miércoles, 1 de marzo de 2017

Escenas del Antiguo Testamento. (Parte VI)

Nimrod

Cus engendró a Nimrod: éste comenzó a ser poderoso en la tierra. Este fue vigoroso cazador delante de Jehová; por lo cual se dice: Así como Nimrod, vigoroso cazador delante de Jehová (Génesis 10.8 -10). Antes del quebrantamiento es la soberbia y antes de la caída la altivez de espíritu.  (Proverbios 16.18)

En el capítulo 10 del Génesis tenemos un registro perfecto de las familias descendientes de Noé; y también de los reinos y naciones que fundaron los nuevos pobladores del mundo. En los versículos 8 a 10 se hace mención especial de Nimrod, y, aunque este personaje se nombra tan sólo cuatro veces en toda la Sagrada Escritura, no queremos pasarlo por alto, por haber sido el fundador del reino de Babel. Y Babel, o Babilonia, ocupa una posición prominente en las páginas bíblicas.
La Biblia nos habla de la Babel fundada por Nimrod, de Babilonia, la capital del Imperio Caldeo, y de “La Grande Babilonia”, el monstruoso sistema político‑religioso en cuyas hechicerías todas las gentes han errado; Apocalipsis 18. En los tres se destaca el orgullo y la soberbia del hombre, y las tres finalizan en fracaso y confusión.
Nimrod, “poderoso cazador delante de Jehová” fue, indudablemente, el promotor de la construcción de la torre “cuya cúspide llegara al cielo”. “Era entonces toda la tierra de una lengua y unas mismas palabras. Aconteció que, como se partieron hombres del oriente, hallaron una vega en la tierra de Sinar, y sentaron allí. Y dijeron los unos a los otros: “Vaya, hagamos ladrillos y cozámoslos con fuego. Y fuéles el ladrillo en lugar de piedra, y el betún en lugar de mezcla. Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéramos esparcidos sobre la faz de toda la tierra”.
El construir una ciudad y una torre no era en sí ningún pecado; el pecado consistió en que esto estaba en oposición al propósito de Dios de “henchir la tierra”, y que en todos los planes de estos hombres no hubo ni un pensamiento para su Dios. No le buscaron ni le tuvieron en cuenta para nada. Se reunieron para obrar independientemente de Dios, pretendiendo crear para sí mismos una reputación de grandes: ¡hacerse un nombre!
Esta fue la primera confederación o asociación sin Dios. Y si echamos una mirada a la historia de los últimos años, veremos una cantidad grande y variada de estas asociaciones: anarquismo, comunismo, nihilismo, socialismo, etc. Pero es de importancia no olvidar que la primera de todas fue la de la vega de Sinar; y tampoco debemos perder de vista el hecho de que pretendían, como todas las asocia­ciones de la misma clase lo han pretendido después, promover los intereses de la humanidad, y ensal­zar el nombre del hombre. Pero, como ellos excluyeron a Dios, el fracaso y la confusión fueron el resultado de sus ímprobos esfuerzos. “Antes del quebrantamiento es la soberbia; y antes de la caída la altivez de espíritu”.
Como ya hemos dicho, el fin de la primera asociación del hombre sin Dios fue el fracaso y confusión. Y esto está en marcado contraste con el desarrollo progresivo, y gloria final, de la asociación de Dios, o sea su Iglesia, fundada, no por poderosos cazadores como Nimrod, sino por Jesús de Nazaret; no por la fuerza de las armas, sino por el poder de su Palabra y el valor de su sacrificio. Y esta Iglesia, cuyo fundamento es Cristo, y cuya única Cabeza es también Cristo glorificado, de lo que está escrito: “Las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”.

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