Pregunta: ¿Cómo debemos entender "la
blasfemia contra el Espíritu" de Mateo 12:31 y Marcos 3:29?
Respuesta: Por el hecho de haber muchas almas angustiadas que están retenidas en
el temor de haber cometido este pecado, creyéndose así excluidas de la
misericordia del Evangelio, deseamos precisar el carácter de este pecado y
responder a la pregunta. He aquí los términos en que el Señor habla de él:
"Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; más la blasfemia
contra el Espíritu no les será perdonada. A cualquiera que dijere alguna
palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra
el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el
venidero." (Mateo 12: 31, 32), y véase también Marcos 3: 28-30.
Este
pecado es pues "la blasfemia"; y consiste en hablar contra el Espíritu Santo.
Jesús acababa de hacer un milagro. Leemos: "Entonces
fue traído a él un endemoniado, ciego y mudo; y le sanó, de tal manera que el
ciego y mudo veía y hablaba." (Mateo 12:22). Las multitudes que
contemplaron este milagro quedaron profundamente emocionados ante esta prueba
del poder y de la misericordia de Dios manifestados en Jesús, por lo que exclamaron:
"¿Será éste aquel Hijo de David?" Pero los Fariseos enemigos de
Cristo, toman ocasión para mostrar su odio; no pudiendo negar el milagro
realizado ante sus ojos, más aún, reconociéndolo incluso, atribuyen el poder
para su realización al mismo demonio. Entonces dicen: "Este no echa fuera
los demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios." (Mateo 12:24).
Es de esta forma que ellos blasfemaban contra el
Espíritu Santo.
El pecado del cual hablamos consiste pues en atribuir voluntariamente a
Satanás el poder ejercido por el Espíritu Santo. Existe aquí la blasfemia contra el Espíritu Santo,
porque asimilaban sus operaciones a los de un demonio, imputándoles el carácter
de los de un demonio.
Esta es la explicación que el mismo Señor da, de la
blasfemia contra el Espíritu Santo en el pasaje citado del Evangelio de
Marcos: "Porque ellos habían dicho: Tiene espíritu inmundo." (Marcos
3:30).
Para evitar toda posibilidad de error, desarrollemos
un poco el razonamiento.
1º. El poder que Jesús ejercía y por el cual hacía
los milagros, era el del Espíritu Santo. (Lucas 4: 1-8; Isaías 61: 1-2; Juan
3:34; Juan 14:10, etc.).
2º. Fue pues por el poder del Espíritu Santo que
echó el demonio del ciego mudo.
3º. Los Fariseos reconocían el milagro; lo habían
visto y no podían negarlo.
4º. Por lo cual tenían ante ellos una prueba de la
misión del Salvador; este milagro probaba su título de Mesías.
5º. En lugar de rendirse a la evidencia y recibir al
Señor Jesús, le rechazan y toman la ocasión del milagro para desacreditar al
Señor acusándolo de ser el agente del diablo.
6º. Es pues este ultraje hecho con propósito
deliberado, lo que el Señor llama "la blasfemia contra el Espíritu
Santo."
En
la actualidad, el Espíritu Santo está presente en medio de la cristiandad. Cada
creyente es su morada (1ª. Corintios 6:19). Habita en la Iglesia (o Asamblea)
(Efesios 2:22). Esta presencia agrava el carácter del pecado en general, y
puede decirse, en cierto sentido, que todo pecado cometido por un creyente,
es un pecado contra el Espíritu, pero este no es por cierto el sentido de lo
que nos ocupa y de lo cual el Señor denomina "la blasfemia contra el
Espíritu".
La vida del creyente es el campo cerrado de una
lucha entre la carne (nuestra vieja naturaleza) y el Espíritu. Cuando la carne
obra, dicho de otra manera, cuando el creyente peca en pensamiento, palabra u
obra, el Espíritu Santo queda 'contristado'; en nuestras almas no se
deja sentir entonces su acción gozosa, pues la conciencia es redargüida. Esto
puede ir tan lejos como en el caso de Ananías y Safira (Hechos 5), pero esto no
es hablar mal del Espíritu Santo, ni atribuirle las operaciones de un demonio.
Eso es lo que hacían los judíos y este era el pecado en el que habían caído.
Ellos habían visto obrar al Señor, por lo cual eran inexcusables, su pecado no
les fue perdonado.
Amigos
creyentes a quienes el enemigo trata de turbar por pasajes como este, este
pecado jamás será el vuestro. Lo mismo en este que en otros casos, cuán eficaz
es la Palabra de Dios recibida y creída con sencillez; cuántos terrores calma,
terrores que el diablo busca sean vuestra porción y que vuestras almas vivan en
la turbación y la inquietud, ¡lejos de esta paz que glorifica a Dios y la obra
del Señor Jesucristo!
Afirmaros
pues en la fe, los que os sentís inquietos leyendo lo que se dice acerca de la
blasfemia contra el Espíritu Santo, este pecado irremisible.
Debemos decir, más bien al contrario, que el primer
juicio de un hombre caído en un tal pecado sería de no tener conciencia ni
estar trabajado. Si un alma está en angustia en relación con sus pecados, es,
por el contrario, la prueba de que Dios lo busca para perdonarle y no para
imputarle el irremisible pecado de haber proferido palabras injuriosas contra
el Espíritu Santo.
La solemnidad de la declaración de Jesús de que
quien había proferido tales injurias no tendrá jamás perdón permanece. Aún
hoy, ante los testimonios que Dios nos da en relación con su santo Hijo Jesús,
si alguien se presenta con el propósito deliberado de rechazarlos todos, aun
los más concluyentes, como los Fariseos que fueron testigos de los milagros de
Jesús, el tal hombre se expone, si el diablo le ofrece la ocasión, a renovar el
mismo crimen que sus antiguos maestros. El Señor será el juez.
Que Él se digne guardar a nuestros lectores por la
advertencia de Su Santa Palabra y por estas líneas, de tales abismos de
perdición. Pero aún una vez, que esto no os turbe, vosotros que 'tembláis a
su Palabra': porque Dios os contempla, no para juzgaros, sino para
salvaros y bendeciros (Isaías 66:2).
B. S.
Revista "VIDA CRISTIANA", Año 1962, No. 56.-
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