Por Hamilton Smith
El Orden de la Casa de Dios
(1 Timoteo 2 y 1 Timoteo 3)
(b) La casa de Dios, un testimonio de la
gracia de Dios (versículos 5-7)
(V. 5). Dos
grandes verdades son expuestas ante nosotros como el terreno en el cual Dios
trata con los hombres en gracia soberana. En primer lugar, hay un solo Dios; en
segundo lugar, hay un solo Mediador.
El hecho de que hay un solo Dios había sido declarado
antes de que Cristo viniera. La unidad de Dios es la gran verdad fundamental
del Antiguo Testamento. Fue el gran testimonio de Israel, como
leemos, "Oye, Israel: JEHOVÁ nuestro Dios, JEHOVÁ, uno solo es."
(Deuteronomio 6:4 - VM). Era el gran testimonio que debía fluir a las
naciones desde Israel, como leemos, "¡Todas las naciones
júntense a una...! ... escuchen a mis testigos, y digan: Es verdad. Vosotros
sois mis testigos, dice Jehová, y mi Siervo, a quien he escogido; para que
sepáis, y me creáis, y entendáis que yo soy. Antes de mí no fue formado dios
alguno, ni después de mí habrá otro. ¡Yo, yo soy Jehová, y fuera de mí no hay
Salvador!" (Isaías 43: 9-11 - VM).
El cristianismo, al mismo tiempo que mantiene la
gran verdad de que hay un solo Dios, presenta además la verdad igualmente
importante de que hay un solo Mediador entre Dios y los hombres. Esta última
verdad es la verdad distintiva del cristianismo.
Tres grandes verdades son presentadas
caracterizando al Mediador. Primero, Él es uno. Si Dios es uno, es
igualmente importante recordar la unidad del Mediador. Hay un solo Mediador y
ningún otro. El papado, y otros sistemas religiosos corruptos de la
Cristiandad, han negado esta gran verdad, y han restado valor a la gloria del
único Mediador, instalando a María, la madre del Señor, y a otros hombres y
mujeres canonizados como mediadores.
En segundo lugar, el Único Mediador es un Hombre
para que Dios pueda ser conocido por los hombres. El hombre no puede elevarse a
Dios; pero Dios, en Su amor, puede descender al hombre. Uno ha dicho, 'Él
descendió a las profundidades más bajas para que no hubiese nadie, incluso el
más inicuo, que no pudiese sentir que Dios en Su bondad estaba cerca de él -
que había descendido hasta él - Su amor hallando su ocasión en la miseria; y
que no había ninguna necesidad para la cual Él no estaba presente, que Él no
podía satisfacer.' (J. N. Darby).
(Vv. 6, 7).
En tercer lugar, este Mediador se dio a Sí mismo en rescate por todos. Si Dios
ha de ser proclamado como un Dios Salvador, que quiere que todos los hombres
sean salvos, Su santidad debe ser vindicada y Su gloria mantenida. Esto ha sido
cumplido perfectamente por la obra propiciatoria de Cristo. La majestad de
Dios, la justicia, el amor, la verdad, y todo lo que Él es, ha sido glorificada
en la obra llevada a cabo por Cristo. Él es una propiciación por todo el mundo.
Se ha hecho todo lo que se necesitaba. Su sangre está disponible para el más
vil, quienquiera que él sea. De ahí que el evangelio dice al mundo, el que
quiera, venga. En este aspecto podemos decir que Cristo murió por todos, que se
dio a Sí mismo en rescate por todos, un sacrificio disponible por el pecado,
para quien quiera que venga. Estas son las grandes verdades que deben ser
testificadas a su debido tiempo - la gracia de Dios proclamando a todos el
perdón y la salvación sobre el terreno de la obra de Cristo, quien se dio a Sí
mismo en rescate por todos. Cuando Cristo hubo ascendido a la gloria, y el
Espíritu Santo hubo descendido a la tierra a morar en medio de los creyentes,
formándolos así en la casa de Dios, el debido tiempo había llegado. Desde esa
casa el testimonio debía fluir, siendo el apóstol aquel usado por Dios para
predicar la gracia, y abrir de este modo la puerta de la fe a los Gentiles
(Hechos 14:27). De esta forma él puede hablar de sí mismo como de un
predicador, un apóstol, y un maestro de los Gentiles en la fe y en la verdad.
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