“Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios
ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”
(Romanos 5:5).
Algunas veces
las palabras del vocabulario cristiano tienen un significado diferente al que
tienen en el uso normal. “Esperanza” es una de estas palabras.
En lo que se refiere al mundo, la esperanza a menudo significa aguardar con ansia algo que no se ve, pero sin certeza alguna de que se cumpla. Un hombre en medio de un grave problema financiero puede decir: “Espero que todo salga bien”, pero no tiene seguridad de que ocurra así. Su esperanza no pasa de ser una ilusión. La esperanza cristiana también aguarda con ansia algo invisible, como en Rom 8:24 Pablo nos recuerda: “La esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo?” Toda esperanza trata con la esfera del futuro.
En lo que se refiere al mundo, la esperanza a menudo significa aguardar con ansia algo que no se ve, pero sin certeza alguna de que se cumpla. Un hombre en medio de un grave problema financiero puede decir: “Espero que todo salga bien”, pero no tiene seguridad de que ocurra así. Su esperanza no pasa de ser una ilusión. La esperanza cristiana también aguarda con ansia algo invisible, como en Rom 8:24 Pablo nos recuerda: “La esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo?” Toda esperanza trata con la esfera del futuro.
Pero lo que
hace que la esperanza cristiana sea diferente es que está basada en la promesa
de la Palabra de Dios y por lo tanto es absolutamente cierta. “La cual tenemos
como segura y firme ancla del alma” (Heb 6:19). La esperanza es “fe que
descansa en la Palabra de Dios y vive en la seguridad presente de lo que Dios
ha prometido o predicho” (Woodring). “Notemos que utilizo la palabra esperanza
para dar a entender ‘certeza’. La esperanza en la Escritura se refiere a los
eventos futuros que sucederán pase lo que pase. La esperanza no es una ilusión
engañosa para mantener a flote nuestros ánimos y evitar que avancemos
ciegamente a un destino inevitable. Es la base de toda la vida cristiana.
Representa la realidad esencial” (John White).
Ya que la
esperanza del creyente está basada en la promesa de Dios, nunca nos avergonzará
o desilusionará (Rom 5:5). “La esperanza sin las promesas de Dios es vacía y es
inútil y a menudo hasta presuntuosa. Pero cuando se basa en las promesas de
Dios, descansa sobre Su carácter y no puede llevar a la desilusión” (Woodring).
Se dice de la esperanza cristiana que es una “buena esperanza”. “Jesucristo
Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna
y buena esperanza por gracia” (2Te 2:16).
También se le llama “esperanza bienaventurada”, refiriéndose
particularmente a la venida de Cristo: “aguardando la esperanza bienaventurada
y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tit 2:13).
El apóstol Pedro la llama “esperanza viva”. “Según su grande misericordia,
nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de
los muertos” (1Pe 1:3).
La esperanza
del cristiano le capacita para soportar las esperas aparentemente
interminables, la tribulación, la persecución y hasta el martirio. No debemos
olvidar que estas experiencias son solamente alfilerazos comparadas con la
gloria venidera.
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