Introducción
La lectura concienzuda de la Escritura
muestra que muchas de las Epístolas del apóstol Pablo son principalmente
correctivas, siendo escritas para hacer frente a graves desórdenes y enseñanzas
erróneas que atribulaban a las primeras asambleas. Hay, sin embargo, Epístolas,
como por ejemplo la Epístola a los Efesios y la Primera Epístola a Timoteo, las
cuales son principalmente instructivas, por cuanto ellas presentan a la iglesia
en su orden divino conforme a la mente de Dios.
Cada una de estas Epístolas presenta un aspecto
especial de la iglesia. En la Epístola a los Efesios la iglesia es vista como
compuesta de creyentes unidos por el Espíritu Santo para formar el cuerpo
místico del cual Cristo en el cielo es la Cabeza, presentando así a la iglesia
en sus relaciones celestiales conforme a los consejos de Dios.
En la Primera Epístola a Timoteo, la iglesia es
vista como compuesta de creyentes "juntamente edificados para morada de
Dios en el Espíritu." (Efesios 2:22). En conexión con esta gran verdad, la
enseñanza de la Epístola tiene a la vista un doble propósito. Primeramente, el
apóstol escribe para mandar a los creyentes que vivan la vida práctica de
piedad consistente con la casa de Dios, tal como leemos, "para que sepas
cómo debe conducirse uno en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios
vivo." (1 Timoteo 3:15 - LBLA). En segundo lugar, el apóstol escribe para
enseñarnos que el gran propósito de la casa de Dios es ser un testigo en el
mundo de que Dios es un Dios Salvador, "el cual quiere que todos los
hombres sean salvos." (1 Timoteo 2:4).
El deseo de Dios es que, por medio de la iglesia,
haya en el mundo un testimonio colectivo a Él mismo en toda Su santidad y
gracia como un Dios Salvador. Para presentar este testimonio tenemos que
conocer el orden de la casa de Dios y la conducta apropiada a Su casa.
La Epístola presenta, de este modo, el propósito y
el orden de la casa de Dios conforme a la mente de Dios. Muestra que el orden
piadoso no es solamente para gobernar la asamblea, sino para que tenga un
efecto sobre cada detalle de las vidas de aquellos que componen la casa de
Dios, ya sean hombres o mujeres, casados o solteros, siervos o amos, ricos o
pobres.
En la arruinada condición de la Cristiandad la
verdad de la Epístola está en gran parte obscurecida, o ignorada, sea por 'el
individualismo' o por 'el sectarismo'. Muchas almas honestas, viendo poco más
allá de su salvación individual, son indiferentes al hecho de que, siendo
salvos, los creyentes forman la casa de Dios con todos sus privilegios y
responsabilidades. Otros, sintiendo la necesidad de la comunión cristiana, pero
dejando de ver lo que Dios ha establecido, se han impuesto la obra de formar
sistemas religiosos conforme a sus propias ideas de orden.
Así, de diferentes formas, la gran verdad de que
Dios ha formado Su casa compuesta de creyentes "juntamente edificados para
morada de Dios en el Espíritu" es ignorada. La verdad nos conduciría, no a
vernos meramente como individuos salvados, no a esforzarnos por reunir
Cristianos en sistemas inventados por hombres, sino a reconocer nuestra parte
en la casa que Dios ya ha formado, y actuar a la luz de ello, al mismo tiempo
que rechazamos todo lo que es una negación de esa casa en principio y práctica.
Deseando andar en la sencilla obediencia a la
Palabra de Dios, apreciaremos la misericordia que nos ha preservado, en esta
Epístola, el pensamiento de Dios para Su iglesia contemplada como la casa de
Dios. Es solamente en la medida que tenemos ante nosotros el estándar de Dios
que podemos procurar inteligentemente responder a Su pensamiento. Debemos
conocer la verdad para actuar conforme a ella; y solamente en la medida en que
estemos cimentados en la verdad, nosotros seremos capaces de detectar y
rechazar el error.
Presentando la conducta consistente con la casa de
Dios, da como resultado que la práctica, más bien que la doctrina, pasa ante
nosotros en la Epístola.
En 1 Timoteo 1, el evangelio de la gracia de Dios
es presentado como el gran testimonio que ha de fluir al mundo desde la casa de
Dios.
En 1 Timoteo 2 y 1 Timoteo 3, se nos enseña en
cuanto al orden práctico que conviene a la casa de Dios, de modo que todos
quienes componen la casa, tanto hombres como mujeres, puedan vivir en
consistencia con la morada de Dios, y que no se debe permitir nada que estropee
el testimonio que fluye de la casa.
En 1 Timoteo 4 a 1
Timoteo 6 se nos advierte contra las diferentes formas en que la carne se
manifiesta, y se nos enseña la forma "piadosa", o la
"piedad", como la gran salvaguardia contra todo principio maligno
contrario al orden de la casa de Dios.
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