El Rechazo a los Falsos Maestros
En los días del apóstol Juan, maestros
anticristianos y falsos profetas ya se habían levantado en la profesión
Cristiana. Era por lo tanto, de suma importancia, que los creyentes estuvieran
prevenidos en cuanto al verdadero carácter de aquellos que tomaban el lugar de
maestros entre el pueblo de Dios. Existía el peligro, por una parte, de
reconocer a falsos maestros o, por otra parte, de rechazar a un verdadero
siervo de Dios. Las Segunda y Tercera Epístolas del apóstol, encaran
estas dificultades. La Segunda Epístola fue escrita para advertir al fiel
contra la recepción de aquellos que negaban la verdad en cuanto a Cristo. La
Tercera Epístola nos anima a recibir y a ayudar a aquellos que enseñan la
verdad.
En ambas de estas cortas Epístolas se le asigna una
gran importancia a la verdad, ya que es solamente cuando probamos a los
maestros por medio de la verdad que seremos capaces de descubrir si ellos son
falsos maestros o verdaderos siervos de Dios.
(Versículo.
1). En esta Segunda Epístola el apóstol mismo se
dirige a un individuo, la señora elegida, y sus hijos. Él habla, por lo tanto,
de nuestra responsabilidad individual. Su motivo al escribir esta carta de
advertencia fue el amor, al que otros, que habían conocido la verdad y habían
sido traídos así al círculo del amor Cristiano, se unirían.
(Versículo
2). En segundo lugar, él es inducido a escribir
"a causa de la verdad que permanece en nosotros, y estará para siempre con
nosotros." Él busca que los santos puedan ser guardados de engañadores y
que la verdad pueda ser mantenida libre del error.
(Versículo
3). Él desea que esta señora pueda gozar la bendición
de la gracia, misericordia y paz, "de Dios Padre y del Señor Jesucristo,
Hijo del Padre, en verdad y en amor." El apóstol enfatiza así las verdades
mismas que habían sido cuestionadas por los engañadores contra quienes él nos
advierte, así como ya lo ha hecho en la Primera Epístola. Más aún, él desea que
estas bendiciones de gracia, misericordia y paz puedan ser gozadas, no de un
modo meramente humano, sino del modo que estos santos se encuentran andando en
verdad y amor.
(Versículos
4-6). En los versículos que siguen, el apóstol aplica
esta verdad y amor a nuestro andar práctico. Es solamente cuando estamos fundados
en la verdad y el amor, y andamos conforme a esto, que seremos capaces de
resistir a los falsos maestros. El apóstol está escribiendo a aquellos que
conocen la verdad, y en quienes mora la verdad (versículos 1, 2). Ahora él se
regocija que ellos se encuentran "andando en la verdad". Si hemos de
escapar del error y rechazar a los engañadores, no será suficiente conocer la
verdad; debemos practicar también la verdad según el mandamiento que hemos
recibido del Padre. De la Primera Epístola sabemos que el mandamiento del Padre
es "Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a
otros" (1 Juan 3:23).
Lo que el apóstol está escribiendo no es ningún
mandamiento nuevo, sino aquel que hemos oído desde el principio. Lo que
teníamos desde el principio, presentado en Cristo, era la verdad plena en
cuanto a Personas divinas, el Padre y el Hijo, y que debemos caminar según la
nueva naturaleza amándonos unos a otros.
Además, el amor se manifiesta en un andar en
obediencia a los mandamientos del Padre, según los cuales somos llamados a
andar en la verdad según fue presentada en Cristo desde el principio. Esto
significaría un andar en santidad y amor, ya que las grandes verdades dadas a
conocer en Cristo son que Dios es amor y Dios es luz.
(Versículo
7). De esta manera, con la verdad conocida y morando
en nosotros, y con un andar en consistencia con la verdad, nosotros estaremos
preparados para detectar y rechazar los muchos engañadores que han salido por
el mundo. Estos engañadores son expuestos por su actitud hacia Cristo. Ellos
pueden afirmar que Jesucristo fue un hombre bueno, pero se rehúsan a confesar
que Él "ha venido en carne." Confesar que Jesucristo ha venido en
carne es reconocer que Él existía antes de que Él se hiciese carne. No tendría
sentido decir de un simple humano que él ha venido en carne. ¿De qué otra forma
podría venir? Negar que Jesucristo ha venido en carne es negar así Su
existencia previa, y, por lo tanto, la negación de que Él es una Persona divina
- Dios. El que niega esta gran verdad referente a Cristo inmediatamente se
expone a sí mismo como 'un engañador y un anticristo.'
(Versículo
8). Puesto que los tales están en el mundo, el apóstol
nos exhorta a mirarnos a nosotros mismos, no sea que en cualquier medida seamos
influenciados por estos engañadores y desviados de la verdad, perdiendo así un
completo galardón por nuestros trabajos en el día por venir.
(Versículo
9). Para conservarnos de la influencia maligna de
aquellos que profesan haber hecho avances sobre la verdad revelada en Cristo
desde el principio, él dice, "Todo aquel que se sobrepasa (es decir, marcha
alejándose hacia delante: hacia la "gnosis", más allá de la
"fe" sencilla) y no permanece en la enseñanza de Cristo, a Dios
no tiene".[1] Rechazar la verdad del Padre y del Hijo dada
a conocer en Cristo es estar en total ignorancia con respecto a Dios.
Permanecer en la verdad es tener el conocimiento de ambos el Padre y el Hijo.
(Versículos
10, 11). Entonces, si alguno viene a la casa y no trae esta
doctrina, él no deber ser recibido ni debe ser saludado. Cuando la verdad en
cuanto a la Persona de Cristo es cuestionada, no es suficiente expresar
desacuerdo con la opinión falsa; no se debe hacer nada que pueda indicar
aprobación a la mala doctrina o a aquel que la sostiene.
Puede haber mucha mala comprensión de muchas
verdades e interpretaciones defectuosas de la Palabra, ya que todos nosotros
tenemos mucho que aprender, pero cuando la verdad en cuanto a la Persona de
Cristo es negada, no debe haber ningún compromiso con el mal o tolerancia con
aquel que sostiene el mal. Saludar a una persona tal sería participar en sus
malas obras.
(Versículos
12, 13). El apóstol tenía muchas cosas sobre las cuales
escribir que podían esperar hasta que se encontraran cara a cara, pero, como
estos engañadores estaban negando la verdad en cuanto a la Persona de Cristo,
este asunto era urgente y requería una carta que exhorta a esta señora, e
indirectamente a todos los creyentes, a mantenerse con intransigente firmeza
para las grandes, vitales verdades de nuestra fe concernientes al Padre y al
Hijo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario