miércoles, 1 de mayo de 2019

LAS CANCIONES DEL SIERVO (5)



Con esta canción alcanzamos la cima de la profecía mesiánica en el Antiguo Testamento. Es sin duda una de las porciones más conocidas y amadas de toda la Biblia por los cristianos, por la claridad del retrato que hay en ella del Mesías, nuestro Señor Jesucristo, tema de las demás canciones también. Pero es preciso constatar que ha llegado a ser algo muy distinto para la mayoría de los judíos quienes no creen que se trata de Jesús de Nazaret sino de su pueblo a lo largo de los siglos, maltratado y perseguido por sus enemigos, sobre los cuales ha de triunfar un día. Y como la controversia sigue tan polémica hoy en día es necesario que, antes de examinar su contenido, veamos algo sobre la historia de su interpretación para investigar el origen del de­bate.

Un breve resumen histórico de la interpretación en Isaías 53.
El interrogante que formuló el eunuco en Hechos 8:34 nos enfrenta con el enigma que salta a la vista cuando se lee la canción: «¿de quién dice el profeta esto: de sí mismo o de algún otro?». El Siervo sufriente tiene todos los trazos del retrato de un personaje, pero como vemos muchos le consideran un personaje colec­tivo -la nación de Israel- y hoy día es esta interpretación la que prevalece entre los rabinos y algunos eruditos protestantes.
Por muchos siglos los judíos la interpretaban del Mesías que esperaban (todavía unos pocos judíos ortodoxos creen esto); de hecho, antes de la Venida de Cristo, en el siglo II a.C., podemos encontrar interpre­taciones rabínicas muy claras a este respecto. Algunos insertaban el título «Mesías» después de «...mi Sier­vo...» en 52:13, igual que en 42:1, mientras que en el Talmud babilónico del siglo VI después de Cristo se refiere al Mesías como «el leproso», porque «llevó nuestras enfermedades» (53:4). Se puede afirmar que, con muy pocas excepciones, la interpretación mesiánica fue unánime en esta primera época.
Pero en el siglo XI d.C. hubo un cambio, resultado en buena parte de las terribles persecuciones des­atadas sobre los judíos por las huestes cristianas que volvían enardecidas de la primera Cruzada. En Francia, Italia y Alemania los odiados «asesinos de Cristo» fueron masacrados sin piedad, sus casas saqueadas y entre­gadas a las llamas, perpetrándose a menudo los más terribles excesos por instigación de la jerarquía cristiana. Las matanzas antisemitas proseguirían durante dos siglos siendo para el pueblo judío de aquella generación una experiencia tan traumática como el exterminio nazi de nuestra época.
Ya que los cristianos empleaban este pasaje como una de las bases principales para justificar su con­ducta persecutoria, los rabinos judíos se vieron obligados a buscarle otro sentido y desde este momento en adelante el debate se volvió agrio y «caliente». Pero hubo otra razón importante para este cambio de interpre­tación entre los judíos: el hecho de que miles de ellos se convirtieran al Evangelio. Algunos seguramente pa­saron a las filas cristianas huyendo de la persecución, pero otros muchos por convencimiento propio; así los maestros de Israel, temiendo una deserción mayor, se esforzaban cada vez más a combatir los argumentos cristianos. Hasta tal punto fue necesario esto que los pocos rabinos que seguían manteniendo la interpretación mesiánica clásica tuvieron que identificar al Siervo con algún profeta como Jeremías, Isaías o aún el rey Eze- quías, y hubo algunos que hasta lo aplicaban a cualquier persona que sufría inocentemente.
Tampoco hubo unanimidad entre aquellos que seguían defendiendo la tesis clásica acerca de un Mes­ías que todavía estaba por venir. Muchos se daban cuenta de las aparentes contradicciones o elementos diver­gentes en las profecías; unos discernieron un Mesías sufriente en las últimas dos canciones; otros enfatizaban más bien que el Mesías triunfaría sobre todos los enemigos de Israel, subyugando a las naciones rebeldes para establecer su reino. Para resolver la contradicción se inventó la teoría de dos Mesías: el que sufre, llamado Mesías ben Josef, que había de morir en batalla contra Edom (figura del Imperio romano según ellos), y el que triunfa Mesías ben David. Pero tal invento no satisfacía a muchos por lo que se intentó reconciliar las dos facetas contradictorias postulando que el Mesías triunfador había de sufrir de nuevo en cada generación por los pecados de sus contemporáneos. Hubo otros intentos de resolver el enigma evitando la «solución» cristia­na, a cuál más ingenioso, pero no convencieron a la inmensa mayoría del pueblo judío. Otros esquivaban el problema completamente diciendo que el enigma se resolvería ¡cuando viniera el profeta Elías! (Malaquías 4).

La interpretación no mesiánica.
Fue el rabino Rashi y sus seguidores, en los siglos XI y XII, que promovieron esta nueva interpreta­ción, siendo formulada muy claramente en España por el rabino sefardí Isaac Abarbanel en el siglo XV. Con el tiempo fue esta interpretación la que se impuso, aunque no sin la decidida oposición de unos pocos rabinos distinguidos quienes insistían que -al margen de la interpretación cristiana- la interpretación no-mesiánica aplicada a Israel como nación era forzada, haciendo violencia al sentido llano y literal del texto. En los tiem­pos modernos algunos eruditos protestantes liberales, a veces por deferencia a sus amigos judíos, se han soli­darizado con los que rechazan la interpretación mesiánica ganando para sí mismos el calificativo no muy halagüeño de «los rabinos incircuncisos».
Es preciso recordar que los argumentos judíos en contra de la identificación del personaje de la can­ción con Jesús de Nazaret se basan generalmente en una falta de comprensión de la doctrina de la Encarnación (es decir, que Jesús era a la vez hombre y Dios). No tenía cabida en el fuerte monoteísmo de ellos la idea de que el Dios del cielo, Creador de todo, Jehová de la historia y de la eternidad, pudiera hacerse hombre y hasta morir en una cruz. Objetan que Dios no puede ser un siervo como el de la canción, que no se puede hablar de su exaltación si Él siempre está enaltecido, que, si el Mesías es Dios, cómo es posible que Él pueda ser afligido por sí mismo o que pueda morir y ser sepultado, etc. Pero por otra parte la interpretación colectiva rezuma un tremendo engreimiento por parte de los judíos. Afirman que ellos siempre han sido víctimas inocentes, que han sufrido injustamente a manos de otros y que un día serán las naciones gentiles que confesarán que han menospreciado al «Siervo justo» (ellos).

La interpretación mesiánica.
¿Cuáles son pues las razones principales que apuntan a esta interpretación? Podemos decir que:
1.                  - Como en el caso de las otras tres canciones es evidente que se está hablando de un individuo, por los pro­nombres en singular que se emplean y las experiencias concretas que sufre. Las referencias a su «parecer», a sus padecimientos físicos («traspasado»), a su juicio y sepultura y a los detalles de su pasión, no pueden apli­carse a la nación de Israel sin un ejercicio abundante de fantasía, sustituyendo el sentido llano de las palabras por una especie de alegorización de la que fueron expertos muchos eruditos, tanto judíos como cristianos, pero que hace violencia al texto.
2.     - El retrato del Siervo aquí es irreconciliable con lo que el profeta manifiesta acerca de la rebelde Israel, en tantas de sus denuncias fuertes (Isaías 24:18-20 y 42:24 con 53:7). Nunca se han destacado, además, los judíos por una actitud mansa y sumisa ante sus perseguidores, pero desde principio a fin el Siervo sufre en silencio «encomendando su causa al que juzga justamente» (1 Pedro 2:24).
3.     - Es elocuente el hecho de que se excluye este pasaje de las Haftorahs o lecturas litúrgicas del sábado. Algu­nos han llamado a Isaías 53 el «capítulo secreto» por esta razón, o «la conciencia culpable de la sinagoga».
4.    - El rabino Moshe Cohen ibn Crispín fue quien enunció más claramente la interpretación mesiánica clásica del pasaje, y ponemos fin a esta parte del estudio con una cita suya: «por orden divino esta profecía fue dada por medio de Isaías, a fin de darnos a conocer algo acerca de la naturaleza del Mesías que ha de venir, el que vendrá y librará a Israel... para que si alguien se levantase afirmando que él era el Mesías, pudiésemos re­flexionar y comprobar si se puede observar en él alguna semejanza con los rasgos aquí descritos. Si la hay, podemos creer que se trata del Mesías nuestra Justicia, pero si no, no lo podemos aceptar».

La importancia de la canción.
Como ya anticipamos en los estudios anteriores, la cuarta canción pone los toques finales, el detalle fino, al maravilloso retrato del Siervo sufriente de Jehová. Al mismo tiempo nos permite comprender cómo lleva a cabo la Obra anunciada antes, constituyendo la cumbre de la revelación mesiánica en el Antiguo Tes­tamento y proveyendo un claro enlace - puente con el Nuevo. Ya hemos mencionado la abundancia de citas tomadas de esta canción en el Nuevo Testamento, todas las cuales giran en torno a la identificación del Siervo con Jesucristo. Es interesante notar que mucho del vocabulario teológico neotestamentario acerca del pecado y de la Obra de la expiación en sus varias facetas, se encuentra concentrado aquí, habiendo pasado al griego a través de la Versión Septuaginta. Conceptos como la «culpa», «iniquidad», «transgresión», «llevar el pecado», y la «sustitución», la «justificación», etc., se reiteran una y otra vez para luego ser desarrollados en las epísto­las. Otro factor que presta una indudable importancia a la canción es su amplia temática: hallamos referencias a la Resurrección y Exaltación del Siervo, el Plan de Dios, la nueva familia de Dios, la Obra de juicio, etc. También nos depara una ilustración excelente de la llamada perspectiva profética; contiene profecías que ya se han cumplido y otras que esperan todavía su cumplimiento en la Segunda Venida del Señor.

La forma y el análisis de la canción.
Al contrario que las otras tres, esta canción está claramente delimitada y muy bien estructurada poéti­camente. Se compone de cinco estrofas de tres versículos cada una, y está escrita en poesía, no en prosa (este hecho no puede deducirse de la traducción Reina Valera, pero sí en versiones más modernas como la Biblia de Jerusalén, la Nueva Biblia Española o la Moderna). Su construcción poética se ha confirmado por los rollos de Isaías encontrados en las cuevas de Qumran.
En la primera y quinta estrofas es Jehová quien habla; en las tres restantes, el profeta, en nombre del «remanente fiel» quien, por fin, ha comprendido quién es el Siervo y qué ha hecho por ellos. La primera sirve de prólogo, anticipando y resumiendo los temas más importantes tratados en las demás estrofas. La segunda y tercera se relacionan, siendo aquélla una descripción de los hechos, y la tercera la explicación espiritual de ellos. Pasa algo parecido en la cuarta y quinta estrofas: la primera describe la situación física exterior, y la segunda su significado interior. Damos a continuación un breve análisis de la estructura de la canción, dejando el examen detallado de su contenido para la próxima sección.
Estrofa 1: La exaltación del Siervo por medio del sufrimiento, 52:13-15.
Estrofa 2: La humillación y el rechazamiento del Siervo por los suyos, 53:1-3.
Estrofa 3: Los sufrimientos vicarios del Siervo, 53:4-6.
Estrofa 4: La historia profética de la Pasión, 53:7-9.
Estrofa 5: El triunfo del Siervo por medio de la muerte, 53:10-12.

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