
COMPARACION
ENTRE JUAN Y PEDRO
¿Significa esto que Pedro vaciló cuando
oyó la historia del robo, mientras que Juan fue víctima de su credulidad? ¿Era
posible que Pedro fuera engañado más fácilmente que Juan? No; sólo puede haber
un significado. Juan vio todos los lienzos en orden y creyó que Jesús había
resucitado. Esto indicaba de tal modo una intervención divina que al instante
creyó en la resurrección del Señor, aunque hasta ese momento, como lo expresa
el versículo siguiente, no sabía las Escrituras que decían que era necesario
que Jesús resucitase.
Un orden tal en los lienzos debe haber
sido como un cuadro de la resurrección, y de esta manera procedamos a
interpretar el versículo.
III
Vio "los lienzos echados," es decir,
no tan solamente sobre el piso del sepulcro, sino que permanecieron tal como
cuando el cuerpo había estado envuelto en ellos. Y el sudario "estaba en
un lugar aparte"—no confundido con los lienzos que habían envuelto al
cuerpo, sino en el lugar que había ocupado la cabeza.
Estaba "envuelto," es decir, al
haber sido quitada la cabeza del interior, había cedido y se había encogido. No
había sido desdoblado ni desatadas sus ataduras, indicando que no había sido
quitado de la cabeza sino que la cabeza había sido sacada de él. Allí los vemos
—los lienzos y el sudario—ninguna ligadura desatada, no han sido molestados, su
posición no ha variado, solamente que se han encogido.
LUCAS LO
CORROBORA CON SU TESTIMONIO
Esto es lo que nos describen las palabras,
y es necesario en vista del efecto que tuvo sobre Juan. Es lo que Lucas
manifiesta en una sola frase; pues aunque no hace referencia al sudario dice
que "vio solos los lienzos echados."
¿Qué significa esta palabra
"solos"? Evidentemente no estaba el cuerpo, sin embargo estaban
colocados como cuando éste los ocupaba. La idea es que sin cambiar de posición
podían haber contenido el cuerpo y que estaban solos.
EL CUERPO
NATURAL DISUELTO
El cuerpo natural se había disuelto en su
envoltura y se había absorbido en el cuerpo espiritual; una transmutación que
no podía ser atada y con una amplitud de vida que no podía permanecer ni
asociarse con la muerte. Desapareció de entre los lienzos y siguió su camino a
través de la piedra que servía de puerta al sepulcro (la que no había sido
quitada todavía).
Brotando de la semilla muerta que estaba
debajo de la tierra, de entre los nudos y envoltorios sin tocarlos, ¡subió a
través de la piedra que lo cubría esa gloriosa flor de la resurrección!
Tal es la figura de la resurrección que
nos han legado los lienzos del resucitado Jesús, aunque no es una descripción
de la resurrección en sí. Es notable que, aunque la resurrección es
proclamada en toda la Escritura, el hecho en sí no es descrito. Ni aun se nos
dice, "Luego resucitó y dejó la tumba," sino solamente, "Ha
resucitado."
Este es un ejemplo del sentido de la
medida de los escritores, casi tan maravilloso como el hecho en sí—una prueba
interna de la veracidad de la historia, que exige para su explicación la inspiración
de las Escrituras.
IV
Por lo tanto, no debe sorprendernos que al
ver lo maravilloso de los hechos, la mente tan despierta de Juan los haya
aceptado y creído. Era una maravilla demostrativa, una demostración
milagrosa.
Si los amigos de Jesús le hubieran
llevado, no le habrían desnudado; si los enemigos lo hubieran hecho, no habrían
acomodado los lienzos. Verdaderamente ninguna mano humana podría haber sacado
el cuerpo de las ropas sin dejar rastro de desarreglo en los lienzos y sudario.
LA PRESENCIA
DE DIOS
Dios había estado allí. Esos recuerdos
silenciosos, esas ropas arrugadas tan bien arregladas como si por el poder de
sus pliegues tan ordenados todavía se aferraran al cuerpo que había
desaparecido—tal condición era un testimonio de la presencia y poder de Dios,
como lo son las playas secas de una laguna cuyas aguas se han evaporado e ido a
formar parte de las nubes del cielo. Solamente que en este caso el poder de
Dios se hallaba milagrosamente presente.
UNA
DEMOSTRACION PERFECTA
¡Y cuán perfecta era en todos sus aspectos
la demostración!
Primeramente Juan conocía personalmente
que Jesús había muerto en verdad y había sido sepultado. Y ahora recuerda el
hecho al ver los lienzos que habían cubierto su cuerpo.
En segundo lugar, tenía la confirmación
por sus propios ojos que el cuerpo no estaba en la tumba al tercer día, pues
vio los lienzos solos.
En tercer término, podía notar que el cuerpo
no había sido sacado por medios humanos, debido al perfecto orden en que se
hallaban las vestimentas.
Toda esta demostración progresiva y consecutiva
fue captada por los ojos de Juan en el breve instante en que miró dentro de la
tumba.
EL
ARGUMENTO HISTORICO
Ahora notemos un hecho sobresaliente. El
argumento histórico de la resurrección del Señor concuerda perfectamente con el
argumento que se presentó a la vista de Juan en ese instante.
¿Cuál es el argumento histórico? Primero,
que Jesús había muerto y fue sepultado; en esto estaban de acuerdo los judíos,
los romanos y los discípulos. En segundo lugar, que a la tercera mañana su
cuerpo ya no estaba en el sepulcro: en esto también todos estaban concordes.
En tercer término, era evidente que no fue llevado por los discípulos, ante la
imposibilidad de que ellos pudieran vencer y sobre ponerse a la guardia
romana. Estos son los tres puntos.
Existen otros argumentos confirmatorios,
tales como la aparición personal de Jesús y el poder moral de la verdad de su
resurrección desplegado en los corazones y vidas de los cristianos. En la época
de su resurrección, sin embargo, estos argumentos eran futuros, y no podrían
haber tenido entonces ningún efecto sobre los incrédulos. Pero los tres puntos
mencionados anteriormente eran manifiestos aun entonces a todo pensador, y
siempre han sido los argumentos históricos fundamentales. Contienen una
demostración en sí mismos como escasamente se puede hallar en otro hecho
histórico.
EL MODELO
DIVINO DE UN ARGUMENTO
Ahora estos tres puntos son idénticos a
aquellos que satisficieron la contemplación de Juan. Estos le fueron
presentados a él dentro del sepulcro, mientras que a nosotros nos son presentados
fuera de él.
Y así esa escena del sepulcro fue el
modelo de Dios para el argumento de la resurrección del Salvador. Y cuando
vemos que los puntos del argumento afuera del sepulcro concuerdan con el modelo
divino dentro del mismo, somos impresionados con esta prueba específica de la
omnipotencia divina, y en esta doble demostración triunfamos en nuestro Cristo
vivo.
V
Pero ahora echemos una mirada a otras enseñanzas
que podemos sacar de esta escena maravillosa.
En primer lugar, en
seguida nos damos cuenta que fue una señal del Calvario. ¿Qué otra muerte en
todo el curso de la historia tuvo un acompañamiento semejante? ¿No dijo El que
había venido "a dar su vida en rescate por los pecadores"? Por la
señal de esas mortajas expresando su resurrección de entre los muertos, el
sacrificio de su vida llego a ser un rescate efectivo.
¿No dijo El que "derramaría su sangre
para la remisión de pecados"? Por la prueba de estas mortajas, el
derramamiento de su sangre aseguró la remisión de pecados. ¿Vino a ser hecho
maldición por nosotros? Por la señal de estas mortajas, la maldición del
abandono que se proyectó en las tinieblas del cielo al mediodía quitó la
maldición de todos los suyos.
¿Vino a librarnos de toda impotencia e introducirnos
a la perfecta bendición de la resurrección? Por la señal de estas mortajas El
fue el primer caso de una liberación absoluta del pecado y la muerte, y la
muestra y precursor del hombre resucitado.
Y así, para todos los suyos, esa muerte
del Calvario fue la destrucción de la muerte; porque debido a que su muerte fue
de veras eficaz, El resucitó.
EL CUERPO
NATURAL Y EL CUERPO ESPIRITUAL
En segundo lugar, el
cuerpo duejado en el sepulcro fue el fundamento de su cuerpo de resurrección.
La desaparición de ese cuerpo se presenta acá como identificada con su resurrección.
Su cuerpo no estaba allí, e inmediatamente Juan creyó que había resucitado.
Mientras que el cuerpo desapareció, las ropas quedaron allí, identificando así
su cuerpo sepultado como aquel que proporcionó el cuerpo resucitado.
Por lo tanto no es cierto, como algunos manifiestan,
que los cuerpos de resurrección de los santos son eliminados de sus cuerpos mortales
en el momento de su muerte. La resurrección de Cristo es, como lo manifiestan
las Escrituras, el modelo de la nuestra. El cuerpo espiritual e incorruptible
saldrá del cuerpo natural y corruptible, pero para todos los santos vivos o
muertos esto se llevara a cabo en una fecha futura.
Y dado que nuestros cuerpos serán idénticos
al cuerpo resucitado de Cristo, luego a pesar de que las partículas de nuestro
cuerpo sean dispersadas, por la señal de esas mortajas la misteriosa"
identidad de nuestros cuerpos es declarada como imperecedera, única e indivisible.
LA
NATURALEZA DEL CUERPO RESUCITADO
Sin embargo, esto no implica que las mismas
partículas, consideradas numéricamente, reaparecerán en el cuerpo resucitado,
como tampoco la semilla sembrada, según la ilustración del apóstol Pablo, se
reproduce en las mismas partículas numéricas en la planta que ha brotado de
ellas. Sin embargo, la semilla sembrada es la base y fuente de la planta; su
misma identidad pasa a la planta, y de su propia fealdad y corrupción brotan el
maravilloso tallo, las hojas, flores y frutos.
En tercer lugar, el cuerpo de
resurrección, aunque es un cuerpo verdadero, no es un cuerpo según la carne
sino según el espíritu. Es un verdadero cuerpo material pero según el espíritu.
Esto significa, que en sí no es convertido en espíritu, sino que es hecho,
afinado, capacitado, y perfectamente adaptado, en todo sentido, para ser un
compañero del espíritu humano.
LA
RESURRECCION DE JESUS COMPARADA CON LA DE LAZARO
Esta verdad es ilustrada por la desaparición
del cuerpo de Jesús de esos envoltorios del sepulcro. Jesús dejó sus
envoltorios en el sepulcro, pero Lázaro salió "atadas las manos y los pies
con vendas; y su rostro envuelto en un sudario." Notemos ahora la
diferencia. Lázaro volvió a la vida anterior; no así Jesús. El primero volvió
a un cuerpo según la carne, con las mismas enfermedades y limitaciones de
antes; con el segundo no fue así. El primero murió otra vez, y aun ahora espera
"una mejor resurrección"; el segundo no muere más. ¡Qué reliquias
históricas, entonces, son aquellas mortajas en el sepulcro del Señor!
Bien sabemos que el Señor tenía las mismas
flaquezas de la carne (aunque sin pecado) antes de morir y resucitar, pero
después de esto no las tuvo ya más. Anteriormente fue un caminante agotado por
el cansancio. Después que hubo resucitado y mientras hablaba con los dos
discípulos en Emmaús, cuando sus ojos fueron abiertos para que le reconocieran,
desapareció de los ojos de ellos, precisamente de la misma manera en que se
había escapado, sin soltarlas, de las ataduras de la tumba.
Por lo tanto, una verdadera resurrección
es muy distinta de un mero revivir. Lázaro, aunque en un sentido había
resucitado de entre los muertos, sin embargo era un mortal entre los mortales.
El verdadero cuerpo de resurrección, aunque
es verdaderamente un cuerpo, es un cuerpo no según la carne, sino según el
espíritu. Cuando Jesucristo dejó tras sí sus mortajas, simbolizaba que se había
deshecho de su carne como tal, es decir, de la debilidad y densidad obstructiva
que caracterizan la carne tal como nace en este mundo. Y cuando dejó tras sí
las mortajas al vaciarlas y abandonarlas, demostró que había llegado a la
condición de cuerpo espiritual. Esta es una condición independiente de las
leyes de la materia, y tiene poder de movilidad, tal como el viento, que cuando
sopla no se sabe de dónde viene ni a dónde va. Esta es la condición del cuerpo
incorruptible, veloz como la luz, incansable, grandioso, glorioso.
LA GLORIA
DE CRISTO, LA GLORIA DEL CREYENTE
Y así la resurrección de Jesucristo era la
perfección, la consumación de su encarnación. El entonces se hizo hombre, y
permanece como tal para siempre—no en la "semejanza de carne de
pecado" en la cual anduvo en su condición humana, sino en una humanidad
renovada y en "la virtud de vida indisoluble." De consiguiente, los
que son de Cristo tendrán la misma condición corporal y la misma gloria
invariable, pues El es la cabeza y ellos los miembros. Aun ahora su vida está
escondida con Cristo en Dios y su vivienda está en los cielos, de donde
también, como dice el apóstol, esperan al Salvador, quien transformará el
cuerpo de su bajeza, para ser semejante al cuerpo de su gloria.
¡Oh grata esperanza, en la cual se deleita
el creyente en Cristo!
EL
ORGULLO FALSO DE LOS HOMBRES
Y ahora, comparados con esta bendita esperanza,
¡cuán falsos son el orgullo y la suficiencia de los hombres! Hablan de
progreso y mejoras, de adelantos individuales y sociales. Desde el punto de
vista terreno, esto no debe ser despreciado, aunque es solamente un cambio de
lugar sobre un mismo nivel. Nunca se llega a sobreponerse a los males y
debilidades de esta vida mortal y por lo tanto nunca hay un progreso radical y
satisfactorio. Nuestro perfeccionamiento sólo se halla en Cristo. Y no será
hasta la manifestación de esa gran ciudad de Dios, con cuya visión grandiosa
termina el libro de Dios, que los anhelos de perfección del hombre serán
realizados.
¡Qué
ciudad! ¡Qué gloria!
Supera la
más bella historia
De las
antiguas edades;
¡Ah, es
el cielo al fin!
Cristo
mismo, el esplendor viviente,
Cristo la
luz, suave y tierna;
Loas al
Cordero rendimos;
¡Ah, es
el cielo al fin!
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