Respuestas: Si bien es verdad que el Señor condenó tanto el
ayuno judaico como el farisaico, no hemos de imaginar por esto que no puede
haber un ayuno cristiano; al contrario. Creo que hay en el ayuno una real
ventaja, de la cual pocos cristianos tienen una idea cabal.
Si en ciertas ocasiones que exigen de nosotros
fervorosas oraciones (sea individualmente, en familia o al reunirnos como
asamblea) supiésemos acompañarlas con ayuno, no dudo que experimentaríamos por
ello una gran bendición. Es también un medio de expresar la humillación de
espíritu. El ayuno es una de las cosas por medio de las cuales el cuerpo
simpatiza con las preocupaciones del espíritu, es una manifestación del deseo
que sentimos de estar delante de Dios en actitud de humillación.
En efecto, ¿quién de nosotros no sabe por experiencia
que el exceso de carne y de vino (así como de legumbres, poco importa para el
caso) «carga» el corazón como nos lo dice el mismo Señor? (Lucas 21:34). Por el
contrario, la privación momentánea de alimentos es apropiada para facilitar la
elevación del corazón a Dios en fervorosas y prolongadas oraciones.
No creo que el ayuno produzca nunca, de por sí, la
angustia del alma, si bien éste puede ser el resultado de aquélla. Estando muy
turbado el corazón, ¿quién se preocupa de comer? Por lo tanto, entendemos muy
bien que, en presencia de un gran dolor, en el duelo, en una honda convicción
del pecado y un ardiente anhelo de salvación, uno sea llevado inconscientemente
a ayunar. Asimismo, tanto el cristiano que ha caído, como una asamblea en cuyo
seno hayan ocurrido cosas que necesitan una profunda humillación delante de
Dios, ¿no sentirán a veces (y ojalá fuese más a menudo) la necesidad de unir el
ayuno a la oración, o de orar ayunando, con el fin de poder hacerlo con
insistentes súplicas? Si se siente verdaderamente el deseo de ser restaurado,
se sentirá de modo natural la necesidad del ayuno. Por desgracia, a veces nos
ocurre pensar en gozarnos cuando tendríamos que sentir nuestras miserias y
llorar, cuando Dios nos invita a humillarnos, confesando nuestras
infidelidades. ¿Cuántas veces el conmovedor reproche dirigido a Israel en
Isaías 22: 12,13, no ha podido ser aplicado a cristianos sin entendimiento y
sin espiritualidad?
En resumen, con respecto a la segunda parte de la
pregunta: ¿hemos de ayunar bajo la actual economía de la gracia? Puede
contestarse lo siguiente:
Creo que la práctica del ayuno es claramente afirmada
en pasajes tales como Mateo 9:15; 17:21 y Hechos 13:2. El ayuno nos es
presentado en relación inmediata con la oración y pensamos que dicha relación
es muy instructiva. El ayuno implica el olvido, el alejamiento de las cosas
naturales y terrenales; la oración supone un corazón ocupado con las cosas
espirituales y celestiales. Lo primero, es un medio de tapar el conducto entre
nuestro ser natural y el mundo que nos rodea; lo segundo, es un medio de abrir
el canal entre el hombre espiritual y el cielo. El ayuno encierra la idea de
una sana abnegación del viejo hombre; la oración, la idea del estado de
completa dependencia del nuevo hombre.
Conviene añadir que, sobre todo en nuestro país, hemos
de guardarnos cuidadosamente de todo lo que, en el ayuno, se asemejaría al
espíritu monástico, ascético o legal (1 Timoteo 4:3-5; Colosenses 2: 16-23), lo
cual no tendría otro fin que exaltar lo que ha de ser humillado. Hemos de tener
esto muy en cuenta.
Por lo demás, contrastando con las prácticas de la
Ley, el verdadero ayuno es aquel que quedará siempre tan magistralmente
descrito en Isaías 58: 3-8: "¿No es más bien este el ayuno que yo escojo;
Soltar las ligaduras de maldad, desatar las coyundas del yugo, enviar libres a
los oprimidos, y que rompas todo yugo? ¿No es repartir al hambriento tu pan, y
que a los pobres que no tienen hogar, los acojas en tu casa; que cuando veas al
desnudo, le cubras, y que no te retires desapiadadamente de tu misma
carne?" (Isaías 58: 6, 7 - VM).
Traducido de Le
Messager Evangélique
Revista "VIDA CRISTIANA", Año 1953, No. 4.-
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