lunes, 3 de abril de 2017

"LA BLASFEMIA CONTRA EL ESPÍRITU"

Pregunta: ¿Cómo debemos entender "la blasfemia contra el Espíri­tu" de Mateo 12:31 y Marcos 3:29?

Respuesta: Por el hecho de haber muchas almas angustiadas que están retenidas en el temor de haber cometido este pecado, creyén­dose así excluidas de la misericordia del Evangelio, deseamos precisar el carácter de este pecado y responder a la pregunta. He aquí los términos en que el Señor habla de él: "Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; más la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero." (Mateo 12: 31, 32), y véase también Marcos 3: 28-30.
Este pecado es pues "la blasfemia"; y consiste en hablar contra el Espíritu Santo.
Jesús acababa de hacer un milagro. Leemos: "Entonces fue traído a él un endemoniado, ciego y mudo; y le sanó, de tal manera que el ciego y mudo veía y hablaba." (Mateo 12:22). Las multitudes que contemplaron este milagro quedaron profundamente emocionados ante esta prueba del poder y de la misericordia de Dios manifestados en Jesús, por lo que ex­clamaron: "¿Será éste aquel Hijo de David?" Pero los Fari­seos enemigos de Cristo, toman ocasión para mostrar su odio; no pudiendo negar el milagro realizado ante sus ojos, más aún, reconociéndolo incluso, atribuyen el poder para su realización al mismo demonio. Entonces dicen: "Este no echa fuera los demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios." (Mateo 12:24).
Es de esta forma que ellos blasfemaban contra el Espíri­tu Santo.
El pecado del cual hablamos consiste pues en atribuir vo­luntariamente a Satanás el poder ejercido por el Espíritu Santo. Existe aquí la blasfemia contra el Espíritu Santo, porque asimilaban sus operaciones a los de un demonio, imputándoles el carácter de los de un demonio.
Esta es la explicación que el mismo Señor da, de la blas­femia contra el Espíritu Santo en el pasaje citado del Evan­gelio de Marcos: "Porque ellos habían dicho: Tiene espíritu inmundo." (Marcos 3:30).
Para evitar toda posibilidad de error, desarrollemos un poco el razonamiento.
1º. El poder que Jesús ejercía y por el cual hacía los mi­lagros, era el del Espíritu Santo. (Lucas 4: 1-8; Isaías 61: 1-2; Juan 3:34; Juan 14:10, etc.).
2º. Fue pues por el poder del Espíritu Santo que echó el demonio del ciego mudo.
3º. Los Fariseos reconocían el milagro; lo habían visto y no podían negarlo.
4º. Por lo cual tenían ante ellos una prueba de la misión del Salvador; este milagro probaba su título de Mesías.
5º. En lugar de rendirse a la evidencia y recibir al Señor Jesús, le rechazan y toman la ocasión del milagro para desa­creditar al Señor acusándolo de ser el agente del diablo.
6º. Es pues este ultraje hecho con propósito deliberado, lo que el Señor llama "la blasfemia contra el Espíritu Santo."
En la actualidad, el Espíritu Santo está presente en medio de la cristiandad. Cada creyente es su morada (1ª. Corintios 6:19). Habita en la Iglesia (o Asamblea) (Efesios 2:22). Esta pre­sencia agrava el carácter del pecado en general, y puede de­cirse, en cierto sentido, que todo pecado cometido por un cre­yente, es un pecado contra el Espíritu, pero este no es por cierto el sentido de lo que nos ocupa y de lo cual el Señor denomina "la blasfemia contra el Espíritu".
La vida del creyente es el campo cerrado de una lucha entre la carne (nuestra vieja naturaleza) y el Espíritu. Cuan­do la carne obra, dicho de otra manera, cuando el creyente peca en pensamiento, palabra u obra, el Espíritu Santo queda 'contristado'; en nuestras almas no se deja sentir entonces su acción gozosa, pues la conciencia es redargüida. Esto puede ir tan lejos como en el caso de Ananías y Safira (Hechos 5), pero esto no es hablar mal del Espíritu Santo, ni atribuirle las operaciones de un demonio. Eso es lo que hacían los judíos y este era el pecado en el que habían caído. Ellos habían visto obrar al Señor, por lo cual eran inexcusables, su pecado no les fue perdonado.
Amigos creyentes a quienes el enemigo trata de turbar por pasajes como este, este pecado jamás será el vuestro. Lo mis­mo en este que en otros casos, cuán eficaz es la Palabra de Dios recibida y creída con sencillez; cuántos terrores cal­ma, terrores que el diablo busca sean vuestra porción y que vuestras almas vivan en la turbación y la inquietud, ¡lejos de esta paz que glorifica a Dios y la obra del Señor Jesucristo!
Afirmaros pues en la fe, los que os sentís inquietos leyen­do lo que se dice acerca de la blasfemia contra el Espíritu Santo, este pecado irremisible.
Debemos decir, más bien al contrario, que el primer juicio de un hombre caído en un tal pecado sería de no tener conciencia ni estar trabajado. Si un alma está en angustia en relación con sus pecados, es, por el contrario, la prueba de que Dios lo busca para perdonarle y no para imputarle el irremisible pecado de haber proferido palabras injuriosas contra el Espíritu Santo.
La solemnidad de la declaración de Jesús de que quien había proferido tales injurias no tendrá jamás perdón per­manece. Aún hoy, ante los testimonios que Dios nos da en relación con su santo Hijo Jesús, si alguien se presenta con el propósito deliberado de rechazarlos todos, aun los más concluyentes, como los Fariseos que fueron testigos de los mila­gros de Jesús, el tal hombre se expone, si el diablo le ofrece la ocasión, a renovar el mismo crimen que sus antiguos maes­tros. El Señor será el juez.
Que Él se digne guardar a nues­tros lectores por la advertencia de Su Santa Palabra y por estas líneas, de tales abismos de perdición. Pero aún una vez, que esto no os turbe, vosotros que 'tembláis a su Palabra': por­que Dios os contempla, no para juzgaros, sino para salvaros y bendeciros (Isaías 66:2).
B. S.
Revista "VIDA CRISTIANA", Año 1962, No. 56.-

No hay comentarios:

Publicar un comentario