“Jesús dijo: de cierto os digo que no hay ninguno que
haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos, o tierras,
por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este
tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, con persecuciones;
y en el siglo venidero, la vida eterna” (Marco 10:29-30).
La más grande de todas las inversiones es la de
la propia vida por la causa de Jesucristo. Las consideraciones más importantes
en cualquier inversión son la seguridad del capital y el porcentaje de
ganancia. Visto desde este ángulo, ninguna inversión se puede comparar con la
vida que se vive para Dios. El capital está absolutamente seguro porque él es
poderoso para guardar nuestro depósito para aquel día (2 Timoteo 1:12). En lo
que toca a las ganancias, estas sobrecogen la mente por su inmensidad.
En el pasaje de este día, el Señor Jesús promete
reembolsar cien veces más. Esto equivale a una tasa de interés del 10.000 %,
algo inaudito en el mundo. ¡Y eso no es todo!
A los que han abandonado las comodidades de un
hogar para servir al Señor Jesucristo se les promete el calor y las comodidades
de muchos hogares, donde se les mostrará la bondad de Dios por causa de Jesús.
A aquellos que renuncian a los deleites del
matrimonio y a una familia o que rompen otros tiernos lazos terrenales por
causa del evangelio, se les promete una familia mundial, muchos de los cuales
en verdad vienen a ser más cercanos que los parientes de sangre.
A quienes abandonan tierras se les prometen
tierras. Dejan atrás el privilegio de poseer unas cuantas hectáreas de
propiedad, obtendrán el privilegio inmensamente más grande de reclamar países y
aun continentes en el precioso Nombre de Jesús. Se les prometen también
persecuciones. De entrada, ésta parece ser una nota agria en medio de una
armoniosa sinfonía. Pero Jesús incluye las persecuciones como una ganancia
positiva sobre nuestra inversión. Compartir el vituperio de Cristo es un tesoro
más grande que todas las riquezas de Egipto (Hebreos 11:26).Estos son los
dividendos en esta vida. Luego el Señor añade: “...y en el siglo venidero, la
vida eterna”. Esto nos hace esperar la vida eterna en su plenitud.
Aunque la vida eterna en sí es un don recibido
por la fe, habrá diferentes capacidades para disfrutarla. Aquellos que lo han
dejado todo para seguir a Jesús tendrán un grado mayor de recompensa en la
Ciudad Cuadrangular.
Cuando consideramos las ganancias trascendentes
de una vida invertida para Dios, es extraño que la mayoría de la gente no
participe. Los inversores pueden ser muy astutos cuando se trata de acciones y
bonos, pero extrañamente torpes cuando se trata de la mejor inversión de todas.
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