J. B.
Watson (1884-1955),
The Witness, febrero a julio, 1944.
La preparación del hombre, Jueces 6.25 al 40
3. El poder del Espíritu
Fíjese ahora en una consecuencia inmediata.
Apenas corrigió Gedeón la situación en cuanto a Baal y su árbol sagrado, y
apenas había construido un altar para Dios y ofrecido el sacrificio correspondiente,
que él fue investido espiritualmente para realizar la tarea que Dios le había
llamado a hacer. “El Espíritu de Jehová vino sobre Gedeón, y ... éste tocó el
cuerno ...” La obediencia habilita a uno.
El poder de Dios busca un intermedio humano
para la bendición de la humanidad. En Gedeón, limpiado ya de la contaminación
de la idolatría, Dios encuentra un canal, un instrumento útil, un vaso limpio,
un hombre preparado. Por lo tanto, Él se apropia de la personalidad de Gedeón y
la emplea para el fin que tenía por delante. Dice nuestra traducción que el
Espíritu vino sobre él, pero algunas otras dicen que le revistió, o “el
Espíritu se vistió de Gedeón”.
Son tres las veces que encontramos esta
expresión tan llamativa en el Antiguo Testamento. Aquí es empleada con
referencia a Gedeón. En 1 Crónicas 12.18 es en cuanto a Amasai y su fidelidad a
David en un tiempo cuando las lealtades estaban cambiándose. El Espíritu vino
sobre él cuando declaró: “por ti, oh David, y contigo, oh hijo de Isaí”. Y en 2
Crónicas 24 leemos de Zacarías el sacerdote, quien profetizó contra la
desobediencia a los mandamientos de Dios en los días de Joás; dice el versículo
20 que “el Espíritu de Dios vino sobre Zacarías”. Mateo 23.35 nos cuenta cómo
pagó por esto con su vida. Repito: en cada caso el lenguaje es que el Espíritu
Santo se vistió de la persona[1].
Entonces, la plenitud del Espíritu puede
significar la victoria sobre los enemigos del pueblo de Dios; puede fortalecer
a uno para una lealtad declarada a Cristo en un día cuando semejante fidelidad
puede costar cara; o, puede, como en el tercer caso, dar fuerza para aguantar
padecimiento y pérdida. O sea: para la vida de triunfo (Gedeón), de testimonio
(Amasai), o de padecimiento (Zacarías), hace falta el mismo poder, el poder del
Espíritu Santo, y sólo ese poder basta.
Gedeón tocó el cuerno y “los abierzeritas se
reunieron con él”. Eran la gente de su propio distrito, y fueron los primeros
en seguirle. Fue ese testimonio en casa que trajo este gran resultado. Pero el
alcance del llamado se extendió; el sonido del cuerno alcanzó tribu tras tribu,
hasta que el ejército de Gedeón se hizo gran hueste. ¡Qué cuadro es éste de la
influencia creciente que puede tener la vida de un siervo de Dios que esté
lleno del poder del Espíritu! Silenciosa, persuasiva, expansiva, efectiva:
¿quién no anhela una vida de poder espiritual?
4. El vellón y
el rocío
Esta es la segunda señal solicitada por
Gedeón. La solicitud fue, en este caso, una evidencia de una fe imperfecta. Él
tenía ya la promesa que Dios le habló: “Ciertamente yo estaré contigo, y
derrotarás a los madianitas como a un solo hombre”, 6.16. Para la fe sencilla
esto había sido suficiente, pero, ¡pobre de nosotros! somos criaturas tan
débiles que pedimos que la sola Palabra de Dios sea reforzada y ratificada por
medio de una señal.
Es una fe coja la que pide señal cuando la
promesa ha sido dada. Con todo, nuestro Dios tierno y misericordioso nos
permite a veces estas muletas para la fe débil. Así fue en este caso. Por
cierto, concedió aun la señal doble que Gedeón pedía: primeramente, que sólo el
vellón fuese llenado de rocío, y luego que sólo el vellón quedase seco. Cuán
tierno es Dios en su trato con la le fe tenue; nos conviene alabarle por su
ternura y paciencia con nosotros en nuestras fallas.
¿Qué es la lección de la señal doble? Se han
ofrecido muchas explicaciones maravillosas, pero la mayoría han sido demasiado
imaginarias como para convencer. La lección sencilla y obvia es,
aseguradamente, que Dios es soberano en el otorgamiento y la negación de la
bendición espiritual. Conforme a su voluntad, la lana se encuentra mojada;
igualmente, a su mandato la lana se encuentra seca, pero todo lo demás está
mojado. Él manda la bendición, y permite que la fe le mueva a Él.
¿Cómo podemos saber que Él llenará nuestro
vellón con rocío; a saber, que llenará nuestro servicio con la unción del
Espíritu Santo? Él ha revelado que manda la bendición cuando prevalecen ciertas
condiciones en las personas que le buscan.
Así, establece en Isaías 66 que mira a aquel
que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a su palabra. Él dispone que
la bendición sea derramada sobre el alma obediente y sumisa. Y, hay la norma
del Salmo 133: Cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en
armonía, porque allí envía Jehová bendición. El dispone que su bendición caiga
sobre los grupos de santos cuyos corazones estén tejidos en la unidad santa.
“Si permanecéis en mí, y mis palabras
permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho”, Juan 15.7.
El dispone que haya bendición para quien obedezca. ¿Quién, entonces, anhela un
vellón saturado, una vida llena de poder?
[1]
Nota:
Reina-Valera de 1909: “... se envistió en Gedeón” La Versión Moderna de 1893 da
en todos tres casos: “el Espíritu revistió a”.
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