“...y
sed agradecidos” (Colosenses 3:15).
Un corazón agradecido da
aliciente a la vida. Al terminar una cena, uno de los hijos dijo: “Mamá, la
cena estaba buenísima”. Ese comentario añadió un toque cálido a aquel feliz
hogar.
Con mucha frecuencia
dejamos de expresar nuestro agradecimiento. El Señor Jesús sanó a diez
leprosos, pero sólo uno regresó a darle las gracias, y era samaritano (Lucas 17:17). Sacamos dos lecciones.
La gratitud es escasa en el
mundo de los hombres caídos y cuando hace su aparición, viene de donde menos la
esperamos.
Es fácil sentirse
entristecidos cuando mostramos alguna bondad a los demás y no tienen siquiera
la cortesía de decirnos “Gracias”. Por la misma razón debemos comprender cómo
se sienten los demás cuando no les expresamos gratitud por los favores
recibidos.
Aun un examen superficial
de la Biblia nos deja ver que está saturada de exhortaciones y ejemplos de
acciones de gracias a Dios. Hay muchas cosas por las que debemos estar
agradecidos para con él; probablemente no podríamos enumerarlas todas. Nuestras
vidas deben ser salmos de acción de gracias a él.
Miles de preciosos dones
A diario te agradezco;
Y mi alegre corazón
Los prueba con gozo henchido.
A diario te agradezco;
Y mi alegre corazón
Los prueba con gozo henchido.
Debemos cultivar el hábito
de expresar agradecimiento también los unos a los otros. Un caluroso apretón de
manos, una llamada telefónica o una carta, ¡cómo levantan nuestro ánimo! Un
doctor ya entrado en años, recibió de uno de sus pacientes una nota de
agradecimiento junto con el pago de una factura. El médico guardó aquella nota
entre sus más apreciadas posesiones; era la primera que recibía.
Debemos ser prontos para
expresar gratitud por los obsequios, la hospitalidad y el transporte gratis,
por el préstamo de herramientas u otras cosas, por ayuda que se nos brinda para
nuestros proyectos de trabajo, por cada forma de bondad y de servicio que se
nos muestra.
El problema es que con
mucha frecuencia damos estas cosas por sentado o somos demasiado
indisciplinados para sentarnos a escribir una carta. Nos escudamos diciendo:
“en nuestra cultura no se escriben notas dando las gracias”. Pero si así es el
caso, siendo cristianos debemos romper con la mala costumbre de nuestra
cultura, y desarrollar el hábito de dar las gracias, siendo conscientes de todo
lo que tenemos por lo que debemos estar agradecidos, y entrenarnos para
reconocer estas cosas sin dilación. La prontitud de este reconocimiento
multiplica las gracias.
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