EN EL PASADO, EN EL PRESENTE Y EN EL
PORVENIR
El Verbo de Dios revela que todas las cosas
fueron creadas por el Hijo de Dios y para el Hijo de Dios. “Todas las cosas por
él fueron hechas; y sin él nada de lo que es hecho, fue hecho” Jn.1.3; “Porque
por él fueron creadas todas las cosas que están en los cielos, y que están en
la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean
principados, sean potestades; todo fue creado por él y para él” Col. 1.16. Al
sobrevenir la ruina de esta creación perfecta por la aparición del pecado, al
caer el hombre arrastrando consigo a la entera creación a un precipicio de
corrupción, la obra de redención desde ese momento se hizo imperativa. Ninguna
de las criaturas de Dios podía ni era capaz de realizarla. Sólo el Hijo de
Dios, el Creador mismo, podía emprender esta magnífica obra y finalizarla,
alcanzando las alabanzas y la gloria de Dios Padre; y para hacer esta gran obra
tuvo el Hijo de Dios que aparecer en la tierra a imagen nuestra.
El Triple Aspecto de su Obra
Esta obra del Hijo de Dios tiene un aspecto
triple: su obra del pasado, su obra del presente y tras del presente su obra
del porvenir. Su obra y su misión terminará cuando entregue el reino al Dios
Padre para que Dios sea todo en todos, 1 Co. 15.24-28. Este triple aspecto de
su obra corresponde a su triple misión como profeta, sacerdote y rey. Para la
iglesia tiene especial significación. En Efesios 5.25-27, se hace referencia a
ello. Cristo amó a la Iglesia y se sacrificó por ella; esto significa su obra
PASADA. Desde entonces ha estado Cristo santificando la Iglesia por el
lavamiento de las aguas por el Verbo y en el PORVENIR se la donará a sí mismo,
una Iglesia gloriosa. Por virtud de esta triple obra de nuestro Señor los
creyentes se salvan, han sido salvados y seguirán aun salvándose. Esta triple
obra fue también significativa para el pueblo de Israel. “Jesús había de morir
por la nación” Jn. 11.51. Hoy, en la edad presente, sus siervos en ¡atierra no
están dejados de la mano del Maestro; a El se debe la milagrosa preservación
de cada uno de ellos sobre la tierra y la prolongación de su existencia
individual. Luego, en el porvenir, cuando El venga como el Redentor a reclamar
la posesión adquirida con su preciosa sangre derramada en la cruz, apartará la
impiedad de Jacob. Y a esto pudiéramos también agregar la relación de su obra
con la creación misma, con las naciones de la tierra y con Satanás y su reino.
Estas breves
reflexiones demuestran la importancia de hacer distinción entre este tiple
aspecto de la obra de Cristo. El cristiano que lo desconozca ha de tener
forzosamente una concepción errada de la verdad. Es incapaz de comprender el
Verbo de Dios, y en su práctica cristiana ha de encontrarse perplejo y
desconsolado. Tal ¡por desgracia! es la condición presente de una infinidad que
profesan ser cristianos; muchos de ellos ignoran el significado de la obra que
Cristo consumó en el Calvario, y debido a esta misma ignorancia están
continuamente tratando de hacer lo que ya Dios ha hecho por ellos. Y
cuantísimos más hay que no alcanzan a comprender su posición con respecto a
Cristo, y no conciben la obra sacerdotal del Mesías, sino de una manera vaga e
indefinida, Esta confusión se acentúa todavía más en lo que toca a su obra
futura como Rey, y de ahí que nuestro tema sea de suma importancia. Pero aun a
aquellos siervos del Señor que hayan penetrado algo estas verdades es
menester recordárselas de continuo, y necesitan adquirir esta mayor concepción
de la vida por el poder espiritual.
(continuará)
Contendor por la fe, 1940, N.º 8 y10
A.
C. Gaebelein
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