INTRODUCCIÓN
Malaquías es cronológicamente el último de los profetas enviados a Judá
después que éste hubo retornado del cautiverio. Hageo y Zacarías profetizaron
durante los acontecimientos relatados en el libro de Esdras. Malaquías es
posterior, pues menciona circunstancias análogas a las del capítulo 13 de
Nehemías. Pero, todo lleva a pensar que su profecía fue pronunciada después de
este período. De cualquier manera, su alcance sobrepasa infinitamente este
marco más o menos restringido, pues Malaquías describe el estado moral del
pueblo. Tal estado existía todavía en parte en tiempos de Juan el Bautista,
último profeta del antiguo pacto, cuando Jesús, el Mesías prometido a Israel,
estaba por aparecer en escena.
Muchos acontecimientos de marcada importancia tuvieron lugar durante los
cuatro siglos y medio que transcurrieron entre Nehemías, último historiador del
Antiguo Testamento, y el ministerio de Cristo. Malaquías no hace ninguna
alusión profética a los acontecimientos que proliferaron en este período,
mientras que Zacarías, asemejándose en ello a Daniel, los menciona claramente.
Lo que ocurre es que Malaquías sólo toma en cuenta el estado moral del pueblo,
destinado a recibir al Mesías, y los juicios que caerían sobre él si su
conciencia obstruida no se despertara ante esta visitación, al mismo tiempo que
un verdadero remanente esperaría la venida del Señor.
Como se ve en los tres últimos profetas del Antiguo Testamento, Dios
había hecho subir a Judá del cautiverio de Babilonia para establecer el reinado
de Cristo, si el pueblo le recibía; pero, si llegaba al colmo de su
incredulidad rechazando a su Rey, Dios tenía en vista una salvación maravillosa
que sería ofrecida a todas las naciones.
Malaquías, pues, no nos habla proféticamente del imperio de Alejandro,
ni de los tiempos heroicos de los Macabeos, ni de la conquista romana, sino que
describe el muy sombrío estado moral del pueblo y pone de relieve, sobre este
fondo oscuro, la existencia de un pequeño remanente preparado, por la prueba,
para proclamar la venida del Libertador.
Todo esto es de gran interés y muy digno de llamar nuestra atención, ya
que se trata del porvenir de Israel y de la venida de Cristo, pero, como lo
veremos a continuación, el libro de Malaquías, además, tiene para nosotros un
alcance inmediato y considerable si lo aplicamos al estado actual de la
cristiandad en su relación con la segunda venida del Señor. De ninguna manera
queremos decir que Malaquías aluda a este asunto, pues todo el período de la
Iglesia y la historia de la cristiandad están reservados al Nuevo Testamento y
a sus profetas, mientras que el Antiguo Testamento guarda absoluto silencio a
ese respecto; mas no olvidemos que la historia de Israel ofrece al cristiano
una enseñanza que éste sería muy culpable si no la aprovechara. Las cosas que
le sucedían a este pueblo eran un ejemplo y han sido escritas «para
amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos» (1
Corintios 10:1 1).
Consideraremos, pues, a lo largo de este estudio, por una parte la
condición de Israel en relación con la primera venida de Cristo y, por otra
parte, la de la cristiandad en relación con Su segunda venida, cuando él venga
del cielo para recoger a los santos consigo. Este tema nos sorprenderá aún más
por estar tan limitado. Contrariamente a lo que ocurre con otros profetas,
Malaquías no nos dice ni una palabra del rechazamiento de Cristo y de sus
sufrimientos expiatorios. Él anuncia su venida, y ¿quién la soportará si el
Mesías no encuentra un pueblo dispuesto a recibirle?
Los que constituían el resto de Judá habían sido preparados de antemano
para esta acogida. La gracia de Dios había hecho subir a esta tribu desde
Babilonia. Ella habría sido el verdadero remanente si su corazón hubiese
cambiado. Juan el Bautista la exhorta a ello con insistencia por medio del
bautismo de arrepentimiento. El grueso de la nación, bajo la conducción de sus
jefes, permanece sordo a la misión del mayor de sus profetas. Algunos lo
escuchan, reciben al Mesías que viene a ellos y se convierten en el núcleo al cual
se asociará más tarde el Israel profético. Acto seguido a la resurrección del
Salvador, estos mismos discípulos forman, por cierto, el núcleo de la Iglesia,
paréntesis celestial entre la venida del Mesías judío aquí abajo y su
advenimiento con gloria para asumir el gobierno de Israel y del mundo, pero eso
de ninguna manera impide que, como discípulos judíos que han recibido al
Mesías, ellos sean el primer eslabón al cual habrán de soldarse los fieles del
remanente judío de los últimos tiempos.
La primera pregunta que se nos plantea, pues, es ésta: ¿En qué estado
moral se encontraba el pueblo, vuelto de Babilonia, para esperar la primera
venida de Cristo? ¿En qué estado moral se encuentra hoy la cristiandad para
esperar su segunda venida?
No hay comentarios:
Publicar un comentario