martes, 12 de marzo de 2019

LA OBRA DE CRISTO

EN EL PASADO, EN EL PRESENTE Y EN EL PORVENIR


El Verbo de Dios revela que todas las cosas fueron creadas por el Hijo de Dios y para el Hijo de Dios. “Todas las cosas por él fueron hechas; y sin él nada de lo que es hecho, fue hecho” Jn.1.3; “Por­que por él fueron creadas todas las cosas que están en los cielos, y que están en la tierra, visibles e invi­sibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por él y para él” Col. 1.16. Al sobrevenir la ruina de esta creación perfecta por la aparición del pecado, al caer el hom­bre arrastrando consigo a la entera creación a un precipicio de corrupción, la obra de redención desde ese momento se hizo imperativa. Ninguna de las cria­turas de Dios podía ni era capaz de realizarla. Sólo el Hijo de Dios, el Creador mismo, podía emprender esta magnífica obra y finalizarla, alcanzando las alabanzas y la gloria de Dios Padre; y para hacer esta gran obra tuvo el Hijo de Dios que aparecer en la tierra a imagen nuestra.



El Triple Aspecto de su Obra


Esta obra del Hijo de Dios tiene un aspecto triple: su obra del pasado, su obra del presente y tras del presente su obra del porvenir. Su obra y su misión terminará cuando entregue el reino al Dios Padre para que Dios sea todo en todos, 1 Co. 15.24-28. Este triple aspecto de su obra corresponde a su triple misión como profeta, sacerdote y rey. Para la iglesia tiene especial significación. En Efesios 5.25-27, se hace referencia a ello. Cristo amó a la Iglesia y se sacrificó por ella; esto significa su obra PASADA. Desde entonces ha estado Cristo santificando la Igle­sia por el lavamiento de las aguas por el Verbo y en el PORVENIR se la donará a sí mismo, una Igle­sia gloriosa. Por virtud de esta triple obra de nuestro Señor los creyentes se salvan, han sido salvados y seguirán aun salvándose. Esta triple obra fue tam­bién significativa para el pueblo de Israel. “Jesús había de morir por la nación” Jn. 11.51. Hoy, en la edad presente, sus siervos en ¡atierra no están deja­dos de la mano del Maestro; a El se debe la milagrosa preservación de cada uno de ellos sobre la tierra y la prolongación de su existencia individual. Luego, en el porvenir, cuando El venga como el Redentor a reclamar la posesión adquirida con su preciosa sangre derramada en la cruz, apartará la impiedad de Jacob. Y a esto pudiéramos también agregar la relación de su obra con la creación misma, con las naciones de la tierra y con Satanás y su reino.
Estas breves reflexiones demuestran la impor­tancia de hacer distinción entre este tiple aspecto de la obra de Cristo. El cristiano que lo desconozca ha de tener forzosamente una concepción errada de la verdad. Es incapaz de comprender el Verbo de Dios, y en su práctica cristiana ha de encontrarse perplejo y desconsolado. Tal ¡por desgracia! es la condición presente de una infinidad que profesan ser cristianos; muchos de ellos ignoran el significado de la obra que Cristo consumó en el Calvario, y debido a esta misma ignorancia están continuamente tratando de hacer lo que ya Dios ha hecho por ellos. Y cuantísimos más hay que no alcanzan a comprender su posición con respecto a Cristo, y no conciben la obra sacerdotal del Mesías, sino de una manera vaga e indefinida, Esta confusión se acentúa todavía más en lo que toca a su obra futura como Rey, y de ahí que nuestro tema sea de suma importancia. Pero aun a aquellos sier­vos del Señor que hayan penetrado algo estas verda­des es menester recordárselas de continuo, y nece­sitan adquirir esta mayor concepción de la vida por el poder espiritual.
(continuará)
Contendor por la fe, 1940, N.º 8 y10
                                                                   A. C. Gaebelein

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