lunes, 6 de febrero de 2017

Doctrina: Cristología.(Parte XIV)

Jesús el Mesías


¿Es Jesús el Mesías?
En el Antiguo Testamento encontramos características propias que el Mesías debía cumplir y que fueron profetizadas en periodos y circunstancias distintas.
El Mesías sería:
·        un hombre hebreo (Isaías 9:6)
·        nacería en Belén (Miqueas 5:2)  y de una virgen (Isaías 7:14),
·        de la tribu de Judá (Génesis 49:10)
·        un profeta como Moisés (Deuteronomio 18:18),
·        un sacerdote de la orden de Melquisedec (Salmo 110:4),
·        un rey (Isaías 11:1–4),
·        Hijo de David (2 Samuel 7:1-16),
·        Rechazado y condenado a Sufrir la muerte (Isaías cap. 53).
Encontramos en el Nuevo Testamento que Jesús respondía a estos requerimientos y por lo tanto es el Mesías prometido:
·        Él era un hebreo de la tribu de Judá (Lucas 3:30),
·        nació en Belén (Lucas 2:4 – 7)
·        de una virgen (Lucas 1:26 – 27)
·        Hijo de David (Mateo 22:42)
·        Él era profeta como Moisés. Ambos vieron a Dios cara a cara (Juan 8:38; Deuteronomio 34:10), pero Jesús mayor que Moisés porque nos libera de la esclavitud del pecado y la muerte. A diferencia de Moisés, Jesús no sólo representa a Dios,  Él es Dios (Juan 10:30); que nos lleva a la “Tierra Prometida”, al cielo por la eternidad (Juan 14:1–4).
·        Fue condenado a muerte por sus hermanos (Mateo 26:57-68; 27:22-26; Juan 19:15; cf. Zacarías 13:6)
Respondiendo a la pregunta hecha en este apartado, podemos responder afirmativamente que Jesús de Nazaret es el Mesías que se había prometido a través de las páginas del Antiguo Testamento, tal como lo afirmó ante sus discípulos (Mateo 16:16-19) y ante el concilio cuando era juzgado (Meto 26:63-64).
¿Qué Mesías esperaban los judíos?
El pueblo Judío desde la caída de Jerusalén comenzó un periplo con el destierro  y el retorno a su tierra y estar bajo el dominio de reyes extranjeros que constantemente querían destruirlos o sojuzgarlos. Durante este tiempo Israel volvió  de la idolatría que los caracterizaba, y por lo cual Jehová los castigó, a  la verdadera fe en  tiempos de Esdras y Nehemías. Pero pronto se pasaron a extremo religioso que los caracterizaba en tiempo de Jesús.
Durante la cautividad el pueblo comenzó a pensar en su rey (el mesías, el ungido) que los regía (Sedequías), ya no estaba, había sido hecho prisionero y sus hijos asesinados (2 Reyes 25:4-7). Por lo cual, el pensamiento de los judíos fue llevado a desear el rey que Dios había prometido, de acuerdo a la promesa de Jehová a David (2 Samuel 7:12-16).
Como el tiempo pasaba y la opresión de los sucesivos reinos seguía y el mesías no llegaba para que tomara el control de la nación, fue cambiando la visión que se tenía del Mesías.  Esta ya no era del tiempo presente, sino que se fue convirtiendo en Mesías escatológico, que vendría al final de los tiempos. Y los Fariseos fueron quienes impusieron el pensamiento o doctrina que el Mesías necesariamente era de origen divino[1]. Durante este periodo, los rabinos estudiaron las Escrituras y conocían las profecías acerca del Mesías en forma perfecta y sin dudar (cf. Mateo 2:3-6), pero no sabían en que tiempo se cumpliría.
 En los días de Jesús de Nazaret, los judíos eran dominados por los romanos y su mano férrea se hacía sentir. Por lo mismo, los judíos seguían a cuanto líder que se designaba así mismo como mesías y los sacaba a luchar (cf. Hechos 5:37).  Esperaban con ansias al “Hijo de David” que los guiase en la lucha contra el enemigo y los llevase a la conquista de otras tierras.
Al ver los milagros que hacía  Jesús de Nazaret, en especial de la alimentación a los cinco mil hombres (Juan 6:15). De algún modo ven en él al Mesías prometido y estaban dispuestos a hacerlo rey, porque él conocía los corazones de ellos (Juan 2:25). Al exponer el verdadero sentido de su misión, perdieron interés porque no comprendían lo que enseñaba y contradecía sus creencias, hasta un  grupo de sus discípulos dijo: “Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?” (Juan 6:60).
            Otro grupo de  los judíos se preguntaban si él no sería el Mesías prometido (Juan 7:26-27 cf.  40-44). Ya que de por sí era una  pequeña esperanza de restaurar el reino de David. Hasta los mismos discípulos tenían esta idea presente cuando le preguntaron: “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?” (Hechos 1:6).
            Los judíos hasta el día de hoy siguen esperando al Mesías, ya que rechazaron al “Hijo de Dios”, porque vino de una forma totalmente distinta al que ellos esperaban. Tal como lo describe el profeta Isaías, fue lo que sucedió: “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos” (Isaías 53:3). Los judíos como nación lo desecharon (Lucas 3:2; Juan 11:49,50; Mateo 26-65-68; Lucas 23:18; Juan 18:40) porque no cumplía, en lo que en su ceguera religiosa  habían definido como sería el Mesías y no tomaron en cuenta lo que Dios quería que decía como iba a ser Su Mesías (Isaías 53:1ss; 61:1-2a).
         Terminamos esta sección con las palabras de Alfred Edersheim: “El ideal rabínico del Mesías no era el de «una luz para iluminar a los gentiles, y la gloria, y la gloria de su pueblo Israel», la satisfacción de las necesidades de la humanidad y el cumplimiento definitivo de la misión de Israel, sino algo muy distinto, incluso todo lo contrario. En consecuencia, había un antagonismo fundamental entre los rabinos y Cristo, al margen de la manera en que Él realizara su obra mesiánica. Por otra parte, es igualmente digno de notar que los elementos puramente nacionales, que podrían haber formado la suma total de las expectativas rabínicas, apenas entraban en la enseñanza de Jesús sobre el Reino de Dios. Y cuanto más comprendemos  que Jesús de modo tan fundamental se separaba de todas las ideas de su tiempo, más evidencia tenemos del hecho que Él no era el Mesías concebido por los judíos, sino que su misión se derivaba de una fuente desconocida para ellos, o por lo menos desconocida por los líderes de su pueblo.” (Alfred Edersheim, Vida y los tiempos de Jesús el Mesías,  Tomo 1, página 201, editorial CLIE.)



[1] Debido a la religiosidad que iba imperando en Israel, las distintas sectas  veían en forma distinta al Mesías. Los esenios también esperaban que se manifestara al Mesías, el cual no era uno, sino tres o cuatro (Guerrero, Gobernante, Profeta, Celestial).

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