TU
AYUDADOR: EL ESPÍRITU SANTO
En los
capítulos que preceden a éste, te hemos presentado algunos de los grandes retos
de la vida cristiana. Tal vez te hayas sentido tentado a creer que todo es
demasiado difícil para ti, y que nunca has de poder llegar a una vida cristiana
de esa clase. Quizás pienses que nunca podrás ser un CRISITIANO VERDADERO.
Si de
nosotros dependiera el poder llegar a las metas espirituales que hemos venido
señalando, desde luego que sería imposible. Nunca podríamos vivir vidas
cristianas como las mencionadas, si tuviésemos que confiar en nuestras propias
fuerzas. Pero no hemos sido abandonados ni librados a nuestras fuerzas y
recursos para vivir la vida cristiana. Tenemos un Ayudador interior competente,
una Persona que nos capacita. Es la Persona del Espíritu Santo.
El Señor
Jesús, antes que se fuese de la tierra, prometió repetidas veces a sus
discípulos, la venida del Espíritu Santo para morar en ellos y fortalecerles en
sus vidas terrenales para Dios. Dijo: “Y Yo rogaré al Padre, y os dará otro
Consolador, para que esté con vosotros para siempre: al Espíritu de verdad”
(Juan 14: 16, 17); “Empero, cuando viniere el Consolador, el cual yo os
enviaré del Padre, el Espíritu de verdad el cual procede del Padre, él dará testimonio
de mí” (Juan 15: 26, 27); “Porque si yo no fuese, el Consolador no vendrá a
vosotros; más si yo fuese, os le enviaré” (Juan 16: 7).
En 1 Corintios 3: 16
leemos: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en
vosotros?” y en el capítulo 6: 19 del mismo libro dice: “¿Ignoráis que vuestro
cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis
de Dios, y que no sois vuestros?”
El
Apóstol Pablo oraba lleno de confianza por los convertidos de Éfeso, pidiendo
que “fuesen poderosamente fortalecidos en el hombre interior por su Espíritu”
(Efes. 3:16 Nácar-Colunga), para que pudiesen alcanzar la plenitud espiritual
en la vida cristiana.
El
Espíritu Santo es nuestro Ayudador interior, y por su poder y su potencia,
podemos hacer frente a todos los desafíos que se nos presentan como creyentes,
y podemos llegar a vivir una verdadera vida cristiana. Lo que para nuestras
fuerzas resulta completamente imposible, con la ayuda de la fuerza del
Espíritu, no sólo resulta posible, sino hasta fácil. Las palabras de Cristo en
Juan 14: 18, acerca de la venida del Espíritu Santo son: “No os dejaré
huérfanos.” Sin la fuerza interior del Espíritu Santo de Dios, que nos pone en
condiciones de vivir la vida cristiana que Dios quiere y nos ayuda a hacer
frente a sus responsabilidades, todos seríamos como niños huérfanos e
impotentes. El Señor Jesús bien lo sabía. Por ello, cuando se despidió de sus
discípulos la última noche que estuvo en la tierra, les prometió la venida del
Espíritu Santo de Dios, que moraría en ellos y los fortalecería para la vida de
servicio cristiano.
La
promesa de que el Espíritu Santo ha de morar en él, es la herencia de todo
cristiano. Cuando nacemos de nuevo, nacemos del Espíritu. En otras palabras,
cuando una persona nace de Dios, es realmente el Espíritu Santo que entra en
su alma e imparte la vida de Dios por su propia Presencia Personal. Por medio
de la fuerza y el poder de ese Espíritu Santo, ya podemos vivir en el mundo en
la manera en que Dios lo desea.
Se nos
prometen muchas cosas en la Biblia por medio de la Presencia y el Poder del
Espíritu Santo, tanto en las palabras de Cristo como en las de sus apóstoles.
1. El Espíritu Santo nos ayuda en nuestras
flaquezas (Rom. 8:26). Tenemos muchas debilidades y flaquezas, pero el Espíritu
Santo está siempre presente para poder hacer frente a nuestros déficits y
suministrar la fuerza que a nosotros nos falta. Así hasta el cristiano más
débil y más enfermizo puede animarse cuando recuerda que el Espíritu Santo ha
venido para hacer frente a todas las debilidades humanas, y para vencerlas por
medio de su fuerza divina.
2. Nos hace que entendamos las verdades de la
Biblia (Juan 16: 12, 13). Ya hemos señalado que comprender la Biblia no es
asunto del intelecto humano, sino que viene por iluminación divina. La misión
del Espíritu Santo es llevar al pueblo de Dios a la verdad divina. Por ello,
cuando leas la Biblia, léela en comunión con el Espíritu Santo. Léela de
rodillas. Cuando llegues a algún pasaje que no entiendas, haz una pausa y
pídele al Espíritu Santo que te dé la interpretación. Él es el autor de las
Escrituras (2 Pedro 1: 20, 21), y es también su mejor intérprete.
3. Nos da amor (Rom. 5:5). El amor es nuestra
necesidad más vital: amor a Dios, amor a nuestros hermanos, amor a toda la
humanidad. El primero y más grande de los mandamientos bajo la dispensación de
la ley en el Antiguo Testamento decía que los hombres debían amar a Dios de
todo corazón, y bajo la dispensación de la gracia, se hace el mayor énfasis
sobre la misma cuestión en el Nuevo Testamento.
Después
de que Pedro negó a Jesús, la pregunta que le formuló el Señor fue simplemente:
“¿Me amas?” A sus discípulos les dijo a manera de un reto: “En esto conocerán
todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”. Una
de las mayores faltas que existen en el mundo cristiano de hoy es la falta de
amor entre cristianos. Es una falta seria, y es una de las grandes piedras de
tropiezo para el mundo. Si no manifestamos el amor de Cristo a los pecadores
que nos rodean, ¿cómo podremos ganarlos para Cristo?
El amor
es, indudablemente, nuestra mayor necesidad. Para estudiar este asunto del
amor de parte del cristiano, lee la 1ª Epístola de Juan.
Nosotros
no podemos amar por medio de la fuerza, pero el Espíritu Santo ha de derramar
el amor de Dios en nuestros corazones si le permitimos que lo haga. De modo
que, si sentimos frialdad y falta de amor en nuestros corazones, busquemos el
Espíritu Santo con su ministerio especial de derramar el amor. Si somos
llenados por el Espíritu Santo, estaremos llenos del amor de Dios. Podemos ser
llenados del Espíritu, simplemente con entregarnos a él y vaciar nuestras
vidas de todas las cosas. Si nos entregamos a él para recibir su plenitud, y le
pedimos con sinceridad que nos llene, ha de hacerlo.
4. Nos da fuerza para resistir el pecado (Efesios
3: 16). Esta fuerza interior que siempre está dispuesto a darnos nos permitirá
vencer el pecado. El Espíritu Santo nos permite vencer a Satanás. Cuando
sientas que el pecado te está venciendo, o que estás cayendo en el error,
musita allí mismo una oración al Espíritu Santo que mora en ti, y te ha de dar
la victoria.
5. Nos ayuda en la oración (Rom. 8: 26, 27). Es
el Espíritu Santo, en primer lugar, el que nos impele a orar. Cristo
intercede por nosotros en el cielo ante el Padre sobre el trono, y el Espíritu
intercede dentro de nuestros corazones en la tierra. El Espíritu con frecuencia
nos lleva a orar, y pone pesadas preocupaciones sobre nuestros corazones, por
ciertas personas o ciertas cosas. Es en situaciones como éstas, que debes
cooperar estrechamente con el Espíritu, y dejarte dominar por él, a fin de que
seas llevado a una vida y a un ministerio de verdadera oración. El Espíritu
Santo también nos instruye acerca de cómo debemos orar, y de cuáles son las
cosas por las que oraremos. Muchas veces no sabemos cómo ni por qué debemos
orar, pero el Espíritu Santo “pide por nosotros con gemidos indecibles.”
A menudo
nosotros pediríamos cosas que son agradables y que a nuestro juicio parecen
buenas, pero que de ningún modo lo son, y entonces el Espíritu Santo, que sabe
lo que nos conviene, pone en nuestros corazones las cosas por las cuales
debemos orar. Viene en nuestro auxilio. Engendra en nosotros deseos santos por
las cosas de Dios y por la gloria de Dios, que nosotros solos nunca tendríamos.
Nos ayuda a orar. Ora en nosotros y por nosotros.
El orar
no es meramente expresar los deseos naturales que surgen en nuestras mentes, ni
tampoco la mera expresión de palabras bellas. En la verdadera oración el
Espíritu Santo engendra deseos santos dentro de nosotros, y luego los intensifica
de tal modo que no hemos de descansar ni dejar de orar hasta que Dios nos haya
contestado la petición.
Satanás
nos ataca más en nuestra vida de oración que de ningún otro modo, y es por eso
por lo que necesitamos en ella de un Ayudador. Es el Espíritu Santo que nos da
el deseo de orar, y que hace posible el orar. Cuando encuentres que te resulta
imposible la oración, apóyate con fuerza sobre el Espíritu Santo y pídele que
venga a ayudarte. Es uno de sus ministerios, y lo cumple con deleite.
6. El Espíritu Santo dirige y guía las vidas de
los hijos de Dios (Romanos 8: 14). Muy a menudo no sabemos qué decisión tomar,
y no podemos determinar cuál es la voluntad de Dios. Es en circunstancias como
estas que viene a auxiliarnos el Espíritu Santo, dispuesto a dirigirnos y
guiarnos en todos los detalles de la vida, si vivimos lo suficientemente cerca
de él como para que pueda hacerlo. Un cristiano debe cultivar el hábito de
pedirle al Espíritu Santo que le guíe todos los días de su vida.
Por la
mañana, cuando te levantes, antes de hacer frente a tus obligaciones diarias,
musita una sincera oración al Espíritu Santo, pidiéndole que guíe cada
pensamiento, cada decisión, cada paso, cada acción durante todo el día. Y luego
cuando ya estás en tu trabajo, frente a problemas, necesidades y dilemas,
eleva tu corazón en oración al Espíritu Santo que mora en ti, pidiéndole que te
guíe. Ha venido para ser tu Guía, y nunca dejará de darte orientación y luz.
7. Es el Espíritu Santo que produce los frutos
celestiales en la vida del cristiano (Gál. 5: 22, 23). Es el Espíritu Santo
que da amor. Es el Espíritu Santo que llena tu corazón de gozo. Es el Espíritu
Santo que te da paz. Es el Espíritu Santo que hace que seas paciente. Es el
Espíritu Santo que te hace benigno. Es el Espíritu Santo que hace que los cristianos
vivan vidas buenas. Es el Espíritu Santo que imparte la fe y aumenta tu fe. Es
el Espíritu Santo que hace posible que seas manso. Es el Espíritu Santo que te
da el poder de ser sobrio, y de restringir tus apetitos y deseos. Todos los
méritos de la vida cristiana son impartidos por el bendito Espíritu Santo. Por
ello, debes aprender a tener comunión con el Espíritu Santo, a fin de que él
pueda impartirte estas cosas.
Estamos
convencidos de que existen muchos cristianos para quienes este asuntó de la presencia
del Espíritu Santo, no es una cosa real. Y ello es una tragedia. El Espíritu
Santo es una Persona, tanto como lo son Dios el Padre o Jesucristo. Y mora en
el interior de cada creyente. Si te entregas totalmente a él, poniendo en sus
manos el gobierno completo de tu vida, te conducirá a la vida más abundante.
Aprende
a cultivar la comunión con el Espíritu Santo. Piensa en él como una Presencia
que mora en ti, una verdadera Persona. Contempla los deseos llenos de gracia
que el Espíritu Santo tiene en cuanto a tu crecimiento y prosperidad
espiritual. Considera su bondad, su gracia, su deseo de ayudarte a cada paso
del camino. Aprende a confiar en él para todas tus necesidades espirituales.
Aprende a hablar con él y a tener comunión con él. Aprende cómo extraer de él
todas las gracias espirituales que deseas sean manifestadas en tu vida, gracias
que Dios también desea para ti. Piensa en él como lo que es realmente: un
Huésped Celestial, el Amante de tu alma. Es tu Amigo, tu Compañero, tu Consolador,
tu Guía, tu Ayudador, tu Maestro. Deja que sea tu Todo.
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