domingo, 6 de enero de 2019

Cristo Resucitó

¡
Espíritu de Dios, alma encendida,

tonificante bálsamo del Cielo!
Hoy tu herencia, Señor, se multiplica
entre dorados tonos de misterio.

Estuviste tres días esperando
en la tumba, sellada con silencio,
donde José de Arimatea puso
el tesoro divino de tu cuerpo.

El sepulcro, guardado por sayones,
a la final trompeta quedó abierto
como un cofre de oro, y en ofrenda
al gran Señor y Padre de los cielos.

¡Espíritu de Dios, vida del Santo!
¡Inapreciable aroma en el que tengo
abierta la oración que el alma siente
como en el grato símbolo de un sueño!

¿Dónde está la agonía que querían
los impíos legales de tu pueblo?
¿Dónde está el aguijón de aquella muerte?
¿Dónde el sepulcro oscuro que te dieron?

¡Gloria y resurrección el mundo canta
con ángeles que bajan desde el Cielo!

Un día tú, Señor, pondrás mi vida
al lado de la puerta de tu Reino,
y volará mi alma hacia el camino
que con tu sangre me dejaste abierto.

Se siembra en corrupción, se vive en gloria;
el alma es empujada en dulce viento,
buscando protección - ¡Oh, Dios del alma! -
en la rica morada de tu huerto.

Estás aquí, Señor, maná bendito
que por Jesús recibo en alimento.
El corazón revive y se gloría
con las notas de un órgano del Cielo.

Con nueva luz alcance así la altura
este salmo de amor, en el que quiero
dejarte la fragancia de una rosa
asomada al balcón de mi salterio.


- Tomado de "En la Calle Recta"

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