domingo, 1 de febrero de 2015

Doctrina. El pecado (Parte V)

V.           EL HOMBRE Y EL PECADO
En el relato de la tentación encontramos que Satanás en su engaño a los primeros Padres fue a hacerles creer que serían dioses. “Y  series como Dios” le dijo, haciéndole creer que llegarían a ser como Dios, con la capacidad de conocer el “bien y el mal”. Si bien es cierto que “conocieron el bien y el mal”, nunca llegaron a ser como Dios.  Es seguro que los dos hayan contemplado a Dios en la forma que Él quiso revelarse y que hubiesen quedado maravillados  y por eso querían ser como Él. Pero el acto de comer era la esperanza de cumplir ese anhelo.
Sin embargo, toda intención puede ser buena, pero se infringió directamente el mandato de Dios de no comer específicamente de ese árbol, y ese acto constituyó un acto de rebeldía contra el Creador.
 Satanás les había dicho que Dios era mentiroso, que no morirían cuando la comiesen, sino que llegarían a ser como Dios; pero en cambio, el solo acto de comer, los constituyó en seres  mortales, heredándonos esta condición a todos los seres humanos (Romanos 5:12; cf. 3:12, 23). Es decir, cayeron de su posición privilegiada para nunca más recobrarla.
El aspecto moral del hombre (cf. Isaías 64:6),  que en un principio era impecable, perfecto, quedó corrompido en forma total (depravados[1]), de modo que nada de lo que haga el hombre es útil o bueno para Dios, ya que todo en él es pecado y tal cosa es abominación a Dios. Dios es Santo, por lo cual no tolera el pecado ni lo pasa por alto (cf. Éxodo 20:5; 34:7; Levítico 18:25; 19:29; Salmo 5:4; Ezequiel 18:20).
En apariencia, en los primeros años de la separación, el hombre vivió una vida en que no practicaba el pecado[2], sino que se acercaban a Dios por medio de sacrificios de una víctima inocente (Génesis 4:4). Escuchamos por primera  vez la palabra pecado de boca de Dios en Génesis 4:7. Ahí le indica a Caín que tuviese cuidado porque el pecado estaba a la puerta, y con sólo abrirle le permitiría entrar. Como sabemos, Caín atentó contra la vida de su hermano por la envidia que sentía contra él.
Al seguir leyendo podemos ver todos los descendientes de Caín que no tomaban en serio el pecado y lo practicaban en  forma flagrante (ver Génesis 4:23 el caso de Lamec; y compare con Génesis 6:5). No se menciona a nadie de ellos que buscase a Dios y le siguiese.
En cambio de la línea  de Set sí estuvieron siguiendo a Dios, al menos las primeras generaciones (Génesis 4:26).  Pero en los tiempos de Noé esto ya no era así. Todos se habían corrompido, y sólo se halló Gracia en Noé, es decir tenía lo necesario para evitar el Juicio Divino (Génesis 6:8).  Noé y su familia eran los únicos creyentes en Dios, toda la humanidad de aquella época vivía en completa corrupción, de modo que se purificó la creación por medio del agua (Génesis 6:17), incluyendo a los descendiente de Set que se habían corrompido junto a los de Caín.
Podríamos pensar que el hombre aprendió la lección y se comportaría como era requerido de Dios que el hombre actuase, cumpliendo sus mandamientos. Pero observamos que pocas generaciones después de diluvio el hombre se separó y rebeló contra Dios, quiso hacerse un nombre propio, desligado de Dios, queriendo llegar al cielo para estudiarlo y para ello se construyeron una torre impresionante. Al hombre se le había dado el mandamiento de poblar la tierra, pero con Nimrod a la cabeza se amalgamaron en un solo pueblo. Pero Dios intervino para provocar que se separasen y poblasen la tierra.
Hasta acá podemos sugerir que el hombre siempre está en contra de lo que Dios ha dicho y mandado. Podemos asegurar que el hombre peca deliberadamente contra Dios, haciendo lo que él cree que es lo correcto para sus necesidades.
El hombre por sí mismo no puede hacer nada, aunque Dios mande algo, hará lo posible para no cumplirlo.  Nunca podrá obedecer, porque su corazón lleno de rebeldía  y altivez se lo impedirá.
El mismo hombre se ha dado cuenta que su condición pecadora lo lleva por un camino de perdición, y para ello ha ideado múltiples sistema religiosos y filosóficos para evitar esta caída. Sin embargo, de nada sirve, porque en sí estos sistemas, constituyen solo una forma más de rebelión. Podríamos comparar la situación de peligro del hombre con un edificio en llama y en la ventana de los pisos hay personas que van a saltar para salvarse y abajo solo les espera algunos hombres con una delgada sábana.
Pero estos sistemas solo han servido para que el hombre se aleje más de Dios. Nuevamente hay una orden de Dios con respecto a la Salvación del alma, mandando “a todos los hombres en todo lugar que se arrepientan”  (Hechos 17:30), considerando todo lo que ha hecho el hombre para apartarse como “ignorancia”. Pero el hombre sigue siendo rebelde, muchos no quieren seguir ni siquiera escuchar de este llamado, del mismo modo como los atenienses trataron el mensaje de Pablo (vea Hechos 17:16-34).
Jehová observa, en los días de Noé, que “que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6:5). El Señor se refiere  que antes de su venida (Mateo 24:37), será como en los días de Noé, donde vida ocurría con “normalidad” (Mateo 24:38; Lucas 21:9-11). Por lo cual, toda paciencia tiene su tiempo y este se puede cumplir en cualquier momento, para dar paso al juicio de Dios sobre la humanidad (cf. Mateo 25:30; Apocalipsis 20:11-15).
Se podría pensar que la humanidad redimida, que pasó la gran tribulación, haya vivido de una manera que no tiene parangón en el milenio, siendo gobernados por el mismo Señor Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores. Una parte de ella se rebelará contra su Dios, comandada por el mismo Satanás; y el juicio sobre aquella humanidad será inmediata, es decir, será un juicio sumario (Apocalipsis 20:7-10 cf. Salmo 2:1-5).





[1] Entiéndase este concepto como la incapacidad del hombre de llegar a Dios, ya que todo él es corrupción, porque que cada acto pecaminoso de la voluntad es fruto de la condición del alma pervertida de la humanidad (cf. Pr 4.23; 23.7; Mc 7.20-23; Ro 8.15-25). 
[2] No se quiere decir que no pecaban, sino que no hacían una práctica nociva de él, como llegó a ocurrir en los días de Noé.

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