“No tentarás al Señor tu Dios” (Mateo 4:7).
¿Qué
significa tentar al Señor? ¿Es algo de lo que podemos ser culpables?
Los
hijos de Israel tentaron al Señor al quejarse de la falta de agua en el
desierto (Éxodo 17:7). Cuando dijeron: “¿Está, pues, Jehová entre nosotros, o
no?” dudaron no sólo de Su presencia divina sino también de Su cuidado
providencial para con ellos.
Satanás
tentó al Señor cuando lo desafió a que saltara desde el pináculo del Templo (Lucas
4:9-12). Jesús habría tentado a Dios el Padre si hubiera actuado así, porque
habría ejecutado un truco publicitario, algo que estaba fuera de la voluntad
del Padre.
Los
fariseos tentaron al Señor cuando le preguntaron si era lícito dar tributo al César
(Mateo 22:15-18). Pensaron que fuese cual fuese Su respuesta, tomaría partido
por los romanos o por aquellos judíos que eran violentamente antirromanos.
Safira
tentó al Espíritu del Señor al pretender dar la ganancia completa de la venta
de una propiedad al Señor, cuando en realidad retuvo una parte para ella (Hechos
5:9).
Pedro
dijo al concilio de Jerusalén que sería tentar a Dios el poner a los creyentes
gentiles bajo la ley, un yugo que el pueblo judío mismo no había podido llevar
(Hechos 15:10).
Tentar
a Dios es: “ver cuán lejos se puede ir sin ser juzgados, abusar o presumir de
Su misericordia, ver si cumplirá Su Palabra o se extenderá hasta los límites
del juicio (comp. Deuteronomio 6:16; Mateo 4:7)” (Toussaint).
Tentamos a Dios cuando murmuramos o nos quejamos, porque al hacerlo estamos dudando de Su presencia, poder o bondad. Estamos diciendo que no conoce nuestras circunstancias, que no le importan o que no es capaz de librarnos.
Tentamos a Dios cuando murmuramos o nos quejamos, porque al hacerlo estamos dudando de Su presencia, poder o bondad. Estamos diciendo que no conoce nuestras circunstancias, que no le importan o que no es capaz de librarnos.
Tentamos
a Dios cuando nos exponemos innecesariamente al peligro y esperamos que nos
rescate. A menudo leemos de creyentes equivocados que manipulan serpientes
venenosas y mueren como resultado. Su argumento consiste en decir que Dios ha
prometido seguridad en Marcos 16:18, “Tomarán serpientes en sus manos”.
Pero esto fue planeado para justificar cada vez que ejecutamos un milagro sólo
cuando sea necesario para llevar a cabo Su voluntad en y por medio de nosotros.
Tentamos
a Dios cuando le mentimos, al profesar una mayor dedicación, sacrificio y
compromiso del que realmente deseamos dar. Así como los fariseos tentaron a
Cristo con su hipocresía, así lo tentamos con la nuestra.
Finalmente
tentamos a Dios cada vez que nos salimos de la esfera de Su voluntad para
nosotros y actuamos obstinadamente.
Es
inaudito que una criatura desee o se atreva tentar a su Creador o que un pecador
insulte a su Salvador.
William Macdonald
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