domingo, 1 de febrero de 2015

Que Prediques la Palabra

Requiero yo, pues, delante de Dios, y del Señor Jesucristo, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos en su mani­festación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo, y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhor­ta con toda paciencia y doctrina. 2 Tim. 4:1, 2.
Después de todo lo que dice en los capítulos anteriores, con cuanta solem­nidad y energía el apóstol expresa a Ti­moteo: "Requiero yo". El diccionario aclara el significado de esa palabra y dice: "intimar, avisar o hacer saber una cosa con autoridad pública".
De tanta importancia es la predica­ción del evangelio que al Requerir o in­timar a Timoteo para que predique la palabra pone como testigo de este re­querimiento a Dios, Cristo Jesús, el aparecimiento de Cristo, el juicio de parte de Cristo de los vivos y muertos y el reino de Cristo.
No es de extrañar que con seme­jante concepto acerca de lo que signifi­ca predicar la palabra, el Señor lo hu­biera bendecido en su trabajo en la for­ma que lo hizo, y que la siembra de es­ta palabra viva y eficaz por medio de sus siervos el testimonio se fuera exten­diendo por todas partes del mundo en esa manera tan asombrosa y maravillo­sa.
Es que no eran meras palabras u opinión que el Apóstol Pablo tenía cuan­to a esto; era precisamente lo que cada día y en cada oportunidad que tenía él hacía; por eso cuando se despide de los ancianos de Éfeso les dice "...Por tan­to os prometo el día de hoy, que soy lim­pio de la sangre de todos: Porque no he rehuido de anunciaros todo el consejo de Dios. Hechos 20:26, 27". Recomen­damos leer otra vez este capítulo, espe­cialmente versos 17 al 38.
En 1 Corintios cap. 2 versos 1 y 2 leemos "Así que hermanos, cuando fui. a vosotros, no fui con altivez de pala­bra, o de sabiduría a anunciaros el tes­timonio de Cristo. Porque no me propu­se saber algo entre vosotros, sino a Je­sucristo, y a éste crucificado, y sigue en el verso 4 y 5: "Y ni mi palabra ni predi­cación, fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, mas con demostra­ción del Espíritu y de Poder. Para que vuestra fe no esté fundada en sabiduría de hombres más en poder de Dios".
Es necesario que todos los que es­tán ocupados en este honroso servicio, volvamos a los principios que él mismo ha establecido en su bendita palabra y que con oración y sincera meditación leamos detenidamente otra vez los He­chos de los Apóstoles y sus epístolas para retornar a la sencillez que es en Cristo Jesús y que se arraigue en nosotros lo que era el lema de Pablo: "Predicamos a Cristo y a éste crucificado", y enton­ces volviendo de nuestras vanidades y errores en lugar de ver y comprobar lo que está pasando en nuestro medio, có­mo la obra en muchas partes está lan­guideciendo y pasa mucho tiempo sin haber conversiones, cómo la liviandad y la mundanalidad se filtran cada vez más en nuestras vidas, Cristo vivirá en nosotros, su poder se manifestará en la predicación del evangelio entre los ni­ños y los mayores, y el avivamiento "organizado" en el que hay tantos ocu­pados y cifran sus esperanzas, será un avivamiento del cielo, no provocado por medios humanos, pero sí por el poder de Dios.
Meditemos seriamente lo que nos dice su palabra y "como hijos obedien­tes... (I Pedro 1:14) hagamos en to­do su voluntad y con gozo comprobaremos  que su palabra no volverá a él va­cía.

Sendas de Vida, 1977.

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