lunes, 8 de abril de 2019

GEDEÓN, EL LIBERTADOR (4)


J. B. Watson (1884-1955),
The Witness, febrero a julio, 1944.

La preparación del hombre, Jueces 6.25 al 40


3. El poder del Espíritu
    Fíjese ahora en una consecuencia inmediata. Apenas corrigió Gedeón la situación en cuanto a Baal y su árbol sagrado, y apenas había construido un altar para Dios y ofrecido el sacrificio correspondiente, que él fue investido espiritualmente para realizar la tarea que Dios le había llamado a hacer. “El Espíritu de Jehová vino sobre Gedeón, y ... éste tocó el cuerno ...” La obediencia habilita a uno.
    El poder de Dios busca un intermedio humano para la bendición de la humanidad. En Gedeón, limpiado ya de la contaminación de la idolatría, Dios encuentra un canal, un instrumento útil, un vaso limpio, un hombre preparado. Por lo tanto, Él se apropia de la personalidad de Gedeón y la emplea para el fin que tenía por delante. Dice nuestra traducción que el Espíritu vino sobre él, pero algunas otras dicen que le revistió, o “el Espíritu se vistió de Gedeón”.
    Son tres las veces que encontramos esta expresión tan llamativa en el Antiguo Testamento. Aquí es empleada con referencia a Gedeón. En 1 Crónicas 12.18 es en cuanto a Amasai y su fidelidad a David en un tiempo cuando las lealtades estaban cambiándose. El Espíritu vino sobre él cuando declaró: “por ti, oh David, y contigo, oh hijo de Isaí”. Y en 2 Crónicas 24 leemos de Zacarías el sacerdote, quien profetizó contra la desobediencia a los mandamientos de Dios en los días de Joás; dice el versículo 20 que “el Espíritu de Dios vino sobre Zacarías”. Mateo 23.35 nos cuenta cómo pagó por esto con su vida. Repito: en cada caso el lenguaje es que el Espíritu Santo se vistió de la persona[1].
    Entonces, la plenitud del Espíritu puede significar la victoria sobre los enemigos del pueblo de Dios; puede fortalecer a uno para una lealtad declarada a Cristo en un día cuando semejante fidelidad puede costar cara; o, puede, como en el tercer caso, dar fuerza para aguantar padecimiento y pérdida. O sea: para la vida de triunfo (Gedeón), de testimonio (Amasai), o de padecimiento (Zacarías), hace falta el mismo poder, el poder del Espíritu Santo, y sólo ese poder basta.
    Gedeón tocó el cuerno y “los abierzeritas se reunieron con él”. Eran la gente de su propio distrito, y fueron los primeros en seguirle. Fue ese testimonio en casa que trajo este gran resultado. Pero el alcance del llamado se extendió; el sonido del cuerno alcanzó tribu tras tribu, hasta que el ejército de Gedeón se hizo gran hueste. ¡Qué cuadro es éste de la influencia creciente que puede tener la vida de un siervo de Dios que esté lleno del poder del Espíritu! Silenciosa, persuasiva, expansiva, efectiva: ¿quién no anhela una vida de poder espiritual?

4.      El vellón y el rocío
    Esta es la segunda señal solicitada por Gedeón. La solicitud fue, en este caso, una evidencia de una fe imperfecta. Él tenía ya la promesa que Dios le habló: “Ciertamente yo estaré contigo, y derrotarás a los madianitas como a un solo hombre”, 6.16. Para la fe sencilla esto había sido suficiente, pero, ¡pobre de nosotros! somos criaturas tan débiles que pedimos que la sola Palabra de Dios sea reforzada y ratificada por medio de una señal.
    Es una fe coja la que pide señal cuando la promesa ha sido dada. Con todo, nuestro Dios tierno y misericordioso nos permite a veces estas muletas para la fe débil. Así fue en este caso. Por cierto, concedió aun la señal doble que Gedeón pedía: primeramente, que sólo el vellón fuese llenado de rocío, y luego que sólo el vellón quedase seco. Cuán tierno es Dios en su trato con la le fe tenue; nos conviene alabarle por su ternura y paciencia con nosotros en nuestras fallas.
    ¿Qué es la lección de la señal doble? Se han ofrecido muchas explicaciones maravillosas, pero la mayoría han sido demasiado imaginarias como para convencer. La lección sencilla y obvia es, aseguradamente, que Dios es soberano en el otorgamiento y la negación de la bendición espiritual. Conforme a su voluntad, la lana se encuentra mojada; igualmente, a su mandato la lana se encuentra seca, pero todo lo demás está mojado. Él manda la bendición, y permite que la fe le mueva a Él.
    ¿Cómo podemos saber que Él llenará nuestro vellón con rocío; a saber, que llenará nuestro servicio con la unción del Espíritu Santo? Él ha revelado que manda la bendición cuando prevalecen ciertas condiciones en las personas que le buscan.
    Así, establece en Isaías 66 que mira a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a su palabra. Él dispone que la bendición sea derramada sobre el alma obediente y sumisa. Y, hay la norma del Salmo 133: Cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía, porque allí envía Jehová bendición. El dispone que su bendición caiga sobre los grupos de santos cuyos corazones estén tejidos en la unidad santa.
         “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho”, Juan 15.7. El dispone que haya bendición para quien obedezca. ¿Quién, entonces, anhela un vellón saturado, una vida llena de poder?


[1] Nota: Reina-Valera de 1909: “... se envistió en Gedeón” La Versión Moderna de 1893 da en todos tres casos: “el Espíritu revistió a”.

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