En la Palabra de Dios, la vida espiritual es
comparada con la vida física, y ambas tienen que sostenerse en forma similar,
por medio de una nutrición correcta y cuidadosa. La nueva vida nos fue
impartida en un nuevo nacimiento cuando aceptamos al Salvador. Si a un niño
recién nacido se lo dejara sin alimentos ni cuidados adecuados, ¿podríamos
esperar que creciera y se desarrollara? De la misma manera, la vida espiritual,
es decir la vida cristiana, debe ser cuidada y alimentada ¿correctamente a fin
de que prospere y crezca. Llegar a ser cristiano, es asunto de nacimiento (el
nuevo nacimiento); ser cristiano ya es cuestión de crecimiento. Pedro exhorta:
“Creced en la gracia y conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2
Pedro 3: 18).
Toda vida depende, para su crecimiento, de
los alimentos. Dios en su sabiduría y gracia ha proveído abundantemente para la
alimentación y cuidado de nuestra vida espiritual. Dicha alimentación es su
Palabra, la Santa Biblia. Ella contiene una dieta bien equilibrada para nuestra
alma, y abastece de todas las vitaminas espirituales necesarias para la salud
y el crecimiento. Provee leche pura, dulce miel, pan, vino, el agua de vida,
viandas firmes y toda clase de ricos frutos. (Todas estas comparaciones las
emplea la Biblia misma al hablar de su contenido).
El cristiano que alimenta su alma
diariamente o varias veces por día con la Palabra de Dios, de la misma manera
en que alimenta su cuerpo con alimentos físicos, será un hijo de Dios fuerte y
sano. Puedes ser un gigante espiritual en lugar de ser un pobre enclenque. Pero
sin esta dieta diaria, ningún cristiano puede ser fuerte.
Lee tu Biblia. Léela con diligencia y
sinceridad, buscando comprender sus verdades y asimilar sus bendiciones. La lectura
descuidada no te será de mucha ayuda. Si los hombres leyeran sus libros
escolares con el descuido y la indiferencia que leen la Biblia, no adelantaría
mucho su instrucción. Por otra parte, si el hombre leyera la Biblia con la
misma diligencia que lee sus libros de texto, encontraría que la mayor parte
de la Palabra de Dios le resultaría comprensible. La gente a menudo se queja de
que no entiende la Biblia, cuando tal vez la verdad es que no ha procurado
entenderla. Cualquier cristiano que se ponga a leer cuidadosamente todo el
Nuevo Testamento, comenzando por Mateo, ha de encontrar con gran asombro cuan
comprensible le resulta la Biblia. Y a medida que lee y absorbe sus verdades,
bíblicas, encontrará que su vida espiritual recibe alimento y nutrición.
Dirígete a la Biblia con la intención y propósito de entenderla, y la has de
entender.
Una versión moderna de la Biblia es de mucha
ayuda para comprender mejor las Escrituras. En castellano existen el Nuevo
Testamento, Versión Hispanoamericana, y la traducción de la Biblia hecha por
H. B. Pratt (la llamada Versión Moderna).
Lee tu Biblia en forma regular y
sistemática. No basta ni produce satisfacción la lectura esporádica o hecha al
azar. Todos los días debes dedicar una hora fija a la lectura de la Biblia. Lo
mejor es leer en combinación con tu hora de oración, y posiblemente sea lo más
recomendable leer antes de orar. Como mínimo irreductible, debes dedicar quince
minutos diariamente a la lectura de la Biblia. Menos no bastará para sostener
la vida espiritual de ningún cristiano. Nuestra meta diaria debe ser dos
períodos de quince minutos cada uno. Muchos cristianos pasan una hora por día
en el estudio de la Biblia.
Por ocupado que
estés, nunca puedes estar demasiado ocupado para alimentar el alma. ¿No resulta
trágico ver a un hombre que está tan ocupado ganándose la vida que no halla
tiempo para comer? Por supuesto que pocas veces se presenta el caso. Pero con
frecuencia nos encontramos con cristianos que están tan ocupados ganándose la
vida física, que están matando de hambre su vida cristiana. ¿Verdad que es una
tragedia? Si quieres ser un cristiano verdadero, sé un cristiano bíblico y lee
con regularidad la Palabra de Dios.
En la oración
hablamos con Dios. En la Biblia, Dios habla con nosotros. El Dr. Torrey ha
dicho: “Un día cualquiera que pasa sin que hayamos estudiado fielmente la
Biblia, es un día cuyas puertas se han abierto de par en par para dejar que el
error y el pecado entren en nuestros corazones y en nuestras vidas”. Es aquí
donde muchos comienzan a vacilar, para luego caer.
Lee la Biblia con
obediencia. No hay nada que nos lleve a entender tanto la Biblia como el
propósito de obedecerla. Nadie puede comprender en forma apreciable las
Escrituras si no está dispuesto a obedecer sus mandatos. Sin duda es por ello
por lo que muchos no la entienden. El Señor Jesús dijo: “El que quisiere hacer
su voluntad, conocerá de la doctrina” (Juan 7: 17). Es asombroso ver con cuánta
rapidez se pierde el gusto por la lectura bíblica y cuán pronto la mente ya no
puede seguir sus enseñanzas, cuando ha existido una desobediencia abierta
frente a sus mandatos. La obediencia en verdades que uno puede ver y entender,
lo preparan para ver y entender otras verdades. Desobedecer una verdad
comprendida, es oscurecer la mente y el corazón a todas las verdades. Muchos
han tenido esta triste experiencia. Procura cultivar una obediencia pronta,
completa, feliz y sin discusión, frente a todos los mandatos del Libro que con
claridad se refieren a ti, y has de descubrir que cada mandato es una señal
indicadora que te ha de llevar a mayores verdades y bendiciones. A un amigo que
dejó profundas y benéficas huellas en mi vida le oí decir una vez: “Hace años
que tomé la resolución de que, a medida que iba leyendo la Biblia, por la
gracia de Dios trataría de hacer todo lo que ella me mandara". Esas
palabras inmediatamente me hicieron ver cuál era el secreto de su poder
espiritual y de su vida parecida a la de Cristo. Ha permitido que la Palabra de
Dios cumpla sus propósitos en su corazón.
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