Noé.
Noé, varón justo, perfecto fue en sus generaciones; con
Dios caminó Noé
(Génesis 6.9).
Noé vivió en la época inmediata a la de Enoc, tiempo en que “la malicia de
los hombres era mucha en la tierra, y todo designio del corazón de ellos era de
continuo solamente el mal”. La tierra estaba corrompida y llena de violencia.
El mal había llegado a su completo desarrollo y Dios resolvió raer de sobre la
faz de la tierra aquella rebelde generación.
Noé, siguiendo las pisadas de Enoc, y guardado por la misma fe, vivió sin
contaminarse con las costumbres licenciosas de su tiempo; por lo cual está
escrito de él: “Noé varón justo, perfecto fue en sus generaciones; con Dios
caminó Noé”. Alejado del camino de maldad trillado por la mayoría, seguía una
senda de separación a Dios y de obediencia a su santa voluntad; y de esta
manera estaba preparado para recibir la bendición del Altísimo: “Los ojos de
Jehová están sobre los justos,', Salmo 34.15.
Noé, como un fiel pregonero de justicia, mientras construía el arca,
amonestaba a las gentes, hablándoles del juicio que estaba por venir a causa de
sus pecados. Pero las multitudes, fijándose en el progreso de su civilización
sin Dios, y no viendo señal alguna que presagiara el anunciado juicio,
continuaron en sus pecados e incredulidad, burlándose de la candidez de Noé y
de lo que ellos podían llamar sus ideas pesimistas. Los hombres de entonces
despreciaron el aviso de Noé, y siguieron “comiendo, bebiendo, casándose y
dando en casamiento”, hasta que la terrible realidad vino a despertarles de su
fatal sueño. Las “cataratas del cielo”, y “las fuentes del grande abismo”
fueron abiertas y “vino el diluvio y destruyó a todos”, Mateo 24.38.
Está escrito: “El hombre que reprendido endurece la cerviz, de repente será
quebrantado; ni habrá para él medicina”, Proverbios 29.1. Sólo los que se
refugiaron en el arca estaban a cubierto del juicio; fuera de ella todo era
confusión y espanto. Y pronto el arca se mecía suavemente sobre la inmensidad
de las aguas que habían cubierto toda la tierra. San Pablo dice “Las cosas que
antes fueron escritas, para nuestra enseñanza fueron escritas”, Romanos 15.4.
El Señor Jesús hizo alusión a esta terrible escena diciendo: “Como fue en
los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre”, Lucas
17.56. Así nos enseña la notable semejanza que habrá entre las condiciones de
los postreros días y la época antediluviana. “El prudente prevé el mal y se
esconde; más los simples pasan adelante, y reciben el daño;” y un examen
sincero de este presente tiempo debe hacernos previsivos. Ahora, como en los
días de Noé, los hombres encuentran sobrado tiempo para dar satisfacción a las
más extravagantes fantasías del capricho, pero no para ocuparse de aquello que
interesa a todos: ahora, como en aquellos días, la proclamación del
arrepentimiento y de la conversión suena en muchos oídos como una nota
discordante en la armonía de la tan decantada civilización.
Sin embargo, la indiferencia de unos, y la incredulidad y oposición de
otros, no hace sino corroborar nuestra fe en la revelación, pues: “Como fue en
los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre”.
Jesucristo se nos ofrece como única arca de salvación.
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