Con esta canción alcanzamos la cima de la profecía
mesiánica en el Antiguo Testamento. Es sin duda una de las porciones más
conocidas y amadas de toda la Biblia por los cristianos, por la claridad del
retrato que hay en ella del Mesías, nuestro Señor Jesucristo, tema de las demás
canciones también. Pero es preciso constatar que ha llegado a ser algo muy
distinto para la mayoría de los judíos quienes no creen que se trata de Jesús
de Nazaret sino de su pueblo a lo largo de los siglos, maltratado y perseguido
por sus enemigos, sobre los cuales ha de triunfar un día. Y como la
controversia sigue tan polémica hoy en día es necesario que, antes de examinar
su contenido, veamos algo sobre la historia de su interpretación para
investigar el origen del debate.
Un breve resumen
histórico de la interpretación en Isaías 53.
El interrogante que formuló el eunuco en Hechos 8:34 nos
enfrenta con el enigma que salta a la vista cuando se lee la canción: «¿de
quién dice el profeta esto: de sí mismo o de algún otro?». El Siervo sufriente
tiene todos los trazos del retrato de un personaje, pero como vemos muchos le
consideran un personaje colectivo -la nación de Israel- y hoy día es esta
interpretación la que prevalece entre los rabinos y algunos eruditos
protestantes.
Por muchos siglos los judíos la interpretaban del Mesías
que esperaban (todavía unos pocos judíos ortodoxos creen esto); de hecho, antes
de la Venida de Cristo, en el siglo II a.C., podemos encontrar interpretaciones
rabínicas muy claras a este respecto. Algunos insertaban el título «Mesías»
después de «...mi Siervo...» en 52:13, igual que en 42:1, mientras que en el
Talmud babilónico del siglo VI después de Cristo se refiere al Mesías como «el
leproso», porque «llevó nuestras enfermedades» (53:4). Se puede afirmar que,
con muy pocas excepciones, la interpretación mesiánica fue unánime en esta
primera época.
Pero en el siglo XI d.C. hubo un cambio, resultado en
buena parte de las terribles persecuciones desatadas sobre los judíos por las
huestes cristianas que volvían enardecidas de la primera Cruzada. En Francia,
Italia y Alemania los odiados «asesinos de Cristo» fueron masacrados sin
piedad, sus casas saqueadas y entregadas a las llamas, perpetrándose a menudo
los más terribles excesos por instigación de la jerarquía cristiana. Las
matanzas antisemitas proseguirían durante dos siglos siendo para el pueblo
judío de aquella generación una experiencia tan traumática como el exterminio
nazi de nuestra época.
Ya que los cristianos empleaban este pasaje como una de
las bases principales para justificar su conducta persecutoria, los rabinos
judíos se vieron obligados a buscarle otro sentido y desde este momento en
adelante el debate se volvió agrio y «caliente». Pero hubo otra razón
importante para este cambio de interpretación entre los judíos: el hecho de
que miles de ellos se convirtieran al Evangelio. Algunos seguramente pasaron a
las filas cristianas huyendo de la persecución, pero otros muchos por
convencimiento propio; así los maestros de Israel, temiendo una deserción
mayor, se esforzaban cada vez más a combatir los argumentos cristianos. Hasta
tal punto fue necesario esto que los pocos rabinos que seguían manteniendo la
interpretación mesiánica clásica tuvieron que identificar al Siervo con algún
profeta como Jeremías, Isaías o aún el rey Eze- quías, y hubo algunos que hasta
lo aplicaban a cualquier persona que sufría inocentemente.
Tampoco hubo unanimidad entre aquellos que seguían
defendiendo la tesis clásica acerca de un Mesías que todavía estaba por venir.
Muchos se daban cuenta de las aparentes contradicciones o elementos divergentes en las
profecías; unos discernieron un Mesías sufriente en las últimas dos canciones;
otros enfatizaban más bien que el Mesías triunfaría sobre todos los enemigos de
Israel, subyugando a las naciones rebeldes para establecer su reino. Para
resolver la contradicción se inventó la teoría de dos Mesías: el que sufre,
llamado Mesías ben Josef, que había de morir en batalla contra Edom (figura del
Imperio romano según ellos), y el que triunfa Mesías ben David. Pero tal
invento no satisfacía a muchos por lo que se intentó reconciliar las dos
facetas contradictorias postulando que el Mesías triunfador había de sufrir de
nuevo en cada generación por los pecados de sus contemporáneos. Hubo otros
intentos de resolver el enigma evitando la «solución» cristiana, a cuál
más ingenioso, pero no convencieron a la inmensa mayoría del pueblo judío.
Otros esquivaban el problema completamente diciendo que el enigma se resolvería
¡cuando viniera el profeta Elías! (Malaquías 4).
La interpretación no
mesiánica.
Fue el rabino Rashi y sus seguidores, en los siglos XI y
XII, que promovieron esta nueva interpretación, siendo formulada muy
claramente en España por el rabino sefardí Isaac Abarbanel en el siglo XV. Con
el tiempo fue esta interpretación la que se impuso, aunque no sin la decidida
oposición de unos pocos rabinos distinguidos quienes insistían que -al margen
de la interpretación cristiana- la interpretación no-mesiánica aplicada a
Israel como nación era forzada, haciendo violencia al sentido llano y literal
del texto. En los tiempos modernos algunos eruditos protestantes liberales, a
veces por deferencia a sus amigos judíos, se han solidarizado con los que
rechazan la interpretación mesiánica ganando para sí mismos el calificativo no
muy halagüeño de «los rabinos incircuncisos».
Es preciso recordar que los argumentos judíos en contra
de la identificación del personaje de la canción con Jesús de Nazaret se basan
generalmente en una falta de comprensión de la doctrina de la Encarnación (es
decir, que Jesús era a la vez hombre y Dios). No tenía cabida en el fuerte
monoteísmo de ellos la idea de que el Dios del cielo, Creador de todo, Jehová
de la historia y de la eternidad, pudiera hacerse hombre y hasta morir en una
cruz. Objetan que Dios no puede ser un siervo como el de la canción, que no se
puede hablar de su exaltación si Él siempre está enaltecido, que, si el Mesías
es Dios, cómo es posible que Él pueda ser afligido por sí mismo o que pueda
morir y ser sepultado, etc. Pero por otra parte la interpretación colectiva
rezuma un tremendo engreimiento por parte de los judíos. Afirman que ellos
siempre han sido víctimas inocentes, que han sufrido injustamente a manos de
otros y que un día serán las naciones gentiles que confesarán que han
menospreciado al «Siervo justo» (ellos).
La interpretación
mesiánica.
¿Cuáles son pues las razones principales que apuntan a
esta interpretación? Podemos decir que:
1.
- Como en el caso de las otras tres
canciones es evidente que se está hablando de un individuo, por los pronombres
en singular que se emplean y las experiencias concretas que sufre. Las
referencias a su «parecer», a sus padecimientos físicos («traspasado»), a su
juicio y sepultura y a los detalles de su pasión, no pueden aplicarse a la
nación de Israel sin un ejercicio abundante de fantasía, sustituyendo el
sentido llano de las palabras por una especie de alegorización de la que fueron
expertos muchos eruditos, tanto judíos como cristianos, pero que hace violencia
al texto.
2.
- El retrato del Siervo aquí es
irreconciliable con lo que el profeta manifiesta acerca de la rebelde Israel,
en tantas de sus denuncias fuertes (Isaías 24:18-20 y 42:24 con 53:7). Nunca se
han destacado, además, los judíos por una actitud mansa y sumisa ante sus
perseguidores, pero desde principio a fin el Siervo sufre en silencio
«encomendando su causa al que juzga justamente» (1 Pedro 2:24).
3.
- Es elocuente el hecho de que se excluye
este pasaje de las Haftorahs o lecturas litúrgicas del sábado. Algunos han
llamado a Isaías 53 el «capítulo secreto» por esta razón, o «la conciencia
culpable de la sinagoga».
4.
- El rabino Moshe Cohen ibn Crispín fue
quien enunció más claramente la interpretación mesiánica clásica del pasaje, y
ponemos fin a esta parte del estudio con una cita suya: «por orden divino esta
profecía fue dada por medio de Isaías, a fin de darnos a conocer algo acerca de
la naturaleza del Mesías que ha de venir, el que vendrá y librará a Israel...
para que si alguien se levantase afirmando que él era el Mesías, pudiésemos reflexionar
y comprobar si se puede observar en él alguna semejanza con los rasgos aquí
descritos. Si la hay, podemos creer que se trata del Mesías nuestra Justicia,
pero si no, no lo podemos aceptar».
La importancia de la
canción.
Como ya anticipamos en los estudios anteriores, la
cuarta canción pone los toques finales, el detalle fino, al maravilloso retrato
del Siervo sufriente de Jehová. Al mismo tiempo nos permite comprender cómo
lleva a cabo la Obra anunciada antes, constituyendo la cumbre de la revelación
mesiánica en el Antiguo Testamento y proveyendo un claro enlace -
puente con el Nuevo. Ya hemos mencionado la abundancia de citas tomadas de esta
canción en el Nuevo Testamento, todas las cuales giran en torno a la
identificación del Siervo con Jesucristo. Es interesante notar que mucho del
vocabulario teológico neotestamentario acerca del pecado y de la Obra de la
expiación en sus varias facetas, se encuentra concentrado aquí, habiendo pasado
al griego a través de la Versión Septuaginta. Conceptos como la «culpa»,
«iniquidad», «transgresión», «llevar el pecado», y la «sustitución», la
«justificación», etc., se reiteran una y otra vez para luego ser desarrollados
en las epístolas. Otro factor que presta una indudable importancia a la
canción es su amplia temática: hallamos referencias a la Resurrección y
Exaltación del Siervo, el Plan de Dios, la nueva familia de Dios, la Obra de
juicio, etc. También nos depara una ilustración excelente de la llamada
perspectiva profética; contiene profecías que ya se han cumplido y otras que
esperan todavía su cumplimiento en la Segunda Venida del Señor.
La forma y el análisis
de la canción.
Al contrario que las otras tres, esta canción está
claramente delimitada y muy bien estructurada poéticamente. Se compone de
cinco estrofas de tres versículos cada una, y está escrita en poesía, no en
prosa (este hecho no puede deducirse de la traducción Reina Valera, pero sí en
versiones más modernas como la Biblia de Jerusalén, la Nueva Biblia Española o
la Moderna). Su construcción poética se ha confirmado por los rollos de Isaías
encontrados en las cuevas de Qumran.
En la primera y quinta estrofas es Jehová quien habla;
en las tres restantes, el profeta, en nombre del «remanente fiel» quien, por
fin, ha comprendido quién es el Siervo y qué ha hecho por ellos. La primera
sirve de prólogo, anticipando y resumiendo los temas más importantes tratados
en las demás estrofas. La segunda y tercera se relacionan, siendo aquélla una
descripción de los hechos, y la tercera la explicación espiritual de ellos.
Pasa algo parecido en la cuarta y quinta estrofas: la primera describe la
situación física exterior, y la segunda su significado interior. Damos a
continuación un breve análisis de la estructura de la canción, dejando el
examen detallado de su contenido para la próxima sección.
Estrofa 1: La exaltación del Siervo por medio del
sufrimiento, 52:13-15.
Estrofa 2: La humillación y el rechazamiento del Siervo
por los suyos, 53:1-3.
Estrofa 3: Los sufrimientos vicarios del Siervo, 53:4-6.
Estrofa 4: La historia profética de la Pasión, 53:7-9.
Estrofa 5: El triunfo del Siervo por medio de la muerte,
53:10-12.
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