La ética según la Biblia es sabiduría, una
vida orientada por el temor del Señor; una ética que propone una vida
responsable, consciente del ‘como queréis que hagan los hombres con vosotros,
así también haced vosotros con ellos’. La Biblia desde el inicio afirma que el
hombre es un ser moral, una criatura con el llamamiento alto de cumplir el
propósito para el cual fue creado. Los primeros capítulos de la Biblia explican
las condiciones morales del hombre en la creación y como cambiaban por la caída
en pecado.
Labrar
y guardar la tierra.
El
libro de Génesis da un lugar especial al hombre en la creación de Dios, creado
en la imagen y según la semejanza de Dios (Génesis 1.26,27). Es el
representante de Dios en la tierra. Génesis 2 añade detalles a esta mayordomía:
el derecho de dar nombres a los animales, labrar y guardar. Génesis 2.19-20).
El primer verbo señala el trabajo de sembrar y de cosechar, el segundo se
refiere a la responsabilidad de guardar la integridad de la creación. El
carácter moral de este último encargo se precisa por el mandamiento de Dios de
no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal (Génesis 2.9). El árbol
representa todo lo que Dios no quiere para el hombre: el caos, el vacío, la
oscuridad y el sin sentido del inicio de la creación, igual que la vuelta a estas
condiciones que es la muerte (Génesis 1.2; 2.17).
El
hombre responsable y víctima del pecado.
A
continuación, la Biblia cuenta la historia de la caída en el pecado. Génesis
2.25 enfatiza que el hombre estaba desnudo, cierto, sin sentir vergüenza,
pero también vulnerable. Cuando el mal entra en la buena creación en forma de
una mentira, el hombre y la mujer no pueden defenderse. Son engañados con el
mismo motivo falso que el diablo había usado para rebelarse contra Dios: la
idea de ser igual a Él. Fue una mentira absurda, pero con consecuencias catastróficas.
La relación entre el hombre y la mujer se hizo compleja y lo peor fue la separación
de Dios por el propio carácter del pecado. Sabemos todos que cuando pecamos
contra un amigo, perdemos su amistad. Cuando pecamos contra nuestra pareja,
perdemos el matrimonio. De la misma manera: cuando el hombre peca contra Dios,
pierde la relación con su Creador. Adán y Eva lo hicieron y al mismo instante
el pecado hizo separación entre ellos y su Dios (Is. 59.2).
Muerto
en delitos y pecado
La
separación de Dios es muerte espiritual, pero el Señor tuvo misericordia de
Adán y Eva y los buscó en su escondite. Cierto, los condenó a sufrir las
consecuencias de su pecado en forma de una vida difícil y dolorosa. Hasta
maldijo la tierra a causa de ellos y los expulsó del huerto de Edén. A la vez
los protegió por separarlos del poder del diablo, prometiéndoles una salvación
completa en el futuro. Mientras tanto puso enemistad entre el diablo y los
seres humanos (Génesis 3.15).
La
conciencia moral del hombre
Preguntamos, ¿cuál es esta enemistad? Podemos
decir que es la conciencia moral del hombre. Si bien, la Biblia afirma con respecto
a nosotros que no hay justo, ni aun uno (Rom.3.10), no significa que tenemos
una relación cómoda con el mal. El mal nos asusta, nos provoca vergüenza y
culpa, igual que a Adán y Eva. Dice el apóstol Pablo en Rom. 2.14, 15 que
tenemos una ley en nuestro corazón que distingue entre cosas que debemos hacer
y cosas que no debemos hacer. Y esta conciencia del bien y del mal nos hace
seres morales.
Existe la posibilidad preocupante de endurecernos.
Esto pasa cuando no escuchamos las advertencias de nuestra conciencia, cuando
hacemos conscientemente y con frecuencia las mismas cosas malas. Al final ya no
sentimos culpa o vergüenza. Podemos conocer casos históricos o contemporáneos
de hombres o mujeres endurecidos, que cometen las crueldades más terribles. En
nuestro tiempo el endurecimiento con respecto a los pecados sexuales es muy
frecuente. En todo caso, el susto y el horror por el mal de otros, una vez más
es otra confirmación de nuestro carácter moral.
Confirmamos
que el hombre es un ser moral. Sabe del bien por la imagen y semejanza de
Dios y del mal por el pecado, pero este saber es débil y confuso. Necesitamos
una instrucción más precisa en cuanto al bien y mal que recibimos por la ley de
Dios, revelada en la Biblia.
En
la calle recta, Nº262/marzo 2019
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