Dada la proliferación actual de diversos movimientos judaizantes,
podemos agregar algunos puntos esenciales relacionados con este tema:
(1) La ley no fue dada a los gentiles, sino al pueblo de Israel.
Romanos 9:4 dice: “que son israelitas, de los cuales son la adopción, la
gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas”.
El apóstol Pablo dejó claro que los gentiles, en contra distinción de los
judíos que estaban bajo la ley, “no tienen ley” (Romanos 2:14. Compárese
Romanos 3:19 y 1.ª Corintios 9:20-21). Levítico 26:46 deja perfectamente
establecido este punto: “Estos son los estatutos, ordenanzas y leyes que
estableció Jehová entre sí y los hijos de Israel en el monte de Sinaí
por mano de Moisés.”
(2) Romanos 10:4 establece que “el
fin (telos) de la ley es Cristo”. Este versículo ha dado lugar a
diversas opiniones. Una de ellas dice que Cristo es el cumplimiento de la ley,
es decir, que Cristo vino para cumplir la ley (Mateo 5:17). Si bien es cierto
que Cristo cumplió la ley, no es lo que en este contexto se dice. No hay
ninguna razón válida para confundir telos (fin) con pleroma (cumplimiento).
Otros toman telos con el sentido de «objeto» o «propósito». Pero el
significado más simple tal como lo determina el contexto, es el de
«terminación», es decir, que Cristo puso fin o terminó con la ley (véase desde
9:30, donde se contrasta la ley con la fe, la justicia de uno con la justicia
de Dios). En 2.ª Corintios 3:7, se califica a los Diez Mandamientos (grabado
con letras en piedras) específicamente como un “ministerio de muerte” (en el v.
6 dice que “la letra mata”), y en el v. 9 se describe como “ministerio de
condenación”, en contraste con el “ministerio del Espíritu” (v. 8), el cual da
vida en vez de muerte, y se describe también como “ministerio de
justificación”. Los mandamientos escritos en las tablas de piedra, pues,
quedaron abolidos y reemplazados por el “ministerio del Espíritu”. Gálatas 6:2
deja ver que la ley de Moisés fue reemplazada por “la ley de Cristo”:
“Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.”
Ésta es la ley para nosotros los cristianos, y no la ley de Moisés, porque,
aunque esta última era la ley de Dios —y siempre habrá de ser la medida con la
que Dios trata con el hombre natural— Él trata en este contexto con
aquellos que viven en el Espíritu; y la ley del Sinaí nunca fue dada al hombre espiritual,
sino a un pueblo en la carne, en el viejo hombre, a Israel. La ley
mosaica trata con el hombre natural y, por lo tanto, con lo que es malo en él.
¿Quién puede decirle al nuevo hombre: “No matarás”, o “No hurtarás”?
¿Acaso el nuevo hombre alguna vez tiene malos deseos o comete adulterio?
La mera noción lleva la marca sobre sí de que toda la teoría es falsa. La ley
de los Diez Mandamientos jamás fue dirigida en absoluto al nuevo hombre. El
nuevo hombre puede hacer uso de ella; pero esto es totalmente diferente de
tomarla como el lenguaje que expresa su propia responsabi-lidad delante de
Dios. “La ley de Cristo” no consiste en reglas legales. Ella está en contraste
con la ley de Moisés, la cual trataba con el hombre en la carne,
mientras que la ley de Cristo trata con el nuevo hombre, que vive en el
Espíritu y que debiera andar en el Espíritu, pero que también tiene la vieja
naturaleza, debiendo, pues ser fortalecido en la nueva, con los ojos “puestos
en Jesús”. Cristo estuvo siempre ocupado de los demás. Tomar la ley dada en
Sinaí es tener a Dios exigiendo lo que condena a un pecador. Y Dios no se
manifestó en Sinaí como “Padre”. La ley de Sinaí, pues, fue dada a la nación
rebelde y culpable de Israel, demandando de ella perfecta obediencia. Ahora un
“nuevo pacto” ha sido introducido, lo que significa que el antiguo quedó
abrogado por lo nuevo.
(3) La ley mosaica constituye una unidad. Los hombres se
esfuerzan por dividir lo que la Escritura denomina “la ley” (con artículo
definido) en varias partes o «leyes» (ceremonial, moral y judicial), pero,
insistimos, aunque podamos considerar la ley teóricamente desde varios puntos
de vista, toda la Biblia considera a la ley mosaica como una unidad
indivisible. Si es ceremonial o moral, no tiene mayor importancia, pues
nosotros, como cristianos, no estamos “bajo la ley, sino bajo la gracia”. Somos
salvos por la fe de Cristo, no por las obras de la ley moral ni
ceremonial. Es verdad que la ley moral debe condenar al pecador en mayor grado
que la ceremonial. Para un gentil, el hecho de ser circuncidado, como en el
caso de los gálatas, significa abandonar la gracia, perder a Cristo, y venir a
ser deudor de cumplir toda la ley (Gálatas 5:3). Pero la Biblia insiste en el
hecho de que la ley es una sola, y quebrantar cualquier parte de ella, equivale
a quebrantar toda la ley. Santiago es claro en este punto: “Si en verdad
cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo, bien hacéis; pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y
quedáis convictos por la ley como transgresores. Porque cualquiera que guardare
toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. Porque el
que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si
no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley”
(Santiago 2:8-11). Toda la ley debía guardarse: “No añadiréis a la palabra que yo
os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos de Jehová
vuestro Dios que yo os ordene” (Deuteronomio 4:2). Nosotros podemos hablar de
«ley moral», pero la Escritura no usa ese lenguaje, sino que ésta es parte de LA
ley, la cual es una sola.
(4) Antinomianismo. Lo que vulgarmente se conoce como
«antinomianismo», es la maldad de hacer de la libertad un pretexto para la
malicia (y por la Escritura sabemos que la carne es perfectamente capaz de
hacerlo), es decir, es el razonamiento natural de la mente (carente de la base
bíblica) que cree que si no guardáramos la ley (los diez mandamientos
principalmente), entonces seríamos «antinomianos» y tendríamos «libertad» para
hacer lo que agrada a la carne, y que la única forma de evitarlo es guardando
la ley.
Ahora bien, este razonamiento vimos que
falla al no hacer de Cristo (sino de la ley mosaica) la sustancia de la
enseñanza moral y doctrinal para todo lo que necesita un cristiano, como lo
revela la Escritura. Todo cristiano debe andar conforme a los preceptos del
Nuevo Testamento y también extraer con discernimiento, y a la luz del Nuevo
siempre, toda la luz divina para su andar en la tierra, en cualquier lugar de
la Escritura.
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