La
preparación del hombre, Jueces 6.25 al 40
El
llamamiento ya establecido, no tardó la orden a comenzar su labor: “aconteció
la misma noche”, 6.25.
Hay asuntos que no requieren una espera;
mejor, que no la permiten. Así, viene a Gedeón la instrucción: “Derriba el
altar de Baal que tu padre tiene, y corta también la imagen de Asera que está
junto a él”. Esta exigencia está acompañada de otro requisito, el cual es un
complemento natural al primero: “Edifica un altar a Jehová tu Dios... y
sacrifica... un holocausto”.
1. El mal en
casa
Él no pudo servir en público antes de
enfrentar el mal en su casa y acabar con aquello. Él tuvo que vencer esta
desobediencia con verdadera obediencia y fiel servicio a Dios. Mal podría
Gedeón pensar en echar a Madián de Israel hasta que Baal fuese echado de su
propia vida. La vil idolatría relacionada con esa imagen y ese altar entre los
arbustos tenía que ser atendida sin misericordia, y su rechazamiento absoluto
de la idolatría tenía que quedar manifiesto. Hecho esto, pero no antes, habría
la posibilidad de echar fuera a los enemigos públicos del pueblo de Dios.
Es así siempre. Hasta que yo haya arreglado
lo que reconozco por malo en mi propia vida —hasta que yo me aparte de toda
complicidad conocida y reconocida con vínculos, hábitos y prácticas malsanas —
habrá una barrera que excluirá para todos fines prácticos toda utilidad pública
y robará de todo poder espiritual el así llamado servicio cristiano.
Gedeón no había creído en Baal, y
despreciaba la idolatría, según desprendemos de todo lo que hemos leído de él
hasta ahora. Pero no había tenido coraje para testificar contra el mal cuando
lo vio atrincherado en la casa de su propio padre. Ahora le tocaba oponerse a
eso abiertamente, asumiendo en público su rol de siervo de Jehová. Fue una
prueba, una prueba severa.
Gedeón tenía miedo. Declararse así
representaba un gran riesgo. ¿Cómo reaccionaría su padre? ¿Qué diría la gente
de la comarca? ¿Quién es el hombre de mayor valor: el que no conoce el miedo, o
el que sí lo tiene, pero hace lo que teme? Cuando Dios se dirige a su
conciencia, mandándole a hacer una cosa —algo correcto pero difícil— entonces,
hágalo. Temor, miedo y todo; ¡hágalo!
“Mas temiendo hacerlo de día ... lo hizo de
noche”. No fue la conducta firme y celosa que uno hubiera esperado de un gran
hombre de valor, pero con todo se logró el fin acertado y se dio inicio a la
crisis.
¿Es difícil interpretar todo esto? Claro que
no. Cuántos cristianos ineficaces hay, sus labios sellados, su testimonio
negativo en el taller, la oficina o la casa. ¿Por qué? Porque queda en su vida
personal alguna práctica que deshonra a Dios; algo que han debido juzgar, pero
lo han dejado. Es algo que el mundo discierne y que, mientras exista, impide el
poder espiritual y el testimonio efectivo.
Una de las personas más infelices y más
inútiles es el verdadero creyente que vive al nivel del inconverso. Su
conversión le ha hecho imposible que esté del todo contento en las costumbres
mundanas, y a la vez sus costumbres mundanas hacen imposible que sea de
utilidad al Señor. No sirve para el mundo, pero tampoco está sirviendo a Dios.
A la tal persona hace falta enfrentarse con
el mandamiento de Colosenses 3: Despojarse del viejo hombre con sus hechos, y
revestirse del nuevo. Este es el procedimiento en el Nuevo Testamento al cual
corresponde la iniciativa de Gedeón en derrumbar el altar de los Baal y
construir un altar al Señor. Cuando uno hace esto, puede comenzar a valer por
algo en la lucha por la verdad y la santidad.
2. El nombre
nuevo
Gedeón se había definido. Ahora todos le
conocían como enemigo de Baal y defensor de la honra de Dios. ¿Cuáles serían
sus reacciones? Algunos mostraron hostilidad y amenazaron, como esperaba. De su
padre él recibió un apoyo inesperado pero agradecido; el golpe audaz del hijo dio
coraje al mayor para renunciar a Baal y ridiculizar la idolatría que por largo
tiempo había sancionado.
El que se pronuncia abiertamente por Dios,
aun con temor y temblor, tendrá esta misma experiencia para sí. Su posición
provocará a unos a la ira, y dará valor a otros para identificarse con él. Y si
estos últimos sean sus seres queridos, qué galardón le será.
“Que Baal, si es un dios, contienda por
sí mismo”, fue la actitud de Joás, secretamente orgulloso porque su hijo poseía
más valor que él mismo. Y así dieron a Gedeón el nombre de Jerobaal; fue
señalado como el opositor declarado del mismo ídolo cuya adoración había traído
toda la miseria que Israel estaba sufriendo.
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