domingo, 1 de febrero de 2015

SANSON MURIO EN FE

(Sansón pudo comprobar que el Jehová inmutable es un verdadero auxilio en tribulación).

"Y el cabello de su cabeza comenzó a crecer, después que fue rapado" (Jueces 16:22).
Cuando los filisteos apagaron los ojos de Sansón es probable que usaran un hierro incandescente. Así como el deseo de sus ojos le había conducido al des­vío del Señor, el castigo afectó esa facultad de su vista. Pero también ve­mos la mano de Dios aquí, golpeando pa­ra sanar; por cuanto Sansón, .en su ce­guera debía haberse visto de otra for­ma, dándose cuenta cuán reprensible su conducta había sido. Al laborar trabajosamente en la cárcel de Gaza, le sobraba tiempo para pensar en su vida an­terior, para recordarse de su necedad y pecado y (en las palabras de Lam.3:40), escudriñar sus caminos, buscar y volver al Señor. Con el descubrimiento que su cabello volvía a crecer, brotaría tam­bién la esperanza dentro de todo su ser. Si el cabello se restauraba, quizá también su persona, y aún podría hacer hazañas con Dios. De repente su cuerpo debilitado podría ser alentado de nuevo del poder de lo alto, el poder que gozaba antes. De modo que, a la medida que su cabello crecía, su esperanza también se fortalecía.
Es cierto que los filisteos habían aprendido el secreto de la gran fuerza de Sansón, pero se quedaban totalmente ignorantes del Dios de Sansón, y esa ignorancia ahora se convierte en desas­tre para ellos. Si se hubieran indagado un poco más a fondo, habrían aprendido que el verdadero secreto de la fuerza de Sansón residía en su consagración a Dios y que el cabello era una señal de ello. También se habrían dado cuenta que mientras Sansón, ya debilitado, ya­cía encadenado, el Dios de Israel se quedaba libre y su poder, sin obstáculo alguno. Aquí hay un Dios que los filis­teos jamás conocieron, Uno que estaba sobre todos los dioses y que hace todas las cosas según el designio de su vo­luntad- Ef.1:11. Este es el Dios que llamó y dotó a Sansón en primer lugar, e irrevocables son los dones y el lla­mamiento de Dios (Romanos 11:29). Él es un Dios que siempre se queda fiel a su pueblo aun cuando le falla, así como lo hizo Sansón, porque Él no puede negarse a sí mismo (2 Timoteo 2:13). Es el único Dios verdadero, y opuesto implacablemente a todo dios falso, los ídolos de los paganos que desvían la mente de los hombres de su Creador, y le roban de su gloria. Así que, cuando los filisteos querían hacer a Dagón el más alto de los dioses, Jehová se conmovió de ira y actuó para defender su honor.


¡Qué mejor lugar para un despliegue del poder de Dios, sino en la casa de Dagón! el centro de la religión filistea. Y ¡qué mejor ocasión, sino cuando "todos los príncipes de los filisteos estaban allí!"- 16:27. Ellos alababan a Dagón por la victoria sobre Sansón y sobre el Dios de Israel también. Y ¡qué momento más apropiado! Sansón, el que había sido designado por Dios como ins­trumento de castigo entre los filis­teos, había sido llevado, cual un miserable y despreciable enemigo “derrotado” al templo de Dagón para entretener a esos señores. Allí le atormentaron y le insultaron hasta can­sarle. Fue entonces que Jehová se alzó para contender con sus enemigos, y mientras Sansón clamaba y se doblaba para hacer fuerzas, el Señor escuchó y acudió en su ayuda. En un momento Dagón fue destronado, su templo demolido y sus adeptos destruidos.
Fue un pueblo atolondrado y afligi­do que rastreaba entre los escombros de la casa de Dagón para recuperar a sus muertos. Entre las lágrimas, el golpe de pechos y el retorcer de las manos habrá surgido en muchos corazones tris­tes dudas respecto al sobrevivir de los filisteos como nación y la credibilidad de Dagón como un Dios. Y bien hacían en estar afligidos porque Dios acababa de iniciar el rescate de Israel y Sansón principió una serie de eventos que con­tinuarían inexorablemente al fin pre- dicho por el profeta Amos (1:8), "y el resto de los filisteos perecerá, ha dicho Jehová el Señor..." En cuanto a Dagón, que lo busquen entre las guari­das de lombrices, ratas y topos si quieren, pero su sistema de culto desa­pareció del mundo hace mucho.
Los filisteos no eran los únicos dolientes. Los parientes de Sansón tam­bién se hicieron presentes, silencio­sos, sin sonrisa, para recoger el cadáver magullado de Sansón y llevarlo a casa para sepultarlo. Podemos ima­ginarlos regresando a casa conversando apesadumbrados acerca de éste su pa­riente desviado; su vida, su muerte entre los filisteos, y con corazones afligidos y pensamientos melancólicos de lo que pudiera haber sido. Pero ¡espere! Los hebreos no deben entris­tecerse como lo hacen los filisteos. Para ellos hay un pensamiento supremo para echar fuera las tinieblas y mitigar el dolor. En su angustia más profunda, su hora más oscura, Sansón no había llamado nunca a Dalila por ayuda, ni tampoco a los filisteos por misericordia, mucho menos a Dagón. Pero cuando la alabanza a Dagón fue más animada, Sansón había dirigido los cuencos vacíos hacia el Dios de sus padres contra Quien había pecado y halló que es compasivo, lleno de misericordia. No obstante su vida manchada y confusa, Sansón pudo comprobar que el Dios inmutable es ciertamente un Dios no lejano, sino cercano, aun en un país extranjero y en el templo de su ídolo. Que enjuaguen _sus lágrimas la familia de Sansón al rodear el sepulcro, y si no hay nada más que escribir en la lápida de su tumba, que a lo menos contenga es*- * ' 'Sansón murió en fe''.
Traducido y copiado de "Counsel"

Contendor por la Fe, Nº 239-240, Septiembre-Octubre de 1985

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