domingo, 5 de abril de 2015

Trazando bien La Palabra de Verda

Salvación y Recompensas
Las Escrituras del Nuevo Testa­mento contienen una doctrina de salva­ción para el PERDIDO, y una doctri­na de recompensa por los servicios fie­les del SALVADO; es de suma impor­tancia la debida comprensión de la Pa­labra que el estudiante vea en qué es­triba su diferencia. Esa diferencia pue­de verse en los contrastes siguientes:
1.  La salvación es un don gratuito.
“Respondió Jesús y díjole: Si co­nocieses el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber: tú pedirías de él, y él te daría agua viva” (Juan 4: 10).
“A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, com­prad, sin dinero v sin precio, vino y le­che” (Isaías 55:1).
“Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga: y el que quiere, tome del agua de la vida de balde” (Apocalipsis 22:17)
“Porque la paga del pecado es muerte; más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23).
 “Porque por gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios: no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8).
Pero en contraste con la Salvación gratuita, nótense que:
Las recompensas son alcanzadas por obras.
“Y cualquiera que diere a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, en nombre de discípulo, de cierto os digo, que no perderá su recom­pensa” (Mateo 10:42).
“He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la co­rona de justicia” (2 Timoteo 4:7, 8).
“Y he aquí, yo vengo presto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según fuere su obra” (Apocalipsis 22:12).
“¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, más uno lleva el premio? Corred de tal ma­nera que lo obtengáis. Y todo aquel que lucha, de todo se abstiene: y ellos, a la verdad, para recibir una corona corrup­tible; mas nosotros, incorruptible” (1 Corintios 9:24, 25).
“Y él le dice: Está bien, buen sier­vo; pues que en lo poco has sido fiel, tendrás potestad sobre diez ciudades” (Lucas 19:17).
“Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si alguno edificare sobre este fundamento, oro, plata, pie­dras preciosas, madera, heno, hojaras­ca; la obra de cada uno será manifesta­da: porque el día la declarará; porque por el fuego será manifestada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego hará la prueba. Si permaneciere la obra de al­guno que sobreedificó, recibirá recom­pensa. Si la obra de alguno fuere que­mada, será perdida: él empero será sal­vo, mas así como por fuego” (1 Corintios 3:11-15).
“No tengas ningún temor de las cosas que has de padecer. He aquí, el diablo ha de enviar algunos de vosotros a la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación de diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Apocalipsis 2:10).
No dará “vida” sino una “corona de vida”. Las coronas son símbolos de re­compensas, de distinciones alcanzadas. Obsérvese que hay cuatro coronas: la de gozo, recompensa del ministerio (Filipenses 4:1; 1 Tesalonicenses 2:19); de justicia, recompen­sa de la fidelidad en el testimonio (2 Timoteo 4:8); de vida, recompensa de la fi­delidad bajo la prueba (Santiago 1:12; Apocalipsis 2:10); y de gloria, recompensa de la fi­delidad bajo el sufrimiento (1 Pedro 5:4; Hebreos 2:9).

2.  La salvación es una posesión presente.
“El que cree en el Hijo, tiene vida eterna” (Juan 3:36).
“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, cree al que me ha enviado, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, más pasó de muerte a vida” (Juan 5:24).
“De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna” (Juan 6:47).
“Que nos salvó y llamó con voca­ción santa, no conforme a nuestras obras, mas según el intento suyo y gra­cia” (2 Timoteo 1:9).
“Y dijo a la mujer: Tu fe te ha sal­vado, ve en paz” (Lucas. 7:50).
“No por obras de justicia que nos­otros habíamos hecho, más por su mi­sericordia nos salvó, por el lavacro de la regeneración, y de la renovación del Espíritu Santo” (Tito 3:5).
“Y este es el testimonio: Que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo” (1 Juan 5:11). Pero,
3. Las recompensas pertenecen al futuro.
“Porque el Hijo del Hombre ven­drá en la gloria de su Padre con sus án­geles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras” (Mateo 16:27).
“Te será recompensado en la resu­rrección de los justos” (Le. 14:14).
“Y he aquí, yo vengo presto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según fuere su obra” (Apocalipsis 22:12).
“Y cuando apareciere el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la co­rona incorruptible de gloria” 1 Pedro 5:4).
“Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día” (2 Timoteo 4:8).
“Y después de mucho tiempo, vino el Señor de aquellos siervos, e hizo cuen­tas con ellos” (Mateo 25:19).
El propósito de Dios al prometer recompensar con honores celestiales y eternos el servicio fiel de sus santos, es apartarles de los goces mundanos, sos­tenerles en las persecuciones, y animar­les al ejercicio de las virtudes cristianas.
Sendas de Luz, Diciembre –Enero, 1976

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