domingo, 5 de julio de 2015

Estudios sobre el libro del profeta MALAQUIAS (Parte I)

INTRODUCCIÓN
Malaquías es cronológicamente el último de los profetas enviados a Judá después que éste hubo retornado del cautiverio. Hageo y Zacarías profetizaron durante los acontecimientos relatados en el libro de Esdras. Malaquías es posterior, pues menciona circunstancias análogas a las del capítulo 13 de Nehemías. Pero, todo lleva a pensar que su profecía fue pronunciada después de este período. De cualquier manera, su alcance sobrepasa infinitamente este marco más o menos restringido, pues Malaquías describe el estado moral del pueblo. Tal estado existía todavía en parte en tiempos de Juan el Bautista, último profeta del antiguo pacto, cuando Jesús, el Mesías prometido a Israel, estaba por aparecer en escena.
Muchos acontecimientos de marcada importancia tuvieron lugar durante los cuatro siglos y medio que transcurrieron entre Nehemías, último historiador del Antiguo Testamento, y el ministerio de Cristo. Malaquías no hace ninguna alusión profética a los acontecimientos que proliferaron en este período, mientras que Zacarías, asemejándose en ello a Daniel, los menciona claramente. Lo que ocurre es que Malaquías sólo toma en cuenta el estado moral del pueblo, destinado a recibir al Mesías, y los juicios que caerían sobre él si su conciencia obstruida no se despertara ante esta visitación, al mismo tiempo que un verdadero remanente esperaría la venida del Señor.
Como se ve en los tres últimos profetas del Antiguo Testamento, Dios había hecho subir a Judá del cautiverio de Babilonia para establecer el reinado de Cristo, si el pueblo le recibía; pero, si llegaba al colmo de su incredulidad rechazando a su Rey, Dios tenía en vista una salvación maravillosa que sería ofrecida a todas las naciones.
Malaquías, pues, no nos habla proféticamente del imperio de Alejandro, ni de los tiempos heroicos de los Macabeos, ni de la conquista romana, sino que describe el muy sombrío estado moral del pueblo y pone de relieve, sobre este fondo oscuro, la existencia de un pequeño remanente preparado, por la prueba, para proclamar la venida del Libertador.
Todo esto es de gran interés y muy digno de llamar nuestra atención, ya que se trata del porvenir de Israel y de la venida de Cristo, pero, como lo veremos a continuación, el libro de Malaquías, además, tiene para nosotros un alcance inmediato y considerable si lo aplicamos al estado actual de la cristiandad en su relación con la segunda venida del Señor. De ninguna manera queremos decir que Malaquías aluda a este asunto, pues todo el período de la Iglesia y la historia de la cristiandad están reservados al Nuevo Testamento y a sus profetas, mientras que el Antiguo Testamento guarda absoluto silencio a ese respecto; mas no olvidemos que la historia de Israel ofrece al cristiano una enseñanza que éste sería muy culpable si no la aprovechara. Las cosas que le sucedían a este pueblo eran un ejemplo y han sido escritas «para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos» (1 Corintios 10:1 1).
Consideraremos, pues, a lo largo de este estudio, por una parte la condición de Israel en relación con la primera venida de Cristo y, por otra parte, la de la cristiandad en relación con Su segunda venida, cuando él venga del cielo para recoger a los santos consigo. Este tema nos sorprenderá aún más por estar tan limitado. Contrariamente a lo que ocurre con otros profetas, Malaquías no nos dice ni una palabra del rechazamiento de Cristo y de sus sufrimientos expiatorios. Él anuncia su venida, y ¿quién la soportará si el Mesías no encuentra un pueblo dispuesto a recibirle?
Los que constituían el resto de Judá habían sido preparados de antemano para esta acogida. La gracia de Dios había hecho subir a esta tribu desde Babilonia. Ella habría sido el verdadero remanente si su corazón hubiese cambiado. Juan el Bautista la exhorta a ello con insistencia por medio del bautismo de arrepentimiento. El grueso de la nación, bajo la conducción de sus jefes, permanece sordo a la misión del mayor de sus profetas. Algunos lo escuchan, reciben al Mesías que viene a ellos y se convierten en el núcleo al cual se asociará más tarde el Israel profético. Acto seguido a la resurrección del Salvador, estos mismos discípulos forman, por cierto, el núcleo de la Iglesia, paréntesis celestial entre la venida del Mesías judío aquí abajo y su advenimiento con gloria para asumir el gobierno de Israel y del mundo, pero eso de ninguna manera impide que, como discípulos judíos que han recibido al Mesías, ellos sean el primer eslabón al cual habrán de soldarse los fieles del remanente judío de los últimos tiempos.

La primera pregunta que se nos plantea, pues, es ésta: ¿En qué estado moral se encontraba el pueblo, vuelto de Babilonia, para esperar la primera venida de Cristo? ¿En qué estado moral se encuentra hoy la cristiandad para esperar su segunda venida?

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