TU RELACIÓN CON EL MUNDO (CONTINUACIÓN)
En cuanto
al uso del tabaco, en el mejor de ¡os casos lleva a derrochar dinero y es un
obstáculo al testimonio cristiano. En el peor de los casos va en detrimento del
cuerpo humano, es un estorbo para el testimonio cristiano, y un vicio que puede
deformar todo el ser. Un hábito que se prende de su víctima como una
sanguijuela y que tiene efectos nocivos sobre su organismo físico y su sistema
nervioso, por cierto, que no conviene a un hijo de Dios. Nuestros cuerpos son
templos del Espíritu Santo, y debemos mantenerlos lo más limpio posible para
él. Si mientras proclamamos al mundo un Cristo que puede dar la victoria sobre
los vicios y malas costumbres, nosotros mismos somos esclavos del cigarrillo,
nuestro testimonio perderá mucha fuerza.
Pero no debes tener
la impresión de que la vida cristiana es aburrida. En las Escrituras, cuando se
habla de separación, generalmente no es sólo una separación de sino también una separación para. Somos separados del mundo para
Dios. En reemplazo de todas las cosas que el Señor quita de nuestras vidas, nos
da cosas mucho mejores. Cuanto más nos encontramos separados para Cristo,
menos encanto han de tener para nosotros las cosas mundanas. Nos encontraremos
separados automáticamente de éstas. La última noche que Jesús estuvo con sus
discípulos antes de la crucifixión les enseñó que aunque estaban en el mundo,
no eran del mundo. Esa es exactamente nuestra posición como cristianos. Nos ha
escogido el Señor de entre la gente del mundo y nos ha apartado para sí mismo
como su pueblo singular. La palabra Iglesia quiere decir los llamados fuera,
que es lo que ha acontecido, pues sus integrantes han sido llamados fuera y
separados del mundo. Debemos vivir de tal modo que todos los hombres puedan
entender que hemos sido llamados a salir del mundo y que somos un pueblo
separado para Dios.
Si seguimos al mundo
en todos sus caminos, nos alimentamos como él, modelamos nuestras vidas de
acuerdo a sus cosas, ¿cómo van a saber los hombres que somos discípulos de
Cristo? Pero cuando vean una diferencia entre nuestras vidas y las suyas
sabrán que hemos estado con Jesús. Y es eso lo que deseamos.
¿Resulta demasiado
grande el precio que hay que pagar? Dios nos deja en este mundo a fin de que
podamos alumbrar el camino de otros. Por ello, no debemos recluirnos en monasterio
o retiramos en absoluto de la gente del mundo, sino vivir como hijos de Dios en
medio de un mundo lleno de maldad, y anunciar “las virtudes de aquel que nos ha
llamado de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9).
Después de todo, el mundo es un lugar muy
vacío y carente de satisfacciones. Si estudias el libro de Eclesiastés, en el
Antiguo Testamento, verás que Salomón probó todas las cosas que el mundo podía
ofrecerle, sin encontrar en ellas paz ni satisfacción Llegó a la conclusión de
que todo es vanidad. En el primer capítulo del libro, desde el versículo 13,
llama la atención al hecho de que buscó educación y sabiduría, creyendo que
los conocimientos humanos habrían de satisfacer la sed de su alma. Pero llegó a
la conclusión de que todo era “aflicción de espíritu” y “vanidad”.
Al comenzar el capítulo dos, cuenta cómo
entonces se volvió a la alegría y al placer, entregándose de lleno a todos los
placeres del mundo. Pero encontró que éstos también eran vanidad. Más adelante
en el mismo capítulo narra la forma en que trató de satisfacer los anhelos del
alma con las riquezas del mundo. Compró todo lo que puede adquirirse con
dinero, pensando que de este modo encontraría la tan buscada satisfacción,
pero llegó a la conclusión de que todo era “vanidad y aflicción de espíritu”.
Nunca ha habido un
hombre en mejores condiciones que Salomón, para poder probar de lleno todo lo
que el mundo ofrece. Y si el mundo no pudo por medio de sus placeres y
sabiduría y riquezas proporcionarle satisfacción a un hombre de la talla de
Salomón, por cierto, que no nos la dará a nosotros. Aquellos que han seguido
los caminos del mundo han llegado a la misma conclusión que Salomón: que todo
es hueco y vacío. ¿Qué aprovechará el hombre si granjeare todo el mundo y
pierde su alma?
El mundo seduce, y
promete proporcionarle al hombre una satisfacción completa, pero es engañoso y
produce grandes desilusiones. No puede cumplir sus promesas. Deja insatisfecha,
fría y hambrienta al alma. Con frecuencia aquellos que han conseguido la mayor
cantidad de las riquezas y de los placeres del mundo, son los que terminan sus
vidas en un suicidio. ¿Por qué entonces va a poner el cristiano su mira en este
mundo tan vacío y falso?
Más bien debe hacer
lo que recomienda Pablo en Col. 3: 1, 2, es decir, buscar “las cosas de arriba,
donde está sentado Cristo a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de
arriba, no en las de la tierra.” Donde estuviere tu tesoro, allí estará tu
corazón. Si nuestro tesoro está en el cielo, hemos de poner la mira en las
cosas de arriba; pero, naturalmente, si nuestro tesoro está aquí en la tierra,
nuestro interés estará también en las cosas terrenas. ¿Dónde está tu tesoro?
¿Dónde deben estar tus intereses? El Apóstol Juan dijo: “No améis al mundo, ni
las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no
está en él” (1 Juan 2: 15). En el versículo citado, tenemos expresado de nuevo
el mismo pensamiento. Si el amor de Dios ha penetrado en nuestros corazones y
nos está inundando el alma, no hemos de amar las cosas del mundo, que rechazan
y odian a Cristo, sino las cosas de arriba, en donde Cristo está, Al final de
cuentas, el problema de nuestra relación con el mundo es el problema de nuestra
relación con Cristo. Si ésta anda bien, nuestra relación con el mundo se
arregla automáticamente.
Quiero ofrecerte una lista de preguntas,
amigo cristiano, que creo que te han de ser de ayuda. Cuando tengas que
resolver si debes o no hacer cualquier cosa, hazte primeramente las preguntas
siguientes:
1. ¿Será agradable a Cristo?
2. ¿Glorificará a Dios?
3. ¿Lo haría Jesús?
4. ¿Fortalecerá mi testimonio cristiano frente a
los demás?
5. ¿Me ayudará en mi vida cristiana?
Si la respuesta a estas preguntas es
negativa, debes dar la espalda inmediatamente al asunto sobre el cual tenías
dudas. Si la respuesta es afirmativa, entonces puedes seguir adelante.
Debemos también tener en cuenta que ciertos
cristianos podrían ir a ciertos lugares, hacer ciertas cosas, y mediante ellas
ganar almas para Cristo, mientras que otros que fuesen a los mismos lugares
sólo serían tropezaderos. Lo que está bien para un cristiano, puede estar muy
mal para otro. Por ello, siempre debes formularte las cinco preguntas que vimos
más arriba, cuando tengas duda de cualquier clase. Creemos que serán la piedra
de toque que ha de permitir que resuelvas casi todos los problemas relacionados
con tu testimonio y el mundo.
Dios nos dice: “Todo lo que hagáis, hacedlo
de ánimo, como al Señor y no a los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis
la compensación de la herencia: porque al Señor Cristo servís” (Col. 3: 23,
24). En el mismo capítulo, ver- sículo 17, leemos una declaración más fuerte
aún: “Y todo lo que hacéis, sea de palabra, o, de hecho, hacedlo todo en el
nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios padre por él”. En 1 Cor. 10: 31,
32 leemos: “Si pues coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo a gloria
de Dios. Sed sin ofensa a judíos y a gentiles, y a la iglesia de Dios”.
Si no puedes ir al teatro en el nombre de
Cristo, para la gloria de Dios, y sin que sufra tu testimonio, no vayas. Si no
puedes bailar en el nombre de Jesús y a la gloria de Dios, sin ofender a
alguien no bailes. Si no puedes jugar a las cartas en el nombre de Jesús, para
la gloria de Dios, sin ofender a alguien, no juegues. Si no puedes fumar en el
nombre de Jesús, para la gloria de Dios, sin ofender a alguien, no fumes. En
lugar de preguntar: “¿Es malo hacer tal cosa?” sería mejor preguntar: “¿Será
para la gloria de Dios?” “¿Puedo hacerlo en el nombre de Jesús?”
Como cristianos no debemos tener interés en
ver cuán cerca podemos estar del fuego sin quemarnos, sino cuán lejos podemos
mantenernos del peligro. Las Escrituras nos dicen que debemos apartarnos “hasta
de la apariencia de mal” (1 Tes. 5: 22 Nácar Colunga). ¿Por qué no separarte
completamente de todas las cosas mundanas que pudieran dañar tu vida
espiritual y tu testimonio para Cristo?
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