Con
Adonías
Es penoso leer del fin de la vida de Joab, tomando en cuenta lo mucho
que ese hombre había hecho por su rey y su pueblo. La falsedad de Absalón no le
había atrapado, pero llegó el momento, David viejo y cerca de la muerte, que
otro príncipe joven ambicionaba el trono, 1 Reyes 1.5.
Es probable que Joab haya percibido que Adonías era el pretendiente más
indicado ante el deterioro del poder e influencia del anciano. No le importaba
que Dios le había prometido el trono a Salomón, 1.13. El corazón que en otro
tiempo se había sometido a su señor estaba encaminado ahora al ensalzamiento
propio. Su móvil era asegurarse una posición de preeminencia en la nueva
monarquía.
Las Escrituras abundan en advertencias en cuanto a los escollos en la
tercera edad. Vemos caer varones, en casi la cúspide de su potencial para bien,
que en otra fase de su vida actuaban claramente en el poder de Dios. “El justo
Lot”, 2 Pedro 2.7, fue salvado de juicio en Sodoma y se entregó a la lascivia,
producto de la borrachera, y con esto trajo grandes secuelas. Salomón escogió
sus pasos sabiamente al comienzo de su reinado, pero luego se ocupó de un
sinfín de esposas paganas que estaban entregadas a la adoración de ídolos.
Ezequías dependía enteramente de Dios en la juventud, pero llegó a jactarse de
riquezas y recibió un mensaje que pronto las perdería todas como botín en manos
de huéspedes codiciosos.
No es de dudar que la inclusión de relatos como éstos en las Sagradas
Escrituras debe impresionarnos de la necedad de confiar en nuestra propia
fuerza y habilidad. “El que piensa estar firme, mire que no caiga”, es la
advertencia apostólica, 1 Corintios 10.12. No es que debemos volvernos
introspectivos y fatalistas, ya que Judas 24 nos asegura que nuestro Señor es
poderoso para guardarnos sin caída y presentarnos sin mancha delante de su
gloria con gran alegría.
Esta es la voluntad de Dios para todo su pueblo; si estamos dispuestos a
depender de un todo de Él, dándole al Señor Jesús su debido y preeminente lugar
en nuestras vidas, la veremos cumplida gloriosamente, no sólo en la
presentación futura sino también en un andar realmente cristiano día a día.
“Joab se había adherido a Adonías, si bien no se había adherido a
Absalón. Y huyó Joab al tabernáculo de Jehová, y se asió de los cuernos del
altar... Entonces envió Salomón a Benía hijo de Joida, diciendo, Ve, y arremete
contra él… y lo mató; y fue sepultado en su casa en el desierto”, 1 Reyes 2.28
al 34.
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