Requiero yo, pues, delante de Dios, y del Señor Jesucristo, que ha de
juzgar a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que
prediques la palabra; que instes a tiempo, y fuera de tiempo; redarguye,
reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. 2 Tim. 4:1, 2.
Después de todo lo
que dice en los capítulos anteriores, con cuanta solemnidad y energía el
apóstol expresa a Timoteo: "Requiero yo". El diccionario aclara el
significado de esa palabra y dice: "intimar, avisar o hacer saber una cosa
con autoridad pública".
De tanta importancia es la predicación del evangelio que al Requerir o
intimar a Timoteo para que predique la palabra pone como testigo de este requerimiento
a Dios, Cristo Jesús, el aparecimiento de Cristo, el juicio de parte de Cristo
de los vivos y muertos y el reino de Cristo.
No es de extrañar que con semejante concepto acerca de lo que significa
predicar la palabra, el Señor lo hubiera bendecido en su trabajo en la forma
que lo hizo, y que la siembra de esta palabra viva y eficaz por medio de sus
siervos el testimonio se fuera extendiendo por todas partes del mundo en esa
manera tan asombrosa y maravillosa.
Es que no eran meras palabras u opinión que el Apóstol Pablo tenía cuanto
a esto; era precisamente lo que cada día y en cada oportunidad que tenía él
hacía; por eso cuando se despide de los ancianos de Éfeso les dice "...Por
tanto os prometo el día de hoy, que soy limpio de la sangre de todos: Porque
no he rehuido de anunciaros todo el consejo de Dios. Hechos 20:26, 27".
Recomendamos leer otra vez este capítulo, especialmente versos 17 al 38.
En 1 Corintios cap. 2 versos 1 y 2 leemos "Así que hermanos, cuando
fui. a vosotros, no fui con altivez de palabra, o de sabiduría a anunciaros el
testimonio de Cristo. Porque no me propuse saber algo entre vosotros, sino a
Jesucristo, y a éste crucificado, y sigue en el verso 4 y 5: "Y ni mi
palabra ni predicación, fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, mas
con demostración del Espíritu y de Poder. Para que vuestra fe no esté fundada
en sabiduría de hombres más en poder de Dios".
Es necesario que todos los que están ocupados en este honroso servicio,
volvamos a los principios que él mismo ha establecido en su bendita palabra y
que con oración y sincera meditación leamos detenidamente otra vez los Hechos
de los Apóstoles y sus epístolas para retornar a la sencillez que es en Cristo
Jesús y que se arraigue en nosotros lo que era el lema de Pablo:
"Predicamos a Cristo y a éste crucificado", y entonces volviendo de
nuestras vanidades y errores en lugar de ver y comprobar lo que está pasando en
nuestro medio, cómo la obra en muchas partes está languideciendo y pasa mucho
tiempo sin haber conversiones, cómo la liviandad y la mundanalidad se filtran
cada vez más en nuestras vidas, Cristo vivirá en nosotros, su poder se
manifestará en la predicación del evangelio entre los niños y los mayores, y
el avivamiento "organizado" en el que hay tantos ocupados y cifran
sus esperanzas, será un avivamiento del cielo, no provocado por medios humanos,
pero sí por el poder de Dios.
Meditemos seriamente lo que nos dice su palabra y "como hijos
obedientes... (I Pedro 1:14) hagamos en todo su voluntad y con gozo
comprobaremos que su palabra no volverá
a él vacía.
Sendas de Vida, 1977.
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