La ley de Moisés
Una cosa importantísima en la constitución de cualquier nación son sus
leyes. Estas forman la base de su conducta moral y cívica. Si son buenas y bien
administradas, darán carácter a aquella nación, elevándola sobre las naciones
donde no es así.
Cuando Israel llegó frente al Monte Sinaí, Dios mandó a su siervo Moisés
subir a la cumbre para recibir una ley divina. A veces se oye hablar de Moisés
como gran legislador, pero el verdadero legislador en este caso fue Dios mismo.
Los diez mandamientos escritos por el dedo divino sobre las tablas de
piedra fueron los siguientes:
· No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo,
ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a
ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso.
· No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano.
· Acuérdate del día de reposo para santificarlo; seis días trabajarás, y
harás toda tu obra.
· Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra
que Jehová tu Dios te da.
· No matarás.
· No cometerás adulterio.
· No hurtarás.
· No hablarás contra tu prójimo falso testimonio.
· No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo,
ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.
ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.
Se cuenta la historia
de un irlandés que, encontrando una Santa Biblia, la leía hasta este capítulo
20 del Éxodo, de donde hemos copiado estos mandamientos. Llevándola a su
confesor, le preguntó por qué la iglesia romana hacía imágenes y mandaba a sus
fieles a venerarlas, cuando el segundo mandamiento prohíbe terminantemente tal
cosa. Fiel a la costumbre de esos señores, el cura condenó el libro, alegando
que era protestante y por lo tanto falsificado. “Entonces”, dijo el irlandés,
“deme, señor cura, una buena Biblia”.
Creyendo que fuese mejor no negárselo, el cura le buscó una, pero
primeramente cortó con finura la hoja mencionada del libro de Éxodo. Pero
cuánto fue la sorpresa del cura cuando su parroquiano regresó triunfantemente
con el libro “católico” abierto a Deuteronomio capítulo 5, donde se encuentra
por segunda vez esta parte de la ley dada a Moisés.
¿Por qué será, amigo lector, que en muchos de los catecismos romanos el
segundo mandamiento, referente a no hacer ni honrar imagen alguna, ha sido
eliminado? Para completar los diez, en esos catecismos se divide el último en
dos. ¿No será porque si las imágenes fuesen quitadas de la religión romana, no
quedaría casi nada?
Pero, ¿qué objeto tiene la ley? ¿Nos salva? Muchos creen que sí, y se
esfuerzan en cumplirla con este fin. ¿Pero qué dice la misma doctrina
apostólica? “Sabemos que todo lo que la ley dice, a los que están bajo la ley
lo dice, para que toda boca se tape, y que todo el mundo se sujete a Dios”,
Romanos 3.19.
Todos
nosotros somos culpables de haber quebrantado la ley de Dios; condenados por su
ley, debemos tapa la boca. Entonces, ¿tenemos que ir a la perdición por
nuestros pecados? Gracias a Dios, hay un escape: “Cristo nos redimió de la
maldición de la ley, hecho por nosotros maldición”, Gálatas 3.13. Y:
“Justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor
Jesucristo”, Romanos 5.1.
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