martes, 12 de marzo de 2019

EL AYUNO


Preguntas: ¿Qué sentido y relación tienen pasajes como Mateo 6: 16-18; Marcos 2: 18-20, y Hechos 13:2, los cuales se refieren al ayuno? ¿Hemos de ayunar bajo la actual economía de la gracia?

Respuestas: Si bien es verdad que el Señor condenó tanto el ayuno judaico como el farisaico, no hemos de imaginar por esto que no puede haber un ayuno cristiano; al contrario. Creo que hay en el ayuno una real ventaja, de la cual pocos cristianos tienen una idea cabal.

Si en ciertas ocasiones que exigen de nosotros fervorosas oraciones (sea individualmente, en familia o al reunirnos como asamblea) supiésemos acompañarlas con ayuno, no dudo que experimentaríamos por ello una gran bendición. Es también un medio de expresar la humillación de espíritu. El ayuno es una de las cosas por medio de las cuales el cuerpo simpatiza con las preocupaciones del espíritu, es una manifestación del deseo que sentimos de estar delante de Dios en actitud de humillación.
En efecto, ¿quién de nosotros no sabe por experiencia que el exceso de carne y de vino (así como de legumbres, poco importa para el caso) «carga» el corazón como nos lo dice el mismo Señor? (Lucas 21:34). Por el contrario, la privación momentánea de alimentos es apropiada para facilitar la elevación del corazón a Dios en fervorosas y prolongadas oraciones.
No creo que el ayuno produzca nunca, de por sí, la angustia del alma, si bien éste puede ser el resultado de aquélla. Estando muy turbado el corazón, ¿quién se preocupa de comer? Por lo tanto, entendemos muy bien que, en presencia de un gran dolor, en el duelo, en una honda convicción del pecado y un ardiente anhelo de salvación, uno sea llevado inconscientemente a ayunar. Asimismo, tanto el cristiano que ha caído, como una asamblea en cuyo seno hayan ocurrido cosas que necesitan una profunda humillación delante de Dios, ¿no sentirán a veces (y ojalá fuese más a menudo) la necesidad de unir el ayuno a la oración, o de orar ayunando, con el fin de poder hacerlo con insistentes súplicas? Si se siente verdaderamente el deseo de ser restaurado, se sentirá de modo natural la necesidad del ayuno. Por desgracia, a veces nos ocurre pensar en gozarnos cuando tendríamos que sentir nuestras miserias y llorar, cuando Dios nos invita a humillarnos, confesando nuestras infidelidades. ¿Cuántas veces el conmovedor reproche dirigido a Israel en Isaías 22: 12,13, no ha podido ser aplicado a cristianos sin entendimiento y sin espiritualidad?
En resumen, con respecto a la segunda parte de la pregunta: ¿hemos de ayunar bajo la actual economía de la gracia? Puede contestarse lo siguiente:
Creo que la práctica del ayuno es claramente afirmada en pasajes tales como Mateo 9:15; 17:21 y Hechos 13:2. El ayuno nos es presentado en relación inmediata con la oración y pensamos que dicha relación es muy instructiva. El ayuno implica el olvido, el alejamiento de las cosas naturales y terrenales; la oración supone un corazón ocupado con las cosas espirituales y celestiales. Lo primero, es un medio de tapar el conducto entre nuestro ser natural y el mundo que nos rodea; lo segundo, es un medio de abrir el canal entre el hombre espiritual y el cielo. El ayuno encierra la idea de una sana abnegación del viejo hombre; la oración, la idea del estado de completa dependencia del nuevo hombre.
Conviene añadir que, sobre todo en nuestro país, hemos de guardarnos cuidadosamente de todo lo que, en el ayuno, se asemejaría al espíritu monástico, ascético o legal (1 Timoteo 4:3-5; Colosenses 2: 16-23), lo cual no tendría otro fin que exaltar lo que ha de ser humillado. Hemos de tener esto muy en cuenta.
Por lo demás, contrastando con las prácticas de la Ley, el verdadero ayuno es aquel que quedará siempre tan magistralmente descrito en Isaías 58: 3-8: "¿No es más bien este el ayuno que yo escojo; Soltar las ligaduras de maldad, desatar las coyundas del yugo, enviar libres a los oprimidos, y que rompas todo yugo? ¿No es repartir al hambriento tu pan, y que a los pobres que no tienen hogar, los acojas en tu casa; que cuando veas al desnudo, le cubras, y que no te retires desapiadadamente de tu misma carne?" (Isaías 58: 6, 7 - VM).
 Traducido de Le Messager Evangélique
Revista "VIDA CRISTIANA", Año 1953, No. 4.-

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