domingo, 6 de enero de 2019

GEDEÓN, EL LIBERTADOR


El llamado de Dios, Jueces 6.1 al 24

    El libro de Jueces describe una espiral descendiente de alejamiento espiritual. En los tiempos del comienzo del libro Israel se encuentra en la elevación hasta la cual Josué llevó la nación en el noble ministerio de su vida. Cuando el libro termina la condición es una de absoluta anarquía; “Cada uno hacía lo que bien le parecía”, 21.25.
    Siete vueltas en la espiral hacia abajo son señaladas por la cláusula “los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová”. Vea la expresión en 2.11, 3.7,12, 4.1, 6.1, 10.6, 13.1.

1.       El mal
    Ahora, en la cláusula citada, lo malo es el mal. Su pecado fue el pecado de los pecados: el de dejar a Dios e ir en pos de los ídolos. La idolatría es la suprema necedad de los incrédulos, Romanos 1.22,23, y la impiedad más desafiante de los creyentes. El último llamado de Dios a Israel antes de la caída de la nación se encuentra en Jeremías 44.4; siglos después de Gedeón, diría: “No hagáis esta cosa abominable que yo aborrezco”.
    La idolatría había sido la mayor degeneración de ese pueblo desde los tiempos de Moisés. El becerro de oro fue su episodio más vergonzoso en el desierto. Baal y Astarot eran sus seductores en la época de los jueces. En el período de los reyes el pueblo de Israel volvió a sus dioses una y otra vez, hasta que salió de Dios el mensaje que “no hubo ya remedio”, 2 Crónicas 36.16.
    Dios no tolerará la idolatría en su pueblo. Esta provoca su santa ira, y Él castiga para sanar. “¿Provocaremos a celos al Señor? ¿Somos más fuertes que él?” Así preguntó el apóstol a unos creyentes que jugaban con esta misma cosa; 1 Corintios 10.22. Si el lector busca los párrafos en Jueces 2.11 al 19, verá un resumen de este mal. Veamos las frases que describen la decadencia progresiva:
·      Dejaron a Jehová y adoraron a Baal y a Astarot, 2.13
·      Se encendió ... el furor de Jehová, 2.14
·      Tuvieron gran aflicción, 2.15
·      Jehová levantó jueces que los librasen, 2.16
·      Al morir el juez, ellos volvían atrás, 2.19
A lo largo el juicio los recogió y los lanzó al exilio para aprender su amarga lección. “De sus caminos será hastiado el necio de corazón”, Proverbios 14.14.
    Una sola generación bastó para conducir este pueblo a una idolatría avanzada, por cuanto este mal es veloz en su desarrollo; véanse Jueces 2.10,11. Ninguno puede contarse como inmune de la retrogresión espiritual con base en experiencias recientes de poder y bendición recibidos de Dios. Mientras más la subida, mayor la caída.
    Además, es un peligro persistente esta confianza ilícita. Es un enemigo que vuelve al ataque sin pérdida de tiempo después de cada rechazo. “El que piensa estar firme, mire que no caiga”, 1 Corintios 10.12. “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo”, Hebreos 3.12.
    El camino de la restauración está señalado claramente en nuestro pasaje. La retribución instantánea de la idolatría es la pobreza espiritual, la cual desciende a las profundidades de la miseria y a su tiempo exprime del corazón el angustiado ruego por auxilio.
    Dios manda al tal su Palabra para afligir y sanar, señalando la vía al arrepentimiento. Una vez escuchado su testimonio, procede en misericordia fuerte y sabia para rescatar al contrito. Vea el 6.8 al 10 en Jueces: “Os libré de mano de los egipcios, y de mano de todos los que os afligieron... pero no habéis obedecido mi voz”.

2.       El hombre
    El ángel del Señor aparece bajo el árbol encina en Ofra. El Señor está siempre en busca de hombres idóneos para sus fines, en quienes puede efectuar sus propósitos en gracia. Dios escoge hombres de a uno. Para el inicio de obras nuevas de poder y gracia, Él busca a un hombre. Escogió a uno, Moisés, cuando era tiempo de librar a Israel de Egipto; otro, Josué, cuando iba a ubicar su pueblo en Canaán; ahora Gedeón cuando va a salvarles de Madián.
    Nunca dice que Dios buscó a un comité cuando estaba por inaugurar una obra especial; siempre una persona. “Busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha”, Ezequiel 22.30; “Vio que no había hombre”, Isaías 59.16. Para conducir la rutina de las agencias espirituales ya establecidas —una tarea bienaventurada y necesaria— Él emplea grupos y afiliaciones, pero para poner en marcha una obra nueva de gracia y poder, su elección generalmente recae sobre un hombre.
    Ha sido así en nuestros tiempos. Un William Booth para alcanzar a los marginados en pobreza; un Moody para despertar a los británicos dormidos; un Spurgeon para enriquecer la exposición del evangelio verdadero; un Hudson Taylor para abrir la China; un George Müller para mostrar el ejemplo de la fe.
    “Los ojos de Jehová contemplan la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él”, 2 Crónicas 16.9. Él elige el empleo de conductores humanos del poder divino, y la mayor honra a la cual uno puede aspirar es la de ser encontrado en condiciones de ser usado: “útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra”.
    El ojo comprensivo cae sobre Gedeón, un hombre de Manasés, quien está sacudiendo una triste cosecha de trigo. No lo hacía abiertamente en el granero, sino secretamente en el lagar excavado para el procesamiento de las uvas, resuelto a esconder el hecho de los madianitas.
    Alimento para el pueblo de Dios es el propósito de su labor. Cuando hay frialdad y disensión entre el pueblo de Dios, lo más probable es que Él utilice al hombre que está ocupado personalmente con la Palabra. “Les sustentaría Dios con lo mejor del trigo...”, Salmo 81.16. El tal habrá visto la necesidad de alimento para su propia alma, y tendrá interés por hacerlo disponible a los hijos de Dios en su esfera de influencia, compartiendo así la bendición recibida.
    Además, el corazón de Gedeón sentía la carga de la condición tan lamentable de la nación. Su reacción ante el ángel hace ver cuán agudamente sentía esto: “Si Jehová está con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto? ¿Y dónde están todas sus maravillas, que nuestros padres nos han contado?” 6.13.
    Esta es una característica que se percibe en los hombres que Dios va a usar. Ellos cargan con la condición del pueblo del Señor como un peso en su propia alma. Lloran por “la herida de la hija de mi pueblo”, Jeremías 8.21, y la ponen delante de Dios en fervorosa y sincera intercesión.
    Vemos que Gedeón abriga pensamientos humildes acerca de sí mismo. Su tribu fue la menos numerosa en Israel, Números 1.35, y su familia la más pobre en la tribu, 6.15, y él se consideraba el miembro más insignificante de su familia. En su criterio era el hombre de menor rango en la nación. No nos sorprendamos, pues, que Jehová le haya mirado, 6.14, ya que ha prometido: “Miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra”, Isaías 66.2.
    ¿Quién anhela ser un instrumento para bien en la mano de Dios en el día malo? Que la tal persona tome note de la designación de Gedeón, y que observe que Dios tomó al hombre diligente, interesado espiritualmente por el bienestar de los hijos de Dios, y humilde. De las filas de éstos proceden los vasos escogidos según la voluntad divina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario