Habiendo
notado los varios nombres dados a las coronas de recompensa, ahora me gustaría
enfatizar algunas exhortaciones y advertencias que hallamos en el Nuevo
Testamento acerca de ellas.
Hablamos
previamente de la posibilidad de ser desaprobado al final si no tenemos
cuidado de caminar delante de Dios en auto-juicio, sujetando constantemente a
los apetitos físicos (1 Co. 9:27). Y también hemos considerado brevemente 2
Juan 8,
‘'Mirad por vosotros
mismo, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis
galardón completo
Es
evidente que la recompensa es algo que se puede perder, aunque la vida eterna
no se pierde. ¿Como podemos acaso trabajar en vano y perder la corona que se
nos ofrece? Notemos lo que dice 2 Timoteo 2:5,
“Y también el que
lucha como atleta, no es coronado si no lucha legítimamente”.
He aquí
un principio que es a la vez importante y de largo alcance. La i lustración
está clara. En las competencias atléticas de los griegos y romanos, había
ciertas reglas que todo atleta debiera respetar. Aunque un joven tuviera
fuerza, vigor y agilidad, si no siguiera las normas de los juegos sería
descalificado y no podría recibir la corona del vencedor.
En los
juegos olímpicos celebrados en Stockholm, Suecia, hace algunos años, un joven
indio norteamericano: James Thorpe, sobrepasó a todos los demás en un número
de competencias que requieren fuerza y destreza. Ganó para sí muchas medallas y
los demás atletas le tenían envidia, porque habían intentado en vano ganarle.
Cuando el rey de Suecia le presentó los galardones, exclamó: “¡Usted, señor,
es el más grande atleta no profesional en el mundo!” Era un momento de elación
y aquel indio norteamericano seguramente sentía gran satisfacción. Pero cuando
volvió a los Estados Unidos, ciertos hombres comenzaron una investigación de su
pasado. Finalmente descubrieron que un verano, cuando todavía era estudiante en
una escuela del gobierno, Thorpe había jugado en el equipo de béisbol de un
pueblo una vez a cambio de unos pocos dólares semanales. Esto técnicamente le
descalificó de entrar en una competencia no profesional. Cuando fue declarado
al rey, tuvo que escribirle y demandar que devolviera los trofeos. A Thorpe
casi le rompió el corazón, pero los devolvió todos y escribió una carta franca
en la que rogó al rey no pensar demasiado duramente de él, recordándole que era
sólo “un joven indio ignorante”, y no sabía que violaba una norma entrando en
los juegos después de haber recibido dinero por jugar al béisbol. Pero su
ignorancia de los requisitos no pudo evitarle la pérdida de sus trofeos. Aunque
ninguna persona benigna sentía otra cosa que simpatía respecto a Thorpe, sin
embargo, todos tenía que reconocer que el rey había actuado con justicia.
Y así
será con aquellos que buscan una corona incorruptible. Las recompensas sólo
serán para aquellos que luchan legítimamente, los que han observado las normas
declaradas en la Palabra de Dios.
Puede que
haya mucha auto-negación. devoción intensa y gran sinceridad, y sin embargo
todo el servicio de la vida puede ser “no conforme” a las Escrituras. De ahí la
necesidad de conocer la Biblia y de proceder “según el Libro”. Mucho llamado
servicio cristiano hoy en día es meramente actividad carnal. Mucho de lo que es
llamado “trabajo de iglesia” se hace de modo totalmente opuesto a la divina
revelación de los principios de la iglesia y sus responsabilidades. Hay un
patrón que seguir, no modificar ni mucho menos ignorar. Mucho de lo que es
considerado como evidencia de espiritualidad es simplemente refinamiento
natural, y no es en ningún sentido el resultado de la obra del Espíritu Santo.
Mucho de “lo que los hombres tienen por
sublime, delante de Dios es abominación” (Lc. 16:15).
El
servicio que tendrá Su aprobación y será recompensado con galardón en el
Tribunal de Cristo es el que es del Espíritu Santo y de acuerdo con la Palabra
de Dios. Nada más pasará la prueba.
Puede que
los hombres trabajen cansadamente para edificar y “avanzar la causa”, como se
suele decir, y que muestren fidelidad recomendable a “principios” que ellos
creen ser sanos y correctos, pero que encuentre al final, “en aquel día”, que su tiempo y sus labores han sido por demás,
porque no tenía un “así ha dicho el
Señor” para autorizar sus esfuerzos. Nuestros pensamientos y opiniones no
cambiarán la Palabra de Dios.
Es de
importancia primaria que el labrador dedique mucho tiempo al estudio “a
conciencia” de la Palabra, con mucha oración, para que su mente sea dirigida
por la Verdad, y para que pueda detectar en seguida lo que es contrario a la
sana enseñanza.
De otro
modo puede que tenga que mirar atrás con remordimientos, viendo sus energías y
años malgastados cuando podían haber sido dedicados a la gloria de Cristo, pero
que fueron dedicados a la edificación de algún sistema que no se conformaba a
las Escrituras, y, por lo tanto, aunque fue sincero, tenía buenas intenciones y
quería hacer bien, todo será consumido porque “por el fuego será revelada; y la
obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará” (1 Co. 3:13).
El
apóstol se preocupaba por no “correr en vano” ni “trabajar en vano”, y a
nosotros también esto nos debe preocupar, aunque parece que en muchos casos no
es así. Debemos aprovechar cada día para Dios, orando así: “ordena mis pasos con tu Palabra” (Sal. 119:133).
H.A. Ironside
No hay comentarios:
Publicar un comentario