lunes, 6 de febrero de 2017

Meditación

“Pero se salvará engendrando hijos...”
(1 Timoteo 2:15).
A juzgar por las limitaciones que Pablo impone al ministerio de la mujer en la iglesia, podría parecer que la ha reducido a un cero a la izquierda. Por ejemplo, no le permite enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio (v. 12). Algunos podrían concluir con esto llegar a la conclusión que la fe cristiana relega a la mujer a un lugar inferior.
Pero el versículo 15 aclara cualquier malentendido semejante. “Pero se salvará engendrando hijos...”. Claramente esto no se refiere a la salvación del alma, sino más bien a su posición como mujer, o su posición en la iglesia. A la mujer se le concede el enorme privilegio de educar a sus hijos e hijas para Dios.
William Ross Wallace decía: “La mano que mece la cuna es la mano que gobierna al mundo”. Detrás de cada gran líder hay una gran madre.
Es dudoso que Susana Wesley alguna vez ministrara desde un púlpito, pero su ministerio en el hogar ha tenido un alcance mundial a través de sus hijos Juan y Carlos. 
En el mundo está de moda que las mujeres abandonen el hogar para conseguir sus propias carreras y empleos en el mundo profesional o de los negocios. Educadas en el mundo, les parece que el trabajo del hogar es monótono y criar una familia es un quehacer innecesario.
En un almuerzo de mujeres cristianas, la conversación se encaminó al tema de las carreras. Cada una se extasiaba departiendo acerca de su posición y salario. ¡En aquel lugar dominaba un espíritu de rivalidad! Finalmente alguien se dirigió a una mujer que tenía tres vigorosos hijos y le preguntó: “¿Y cuál es tu carrera, Carlota?” Y ella contestó humildemente: “Crío hombres para Dios”.
La hija del Faraón le dijo a la madre de Moisés: “Lleva a este niño y críamelo, y yo te lo pagaré” (Éxodo 2:9). Quizás nos llevaremos una gran sorpresa cuando estemos ante el Tribunal de Cristo y nos enteremos de los altos salarios que el Señor paga a aquellas mujeres que se consagran para criar niños y niñas para él y para la eternidad.
           Sí, “se salvará engendrando hijos...” El lugar de una mujer en la iglesia no es el del ministerio público, pero quizás el ministerio consagrado de criar hijos es de mucha mayor importancia a los ojos de Dios.

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