domingo, 1 de febrero de 2015

RIQUEZA VERDADERA

En el evangelio según Lucas, capí­tulo 12, el Señor Jesús relata la his­toria de un hombre rico cuyas posesio­nes materiales se habían aumentado y por eso, hizo planes para aumentar sus bodegas para guardarlas.
El Señor Jesucristo quiso enseñar que es posible ser rico en este mundo, pero pobre en el mundo por venir. La verdadera riqueza es poseer la vida eterna por medio de la fe en Jesús, el Salvador.
Hace años en un país escandinavo, un labrador trabajaba en la hacienda de un hombre rico. El labrador salió de su choza un día para tomar una taza de té bajo un frondoso árbol. Casualmente su patrón pasó por allí y lo vio cuando agachó la cabeza para dar gracias a Dios por su alimento.
"Ahí está otra vez Hans", dijo el patrón en son de burla, "agradeciendo a Dios". Por muchos años el patrón se había burlado de Hans, mas éste nunca respondió como el hombre lo mereciera.
Al ver que su comentario no provocó ninguna reacción, el patrón cambió de tono y preguntó solícitamente, "¿y cómo está la salud, Hans?" Ese día Hans no se sentía bien, pero en vez de quejar­se, se limitó a decir, "bien, pero pre­siento que el hombre más rico de la comarca va a morir dentro de poco".
El patrón se alejó, pero las pala­bras de Hans le asustaron. ¿Acaso no era él, el hombre más rico del valle?
Durante la noche, el patrón sintió un malestar estomacal y llamó al doctor. El médico le examinó y diagnosticó un problema digestivo. El patrón no quiso informar al doctor lo que realmente le tenía preocupado. Era el comentario de Hans.
El doctor se aprestaba para ir cuando se oyeron golpes en la puerta. Un campesino buscaba al doctor. "Doc­tor", dijo, "acaba de morir el anciano Hans de un ataque. ¿Podría venir Ud.?" Fue entonces que el patrón rico enten­dió que él no era el hombre más rico del valle', sino Hans, quien no poseía muchos bienes materiales, pero tenía la salvación de su alma, que era de más valor que todo bien material.
El hombre rico de la parábola en Lucas 12 pensaba que su vida duraría mucho tiempo y no se preocupó del por­venir. Ya que su negocio había prospe­rado, tomó consejo consigo mismo, di­ciendo: "Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años: repósate, come, bebe, regocíjate". Este hombre vivía para las cosas perecederas de la vida. No pensó en las cosas eternas. Se olvidó por completo de Dios y los re­clamos divinos sobre su vida. Fue por esto que Dios le dijo: "Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?" No sería de Él, pues no lo podría llevar consigo. Dios no se interesa por ello, pues no es pobre para que tenga que apoderarse de los bienes de los hom­bres. Y los bienes no sirven para con­seguir el beneplácito de Dios. Los bie­nes amontonados no sirven después de la muerte. Con la muerte termina su utili­dad para el que los haya adquirido. ¿No es una marca de cordura pues, preocu­parse de la eterna riqueza espiritual?
¡Cuántos nos rodean hoy día que se fijan en lo material y se olvidan com­pletamente de lo espiritual! Dios sí, "nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos", 1 Ti.6:17, pero también nos enseña cómo usarlas para nuestro bien y la gloria suya.
Muchos piensan que las cosas terre­nales son de mayor importancia que la salvación de su alma. Se contentan con tener su futuro asegurado, pero es un futuro aquí en el mundo, mientras nada tienen en el más allá.
La vida eterna es la verdadera ri­queza. La salvación del alma es un regalo espiritual que significa el perdón divino de los pecados y la re­cepción de una nueva vida por medio de la fe en Cristo Jesús, por cuya muerte se pagó la deuda de nuestro pecado, y por cuya resurrección se puede tener la esperanza de estar en la presencia de Dios para siempre jamás. La Biblia dice: "El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que desobedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él". Juan 3:36.
Lector ¿en qué consiste tu riqueza?
Contendor por la fe, Julio – Agosto 1985, Nº 237-238

No hay comentarios:

Publicar un comentario