lunes, 1 de octubre de 2018

ESCENAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO (Parte XXV)

La ley de Moisés


Una cosa importantísima en la constitución de cualquier nación son sus leyes. Estas forman la base de su conducta moral y cívica. Si son buenas y bien administradas, darán carácter a aquella nación, elevándola sobre las naciones donde no es así.
Cuando Israel llegó frente al Monte Sinaí, Dios mandó a su siervo Moisés subir a la cumbre para recibir una ley divina. A veces se oye hablar de Moisés como gran legislador, pero el verdadero legislador en este caso fue Dios mismo.
Los diez mandamientos escritos por el dedo divino sobre las tablas de piedra fueron los siguientes:
·      No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso.
·      No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano.
·      Acuérdate del día de reposo para santificarlo; seis días trabajarás, y harás toda tu obra.
·      Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da.
·      No matarás.
·      No cometerás adulterio.
·      No hurtarás.
·      No hablarás contra tu prójimo falso testimonio.
·      No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo,
ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.
Se cuenta la historia de un irlandés que, encontrando una Santa Biblia, la leía hasta este capítulo 20 del Éxodo, de donde hemos copiado estos mandamientos. Llevándola a su confesor, le preguntó por qué la iglesia romana hacía imágenes y mandaba a sus fieles a venerarlas, cuando el segundo mandamiento prohíbe terminantemente tal cosa. Fiel a la costumbre de esos señores, el cura condenó el libro, alegando que era protestante y por lo tanto falsificado. “Entonces”, dijo el irlandés, “deme, señor cura, una buena Biblia”.
Creyendo que fuese mejor no negárselo, el cura le buscó una, pero primeramente cortó con finura la hoja mencionada del libro de Éxodo. Pero cuánto fue la sorpresa del cura cuando su parroquiano regresó triunfantemente con el libro “católico” abierto a Deuteronomio capítulo 5, donde se encuentra por segunda vez esta parte de la ley dada a Moisés.
¿Por qué será, amigo lector, que en muchos de los catecismos romanos el segundo mandamiento, referente a no hacer ni honrar imagen alguna, ha sido eliminado? Para completar los diez, en esos catecismos se divide el último en dos. ¿No será porque si las imágenes fuesen quitadas de la religión romana, no quedaría casi nada?
Pero, ¿qué objeto tiene la ley? ¿Nos salva? Muchos creen que sí, y se esfuerzan en cumplirla con este fin. ¿Pero qué dice la misma doctrina apostólica? “Sabemos que todo lo que la ley dice, a los que están bajo la ley lo dice, para que toda boca se tape, y que todo el mundo se sujete a Dios”, Romanos 3.19.
Todos nosotros somos culpables de haber quebrantado la ley de Dios; condenados por su ley, debemos tapa la boca. Entonces, ¿tenemos que ir a la perdición por nuestros pecados? Gracias a Dios, hay un escape: “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición”, Gálatas 3.13. Y: “Justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”, Romanos 5.1.

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