Deberíamos evitarlo, pero
lastimosamente es posible: los creyentes pueden “borrar” la obra del Espíritu
Santo con quien fueron sellados. ¿Cómo puede suceder eso? He aquí una
explicación.
Pablo exhortó a los
tesalonicenses, diciendo: “No apaguéis al Espíritu" [1 Ts. 5:19). Otras
traducciones hablan de “borrar” o “suprimir”. Encontramos un pasaje paralelo en
Efesios 4:30: "Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual
fuisteis sellados para el día de la redención”.
Los hijos de Dios
redimidos están sellados con el Espíritu Santo (2 Co. 1:22; Ef. 1:13-14;
4:30). Por eso, no Lo pueden perder. Pero, sí pueden suprimir Su obra. Si
miramos el contexto de la orden de Pablo, esto es posible en, al menos, dos
maneras:
Primero: podemos apagar el
Espíritu dentro nuestro, si no dejamos que los dones de gracia recibidos se
desplieguen en nosotros. Por eso, dice a continuación: “¡No menospreciéis las
profecías!” (1 Ts. 5:20). Profecía significa, en el contexto bíblico, que la
Palabra de Dios sea proclamada en forma clara y con autoridad “profética”. De modo que no se trata de una inspiración nueva, contradictoria a la
Palabra revelada o algún tipo de iluminación sobre el estado de otras personas
(eso es adivinación).
También tenemos que
admitir, en este contexto, que algunos dones de gracia han dejado de ser desde
el tiempo de los apóstoles (1 Co. 13:8; cp. Ef. 2:20), como determinó Agustín
en el siglo cuatro: “En los primeros tiempos, el Espíritu Santo vendría sobre
los creyentes y ellos hablarían en idiomas que ellos no habían estudiado, según
el Espíritu les daba para hablar. Esa era una señal apropiada para ese tiempo.
Era apropiado que el Espíritu Santo fuera anunciado en todas las lenguas,
porque el evangelio de Dios, a través de esas lenguas, debía ser proclamado a
través de toda la Tierra. Las señales fueron dadas y pasaron”. A ciertos dones
no los podemos forzar para que vuelvan. Pero, los dones de gracia que el
Espíritu Santo hoy reparte libremente dentro de las iglesias son muy
importantes. Los mismos deberían ser reconocidos y fomentados, y nadie los
debería suprimir. Allí donde los dones del Espíritu Santo obtienen lugar, Él
mismo también obtiene lugar. Porque el Espíritu Santo solamente obra donde se le
da lugar. En esos sitios surgen iglesias vivas, en las cuales el agua viva del
Espíritu fluye a raudales.
De ahí que nosotros
mismos no deberíamos apagar nuestros propios dones del Espíritu al no animamos,
al frenarnos en falsa humildad, al no sentirnos dignos, al avergonzarnos o
sencillamente al tener temor de las personas. A veces sabemos lo que se debería
hacer, pero no lo hacemos. Deberíamos recordar que toda persona sellada con el
Espíritu ha recibido por lo menos un don, y que todos los dones deben ser
utilizados para el bien común de la iglesia.
Los líderes de las
congregaciones, y otros, deberían prestar atención a los dones dentro de la
iglesia, no apagarlos, sino fomentarlos. Esto, naturalmente, debería suceder
siempre según las reglas de las Sagradas Escrituras. "Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho”
(1 Co. 12:7; cp. v. 11). "Así
también vosotros; pues que anheláis dones espirituales, procurad abundar en
ellos para edificación de la iglesia” (1 Co. 14:12). "Seguid el amor; y procurad los dones
espirituales, pero sobre todo que profeticéis” (1 Co. 14:1). En el caso de
los dones del Espíritu siempre se trata de que la iglesia sea edificada y la
Palabra de Dios sea proclamada. Quien suprime eso, también apaga el Espíritu
en sí.
Segundo: El Espíritu Santo
también es apagado a través de la práctica del pecado, del aferrarse a él y
soportarlo. Si tenemos en cuenta el contexto, vemos claramente en los
versículos 12 al 18 de primera Tesalonicenses 5, todo lo que puede apagar al
Espíritu Santo:
1) Si no aceptamos a otros, sino que los despreciamos.
2) Si no mantenemos la paz entre nosotros.
3) Cuando no tenemos el valor para exhortar a los desordenados.
4) Si no consolamos a los desanimados.
5) Si no cuidamos a
los débiles.
6) Si no somos pacientes con todas las personas.
7) Si devolvemos mal con mal y somos resentidos.
8) Si no buscamos el bien en todo momento.
9) Si no estamos
gozosos.
10) Si no oramos.
11) Si somos
desagradecidos.
12) Si no nos mantenemos alejados del mal (v. 20).
¡Dios nos guarde de
contristar a Su Espíritu!
Llamada de Medianoche, Mayo 2016,
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