“Sin
profecía el pueblo se desenfrena; más el que guarda la ley es bienaventurado” (Proverbios 29:18).
Leemos en la primera parte del
versículo de hoy: “Sin profecía el pueblo se desenfrena”, y por regla
entendemos que se refiere a que debemos tener metas por las cuales trabajar.
Tiene que haber un programa definido en mente con una descripción clara de los
resultados deseados y los pasos que conducen a ellos.
Pero en
nuestro texto la palabra “profecía” significa “una revelación de Dios”. Y la
palabra “desenfrenar” significa “abandonar las restricciones”. La idea es que
donde la Palabra de Dios no se conoce y se respeta, la gente se desboca.
El
contraste se encuentra en la segunda mitad del versículo: “más el que guarda la
ley es bienaventurado”. En otras palabras, el camino de la bendición se
encuentra cuando se obedece la voluntad de Dios tal y como se encuentra en la
Palabra.
Pensemos
en la primera parte del versículo. Cuando la gente abandona el conocimiento de
Dios, su conducta se vuelve incontrolable. Supongamos, por ejemplo, que una
nación se aleja de Dios y explica que todo lo que existe se basa en un proceso
evolutivo. Eso significa que el hombre es el resultado de un proceso meramente
natural y no la creación de un Ser sobrenatural. Si esto fuera así, entonces
nos quedaríamos sin base para las normas éticas. Todo nuestro comportamiento
sería el resultado inevitable de causas naturales. Como lo señalan Lunn y Lean
en La Nueva Moralidad: “Si la primera célula viviente evolucionó por un proceso
puramente natural en la superficie de un planeta sin vida, si la mente del
hombre es el producto de las fuerzas naturales y materiales como lo es un
volcán, resulta tan irracional condenar a los políticos de Sudáfrica por el
apartheid como condenar a un volcán por arrojar su lava”.
Si se
rechaza la Palabra de Dios, entonces no hay leyes absolutas del bien y el mal.
Las verdades éticas dependen de los individuos o los grupos que las erigen. La
gente viene a ser el juez de su propia conducta. Su filosofía es “si te hace
sentir bien, hazlo”. El hecho de que “todos lo hacen” es toda la justificación
que necesitan.
De este
modo el pueblo se desenfrena. Se abandona a la fornicación, al adulterio y la
homosexualidad. El crimen y la violencia se incrementan en proporciones
alarmantes. La corrupción invade el mundo de los negocios y del gobierno.
Mentir y engañar vienen a ser formas aceptadas de conducta. El tejido de la
sociedad se deshilvana.
“...más
el que guarda la ley es bienaventurado”. Aun cuando el resto del mundo se
desmanda, el creyente puede encontrar la buena vida cuando cree y obedece la
Palabra de Dios. Éste es el único camino que seguir.
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