sábado, 10 de diciembre de 2016

Joab: Capaz y malintencionado (Parte VII)

Con Adonías

Es penoso leer del fin de la vida de Joab, tomando en cuenta lo mucho que ese hombre había hecho por su rey y su pueblo. La falsedad de Absalón no le había atrapado, pero llegó el momento, David viejo y cerca de la muerte, que otro príncipe joven ambicionaba el trono, 1 Reyes 1.5.
Es probable que Joab haya percibido que Adonías era el pretendiente más indicado ante el deterioro del poder e influencia del anciano. No le importaba que Dios le había prometido el trono a Salomón, 1.13. El corazón que en otro tiempo se había sometido a su señor estaba encaminado ahora al ensalzamiento propio. Su móvil era asegurarse una posición de preeminencia en la nueva monarquía.
Las Escrituras abundan en advertencias en cuanto a los escollos en la tercera edad. Vemos caer varones, en casi la cúspide de su potencial para bien, que en otra fase de su vida actuaban claramente en el poder de Dios. “El justo Lot”, 2 Pedro 2.7, fue salvado de juicio en Sodoma y se entregó a la lascivia, producto de la borrachera, y con esto trajo grandes secuelas. Salomón escogió sus pasos sabiamente al comienzo de su reinado, pero luego se ocupó de un sinfín de esposas paganas que estaban entregadas a la adoración de ídolos. Ezequías dependía enteramente de Dios en la juventud, pero llegó a jactarse de riquezas y recibió un mensaje que pronto las perdería todas como botín en manos de huéspedes codiciosos.
No es de dudar que la inclusión de relatos como éstos en las Sagradas Escrituras debe impresionarnos de la necedad de confiar en nuestra propia fuerza y habilidad. “El que piensa estar firme, mire que no caiga”, es la advertencia apostólica, 1 Corintios 10.12. No es que debemos volvernos introspectivos y fatalistas, ya que Judas 24 nos asegura que nuestro Señor es poderoso para guardarnos sin caída y presentarnos sin mancha delante de su gloria con gran alegría.
Esta es la voluntad de Dios para todo su pueblo; si estamos dispuestos a depender de un todo de Él, dándole al Señor Jesús su debido y preeminente lugar en nuestras vidas, la veremos cumplida gloriosamente, no sólo en la presentación futura sino también en un andar realmente cristiano día a día.
“Joab se había adherido a Adonías, si bien no se había adherido a Absalón. Y huyó Joab al tabernáculo de Jehová, y se asió de los cuernos del altar... Entonces envió Salomón a Benía hijo de Joida, diciendo, Ve, y arremete contra él… y lo mató; y fue sepultado en su casa en el desierto”, 1 Reyes 2.28 al 34.

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