sábado, 10 de diciembre de 2016

Cómo Apagamos el Espíritu

Deberíamos evitarlo, pero lastimosamente es posible: los creyentes pueden “borrar” la obra del Espíritu Santo con quien fueron sellados. ¿Cómo puede suceder eso? He aquí una explicación.


Pablo exhortó a los tesalonicenses, diciendo: “No apaguéis al Espíritu" [1 Ts. 5:19). Otras traducciones hablan de “borrar” o “suprimir”. Encontramos un pasaje paralelo en Efesios 4:30: "Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención”.
Los hijos de Dios redimidos es­tán sellados con el Espíritu Santo (2 Co. 1:22; Ef. 1:13-14; 4:30). Por eso, no Lo pueden perder. Pero, sí pueden suprimir Su obra. Si miramos el contexto de la orden de Pablo, esto es posible en, al menos, dos maneras:
Primero: podemos apagar el Espíritu dentro nuestro, si no dejamos que los dones de gracia recibidos se desplieguen en no­sotros. Por eso, dice a continuación: “¡No menospreciéis las profecías!” (1 Ts. 5:20). Profecía significa, en el contexto bíblico, que la Palabra de Dios sea proclamada en forma clara y con autoridad “profética”. De modo que no se trata de una inspiración nueva, contradictoria a la Palabra revelada o algún tipo de iluminación sobre el estado de otras personas (eso es adivinación).
También tenemos que admitir, en este contexto, que algunos do­nes de gracia han dejado de ser desde el tiempo de los apóstoles (1 Co. 13:8; cp. Ef. 2:20), como determinó Agustín en el siglo cuatro: “En los primeros tiempos, el Espíritu Santo vendría sobre los creyentes y ellos hablarían en idiomas que ellos no habían estudiado, según el Espíritu les daba para hablar. Esa era una señal apropiada para ese tiempo. Era apropiado que el Espíritu Santo fuera anunciado en todas las lenguas, porque el evangelio de Dios, a través de esas lenguas, debía ser proclamado a través de toda la Tierra. Las señales fueron dadas y pasaron”. A ciertos dones no los podemos forzar para que vuelvan. Pero, los dones de gracia que el Espíritu Santo hoy reparte libremente dentro de las iglesias son muy importantes. Los mismos deberían ser reconocidos y fomentados, y nadie los debería suprimir. Allí donde los dones del Espíritu Santo obtienen lugar, Él mismo también obtiene lugar. Porque el Espíritu Santo solamente obra donde se le da lugar. En esos sitios surgen iglesias vivas, en las cuales el agua viva del Espíritu fluye a raudales.
De ahí que nosotros mismos no deberíamos apagar nuestros propios dones del Espíritu al no animamos, al frenarnos en falsa humildad, al no sentirnos dignos, al avergonzarnos o sencillamente al tener temor de las personas. A veces sabemos lo que se debería hacer, pero no lo hacemos. Deberíamos recordar que toda persona sellada con el Espíritu ha recibido por lo menos un don, y que todos los dones deben ser utilizados para el bien común de la iglesia.
Los líderes de las congregaciones, y otros, deberían prestar atención a los dones dentro de la iglesia, no apagarlos, sino fomentarlos. Esto, naturalmente, debería suceder siempre según las reglas de las Sagradas Escrituras. "Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho” (1 Co. 12:7; cp. v. 11). "Así también vosotros; pues que anheláis dones espirituales, procurad abundar en ellos para edificación de la iglesia” (1 Co. 14:12). "Seguid el amor; y procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis” (1 Co. 14:1). En el caso de los dones del Espíritu siempre se trata de que la iglesia sea edificada y la Palabra de Dios sea proclamada. Quien su­prime eso, también apaga el Espíritu en sí.
Segundo: El Espíritu Santo también es apagado a través de la práctica del pecado, del aferrarse a él y soportarlo. Si tenemos en cuenta el contexto, vemos claramente en los versículos 12 al 18 de primera Tesalonicenses 5, todo lo que puede apagar al Espíritu Santo:
1) Si no aceptamos a otros, sino que los despreciamos.
2) Si no mantenemos la paz entre nosotros.
3) Cuando no tenemos el valor para exhortar a los desordenados.
4) Si no consolamos a los desanimados.
5) Si no cuidamos a los débiles.
6) Si no somos pacientes con todas las personas.
7) Si devolvemos mal con mal y somos resentidos.
8) Si no buscamos el bien en todo momento.
9) Si no estamos gozosos.
10) Si no oramos.
11) Si somos desagradecidos.
12) Si no nos mantenemos alejados del mal (v. 20).

¡Dios nos guarde de contristar a Su Espíritu!
Llamada de Medianoche, Mayo 2016,

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