En el evangelio según Lucas, capítulo 12, el Señor Jesús relata la historia
de un hombre rico cuyas posesiones materiales se habían aumentado y por eso,
hizo planes para aumentar sus bodegas para guardarlas.
El Señor Jesucristo quiso enseñar que es posible ser rico en este mundo,
pero pobre en el mundo por venir. La verdadera riqueza es poseer la vida eterna
por medio de la fe en Jesús, el Salvador.
Hace años en un país escandinavo, un labrador trabajaba en la hacienda
de un hombre rico. El labrador salió de su choza un día para tomar una taza de
té bajo un frondoso árbol. Casualmente su patrón pasó por allí y lo vio cuando
agachó la cabeza para dar gracias a Dios por su alimento.
"Ahí está otra vez Hans", dijo el patrón en son de burla,
"agradeciendo a Dios". Por muchos años el patrón se había burlado de
Hans, mas éste nunca respondió como el hombre lo mereciera.
Al ver que su comentario no provocó ninguna reacción, el patrón cambió
de tono y preguntó solícitamente, "¿y cómo está la salud, Hans?" Ese
día Hans no se sentía bien, pero en vez de quejarse, se limitó a decir,
"bien, pero presiento que el hombre más rico de la comarca va a morir
dentro de poco".
El patrón se alejó, pero las palabras de Hans le asustaron. ¿Acaso no
era él, el hombre más rico del valle?
Durante la noche, el patrón sintió un malestar estomacal y llamó al
doctor. El médico le examinó y diagnosticó un problema digestivo. El patrón no
quiso informar al doctor lo que realmente le tenía preocupado. Era el
comentario de Hans.
El doctor se aprestaba para ir cuando se oyeron golpes en la puerta. Un
campesino buscaba al doctor. "Doctor", dijo, "acaba de morir el
anciano Hans de un ataque. ¿Podría venir Ud.?" Fue entonces que el patrón
rico entendió que él no era el hombre más rico del valle', sino Hans, quien no
poseía muchos bienes materiales, pero tenía la salvación de su alma, que era de
más valor que todo bien material.
El hombre rico de la parábola en Lucas 12 pensaba que su vida duraría
mucho tiempo y no se preocupó del porvenir. Ya que su negocio había prosperado,
tomó consejo consigo mismo, diciendo: "Alma, muchos bienes tienes
guardados para muchos años: repósate, come, bebe, regocíjate". Este hombre
vivía para las cosas perecederas de la vida. No pensó en las cosas eternas. Se
olvidó por completo de Dios y los reclamos divinos sobre su vida. Fue por esto
que Dios le dijo: "Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que
has provisto, ¿de quién será?" No sería de Él, pues no lo podría llevar
consigo. Dios no se interesa por ello, pues no es pobre para que tenga que
apoderarse de los bienes de los hombres. Y los bienes no sirven para conseguir
el beneplácito de Dios. Los bienes amontonados no sirven después de la muerte.
Con la muerte termina su utilidad para el que los haya adquirido. ¿No es una
marca de cordura pues, preocuparse de la eterna riqueza espiritual?
¡Cuántos nos rodean hoy día que se fijan en lo material y se olvidan completamente
de lo espiritual! Dios sí, "nos da todas las cosas en abundancia para que
las disfrutemos", 1 Ti.6:17, pero también nos enseña cómo usarlas para
nuestro bien y la gloria suya.
Muchos piensan que las cosas terrenales son de mayor importancia que la
salvación de su alma. Se contentan con tener su futuro asegurado, pero es un
futuro aquí en el mundo, mientras nada tienen en el más allá.
La vida eterna es la verdadera riqueza. La salvación del alma es un
regalo espiritual que significa el perdón divino de los pecados y la recepción
de una nueva vida por medio de la fe en Cristo Jesús, por cuya muerte se pagó
la deuda de nuestro pecado, y por cuya resurrección se puede tener la esperanza
de estar en la presencia de Dios para siempre jamás. La Biblia dice: "El
que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que desobedece al Hijo no verá
la vida, sino que la ira de Dios está sobre él". Juan 3:36.
Lector ¿en qué consiste tu riqueza?
Contendor por la fe, Julio –
Agosto 1985, Nº 237-238
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