HUBO una época en
que la idea de que los hombres pudiesen ser llamados hijos de Dios resultaba
extraña al pensamiento humano. Es posible demostrar de un modo indiscutible,
que la idea de "hijos de Dios" fue introducida por el Señor Jesucristo.
Ideas paganas.
En el mundo pagano, después que los hombres se alejaron del gobierno de
Dios, y fueron dispersados de la torre de Babel, el concepto de Dios degeneró
muy rápidamente, y pronto el monoteísmo cedió su lugar al politeísmo. Los
hombres comenzaron a adorar a muchos dioses. Deificaban a sus temores, y veían
a un dios en cada tormenta y en cada relámpago. Deificaron a sus virtudes e
hicieron una diosa de la sabiduría, y un dios del poder. Deificaron sus deseos
e hicieron un dios de la gula y un dios de la concupiscencia. Deificaron las
fuerzas benévolas de la naturaleza e hicieron un dios de la cosecha, un dios
del trigo y un dios del vino. La lista es larga. En la gran enciclopedia
francesa sobre las costumbres del mundo antiguo, hay en el Índice doce columnas
en tipografía menuda refiriéndose a artículos dedicados a los dioses de Grecia
y Roma y a las diversas supersticiones relacionadas con su culto. Un estudio de
estas divinidades revela que eran personajes inmundos creados a la imagen de la
degeneración del hombre. En el primer capítulo de Romanos vemos que fue cuando
el hombre cambió la gloria del Dios incorruptible por la imitación de un hombre
mortal o de criaturas que corren o vuelan o se arrastran, que Dios abandonó a
la raza a su inmundicia. Ellos abandonaron a Dios, y entonces Dios les abandonó
a ellos, a que fuesen los juguetes de sus propios deseos inmundos. Estos hombres
deliberadamente rechazaron la verdad de Dios y aceptaron una mentira, dando
homenaje y servicio a la criatura en lugar del Creador, quien es el único digno
de ser adorado por siempre jamás (Paráfrasis de Philips).
La idea que tenían los paganos acerca de un hijo de Dios, siempre era
la de un hijo de la lujuria, generalmente producto de alguna aventura de un
dios que se apoderó de una hermosa mortal, dejándola encinta. Las historias de
Hércules, hijo de Zeus y de Alcumena, y de Narciso, son típicos ejemplos de las
leyendas inmundas de estos dioses demonios.
La idea que los seres humanos pueden ser hijos del Eterno Dios es exclusiva
del Nuevo Testamento. En el Antiguo, la frase "hijo de Dios" o
"hijos de Dios" se aplica a seres sobrenaturales o ángeles. La
International Standard Bible Encyclopedia refuta la interpretación que ofrece
del Dr. Scofield en su nota sobre el diluvio que afirma que la frase hebrea
podría referirse a la raza piadosa descendida de Set, en contraposición a las
hijas de los hombres mundanos. Dice "La mayoría de los entendidos ahora rechazan
esa opinión e interpretan que "hijos de Dios" se refiere a seres sobrenaturales,
de acuerdo con el significado de la expresión en otros pasajes.
La doctrina del Nuevo Testamento
Cuando llegamos al Nuevo Testamento, nos encontramos frente a una de
las más maravillosas doctrinas de la revelación cristiana. Era la enseñanza
bien clara del Señor que los seres humanos que habían sido los hijos del pecado
y hasta los hijos del diablo, podían ser hijos de Dios, en un sentido que iba más
allá de lo espiritual, por medio de la obra regeneradora del Espíritu Santo.
El gran enemigo de la verdad Satanás lucha en contra de esta verdad especial
porque le resulta humillante ver que aquellos seres humanos a los que él ha
deseado asegurar como sus seguidores sean quitados de su reino y trasladados
para siempre al reino del amado Hijo de Dios. Uno de los medios que ha usado
para difundir la falsa doctrina, ha sido por adoptar la doctrina y ampliarla a
fin de incluir a todos los miembros de la raza humana. Ya en nuestro siglo la
doctrina de la paternidad universal de Dios ha llegado a todas partes aunque
tiene su origen en fecha relativamente reciente. Hay dos o tres versículos en
el Nuevo Testamento que frecuentemente son torcidos para tratar de enseñar que
Dios es el padre de todos los hombres y que todos los hombres son hermanos.
El que más se cita es el sermón de Pablo en el Areópago. "El Dios que
hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la
tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos
de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y
aliento y todas las cosas. Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los
hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado
el orden de los tiempos y los límites de su habitación; para que busquen a
Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no
está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, y nos movemos, y
somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje
suyo somos. Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad
sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de
hombre" (Hechos 17:24-29).
Para entender este pasaje debemos comprender que Pablo estaba hablando a
uno de los auditorios más inteligentes del mundo y que se dirigía a ellos por
el lado de su inteligencia. Eran idólatras y la ciudad estaba llena de ídolos.
Pablo trataba de hacerles ver la necedad de su idolatría y les estaba enseñando
que habían sido creados por el único Dios verdadero y que ellos eran sus hijos
en el sentido de haber sido creados por él. De que no enseñaba la paternidad
de Dios en el sentido espiritual lo demuestra claramente en su carta a los
Gálatas en que dice, "pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo
Jesús" (Gálatas 3:26).
Tres palabras griegas.
Hay tres palabras griegas que deben ser comparadas y consideradas a fin
de tener una base para este estudio. La primera es genos, la cual Pablo usa dos veces en su discurso en Atenas. Se la
encuentra veintiuna veces en el Nuevo Testamento y se la traduce de distintas
maneras. La segunda palabra griega es teknon.
Se halla noventa y nueve veces en el Nuevo Testamento y se traduce generalmente
como hijo, hija y la forma plural de hijos. La tercera palabra es huios y se usa 381 veces en el Nuevo
Testamento.
Si bien es cierto que somos hijos de Dios, en el sentido de que él nos
ha creado, es muy cierto que por naturaleza no somos hijos de Dios
La mejor manera de refutar la falsa interpretación de que los seres
creados por Dios automáticamente llegan a ser Sus hijos en el sentido
espiritual puede demostrarse por medio de un relato que nos llega del campo
misionero. Un amigo mío que pasó cierto tiempo de su vida en la América
Latina, estaba predicando a un auditorio mixto en una de las capitales
centroamericanas. Al terminar su mensaje en el cual había destacado la
necesidad del nuevo nacimiento como el Cínico medio por el cual un miembro de
la raza humana puede llegar a ser hijo de Dios, dos hombres vinieron para
objetar su declaración. Uno de ellos le dijo: "¿Usted admite que todos
descendemos de Adán?" "Efectivamente", le contestó el misionero.
"¿Y usted admite que Adán fue creado por Dios?" siguieron diciendo.
Nuevamente mi amigo estaba de acuerdo. "Bien, entonces", dijo el
interrogador con aire de triunfo, "¿No prueba esto que todos somos hijos
de Dios?" Mi amigo señaló uno de los bancos en la pequeña capilla y dijo,
"¿quién hizo ese banco?" Ellos miraron el banco y contestaron,
"el carpintero". "Bien, ¿creen ustedes que ese banco es el hijo
del carpintero?" "Por supuesto que no", contestaron. "¿Por
qué?" insistió el predicador. "Por qué no tiene la vida del
carpintero", contestó uno de ellos. Luego, con todo énfasis preguntó mi
amigo, "¿Tiene usted la vida de Dios? No me refiero a la vida física, a la
mera existencia animal. Les hablo de la vida espiritual de Dios." No pudieron
contestarle.
La enseñanza de Cristo.
Y tampoco obtendremos la contestación correcta si no llegamos a ser
hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Esta fue la enseñanza de Cristo a las
gentes que vinieron a Él en cierta ocasión. Existe un contraste de palabras
muy sobresaliente en el capítulo ocho del evangelio de San Juan, que debería
callar para siempre a aquellos que tratan de enseñar la paternidad universal
de Dios y la hermandad universal de los hombres. Esta parte comienza así:
"Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él" (Juan
8:31). Que esta creencia no era una fe salvadora, sino más bien un asentimiento
intelectual es demostrado por el hecho de que momentos más tarde Él les dice
que lo querían matar. Aunque ellos lo negaron, El conocía sus corazones.
El comenzó: "Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente
mis discípulos y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. “Le
respondieron: "Linaje de Abraham somos (la palabra griega es sperma) y jamás hemos sido esclavos de
nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres?"
Al pasar notemos cómo el ardor de la discusión teológica puede hacer que
los incrédulos olviden hasta las verdades más elementales. Ellos sostenían:
"Jamás hemos sido esclavos de nadie". Sin embargo ningún pueblo en la
historia del mundo había sufrido más períodos de esclavitud. Habían comenzado
como esclavos en Egipto, donde se formaron como un pueblo mientras aún eran
esclavos. En muchas ocasiones fueron siervos de los Filisteos y habían sido
librados vez tras vez por el poder de Dios por medio de dirigentes que se
levantaron como Sansón, Gedeón y otros. Estuvieron en la gran cautividad de
Babilonia durante setenta años. Cuando regresaron estuvieron libres por muy
pocos años cuando les arrasaron los ejércitos de Alejandro Magno. Después de
la muerte de este gran general siguieron siendo esclavos de Antíoco y sus
sucesores hasta que el poder de Roma se hizo tan fuerte que los cubrió. En el
mismo momento cuando ellos se jactaban de su libertad eran esclavos de los
romanos, su país estaba ocupado, y por todas partes se veía el desfilar de las
legiones romanas, y la imagen del César estaba impresa sobre las monedas que
guardaban en sus carteras. "¡Jamás hemos sido esclavos de nadie!” ¡Qué
descaro! Solamente se puede comparar con la bravata mentirosa de los hombres
de nuestros días que dicen ser hijos de Dios pero niegan el señorío de su Hijo
unigénito Jesucristo.
Jesús les respondió: "Yo sé que sois sperma de Abraham, pero ahora procuráis matarme a mí porque mi
palabra no tiene cabida en vosotros... Si fueseis hijos de Abraham (teknon) las obras de Abraham
haríais." Luego siguió uno de los más grandes arranques de santa ira que
jamás demostró nuestro Señor en contra de los pecadores. Ellos pretendían que
Dios era su padre, y Jesús contestó: "Si vuestro padre fuese Dios,
ciertamente me amaríais; porque yo de Dios he salido, y he venido; pues no he
venido de mí mismo, sino que él me envió. ¿Por qué no entendéis mi lenguaje?
Porque no podéis escuchar mi palabra. Vosotros sois de vuestro padre el
diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde
el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando
habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso y padre de mentira. Y a mí,
porque digo la verdad, no me creéis”. (Juan 8:37-45).
Cuando llego a esta parte de la Biblia siempre recuerdo un incidente de
mi ministerio. Hablaba en una reunión pública que se celebraba bajo los auspicios
de un grupo cristiano de una de nuestras más grandes universidades. Presenté la
verdad de la necesidad del nuevo nacimiento a fin de llegar a ser un hijo de
Dios. Cuando terminó la reunión me rodeó un grupo de estudiantes afín de
seguir discutiendo el tema. Uno de ellos usó casi los mismos términos que
habían empleado aquellos hombres de antiguo que habían refutado al Señor
Jesús. Mi respuesta fue el abrir la Biblia y leerles el pasaje que acabo de
mencionar. Uno de los hombres estiró su mano para tomar el libro y dijo:
"¿Qué versión es ésa?" Sucedió que tenía en mis manos la vieja
versión "Autorizada" de 1611. La tomó y examinó la portada, y luego,
no satisfecho aún, tomó la Biblia que tenía uno de sus compañeros, la abrió en
el capítulo ocho de San Juan y leyó lo mismo en ese volumen. Habló con bastante
desilusión: "Nunca había visto eso antes; y no lo comprendo, pues si esto
es verdad todo lo que he pensado acerca de la religión es falso. " Le
contesté de inmediato: "Si acepta esto como un hecho, si reconoce que todo
lo que ha aprendido sobre este asunto es falso, se encontrará muy cerca del
reino de Dios y el Señor creará una nueva vida en usted. " Más tarde llegó
a ser un creyente ferviente, que tenía a Jesucristo como su única esperanza.
LLEGO LA LUZ
Siguiendo este mismo pensamiento debemos considerar otro pasaje. Se
encuentra en el primer capítulo de Juan. Cuando el Señor vino a la tierra fue
precedido por Juan el Bautista. En el evangelio se nos da la razón de esto.
Cristo era la luz verdadera de Dios y Juan vino a dar testimonio de él como la
luz. El pasaje ha sido terriblemente torcido a fin de que niegue su enseñanza
tan clara. El texto dice: "Aquella luz verdadera, que alumbra a todo
hombre, venía a este mundo" (Juan 1:9). ¡Y qué caos reveló esta luz! Como
aquellos bichos que se deslizan tratando de esconderse bajo tierra cuando una
piedra es revuelta, así la raza humana reaccionó a la venida del Señor
Jesucristo. Algo había sucedido, pero no lo podían comprender. Eran ciegos y
era necesario que Dios tuviera un testigo que estuviese al mismo nivel de
ellos y que hablara su idioma. Si Cristo hubiera venido sin ser anunciado,
ninguno de por sí se hubiera fijado en El; ninguno de por sí se hubiera de tenido
a escucharle. Pero Dios envió a Juan a predicar a las gentes, a despertar sus
corazones a la realidad de sus vidas malvadas y traerles el llamado al
arrepentimiento. Juan llevó a cabo este trabajo con toda fidelidad, y perdió
su vida en esta tierra a causa de su solicitud, aunque ganó la vida de Dios
para siempre.
El Espíritu Santo nos relata algo más acerca de la venida del Salvador
al mundo éste que él había creado- y el mundo no lo conoció. A lo suyo vino, y
los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen
en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios, los cuales no son
engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino
de Dios" (Juan 1:10-13).
Poder o autoridad.
Si vamos a entender esto en todo su sentido, debemos examinar el significado
de esa palabra que tiene varias acepciones como poder, privilegio, habilidad,
derecho, facultad. Es una palabra importante del Nuevo Testamento, como lo son
todas las palabras que presentan varios matices del significado de las
variadas formas de poder. No es la palabra dunamis,
de la cual obtenemos dínamo y dinamita, y la cual conocemos como "el poder
de Dios para salvación" (Rom 1:16). Tampoco es la palabra kratos que hemos combinado para formar
palabras tales como autócrata y demócrata, y que se traduce poder en el sentido
de dominación. Aquí en Juan 1 encontramos la palabra exousia. Se encuentra 103 veces en el Nuevo Testamento, y se
traduce en nuestras versiones de muchas maneras distintas. Es la palabra que
se usaba comúnmente en el griego clásico para expresar el derecho de hacer
algo o el derecho sobre algo. Cuando a un funcionario se le enviaba con poderes
consulares, o poderes magistrales, se empleaba esta palabra para describir
dicha autoridad. En los papiros esta palabra es de uso común en testamentos,
contratos u otros documentos legales para señalar el título o derecho o
control, que uno ejerce sobre algo. Es interesante notar, que en la Grecia
moderna, hoy, todavía se usa la misma palabra para todos los formularios
gubernamentales, y en las tarjetas de racionamiento, que permiten a una
persona vivir bajó las condiciones de guerra. Kittel, la más grande autoridad
en el mundo en cuanto al significado de las palabras griegas del Nuevo
Testamento, la define en palabras alemanas que deben ser traducidas como
plenos derechos, autoridad total, autorización. La palabra se emplea en los
versículos tan bien conocidos como aquellos que nos relatan que Jesús hablaba
con autoridad y no como los escribas (Mateo 7:29), que dio
"autoridad" a los discípulos sobre los espíritus inmundos (Mateo
10:1). Es el poder que Cristo tenía para poner su vida y para volverla a tomar
(Juan 10:18). Describe los "poderes" que él despojó cuando murió en
la cruz (Col 2:15) y la autoridad de la resurrección que anunció en voz
triunfante: "Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra"
(Mateo 28:18).
No existe la paternidad universal
Y ésta es la autoridad y el poder, el derecho y permiso que nos ha dado
de ser hechos hijos de Dios. No es extraño que el diablo odie esta doctrina y
que trate de disminuir su suprema grandeza dándonos un concepto tan corrupto,
la doctrina diluida y degradada de una paternidad universal que incluye en una
asociación tan variada y promiscua todos los monstruos desde el asesino Caín
hasta el último anticristo.
Permitamos que la palabra de Dios quebrante tales
ideas y que el hálito de Dios barra de nuestras mentes tales ideas falsas. Hay
dos familias y dos paternidades en este mundo. Si tenemos por un lado un grupo
compuesto por un blanco, un negro, un chino, cincuenta personas, si así lo
deseáis de diferentes razas y circunstancias; y si del otro lado hubiera un
grupo exactamente igual compuesto de un hombre blanco, un negro, un chino y de
todos los otros grupos; si uno de estos grupos confía en Jesucristo como Salvador
y Señor serían hermanos entre sí. Su raza no contaría en absoluto. Por otra
parte, si todos los componentes del grupo no confían en Jesucristo, ellos
también son hermanos; su raza nada tiene que ver en el asunto. Antes
pertenecíamos a la familia inmunda de Adán, y ahora somos declarados hijos del
Dios viviente por la obra regeneradora del Espíritu Santo. Hay dos familias y
dos paternidades. Hemos sido hechos partícipes de la naturaleza divina (2
Pedro 1:4); y nos ha dado vida cuando estábamos muertos en nuestros delitos y
pecados (Efesios 2:1). Nosotros que en otro tiempo éramos hijos de las
tinieblas hemos sido hechos hijos de la luz (Efesios 5:8). Nosotros que éramos
hijos de ira, hijos de desobediencia (Efesios 2:2,3), ahora somos el objeto
del cariño divino, hijos de Su amor, hijos de fe y obediencia. Resumiendo:
¡hijos de Dios!
Cada día con Cristo,
Más dulce es que el anterior;
Cada día con Cristo,
Le amo a mi Señor;
El me salva y guarda,
Hasta el día posterior;
Cada día con Cristo,
Más dulce es que el anterior.
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