Jesús el Mesías
El Mesías y su Triple Cargo.
Ya hemos visto varios aspectos de Mesías, ya sea como
lo veían los judíos y que es lo que esperaban, lo que Él mismo pensaba. Veamos
ahora que implica en término Mesías en Jesús como Profeta, Rey y Sumo
Sacerdote:
2.
Profeta.
El término o palabra profeta proviene de la palabra hebrea nabi (del verbo naba’) que tiene la idea de proferir o hablar;
también ro’eh o jotseh que resalta de idea de recibir una visión de Dios En el
nuevo Testamento se utiliza la palabra griega “profetes” (portavoz), resalta a
aquel que expone el oráculo de Dios y no necesariamente predice el futuro, sino
simplemente “que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó
de las tinieblas a su luz admirable…” (1 Pedro 2:9c).
Como lo expresa Francisco Lacueva, “el profeta es, ante todo, un transmisor de oráculos divinos […] que
debe pasar un mensaje con exactitud. Es preciso, pues, que sea solícito y
obediente en recibir antes de comunicar;
él habla a los hombres de parte de Dios; en esto ejerce la función inversa a
la del sacerdote, pues éste intercede
ante Dios de parte y en representación de los hombres (Hebreos 5:1ss)”.
Luego continúa: “El oficio
profético siempre ha comportado bravura y paciencia para proclamar la palabra, insistir a tiempo y a destiempo, redargüir (persuadir
al equivocado), reprender (corregir
al desviado) y exhortar (estimular al
débil, al desanimado, al perezoso), según lo que dice Pablo en 2 Timoteo 4:2.
Por eso las profecías contienen, casi a parte iguales, amenazas y promesas.[1]
Moisés declaró la siguiente profecías: “Profeta
de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él
oiréis” (Deuteronomio 18:15). Y Pedro, en
su predicación en el pórtico de Salomón, declara que este pasaje era una
profecía que se cumplió con el Señor Jesucristo (Hechos 3:22-24). Si bien es
cierto que los dirigentes de los judíos no lo reconocieron como profeta ni
Mesías, la gente sencilla si veía en Él a un profeta, y los dirigentes de la
nación temían contradecir al pueblo (Mateo 21:11, 46; Juan 7:40). El mismo
Señor Jesucristo declaraba que era un profeta (Mateo 13:57; Marcos 6:4; Lucas
4:24; 13:33; Juan 4:44) que vino a comunicar el mensaje de Dios a los hombres
(Juan 8:26; 12:49,50; 15:15; 17:8).
Como profeta era más que un profeta, ya que:
·
Es
la culminación exhaustiva de la revelación especial de Dios (Hebreos 1:1-2;
Apocalipsis 1:1; 22:20).
·
Es
el Verbo (la Palabra) de Dios (Juan 1,14; Apocalipsis 19:13; 1 Juan 1:1).
·
Es
el que interpreta al Padre con exactitud (exegesis = sacar a la luz) del Padre
(2 Corintios 1:19-20; Juan 1:18; 5:19-20; 3:34-35; 7:16; 14:9; Hechos 10:38).
·
Cumplir
la voluntad del Padre (Mateo 12:50; 26:42; Juan 4:34; 5:30; 6:39; 9:31)
·
Trae
el evangelio (Buenas Nuevas, Buena
Noticia) de Dios para con la humanidad (Mateo 4:17, 23; 9:35; 11:5; Marcos
1:15; Lucas 20:1; Hechos 8:35, 40; 10:36
·
Salvador
(Lucas 19:10; Juan 3:16-17; 10:9; 12:47; 1 Timoteo 1:15; 2:4-6; Tito 3:5;
Hebreos 7:25)
·
Juez
(Juan 5: 22, 27 cf. 1 Corintios 12:5 y 1
Timoteo 2:5; Daniel 7:14; también Juan 5:19; Hechos 17:31; 2 Timoteo 4:1; 1
Pedro 4:5; Mateo 25:31-46; Apocalipsis 20:11-12).
Ahora bien, todo profeta debía ser confirmado por el cumplimiento de sus
palabras, y el Señor Jesucristo no es la excepción de la regla, sino al
contrario, el cumplimiento fiel de la regla. Moisés decretó la muerte para
cualquier profeta que con su mensaje apartarse al pueblo del camino que Dios
había decretado (Deuteronomio 13:5,10).
Sabemos que Jesús estaba ungido del oficio de profeta por Dios
mismo, por las palabras de Isaías
61:1-2a y que Jesús leyó en la sinagoga de Nazaret (Lucas 4:18-19). La
confirmación, o la prueba contundente de su oficio como profeta, es el milagro.
En Juan 9 tenemos un milagro que de por sí es la prueba de que es un profeta de
Dios. Tenemos el testimonio del beneficiado del
milagro. El reconoce que “Que es un profeta” (v. 9) ya que nadie “Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer” (Juan 9:33).
No solo este milagro que hemos citado arriba sino que fueron todas las
señales que hizo eran la confirmación que era Él era enviado por Dios. Pedro
predica a Cornelio referente a la autoridad del Jesús de Nazaret que provenía
de Dios: “cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret,
y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el
diablo, porque Dios estaba con él” (Hechos 10:38).
Por tanto, cuando convertía el agua
en vino (Juan 2:7,8); cuando sanaba a los enfermos (Mateo 8:14-17; Lucas
8:44); cuando curaba a los leprosos (Mateo 8:2-4; Lucas 17:12-19); cuando
devolvía o daba la vista al ciego (Marcos 8:22-26;10:46-52; Juan 9:1-7); cuando
expulsaba a los demonios de los hombre (Mateo 9:33; Lucas 4:33-35; 8:26-39; 9:42);
cuando le daba vida a los miembros inertes de hombres (Mateo 8:5-13; 12:13;
Marcos 2:1-12; 3:1-5; Lucas 7:14-15; Juan 11:43-44); cuando resucitaba a los
muertos (Lucas 8:54-55); cuando alimentaba a los hambrientos con una pequeña
cantidad de alimento (Mateo 15:32-39; Juan 6:1-15); domina los elementos (Mateo
8:23-27; Juan 6:16-21); todo habla con fuerza de que Él era el Mesías
profetizado y que cumplía lo que la ley decía respecto de los profetas. Demás
está decir, que todo lo que profetizó ocurrió tal como predijo:
En primer lugar sobre su muerte, que sería traicionado por uno cercano a
él (Mateo 26:21), que sería inducido por
principales entre los judíos (Mateo 16:21), que sería juzgado, entregado a los
romanos para que se burlen de él, sea azotado, crucificado, y moriría; y resucitaría al tercer día (Mateo
20:19).
En
segundo lugar, podemos mencionar la destrucción del templo y el cerco de Jerusalén. Él supo ver claramente
lo que sucedería: “Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed
entonces que su destrucción ha llegado” (Lucas 21:20; también (Mateo 24:2ss).
Sólo basta leer un poco de historia con respecto a la caída de Jerusalén en el
año 70 d. C. El año 66 d.C. comenzó el levantamiento, y comenzó por parte de
Roma el sometimiento de los rebeldes. Primero a cargo Vespasiano; y después por
Tito, que cercó la ciudad y fue sitiada hasta que pudo ser tomada a “sangre y
fuego”.
Jesús es superior a todos los
profetas porque ellos recibían la
Palabra directamente de Dios: “vino palabra de
Jehová…” (1 Reyes 16:1, 17:2, 8; Isaías 38:4); “Esta es la palabra de Dios…” (2
Reyes 9:36); etc. En cambio Jesús decía “Pero yo os digo…” (Mateo 5:22,
28, 32, etc.), siendo el la autoridad final en todo tema, porque Él es el Verbo
Encarnado (Juan 1:1,14), la Palabra misma de Dios.
Harry Rimmer[2]
expresa lo anterior del siguiente modo:
« […] Pero el cumplimiento de Sus
profecías acerca de la destrucción de Jerusalén han sido escritas para que
todos puedan leerlas. Siempre que quede en pie ese relato no podrá
contradecirse la manifestación sencilla de que Cristo fue el más grande de los
profetas, prediciendo hechos con toda claridad y una certeza definida y dejando
que la historia vindique sus reclamos.»
« […] Pero para llegar a la cumbre de
nuestro pensamiento acerca de la magnificencia de Jesús el Profeta, notemos
cómo sobrepasó toda gracia, mensaje y don que habían sido distribuidos entre
aquellos quienes predicaron acerca de Él. Y al hacerlo así, Él hizo que Dios
fuese conocido por el hombre y reveló a Dios como ningún otro jamás lo ha
hecho.
Moisés reveló a Dios a Israel, quien se había olvidado hasta del nombre
de su Creador.
Isaías reveló a Dios a Israel, que había perdido el sentido de Su
santidad.
Oseas reveló a Dios a Israel cuando había abandonado el conocimiento de
Su amor.
Jeremías reveló a Dios a Israel cuando desconocía Su juicio sobre la idolatría y
el pecado.
Jesucristo igualó a cada uno de estos grandes e incomparables
ministerios antes de trascenderlos y hacer algo que ningún profeta pudo hacer.
En Juan 17:6 Cristo declaró haber completado la obra de Moisés cuando
dijo, “He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste.”
Jesús completó la obra de Isaías cuando dijo en Juan 17:11, “Padre
santo, a los que me has dado, guárdalos por tu nombre.”
Jesús completó la obra de Oseas cuando dijo en Juan 3:16, “Porque de tal
manera amó Dios al mundo...” Jesús completó la obra de Jeremías cuando dijo en
Juan 4:23, “Mas la hora viene y ahora es, cuando los verdaderos adoradores
adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales
adoradores busca que le adoren. “
Habiendo hecho todo esto, Él prosiguió hacia la verdadera
cumbre y conclusión. Reveló una idea nueva y un nuevo atributo de Dios, cuando
enseñó a sus discípulos estas palabras incomparables, “Vosotros pues, oraréis
así: Padre.”
Para completar la
magnificencia del oficio profètico, la obra de Jesús
terminará con la revelación final y completa del Padre a Sus santos en gloria.
¡Cuando el cuerpo de Cristo sea completado por la regeneración del último de los
que han de ser salvos por la fe, sonará la trompeta, resucitarán los muertos en
Cristo, y los santos que vivan serán trasladados para recibir a Cristo en el
aire!
De esta manera, El
mismo presentará a Su iglesia a Su Padre, y presentará al Padre, a cara
descubierta, a Su iglesia y así veremos a Dios y le conoceremos como Él es.
Es magnífico, en verdad, el profeta que puede cumplir toda la profecía y
traer a Dios dentro de la esfera de la comprensión humana.»
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