martes, 3 de julio de 2018

PENSAMIENTO


La vida cristiana no consiste en la observancia de ciertas reglas, mandamientos y tradiciones humanas. Es una realidad divina. Es tener a Cristo en el corazón y a Cristo reproducido en la vida diaria por el poder del Espíritu Santo. Es el nuevo hombre, formado sobre el modelo de Cristo mismo, y apareciéndose en los más minuciosos de talles de nuestra vida, en la familia, en los negocios, en todas nuestras relaciones con nuestros semejantes; en nuestro genio, espíritu, estilo, conducta, en todo. No es asunto de mera profesión, o de dogma, o de opinión o de sentimientos; es una realidad viva e inconfundible. Es el reino de Dios establecido en el corazón, ejerciendo su bendita dominación sobre todo el ser moral y derramando su genial influencia sobre toda la esfera en la que somos llamados a movernos días tras día. Es el cristiano que sigue las benditas pisadas de Aquél que pasó haciendo bienes, haciendo todo lo posible para satisfacer toda forma de necesidad humana; viviendo no por si mismo sino para los otros, deleitándose en servir y dar; listo para calmar y simpatizar con cualquier espíritu quebrantado o corazón desolado.
C.H Mackintosh, Deuteronomio (1), pág.,265, 266

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